lunes, 19 de mayo de 2014

Crítica: DONDE HABITA EL PELIGRO (1950)

JOHN FARROW














Buena película de cine negro dirigida por un buen artesano del género, John Farrow, el padre de la actriz Mia Farrow, hija de Maureen O’Sullivan, que participa en la película que nos ocupa como  prometida del protagonista. Suyos son títulos como “Mil ojos tiene la noche” (1948), la estupenda “El reloj asesino” (1948) o “Las fronteras del crimen” (1951), también con Robert Mitchum como esta que analizo, por citar algunos títulos dentro del género negro. Por supuesto frecuentó todo tipo de géneros y en todos se movió con soltura, como corresponde al competente artesano que era. Farrow, australiano y ex marino, convertido al catolicismo, era un tirano en los rodajes, los actores huían de él tras pasar por sus manos, aunque Mitchum repitió y Ray Milland pareció inmune a esto.



Esta “Donde habita el peligro” es una muestra de cine negro clásico en su versión de crimen pasional de una pareja al marido de ella para poder vivir su amor con libertad. El destino y la fatalidad estarán presentes, como corresponde al género, desde el mismo inicio. Un intento de suicidio de una bella mujer, Margo (Faith Domergue), da inicio a la trama y la definición de personajes, donde Robert Mitchum interpreta al competente  y sensible doctor Jeff Cameron, prometido con Julie (Maureen O’ Sullivan). En esta escena tendremos el primer contacto entre la fatal pareja. Resulta curioso ver al amigo que lleva a Margo al hospital, misterioso y mostrado de pasada pero sin incidencia en la trama posterior.





El doctor Cameron se debatirá entre dos mujeres, o mejor dicho, se decidirá por una pero escarmentado acabará con la otra. La virgen y la prostituta, un clásico del género, la virgen vinculada a las rosas blancas que le regala su prometido y la prostituta a las rojas, que son las de su gusto según verbaliza, la pasión. Un buen juego el de las rosas. Es interesante ver el momento de la renuncia de Cameron a su prometida, Julie, a través de un breve diálogo en off entre él y Margo donde se la menciona. Una posterior elipsis confirma la infidelidad. Gran detalle narrativo.






Es evidente que el enamoramiento resulta en exceso apresurado y poco justificado. Es lo que tiene la arrebatada pasión en el cine negro. La aparición del señor Lannington (Claude Rains), el marido de Margo, cierra y complica el cuarteto amoroso definitivamente. Así comprobamos que no sólo Cameron está entre dos mujeres sino que Margo está entre dos hombres, como Farrow muestra brillantemente en un plano frontal donde la mujer aparece encuadrada entre ellos dos. Rains está  magnífico en su breve aparición, destacando especialmente su juego con la ceja.


He envejecido mucho en los últimos 5 minutos”.



Por supuesto habrá estupendas joyas en forma de diálogos, como suele suceder en el cine negro. La sorpresa por la revelación será contestada por Margo con evasivas y miradas perdidas. La interpretación de Faith Domergue es la más floja del reparto.

Farrow es un magnífico director retratando ambientes, aquí lo comprobamos con el bar donde la pareja se cita furtivamente o en el aeropuerto que aparece brevemente en su huida. El bar será el lugar de lo clandestino, escenificado en un beso tras una cortinilla. La casa de Lannington y Margo es el lugar de la pesadilla, presentado con un gato siempre en la puerta. Será allí donde se cometa el crimen al dueño de la casa, donde Cameron resulte agredido, donde se desmaye… Un excepcional plano entre luces y sombras, muy cercano al rostro de Mitchum, antecede al desmayo precisamente. Todo resulta como onírico, fantasmagórico. Mitchum se reflejará en un espejo, ante el que tira rosas blancas, símbolo del inicio de su viaje al infierno, su renuncia a Julie, intentando desperezarse tras el golpe recibido, en una imagen que casi resulta una versión perversa de “A través del espejo”, donde el doctor está a punto de pasar a otra dimensión que le lleve a la perdición y la madurez. Revelaciones y muerte encubiertas. Mitchum en un coche en una película de cine negro es un clásico imprescindible. Mitchum es uno de los mejores actores que ha dado el cine negro, junto a Bogart el gran duro de los detectives del género o no detectives pero protagonistas. Mitchum y los coches en el cine negro nos llevan a “Cara de ángel” (Otto Preminger, 1952) o “Retorno al pasado” (Jacques Tourneur, 1947)… casi nada.




Extraña siempre la actitud de ella, es fácil que el espectador sospeche que algo raro ocurrió en la casa y que seguramente fue ella la que mató a su propio marido haciendo llevar el paso de la culpa a su supuesto enamorado, algo que se confirmará posteriormente. Esta extrañeza radica en esa huida repentina cuando nadie los estaba buscando. Farrow irá salpicando la narración de elementos que resalten la psicopatía y locura de ella, así como su falsedad, por ejemplo los encadenados que muestran el calor que sufren en su viaje y que desemboca en un rato de locura de ella. Un pulso narrativo perfecto y una dirección convencional y correcta.



Los escenarios irán tornando de lo urbano o lujoso a lo rural y destartalado, como el lugar donde se oculta Margo mientras Cameron compra una furgoneta, el desierto que los enmarca en su viaje o donde la mujer tiene su arranque de locura. Farrow usa el humor y la ironía salpicando la narración con esos policías que aparecen ocasionalmente ignorando a estos fugados… Nadie los persigue pero ellos huyen camino hacia su perdición.




El destino fatal.


El destino es pieza fundamental de la cinta y uno de los grandes temas en las cintas de cine negro, aquí es un destino juguetón e irónico, los zarandea de un lado a otro divertido, con detalles como los policías que los ignoran mencionados anteriormente o el sheriff pesado que los detiene tras un accidente y deja libres. Como remate a esto tendremos la noticia del descubrimiento de la muerte de Lannington por la radio, un descubrimiento que se produce por culpa de la gata que esperaba a la puerta de la casa, mencionada también con anterioridad, la guardiana de la casa de la pesadilla.


-Margo: Esa gata…Tenía que ser esa gata… La han encontrado hace sólo 4 horas, podíamos haber volado a Nueva York, incluso podíamos haber llegado a Tijuana… ni nos estaban buscando.


-Cameron: Pero ahora sí.


En el surrealista pueblo donde son multados por no llevar barba todos ignorarán la foto que los delata, en un nuevo ejemplo de destino juguetón, hasta el punto de que nuestros protagonistas tendrán que casarse para mantener su fachada. La sombra sobre los muñecos de boda es un magnífico ejemplo de talento expresionista con significación, un presagio de la fatalidad que se cierne sobre esa pareja, destinada al fracaso.



La locura de Margo se hace patente, cada vez más evidente. Acabará confesando que fue ella la que mató a su marido, no Cameron, de una forma algo artificial pero irremediable y comenzará una carrera sin límites para intentar salvar su vida. Unos estafadores serán su última salida para salir del país, les venderán una cara joya de Margo, un brazalete de diamantes, pero se cobrarán el precio para ayudarles en su huida. En el recinto donde se hace el intercambio veremos la balanza de la justicia en un buen detalle simbólico.



Rubricando las ironías, desde la habitación en la que Cameron y Margo esperan el aviso para huir veremos un cartel luminoso que reza “Café Rosa Blanca”, que recordemos era el símbolo que se vinculaba con la virginal Julie, la prometida de Cameron, otro aviso y guiño del destino, otro detalle brillantísimo. La escena se inicia con Margo reflejándose en un espejo, retratando su falsedad y anunciando las revelaciones que se van a suceder. Esta escena es la de las revelaciones, rodada en un soberbio plano secuencia, uno de los rasgos de estilo de Farrow, donde aunque los diálogos que resuelven todo resultan forzados la dirección y puesta en escena es magnífica, de gran poder visual. Veremos a un derrumbado, física y simbólicamente, Cameron ante la situación y consciencia de su error. Con todo, resulta también muy artificial y poco creíble que Margo deje inconsciente de un empujoncito al robusto Mitchum, aunque esté débil. No se lo cree nadie. El momento donde Margo ahoga a Cameron es impactante, un momento que no vimos cuando lo hizo con su marido, Lannington (Claude Rains), pero que aquí, aunque lo oculte la cama, sobrecoge.







Cameron descenderá desde la habitación, un descenso pesaroso y repleto de contrapicados y picados resaltando la tensión del clímax final así como la opresión de los personajes. Su uso será una constante a lo largo de la película con esa intención. La resolución es irregular, algo arbitraria en algunos aspectos de las reacciones de Margo, pero con otros momentos excelentes, como su redención final, que redondea un buen personaje de mujer fatal aunque la interpretación de Domergue no brille precisamente.




El destino, que jugó con los dos protagonistas a conciencia, será bondadoso y moral, condenando a la asesina Margo y salvando aunque escarmentando a Cameron, al que concederá una segunda oportunidad con la abnegada Julie, rosa blanca mediante… El perdón de Julie (Maureen O’Sullivan) resulta excesivo y poco elaborado, complaciente. Un final feliz que alivia el tono oscuro de la cinta.



La sociedad que presenta Farrow en su película es una sociedad enferma, donde se producen tres intentos de suicidio en menos de 24 horas, como verbaliza Cameron, donde todos mienten o traicionan (Margo, Cameron…) y donde todos buscan sacar algo, su propio interés egoísta (los protagonistas, el sheriff, los estafadores, el vendedor de coches…).


Los intérpretes están muy ajustados, Rains, O’ Sullivan… pero sobre todo Mitchum, duro, ingenuo y vulnerable todo en uno. Farrow está preciso y muy atinado en la atmósfera fatalista, sacando partido a los buenos mimbres de puro cine negro del guión, algo que tiene en la portentosa fotografía de Nicholas Musuraca la pieza clave.


Un título entretenido, sin genialidades, con sus defectos, pero realmente disfrutable.











2 comentarios:

  1. Gracias por traer esta peli. Siempre descubro cosas interesantes en esta tu casa!!
    Mitchum me gusta, aunque me resulta un tanto inquietante.
    Por cierto, tener un padre director de cine y una madre actriz de exito suele suponer unos hijos marcados. Mia, como Liza, pobrecitas mías…
    Besos sensei!!!

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    1. La verdad es que sí, aunque creo que depende de si están a la altura de las expectativas o no, de ahí que algunos sufran bastante.

      Besos, Reina

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