lunes, 4 de mayo de 2015

Crítica: ASÍ ACABA NUESTRA NOCHE (1941)

JOHN CROMWELL












El gran artesano John Cromwell nos deja otra interesante película, aunque no de las más brillantes de su filmografía. Un disperso y poco cohesionado, difuso, thriller sobre el obligado éxodo que muchos alemanes se vieron obligados a emprender por el hecho de no bailar al son del nazismo, apátridas sin un lugar donde asentarse debido a las continuas invasiones de Hitler. Checoslovaquia, Hungría, Austria…




Cromwell nos dejó algún gran título que otro dentro del thriller y el cine negro, aunque este es uno de sus primeros acercamientos. Con todo basta recordar “Argel” (1938) o “El soborno” (1951) para comprobar su talento y habilidad en el género, si bien los frecuentó todos  sin problemas, adaptándose como un camaleón. Un sensacional artesano.


Realizada en plena 2ª Guerra Mundial, lo que le da una interesante perspectiva, Cromwell relata la historia de tres personajes que vagan por Europa huyendo del nazismo, un éxodo constante, refugiados sin patria por culpa del gobierno alemán. La acción se inicia en 1937, en Viena, antes de la ocupación alemana en Austria. Miles de personas sin saber dónde caerse muerte, renunciando a todo, a su vida, a sus raíces…





La película se inicia con multitud de picados y sombras, acentuando la tensión del momento, la crispación. Una detención en plena noche. Aquí se nos presentan a los protagonistas, un jovencísimo Glenn Ford en uno de sus primeros trabajos, y Fredric March. La escena de la detención es buena desde el punto de vista visual, pero la siguiente, con la burocracia ejerciendo su función, deja momentos algo estrambóticos, como ese primer plano bastante expresionista de Ford reflexionando y pensando en sus cosas, agobiado, donde la interpretación del actor deja que desear, quizá no por él si no por la dirección que se ejerciera sobre él, pero el caso es que no sabemos si está rememorando alguna escena sensual, si tiene pensamientos homicidas, si está en pleno deleite o si le pica y no se puede rascar… Su movimiento de ceja resulta hilarante. La interpretación de Ford irá de menos a más, recomponiéndose conforme avance el metraje. En un principio mostrará de forma irregular un estado de alarma constante, inseguridad, que poco a poco irá remitiendo.








Habrá más reflexiones de este tipo en over que sobran por completo…

Hay una serie de contrastes en esta presentación que pretenden sentar las bases estructurales, aunque luego la narración pierde pie divagando en exceso, desorientada, como los propios refugiados protagonistas del film, dispersándose en exceso y recuperando tramas cuando casi parecían olvidadas, lo que les resta fuerza.

El primer contraste sería el que representa la Alemania nazi, personificada en el chantajista Brenner, interpretado por Erich von Stroheim, con la Alemania disidente que personifica Steiner, interpretado por Fredric March


-Brenner: La necesidad del estado está por encima del código del individuo.

-Steiner: No del mío.




El segundo contraste sería entre el propio Steiner, por su veteranía y experiencia en estas lides políticas y problemáticas con la justicia y la opresión nazi, con la ingenuidad, bisoñez e inexperiencia que representa Kern, al que encarna Glenn Ford, un hombre normal superado por las circunstancias.

Desde el punto de vista visual el comienzo es muy bueno con varias escenas notables, la inicial mencionada con el uso de sombras y claroscuros, la que acontece poco después en ese bosque onírico lleno de niebla, oscuridad, otro entorno amenazante como en la primera escena, la noche, los árboles, la colina… y al sueño. El flashback comienza con predominancia de las sombras nuevamente y con mucho humo, un flashback muy bonito que cuenta un encuentro clandestino de Steiner (Fredric March) con su mujer. Los momentos en el mercado están maravillosamente rodados, con significativos primeros planos, planos escindidos de pies y un romanticismo fatalista bastante intenso. Los planos de pies y su transitar, su huida o su indecisión serán un recurso que Cromwell usará un par de veces durante la película.





Los amigos harán planes que intentarán ir cumpliendo. Póker y pasaporte falso con los beneficios en el caso de  Steiner y buscar a su padre en el de Kern. Así seguiremos sus pasos donde Steiner aguantará firme a tentadoras guarrillas, fiel a su mujer, mientras que Kern se llevará alguna decepción.




La dirección de Cromwell es profundamente clásica, precisa y segura, sin alardes. Las conversaciones son sobrias, con estrictos planos-contraplanos.

El romanticismo, con enredos de comedia, comenzará cuando sigamos a Kern en la búsqueda de su padre y conozca a una chica refugiada, Ruth Holland (Margaret Sullavan). Una historia bien elaborada y desarrollada, pero en exceso alargada y que hace perder el interés en los puntos fuertes de la película, a los que casi olvida. Esta chica también tendrá su propio flashback con la simbólica lluvia marcando el tono como principal protagonista, un desengaño amoroso y un abandono de lo que fue su vida.



La conversación en el flashback de Ruth con su pareja plantea interesantes reflexiones sobre el egoísmo, un egoísmo del que es fácil acusar, pero en el que caemos muy habitualmente en una paradoja bastante frecuente.

El tema fundamental de la película son los “sueños rotos”, las vidas interrumpidas, el pasado añorado y buscado… todo producto de la obligada huida de los personajes. Un hombre que busca a su padre, otro a su mujer, una que recuerda lo que pudo ser su vida de no ser judía, que debe abandonar su carrera de medicina… Personas que tratan de recuperarse a sí mismas, de tener una vida, de crear raíces…


No hay maniqueísmo en el tratamiento a los alemanes, son los alemanes nazis los peor vistos, ante los que se pone el ojo acusador, especialmente los militares, pero otros muchos serán disidentes, refugiados, o ayudarán a los que están en peores situaciones cuando pueden.

Mencioné el uso del contraste para vertebrar las bases de la cinta, pero habrá otros elementos de contraste a nivel dramático, como la feliz fiesta en la que se celebra el amor de la parejita, Ludwig Kern y Ruth Holland, antes de separarse debido a la oportunidad que le ha salido a ella de trabajar en lo que le gusta. La felicidad y la tristeza, pero además, al final de la noche tendremos un contraste más agudo aún, un nacimiento y una muerte en el edificio donde viven nuestros protagonistas. Un bebé y una madre que no se recuperará del parto. Contrastes por legalismos que trucan vidas.



La flor que se cae en la despedida de la pareja en el tren indica que ella no está siendo sincera, que ha apostado por una huida hacia delante.


Un ejemplo de la dispersión narrativa de la cinta y lo gratuita de algunas de las tramas a las que se da excesiva importancia lo tenemos cuando tras la marcha de Ruth, Kern se dedica a buscar a su padre… Se supone que éste era el principal objetivo, pero pasa semanas divirtiéndose con la chica hasta que parece percatarse de nuevo de dicho objetivo y va a preguntar al Comité de Refugiados donde le informarán de su suicidio… Narración algo gratuita, muy dispersa y saltarina. Un episodio romántico insertado de cualquier manera.

No será la última huida de la chica, en una redundancia en la trama que acaba suponiendo un bache narrativo, ejemplo de la mencionada dispersión narrativa, donde el tema del chantaje a Steiner y la persecución de los nazis a su persona parecen olvidados.

La película irá alternando la historias de los dos personajes, luego tres con la chica, Kern y Steiner, con reuniones ocasionales de ambos, como en el circo, donde Kern será contratado gracias a Steiner. El cambio en el gesto de Steiner, poniendo cara de preocupación tras el encuentro con su amigo, parece indicar un futuro poco halagüeño, pero los problemas irán por otro lado, no por la llegada de él allí, con lo que ese gesto queda un tanto críptico. En el circo, Kern volverá a encontrarse con Ruth, que se ve obligada a huir de nuevo y va a encontrarse con su enamorado, aunque por poco tiempo.





Fugas, reencuentros, cartas no contestadas, dudas… Una relación complicada la de Ludwig (Glenn Ford) y Ruth (Margaret Sullavan). La descripción de Ruth con estos vaivenes queda algo difusa y poco bondadosa con ella, ya que se la ve interesada y poco clara, quitándose de en medio cuando puede y recurriendo a nuestro protagonista cuando le interesa… No es la intención, pero es lo que tiene el deficiente desarrollo narrativo.

Hay detalles extraños a nivel narrativo, Ruth irá a ver a Ludwig al circo y el amable jefe de éste le dará la noche libre para que la pase con ella, pero una extraña elipsis nos sitúa con él trabajando y teniendo problemas con un policía de excepcional puntería ante la atenta mirada de Ruth, que está con él en la caseta. ¿Qué pinta ella allí viendo trabajar a Ford una vez pasó la noche de diversión cuando en teoría no podía quedarse?



La disputa con el policía llevará a Ludwig a la cárcel, donde se reencontrará con algún viejo amigo, que vimos al inicio, en un episodio de supuesto humor que no aporta nada. La compañera de trabajo de Kern y Steiner también tendrá cierta presencia en esta parte para ayudar al preso, otro personaje episódico fugaz sin mucho que reseñar. Todo parece ir centrándose en el personaje que interpreta Ford, tratando al interpretado por March de manera accesoria, en una desviación de lo que parecía el planteamiento inicial con una historia que casi queda en el limbo, meramente planteada y sin desarrollo. Una película muy deslavazada, con exceso de episodios dispersos a los que les falta cohesión. La idea de estructura saltarina no encaja mal con la historia y el planteamiento de la película, el periplo de los personajes que no pueden asentarse en ningún sitio por la persecución nazi, nómadas constantes, siempre de paso, siempre en transición, que quede claro, es la falta de cohesión y elaboración en el guión y las tramas e historias lo que provoca el desequilibrio, episodios sueltos, desajustes entre las historias que nos cuentan, desviaciones, tramas que se olvidan, otras a las que se da excesiva importancia sin tenerla, reiteraciones…



Ruth será deportada y Ludwig irá a buscarla a Suiza, a Zurich, aquí tendremos más escenas románticas en un entorno civilizado. Se sincerarán y afianzarán su amor, una alianza firme por fin. Ella explicará los motivos de su comportamiento, una huida sentimental unida a la física, y él explicará que fallecido su padre ella es la persona más importante de su vida, la única, la razón de su esperanza e impulso para seguir, en un eco de una conversación suya con Steiner (Fredric March) al inicio de la cinta. Todo será en un agradable apartamento, un reducto de humanidad donde volver a sentirse personas, una simulación caduca. Espejos, baños, cómodos sofás, ropas y camas, luces tenues, pactos relajados, música…




Habrá otro momento donde los personajes disfruten de la paz y el lujo, una escena que me gusta bastante, con un nuevo reencuentro entre amigos, en el que Cromwell muestra con acierto y sensibilidad el placer del lujo, de las pequeñas cosas que damos por supuestas y valoramos poco cuando nos acostumbramos y que cuando faltan… como el simple sabor del pollo. Es necesario mencionar otro personaje, amigo de los protagonistas, Leo (Allan Brett), el chico del monóculo, que de práctico pasará a ser entregado y colaborador.






Pasada la hora de película y provocado por la invasión nazi de Austria, retomaremos, por fin, la historia inicial de Steiner, que pasaba su tiempo en el circo mientras Kern iba de aquí para allá. El suspense que se crea en el circo con una repentina irrupción de los nazis para buscar a Steiner, que ya se disponía a huir, es otro ejemplo de esa falta de elaboración que asola al guión. Al menos la persecución por el bosque, con la noche de nuevo, la niebla, la oscuridad, las alturas, la amenaza siempre latente en los espacios naturales, como vimos al inicio de la película también, es buena y visualmente brillante. Más paisajes naturales llevarán a Ruth y Ludwig hasta Francia, a París.




Reuniones, separaciones, reencuentros, huidas, detenciones, un bucle que no para de repetirse durante toda la cinta.



Más elementos de dispersión, arbitrarios, saltarines, deslavazados… Nunca vimos que Ruth conociera a Steiner ni que mantuvieran cierta relación de amistad, pero los veremos, repentinamente, interactuar como si se conocieran de toda la vida, con “piquito” amistoso incluso delante de Kern. Un manejo de la elipsis que acaba redundando en los defectos mencionados. Otro elemento que se suma de repente a la narración es la influencia del tío del chico con el que proponen a Ruth casarse, un matrimonio de conveniencia para solucionar su situación. Un elemento que se suma al enredo amoroso y que servirá de salida para que Ruth salve a su amado Kern, que ha vuelto a ser detenido... una vez más. También servirá para que la pareja se declare amor eterno.







La construcción será otra salida laboral, momentánea, ya que Steiner se verá obligado a dejar su puesto para buscar a su mujer, una vez se entera de su paradero y una enfermedad letal. En este viaje veremos al personaje reflejado en cristales, un viaje arriesgado y donde debe mantener una mascarada, de ahí el recurso visual. En esta fase el expresionismo se hace con los mandos del estilo visual del film, las escenas de Steiner con su moribunda y bellísima mujer son excelentes, con una habitación extraordinariamente blanca y pura y grandiosos primeros planos de pareja, en unas escenas que parecen puro Dreyer. En el momento de la muerte se ensombrecerá el encuadre, en otro detalle expresionista.




Este encuentro se produce gracias a la comprensión de los nazis alemanes, ya que arrestaron a nuestro protagonista sin excesivas complicaciones, pero no se entiende esa amabilidad con un perseguido que tiene claves que les pueden ayudar, aceptando sus condiciones cuando tienen una clara posición de superioridad para presionarle, simplemente no dejándole ver a su mujer hasta que diga todo lo que quieren… Un truco de guión absurdo para salvaguardar la dignidad del personaje y que cumpla su objetivo de despedirse de su esposa… Un mediocre final para una historia casi olvidada, mal desarrollada y muy desaprovechada. Las alturas volverán para el sacrificio y muerte de Steiner, llevándose a Brenner (Erich von Stroheim) por delante en un aceptable giro.



El tren volverá a ser testigo de otro momento clave, esta vez feliz, el compromiso de matrimonio de la parejita que forman Ford y Sullavan.

El pasaporte como definición de la persona, un papel como definición del individuo, personas anuladas, inexistentes, sobrantes, menos importantes que sus documentos, desarraigados, abrazándose los unos a los otros por lo que son en un microcosmos de solidaridad y comprensión continuamente perseguido… Ese es el universo que retrata Cromwell de forma irregular. Cinta pasable, pero deslavazada y falta de cohesión.




4 comentarios:

  1. Contenta de tu regreso.
    Y con un clásico. Qué bien!!
    Gracias Sambo!!
    Besos!!!

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    1. Gracias Reina! Sí, quería empezar con una clásica, que me fui con exceso de modernillas y aún quedan jaja.

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  2. Glenn Ford, el primer Ancelottista.
    ¡Bueno volver a ver entradas nuevas!

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    1. Jajajaja cierto! Gracias Rojo4, la de mañana seguro te gusta.

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