martes, 12 de abril de 2016

Crítica PROFANACIÓN (2014)

MIKKEL NORGAARD











La familia, su pérdida, el pasado y la venganza, son temas coincidentes en las dos películas sobre “Los casos del Departamento Q” dirigidas por Mikkel Norgaard. Temas estructurales vertebrados en flashbacks que relacionan ese pasado con el presente, en perfecta coherencia con la propia concepción de ese Departamento Q, dedicado a resolver casos pasados a los que no se ha podido poner solución.



Profanación (Los Casos del Departamento Q)” adapta “Los chicos que cayeron en la trampa”, de Jussi Adler-Olsen, y como en la anterior película, “Misericordia”, recurrirá a la fragmentación narrativa durante su desarrollo con el uso del flashback, siguiendo a los detectives y la situación de víctimas y villanos por separado, hasta confluir; además de contener muchos de los mismos ingredientes: la sordidez, el sexo, la violencia, la crueldad…

La fragmentación narrativa también está presente dentro de los flashbacks o en el mismo presente, con divisiones en tramas y saltos temporales. El pasado también se manifiesta en visiones.

De alguna manera el uso de fotos, que llevan a flashbacks, dan pistas o guían a los investigadores, entronca también con la idea misma del Departamento Q, y son utilizadas en las dos películas sobre el mismo, “Misericordia” y la que nos ocupa.


Uno de los más destacados detalles visuales de la película son esas transiciones presente-pasado usando elementos comunes (objetos, escenarios…).

El Departamento Q reabre el caso de un salvaje asesinato a dos gemelos (a la chica además la violaron antes), por el que se condenó a un lugareño del pueblo, aunque había sospechas de que estudiantes de clase alta estaban involucrados.



Las primeras imágenes con cámara nocturna y un hombre enmascarado, el día del asesinato en cuestión, resultan impactantes y marcan el tono oscuro de la cinta desde el mismo inicio, que se mantendrá cuando Carl (Nikolaj Lie Kaas) se encuentre con un hombre desesperado bajo la lluvia nocturna que le interpela buscando respuestas sobre el caso de sus hijos, y que al recibir la indiferencia de nuestro protagonista termina suicidándose. Otro grave error que implica otra muerte, como al inicio de “Misericordia”.




Esto le llevará a tomarse el caso como algo personal, una redención necesaria para compensar su sentimiento de culpa.


Un inicio con un toque “Seven” (David Fincher, 1995) bastante agudizado. No en balde Fincher también adaptó una novela negra escandinava, la primera parte de la saga “Millennium”, “Los hombres que no amaban a las mujeres” (2011).

En esta segunda entrega de “Los casos del Departamento Q” se sigue indagando en el carácter atormentado, desastrado y asocial de Carl Morck. Un obseso del trabajo con muchos problemas para socializar, como vemos en la fiesta a la que se ve obligado a asistir en el mismo departamento de policía. Sólo parecen motivarle las mujeres, pero no tiene suerte, ni en la primera ni en esta película. Una vida caótica.






Un hombre hastiado y amargado, que vive angustiado porque siente la impotencia de no poder resolver todas las desgracias humanas, sin darse cuenta de que abandona lo que tiene más cerca. Su familia. Incapaz de tomar buenas decisiones, obligado a una eterna redención por ello (esos errores citados al inicio de las dos películas). En esta “Profanación” tendremos buenos momentos que desarrollan la relación entre Carl y su hijo: Carl se comprometerá a pasar una noche con su hijo e invitarle a cenar, compromiso que no cumplirá, anteponiendo siempre su trabajo a su familia… Una nota del chico se lo recriminará, pero Carl no se atreverá a entrar en su habitación a dar explicaciones o pedir disculpas… En el último plano de la película le veremos en la misma situación, pero en esta ocasión sí abrirá la puerta.



Hay simpáticos detalles que relacionan ambas películas. En “Misericordia” vimos como Carl cuestionaba y se sorprendía de que Assad siempre fuera al mismo restaurante a comer, pero en esta “Profanación” vemos que él sigue yendo y consumiendo pollo frito, al que parece haberse aficionado.

Conoceremos al tercer miembro del equipo Q, una secretaria elegida por Assad, Rose (Johanne Louise Schmidt), en un departamento que vuelve a estar en las últimas.



Assad (Fares Fares) mantiene las mismas constantes, pero adquiere sutiles matices, algo más hastiado en esta segunda entrega. Lamentablemente el amigo hospitalizado de Carl, motivador del protagonista, que salía en “Misericordia”, en esta segunda entrega de “Los casos del Departamento Q” no aparece… Es de suponer que queda absorbido y sustituido por Assad completamente.







Flashbacks nos llevan a un colegio privado donde conoceremos a una parejita y un amigo de la misma, que es, precisamente, el que fue condenado por el asesinato de los gemelos, aunque no parece muy amenazante en dicho flashback. 20 años antes. Un grupo de auténticos psicópatas, que encuentran en el abuso su razón de ser, su manera de reivindicarse, que creen que tienen derecho a todo por ser quién son… De esto se distancia un poco Kimmie finalmente, la chica, que encuentra atractiva esa actitud, esa manera de comportarse, esa superioridad, porque además le sirve para sentirse aceptada, ya que era una chica distante y solitaria. Cuando la cosa se va de las manos su actitud tiene más que ver con la dependencia, un enfermizo romanticismo y amor hacia Ditlev. La escena en la cancha de baloncesto, con el chico que vio a la parejita encariñada, es puro sadismo de instituto.







Un chico, Bjarne, que se autoinculpó protegido por sus amigos millonarios, donde sus coartadas parecen ser correctas, que ya fue liberado. Así conoceremos a Ditlev (Pilou Asbaek), un millonario cornudo con muchos contactos y un punto sádico (como comprobaremos con el subidón que le provoca dar enmascarado una paliza al amante de su mujer), que es el chico de la parejita que conocimos en el flashback que nos hizo retroceder 20 años y que protege a Bjarne (Kristian Hogh Jeppesen). El retrato de la aséptica mansión de Ditlev es acertado. Su mujer, que le está engañando, es retratada tras cristales o ante espejos, reflejando esa falsedad. La idea se hace previsible: este hombre rico financió la defensa al pringado Bjarne, que accedió por amistad a protegerles, logrando que saliera en libertad tras una condena de 3 años por violación y asesinato.




Una sórdida historia de sexo, venganzas, dependencias obsesivas y perturbadas, psicopatías y el poder corruptor del dinero, que alcanza a todas las esferas sociales, o mejor dicho, cómo alguien malvado con dinero puede llegar a casi todas las esferas y estamentos (policía, política…) y corromper, empieza a desvelarse.

Víctimas inocentes producto de un enfermizo amor juvenil, como un profesor falsamente acusado de violación o desafortunados alumnos que son testigos de lo que no deberían… El ataque al amante de la mujer de Ditlev será tapado como un atentado de unos inmigrantes, siempre recurrentes para encubrir escándalos…



El retrato de la chica joven del flashback, el componente femenino de la parejita, Kimmie (Danica Curcic), es excelente. Una chica que tiene algo del fatalismo de la Lisbeth Salander de la saga “Millennium”. Alejada de la sociedad, coqueteando con la locura, en ambientes marginales, drogadictos y alcohólicos, hablando sola… con el cadáver de su hijo recién nacido, guardado en una bolsa que lleva a todos lados, en un truculento detalle. Termina convertida en una especie de “Nikita” (Luc Besson, 1990). La conversión de una chica extraña y perturbada en una víctima de la locura romántica. Embarazada, abandonada, apaleada y violada… Buena evolución.


Se forja un extraño y sugerente vínculo entre Carl y Kimmie. Ninguno parece tener motivos para vivir, a él tan sólo le queda su trabajo, pero su tormento es por angustia vital, es un protector por vocación.


Hay ciertas torpezas en la puesta en escena con algunas escenas de acción, como ya ocurriera en “Misericordia”: ¿Por qué el esbirro de Ditlev no mata a Kimmie de entrada y sólo se decide a sacar la pistola al final? No jugará muy bien sus bazas Carl una vez ha localizado a Kimmie, en la escena del callejón, teniendo todo a su favor y una total superioridad en ese momento, renunciando a ella para terminar apaleado con una tubería… Por el contrario, el flashback de la trágica noche donde el grupito asesinó a los gemelos y violó a la chica, resulta escalofriante.




El final es triste y muy oscuro, un buen final que parece tener algo de redentor para el protagonista, como vemos en el último plano, entrando en la habitación de su hijo, aspecto ya comentado. Un magnífico retrato de esa fría sociedad en la que germinan las más crueles, terroríficas y oscuras historias.




Todo el reparto está excelente, con mención para los protagonistas, Nikolaj Lie Kaas como Carl, y Fares Fares como Assad, que coincidieron en una reciente producción de Hollywood, “El niño 44” (Daniel Espinosa, 2015). Danica Curcic y Sarah-Sofie Boussnina están magníficas encarnando a Kimmie en sus edades adulta y adolescente respectivamente.


Atmósferas frías, claroscuros, ambientes sucios y tétricos, tramas retorcidas, una depurada dirección, elementos que entroncan con David Fincher, sobre todo en el acercamiento del directo americano al Noir escandinavo. Estos son algunos de los placeres de “Misericordia” y “Profanación”, las dos entregas de “Los casos del Departamento Q”. Sobrias y entretenidas, donde quizá esta segunda, “Profanación”, gane ligeramente a los puntos. Buenas opciones si quieres ver una película estimulante.

En 2016 se estrena la tercera entrega de esta serie, llamada "Redención" y con cambio de director. Hans Petter Moland será el encargado.




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