viernes, 7 de noviembre de 2014

Crítica: A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS (2013) -Parte 1/2-

JOEL Y ETHAN COEN












Hay algo de amalgama autofilmográfica, autorreferencial, en la última obra de los Coen, guiños más o menos sutiles que nos llevan a otras de sus grandes cintas, como una condensación-homenaje de sus películas y obsesiones. Esto es una particularidad, porque aunque estos mayúsculos autores mantienen sus obsesiones y constantes en todas sus obras, no las habían gestionado a través de la "autorreferencialidad". Por tanto, tiene algo de revisionista esta “A propósito de Llewin Davis”. El problema de esto es que no supera a ninguno de sus precedentes, con lo que resulta algo decepcionante, un quiero y no puedo… De mucha calidad, eso sí.




Llewyn Davis es un idealista músico de Folk, un buscador del éxito por su talento, un talento que los demás no ven a la misma altura de la que lo ve él. Un hombre desorientado, que ni siquiera sabe lo que busca, de qué huir o hacia dónde dirigirse. Un desastre en la vida que vaga sin rumbo.

El personaje que interpreta estupendamente Oscar Isaac está lejos de caer simpático, pero tiene todas las constantes de los protagonistas de los Coen.




Actuaciones.

Los Coen miman cada actuación con devoción, transmitiendo puro amor por esa música y  logrando que el espectador sienta la misma pasión y complicidad que ellos. Cámaras acariciadoras, como si se tratara de piel con piel con su amante, planos sostenidos, respetuosos planos largos, delicados. La música, con una banda sonora primorosa, hermosa de verdad, es vital en la cinta y tiene sentido dentro de la historia, cada canción resulta importante a nivel narrativo para describir sentimientos y relaciones entre los personajes, no son temas sin más, sino repletos de contenido con respecto a la trama.







-La narración comienza en el Gasligth Café, en 1961. Un micrófono en primer plano será el inicio de la película, lo cual es significativo. La atención relajada del público, el Folk suave y negativo del protagonista, Llewyn, y el deleite de la escucha.

Un cambio de tono nos lleva a un oscuro y amenazante callejón, donde Llewyn recibirá varios golpes, para nuestro desconcierto, de un misterioso y oscuro desconocido. Esto cobrará sentido al final de la película, de estructura circular. Llewyn debió armarla el día anterior, estando borracho.






-El segundo tema lo escucharemos cuando Llewyn abandone la casa de sus amigos y se escape el gato. Será “Fare thee well (Dink’s song)”, una canción de despedida, precisamente, que tendrá un eco posterior.

-La canción que canta Troy sobre el desamor junto a Jean y Jim es un nuevo ejemplo del vínculo entre música y personajes. Los planos de las miradas entre Jean cantando y Llewyn en el público, con un plano que se acorta cada vez más sobre la chica, aislándola de sus compañeros de actuación, es tremendamente significativo. Un vínculo y un amor aparentemente imposible, impotente…por culpa de Llewyn. Aquí Llewyn ve ridiculizado su ego ante los elogios a Troy y cómo el público canta la canción “Five hundred miles”, la del vínculo entre él y Jean. Llewyn se muestran incapaz de comprender la lejanía de Jean, es incapaz de la empatía, de entender al prójimo.

Carey Mulligan (Jean), ya demostró su talento musical en “Shame” (Steve McQueen, 2011), con un memorable y nostálgico “New York, NewYork”.

-En la casa de sus amigos, mientras canta, la dueña le hará los coros, lo que desembocará en una airada protesta del protagonista, manifestándose así la perturbación interior del mismo, despojado, recordando a quien fue su compañero. De nuevo los sentimientos de los personajes saliendo a la luz a través de la música.





-En el “The Gate of Horn”, Llewyn mostrará su talento ante Bud Grossman (F. Murray Abraham) con una bellísima canción de vida y muerte, que sin embargo no satisfará al dueño del local, no porque sea mala, sino porque no la ve comercial, y le instará a reunirse con su antiguo compañero, Mike Timlin. Hay mucha sinceridad en el talento de Llewyn, incomprendido, atormentado, injusto. La planificación es similar a la del tema que canta Carey Mulligan, con la cámara reduciendo el plano ante ambos. Bellísima interpretación y momento. El tema es "The Death Of Queen Jane".



No veo dinero en todo esto”.

-Llewyn cantará a su padre un tema sobre pescadores, que le hará rememorar su pasado y emocionarse, su forma de comunicación. Una bella escena. Con final escatológico.




-“Hang me, oh hang me” será la última actuación, junto a “Fare thee well (Dink’s song)”, repitiendo la primera escena para acabar el viaje circular también a nivel musical. Un retrato de su periplo hacia ninguna parte.

Personaje coeniano. Un ser de presente. El gato.

-Llewyn Davis es un completo desarraigado, un hombre de puro presente, incapaz de compromiso ni de la más mínima planificación más allá del día siguiente. En relación a esto será importante la figura del gato, ese errante e independiente vagabundo del mundo animal. La primera vez que lo veamos será en esa lujosa casa solitaria donde se despierta nuestro protagonista, que abandona con cierta nostalgia escuchando su propio disco. Nostalgia porque fue el disco que grabó con su compañero, Mike Timlin, su “época dorada”.




-El gato es un observador, siempre apareciendo en momentos oportunos. Es un mecanismo de madurez que nunca llega a consumarse. Llewyn sentirá responsabilidad por él, por el gato de su amigo, la misma responsabilidad que le falta en todo lo demás, especialmente en lo concerniente a su vida. El gato parece un sustitutivo, quizá de sus propios hijos, del que no conoce y del que no se ocupará, alguien a su cargo.






-Llewyn es un clásico personaje coeniano, mezquino, perdedor desastrado, con un punto despreciable, y a la vez entrañable, una mezcla de varios de los personajes que han surcado la filmografía de los autores americanos. Su torpeza es una de sus señas de identidad, como buena criatura coeniana, así lo demuestra cuando se le escapa el gato al inicio de la cinta.




Un perdedor que busca un éxito que nunca llega, y menos ahora que tiene una carrera en solitario. El gag del abrigo con su agente es uno de los más divertidos de la película y escenifica el precario estado de la vida, y la economía, de nuestro protagonista.







-El azar, el destino, otros temas clave de los Coen y que movilizan a sus personajes, vuelven a estar plenamente presentes en esta cinta, con el gato como principal engranaje de los mismos. En relación a todas estas ideas, su falta de arraigo, su vida en continuo tránsito, presente, los Coen situarán a su personaje vagando continuamente, paseando, en metro, en automóviles que le llevan de un lugar a otro, subiendo escaleras, mal durmiendo en casas ajenas de todo tipo… Llewyn es un ser de puro presente.




-Las apariciones de trenes y metros son continuas y simbólicas. Cuando hable por teléfono con el dueño del gato un metro aparecerá a su espalda de forma significativa, vinculando el gato, el tránsito y el metro con el destino.


-Su desarraigo está escenificado con momentos muy significativos, como cuando no sabe qué dirección poner al final de su contrato con Columbia por su trabajo hecho. Del mismo modo, Llewyn es un hombre de sofás, de prestado, siempre durmiendo en lugares ajenos, temporales, de desconocidos incluso, como cuando se lo pide el recién conocido, Al Cody (Adam Driver).





-Estas dos ideas, el desarraigo y su esencia de hombre de presente, en constante tránsito y sin objetivo de futuro, serán recalcadas por Jean en su nueva conversación, juntos en un bar, donde volverán a tratar el tema del aborto. Este momento volverá a interrumpirlo el gato.



¿Piensas alguna vez en el futuro?

No quieres llegar a ningún sitio.”




-Otro viaje en coche rumbo a Chicago junto a un amigo de Al Cody, Johnny Five, que hace las veces de chófer de Roland Turner (John Goodman).



-Esta idea de viaje vuelve a entroncar una historia de los Coen con La Odisea de Homero, un viaje donde el gato, llamado Ulises precisamente, hace las veces de impulsador. En este viaje habrá elementos extraños y ecos en forma de aviso o símbolo para la conciencia de Llewyn. Personajes que vuelven a aparecer de forma fugaz, como el ascensorista o el observador del metro, que parecen recalcarle su espiral enfermiza, su eterno viaje hacia ninguna parte destinado a repetir el mismo tránsito una y otra vez, el mismo infierno. El punto culminante llega con la presentación del “niño adorable” de la parejita amiga de los dueños del gato, que acaba de cumplir dos años, como el propio hijo de Llewyn, que desconocía tener.



-El gato, además, hará de Ulises, volviendo solo a casa tras su propia Odisea, sin la ayuda del incompetente Llewyn.

-Todo en la vida de Llewyn es un juego de espejos, de dobles, de repeticiones. Habrá dos gatos, habrá dos niños de dos años, habrá dos mujeres a las que deja embarazadas y dos intentos de aborto, intentará volver a su puesto de marino, habrá escenas repetidas, como sus despertares en la casa de sus amigos o las palizas en un callejón, ecos sobre el lugar donde vive la madre de su hijo… Un constante repetir, circular, tropezar en la misma piedra, repetir errores, incapaz de evolucionar y madurar, sumido en un eterno presente.

-Llewyn es, además, un ser escindido en plenitud. Todo lo que se vinculaba a él acaba marchándose o abandonándole, es incapaz de retener nada en esa concepción vital suya de puro presente. Sus parejas se van, los hijos que tiene con ellas le son ajenos, su compañero musical le "abandona", el gato se le escapa…

Autoreferencialidad.

Son muchas las películas de los Coen las que nos vienen a la cabeza de alguna forma mientras asistimos al visionado de esta “A propósito de Llewyn Davis”. Unas veces por características del protagonista, otras por ideas conceptuales y otras por momentos en la trama o visuales. Como una colección autorreferencial, un autohomenaje al que se dedica esta película.

-Llewyn Davis es el ejemplo perfecto del típico personaje coeniano, perdedor y ambicioso, que lo entronca con El Nota de “El gran Lebowski” (1998) mezclado con el petulante Barton Fink de “Barton Fnk” (1991). Llewyn, como hombre de eterno presente, está muy en la línea del Jeff Lebowsky de su “El gran Lebowsky” (1998), por ejemplo. Los pasillos claustrofóbicos que vemos en la película en varias ocasiones (en casa de Jean, de Al Cody…), así como el ascensor y el ascensorista, nos remiten a "Barton Fink" (1991). La historia de Llewyn Davis vuelve a referenciar a La Odisea, un viaje eterno condenado a repetir el mismo infierno una y otra vez con un guía en forma de gato llamado Ulises, lo que nos lleva a recordar, evidentemente, a “O Brother!” (2000). Una odisea terrestre pero con guiños marinos.



-El viaje en coche junto a Johnny Five (Garrett Hedlund) y Roland Turner (John Goodman) tiene algo de viaje al infierno, donde esos dos acompañantes, uno dicharachero y otro silencioso, algo muy clásico en los Coen, ese tipo de contrastes, nos recuerda a los psicópatas de “Fargo” (1996), donde uno era tremendamente hablador y otro apenas emitía palabra. Goodman remite también a “Barton Fink”.





-El viaje hacia un breve y discreto éxito para la caída posterior, nos lleva a “El gran salto” (1994), así como esos bebés añorados y abandonados nos recuerdan a la odisea de “Arizona baby” (1987).

Carey Mulligan interpreta a la chica de la función, Jean, también cantante y ex pareja de Llewyn, de quien está avergonzadamente embarazada... o no. Justin Timberlake interpreta a Jim, actual novio de Jean y también músico. Llewyn pedirá dinero a Jim, que es un chico generoso y bondadoso.


Llewyn se codea con varios músicos que intentan hacerse hueco en el mundo de la canción tradicional, uno de ellos es Troy (Starks Sand), un interesante personaje que presenta una atractiva dualidad, talentoso músico y disciplinado militar. Recibirá el desprecio de Llewyn, aunque el muchacho elogiará su música. La última mirada que lanza Llewyn a Troy, cuando éste se marcha a enrolarse de nuevo, suena a despedida definitiva y marca las diferencias entre ambos personajes, uno con un destino definido, fijado y claro, y otro camino de la indefinición, lo difuso, el tránsito eterno, a lo que la fotografía lechosa, difusa, que tiene la cinta da símbolo visual perfecto. Quizá haya también un anhelo y un miedo por la idea de tener que volver a su pasado de marino, algo que no sabemos en ese momento pero descubriremos posteriormente.







Para Llewyn, un hombre de espíritu artístico y ego elevando, no existe más que su arte, por lo demás se limita a existir, como su padre enfermo al que nunca visita.





2 comentarios:

  1. Precioso el párrafo en el q describes las escenas de la actuación.
    Me gustan mucho los Coen, aunq esos personajes y esas historias las viva de forma dispar en función de mi ánimo.
    Gran trabajo, como siempre.
    Bss

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    1. Es normal, si nos tocan de alguna manera se sientan más, unas veces para bien y otras para mal.

      Muchas gracias Reina, besos!

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