viernes, 17 de enero de 2014

Crítica: LA FRAGATA INFERNAL (1962)

PETER USTINOV













Soberbio drama naval profundo y realmente inteligente. Casi desconocida para el gran público es una de las grandes cintas navales que se han hecho en el cine, una auténtica joya en la que todos los aspectos están realmente cuidados. Exposición diáfana, desarrollo denso, maduro, profundo, coherente, sereno, con un ritmo perfecto, diálogos brillantísimos, dirección ejemplar, con un dominio de los tempos asombroso, guión extraordinario, interpretaciones que en la mayoría de los casos solo pueden calificarse de excelentes y un magnífico final. Es muy difícil ponerle un solo pero a la cinta. Respeta al espectador como lo hacen las grandes obras maestras y aunque sea cine para minorías, por lo que se ve, es recomendable para cualquiera.



Billy Budd es reclutado por el barco “El Vengador”, un barco de guerra, de otro llamado “Derechos del hombre”, solo de carga. Su carácter, tanto en un barco como en otro, hace que todo el mundo sienta gran cariño y respeto por él, hasta que se cruza con el suboficial de armas (Robert Ryan), el cual le odiará y envidiará sin motivo.

Billy (Terence Stamp en su primer papel) y Claggart (Robert Ryan) representan los contrarios, la bondad casi absoluta y el mal sin sentido. Hacia el final de la película el capitán interpretado por Peter Ustinov le dice a Billy Budd que le odie, que exprese su ira, que tanto Claggart en su maldad como él en su excesiva bondad no resultaban humanos, ya que el ser humano siente rabia, impotencia, frustración, odio... y no era natural que no los sintiera ante la injusticia que se iba a cometer con él. Esta reflexión, que es tremendamente pesimista, es de un gran calado y profundidad y uno de los principales temas de una película que analiza la naturaleza del hombre, un hombre que ve más posible y que está dispuesto a aceptar de forma más natural la maldad y los sentimientos más bajos que los más elevados y positivos. En esa conversación está uno de los pilares de la película.



Maldad extrema y bondad extrema contrapuestas, en ambos casos los dos tienen un momento de debilidad, solo una ráfaga. Claggart, en una conversación de magnífica fotografía, en un juego magistral de luces y sombras, baja la guardia y admite que le apetecería conversar con Billy por las noches para arrepentirse casi inmediatamente. Billy, por su parte, explota en la escena que desencadena todo el final, un simple momento, pero decisivo. Billy vestirá de blanco, Claggart de negro.





Estos extremos sirven para desenmascarar al resto de personajes y como reflejo de la naturaleza y debilidad humanas, para reflexionar sobre la diferencia entre justicia y ley así como otros mucho temas.



Los diálogos después del juicio a Billy son muy buenos, pero al final los que llevan razón se dejan llevar por la cobardía, no mantienen sus ideas y principios con fortaleza y miran de forma egoísta amparándose y escudándose en las leyes para enmascarar su falta de valor. Son buenos hombres, pero ceden mostrando esa debilidad humana y por ello no soportan ver la pureza de la actuación y forma de ser de Billy. El juicio hubiera desembocado en un veredicto de inocencia si no es por la intervención del capitán del barco, un hombre honesto, básicamente bueno pero atado a deberes y leyes que sólo admite interpretar de forma literal, olvidando la intención o espíritu de las mismas. Leyes que varían y variarán y que ahora absolverían a Billy. Pero más allá está la actuación de los compañeros de Billy, que en un principio se muestran decididos a intervenir ante la injusticia cometida, pero que a la hora de la verdad no pasan de unas quejas, arrebatos vacios y gestos huecos, cediendo a su cobardía y al poder establecido, resultando un ejemplo del sometimiento y aceptación de él.



La frase final de Billy desnuda a todo el mundo y lo retrata. El hombre es capaz de cosas buenas y malas, de las mejores y las peores, pero cuesta aceptar a un hombre bueno, parece que se necesita encontrar los defectos para sentirnos mejor. Es un mensaje pesimista.


Esta inseguridad se refleja desde el mismo comienzo, cuando Billy es reclutado y se despide de su antiguo barco gritando: ”Adiós, Derechos del hombre”, que es el nombre del mencionado barco. El reclutador pregunta qué quería decir con aquello dejando entrever intranquilidad, mala conciencia. Este tema se vuelve a tocar posteriormente, desconfiando sobre si era una ironía o una despedida sin maldad. De ahí que la conclusión sea coherente con el desarrollo de estos personajes. La sonrisa maléfica de Claggart antes de morir denota satisfacción, cree haber vencido, pero lo que acaba venciendo no es él, sino la debilidad del resto. El mal provoca que el bien realice un gesto censurable, pero si el bien no acaba con mal pierde su sentido, donde hay bien no puede haber mal y viceversa. Esto es lo que sucede pero la inseguridad del hombre provoca el resto, si bien es cierto que el bien se redime y vence finalmente, aunque su bastión sea sacrificado, en ese perdón que implica el grito final de Billy, un final cristiano y que remite al propio sacrificio de Cristo.





Siguiendo con el tema de la ley y la justicia que se menciona explícitamente en la película, y que ha sido tratado en múltiples obras maestras, se reflexiona sobre la necesidad de las leyes, de cumplirlas, de que éstas respondan a las necesidades de la sociedad así como de forma concreta a cada caso, la necesidad de interpretarlas y aplicarlas en el sentido y espíritu para el que se crean. No rebelarse, someterse sin más, llevará a la injustica en la aplicación de la ley, como expone uno de los personajes, huyendo de la principal razón de ser de dichas leyes, es decir, de la justicia. Cuando Wyatt (David McCallum) expone este hecho, que la ley se hizo para servir a la justicia, nadie tiene argumentos para contradecirle, con lo que el capitán recurre una vez más a las leyes y su obligación, al sometimiento sea lo sea que diga esa obligación que invoca, recurriendo a formalismos, intentando eliminar la humanidad como elemento de valoración y olvidando, precisamente, quién y para quienes se hicieron esas leyes. Es en ese momento cuando el último de los componentes del jurado se somete también.




Otra importante escena es donde el capitán habla con uno de sus primeros de a bordo sobre qué hacer con Claggart, al ser conscientes de las mentiras que dijo sobre el marinero enfermo y después muerto. En esa conversación ninguno toma cartas en el asunto y no se atreven a cumplir lo que en justicia deberían, así el capitán pide consejo u opinión y su primero de a bordo rehúye mojarse, quedando clara su falta de decisión y cobardía que acabará desencadenando la tragedia. Esta cobardía se muestra varias veces, también en marineros que no se atreven a decir la verdad. Todo esto acaba siendo una pescadilla que se muerde la cola, ya que la falta de denuncia y sometimiento acaba provocando más sometimiento, pero si hay rebelión en cambio hay castigo…El capitán, además, pierde en sus argumentos, al aplicar la ley sólo en ocasiones, cuando se siente fuerte...



Es brillantísimo el retrato de los personajes y el respeto para el espectador. Todos los personajes son inteligentes y se dan perfecta cuenta de las circunstancias. Vemos en multitud de películas de este estilo como uno de los personajes se ensaña y maltrata sin compasión a otro, el malo al bueno, y también vemos como parece que nadie se da cuenta de cómo es en realidad ese personaje eminentemente malvado. El personaje del héroe se ve obligado a demostrar su inocencia continuamente o a exponer su vida para desenmascarar al malvado. Pues bien, en esta cinta eso no ocurre, todos son conscientes de la bondad de Billy y todos también los son de la maldad e intenciones de Claggart.







Esto da una dimensión extraordinaria a la película y dota de una inteligencia a la propuesta, de un realismo y veracidad, que la convierten en la obra maestra que es. Brillante también es el hecho de que no se sienta la necesidad, en especial Billy, de defenderse con mayor insistencia mencionando, por ejemplo, que salvó la vida a Claggart, asumiendo lo que le espera y teniendo clara su inocencia con lo expuesto anteriormente.



Robert Ryan está magnífico en la cinta, con sutiles elementos interpreta a un ser despiadado, podrido por dentro y sólo capaz de situarse en el mundo desde la maldad, un malo de una pieza pero con muchísimo trasfondo, que no soporta ni se soporta a sí mismo en el reflejo de Billy. El resto de interpretaciones está igualmente a la altura, desde Terence Stamp, pasando por Melvyn Douglas, que interpreta al veterano danés, hasta al estupendo Peter Ustinov. Ustinov, que es también el director de la cinta (además de guionista y productor), está a un gran nivel en su composición de ese capitán que en el erróneo cumplimiento de su deber acaba roto. Pero donde alcanza cotas sublimes es en su labor como director. Su filmografía como tal es corta y ésta es, sin duda, su obra maestra. Nos deleita con un sentido del ritmo impecable, una dirección de actores ejemplar y una potencia visual, usando luces y sombras de manera perfecta, sobre todo en Robert Ryan, que encandila. Fotografía, ritmo, ya mencionado, guión, interpretaciones... todo está en su justa medida. El retrato de la vida en el barco, del barco mismo y de la vida en el mar, es magnífico. El sonido de los quejidos de la madera y del agua etc etc. crean una atmósfera excelente.


Está basada en la novela inacabada, publicada póstumamente, de Herman Melville, autor de Moby Dick.



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