lunes, 27 de octubre de 2014

Crítica: TRAMPOSOS EN HOLLYWOOD (2001)

SÖNKE WORTMANN












Mediocre telefilm que se sirve de tres buenos nombres y una trama aparentemente interesante para hacernos sufrir un tremendo aburrimiento durante hora y media. Trabajo alimenticio para estos actores que cumplen con dignidad.


Tres veteranos actores se ven involucrados en un crimen, esto les llevará a planear una solución que les permita retomar de nuevo su carrera. Para ello interpretarán el papel más real de sus carreras, su última oportunidad para volver a la cima.

La primera escena trata de marcar el tono y lectura soterrada de la cinta, una aparente acción policial donde dos compañeros arrestan a unos traficantes de droga que en realidad es el rodaje de una película, es decir, una falsa apariencia. Pura actuación. La trama central de la película será justo lo contrario, unos actores metidos en una historia policiaca real, en la que también deberán actuar, por supuesto.

Traficantes, cine, actores, sol... Los tópicos de Hollywood.



El supuesto humor que salpica la cinta no funciona nunca, los intentos son tan burdos y evidentes, tan poco sutiles y forzados, que logran el efecto contrario, indiferencia, pesadez y cinismo. Esto se debe a una puesta en escena mediocre, convencional, sin chispa alguna, un guión con poco ingenio, sólo salvado por el buen hacer de los actores. Un ejemplo lo tenemos en el momento de la mencionada primera escena donde descubrimos que lo que vemos es un rodaje, cuando Burt Reynolds no logra sacar el arma de su cartuchera, así como las siguientes “tomas falsas”. Reynolds comparte escena con Berenger, y el alcoholismo del primero les sacará del mundillo en ese mismo momento tras fastidiarla a conciencia.


Es evidente que la película tiene un componente metalingüístico, irónico, sobre tres actores venidos a menos, desubicados, fuera de lugar, olvidados al ir haciéndose veteranos, como les ocurre a tantos actores y actrices, y a los que la película pretende reivindicar. La edad provocando un declive y un injusto olvido. Lástima que las buenas intenciones no lograran mejores resultados.

Retomaremos la narración siete años después, donde nuestros protagonistas buscan su lugar, transitando por empleos precarios. Es lo que veremos hacer a Berenger, buscando todo tipo de empleos, pero agarrándose a la vocación en cuanto ve la más mínima posibilidad. El atropello a su agente es una divertida ironía sobre el tema, una vez había logrado un trabajo en otro ramo. Steiger será presentado en el entierro de dicho agente.

El contenido de las conversaciones es irregular, planteando estos temas mencionados sobre el declive, el envejecimiento, la marginación laboral, la reivindicación de la madurez, salpicados con bromas que no hacen gracia. De no ser por la química y el buen trabajo de los actores, en especial Berenger por encima de los otros dos, todo sería aún peor. Hay conversaciones simbólicas, como la que mantienen bajo el cartel de Hollywood, inicio de la trama policiaca al descubrir un cuerpo. Reynolds, que también está bien, tiene un magnífico plano contemplando una de sus películas antiguas y llorando sutilmente.




Tantas conversaciones y diálogos alargan una película que es corta de por sí de forma gratuita, haciéndose muy pesada en muchos momentos, estancada en la nada, por ejemplo mientras deciden hacer algo con el cuerpo y sacar partido de él con los mafiosos…

El espionaje a distancia, la incompetencia de unos y otros y lo gratuito de las situaciones hacen de la parte más cercana al thriller algo todavía más mediocre que la cómica. También hay celosos y elementos románticos, con la chica del mafioso que estuvo con Berenger… Todo en familia, todos se conocen, todo coincidencias, porque queráis o no hacer las cosas en plan cutre siempre es más fácil que elaborarlas un poquito.


La falta de credibilidad de todo el entramado hace que hasta los momentos íntimos donde los personajes se sinceran y se pretende desarrollarlos no resulten convincentes.

La coincidencia y conocimiento al descubrir al chico muerto y su relación con mafiosos está cogida por los pelos y no genera el más mínimo interés, además de resultar ridícula y poco creíble. Cuando en una película lo que priman son los tiempos muertos todo se hace insoportablemente soporífero, pero si encima lo que se nos cuenta es una tontería estamos directamente condenados si somos de esos que nos resistimos a darle al stop.


Una vez todo esté planificado tendremos la fase de la película en la que los protagonistas preparan sus papeles para lograr el dinero que buscan, un homenaje al trabajo de actor y su vocación, aunque en una visión poco original. El método, las técnicas, los recuerdos como anclaje para lograr el mejor trabajo… Una reivindicación al artesanal trabajo de actor y una reivindicación de los propios personajes, que necesitan conservar su dignidad y personalidad ante los golpes de la vida.





El mejor momento de la película lo tenemos con el bigote de Reynolds en la parte final, cuando nuestros protagonistas deben ejecutar su plan y hacer efectivas sus interpretaciones. Un gag sencillo pero simpático. En contraste momentos tan absurdos como las pistolas sin balas del final. Habrá final feliz redentor, recuperando su estatus y trabajo de actores.

Menciones a Bukowsky, Kerouac o Roger Corman, como complemento cultural. La película además es una adaptación de una novela del escritor Leon de Winter.

Rod Steiger, Tom Berenger y Burt Reynolds dan vida a estos tres actores que creen haber perdido toda opción de volver a sentirse estrellas o simplemente actores, y parecen pasárselo muy bien, hay que decirlo. La película, una mezcla de comedia y thriller, no funciona en ninguna de sus vertientes, ni hace gracia, ni la trama tiene el más mínimo interés. Muy lejos de grandes obras de este estilo. Solo salvable por la reflexión del paso del tiempo y de crepúsculo vital.




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