jueves, 22 de septiembre de 2016

Crítica EL SECRETO DE LA PIRÁMIDE (1985)

BARRY LEVINSON











Un pequeño clásico de culto ochentero y juvenil de la mano de Spielberg que se ha convertido en referente ineludible del cine de aventuras, y una de las grandes películas dedicadas al gran detective Sherlock Holmes, creado por Sir Arthur Conan Doyle.

Un relato original, inspirado en las esencias de las novelas de Sherlock Holmes escritas por Sir Arthur Conan Doyle, pero sin tener que ver con ninguna de ellas. No tuvo el éxito esperado, sobre todo en América, pero ya es un indiscutible título de culto.




El secreto de la pirámide” es un nuevo ejemplo de esa magia, esa atmósfera, ese mimo y ese aura especial que tenían las películas ochenteras cuando se zambullían en los relatos de aventuras juveniles, que aunaban la innovación de los nuevos tiempos con las esencias clásicas, efluvios de ambos mundos que se mezclaban y daban la mano de forma fascinante y maravillosa, algo que en la actualidad, de verse, lo hace con cuenta gotas. Y lo lograban sin extenderse en infinitas secuelas ni producciones de varias horas. Esto se le debe en gran medida a ese gigante que es Steven Spielberg, posiblemente el mejor creador moderno.





Y ese mimo se aprecia ya en la primera secuencia, esa que marca el tono y que atrapa al espectador para la causa, donde se juega con el misterio con toques fantásticos. Una brillante dirección de Barry Levinson que logra una atmósfera perfecta, sensacional, alargando el momento del clímax de la secuencia y poniendo al servicio de la misma todo lo que tiene a su disposición, desde la fotografía hasta los efectos especiales pasando por las inclinaciones de cámara.





Así, una sombra misteriosa, presagio de muerte, sigue en un ambiente invernal y nevoso, perfectamente recreado, a un distinguido caballero que va a cenar y al que alcanzará con un pequeño dardo venenoso que le hace ver visiones. Un faisán que vuelve a la vida recordando al Lynch de “Cabeza borradora” (1977). El caballero saldrá atemorizado del restaurante, momento en el que Levinson recurre a marcadas inclinaciones de cámara que retratan la perturbación del personaje y la tensión del momento, angulaciones crispadas al estilo Welles que siguen al hombre hasta su casa. Allí volverán las visiones hasta llevarle al suicidio lanzándose por la ventana…. Cuando una película empieza así, la cosa promete.


La ambientación, que es una gozada, se mantiene en la presentación de Watson, quien con su voz over será el narrador de la aventura, como en las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. La llegada de Watson a su invernal y londinense colegio y el inicio de su relación con Holmes. La ambientación por todo el colegio, por todas las estancias, es excelente. El laboratorio de Waxflatter, la sala de esgrima, el patio, el comedor, la iglesia repleta de velas, la taberna del egipcio, el clandestino lugar de ceremonias egipcias, el cementerio con las alucinaciones de Elizabeth, Watson (Alan Cox, que está estupendo) y el propio Holmes (Nicholas Rowe, que es clavado a Holmes)… Me fascinan las continuas nevadas que aparecen en la película. La obra, en su imaginería truculenta, es un triunfo.




En las alucinaciones se manifiestan los tormentos y complejos más ocultos, con una imaginería terrorífica y expresionista, donde destaca el momento con Holmes, acusado por su padre de provocar los llantos de su madre.




Una presentación excelente. Holmes (Nicholas Rowe) deleitará a Watson con sus dotes de deducción, pero su carácter, juvenil, dista en ciertos aspectos del que conocemos. Es visceral y pasional, algo que poco tiene que ver con el cerebral y frío Holmes de la edad adulta. Ese pronto donde, tras tres días de práctica, casi le lleva a casi destrozar su violín, es uno de esos gestos y elementos sutiles que hacen grande esta cinta. También observaremos su vehemencia, su enamoramiento y sus dudas y miedos, y como poco a poco va superándose a sí mismo y asumiendo las enseñanzas de los que le rodean, además de verse intensamente afectado por los hechos que acontecen, especialmente desde lo personal.





Columbus manifestó que quería explorar el porqué Holmes se hizo tan frío y calculador, cómo había llegado a ser así, porqué acabó pasando solo el resto de su vida. El guionista y director explicó que ese fue el motivo de retratarlo tan pasional, tan emocional, tan controlado por sus pasiones, enamorado del que será el amor de su vida… En lo que aquí ocurre Columbus encuentra la explicación de lo que sería más tarde.





Un Columbus que crea en esta película lo que pudo ser un antecedente en estilo y forma de los Harry Potter de J. K Rowling, que él mismo llevó al cine en las dos primeras entregas de la saga del joven mago, aunque en esos casos desde la dirección, no desde el guión como aquí.

Las similitudes con Harry Potter son tremendas. El aspecto de Watson con esas gafas, su timidez y su bufanda remiten al propio Harry; el colegio, con esos pasillos y comedores, esos decorados, nos remiten a Hogwarts; los duelos, donde las varitas sustituyen a las espadas o el niño malvado y albino, Draco Malfoy-Dudley (aquí convertido en albino por un truco de Holmes); el trío de chicos aventureros, donde dos son chicos y la tercera es una chica; el grupo de profesores, las alucinaciones que parecen trucos de magia...



Un Holmes impuntual y enamoradizo, celoso, ligón, pero siempre educado y brillante, que acabará convertido en un maniático empedernido. Su relación con Elizabeth (Sophie Ward) lo marcará imperecederamente.




Levinson, que tuvo sus momentos de gloria, rueda de manera notable, con planos largos y sin cortes salvo cuando es necesario, tarea que seguro aprendió del aquí productor ejecutivo, Steven Spielberg. Eso sí, en manos del genio de Ohio esto podría haber sido aún más grande. “El mejor” (1984), "Good morning, Vietnam” (1987), “Rain man” (1988), “Bugsy” (1991), “Acoso” (1994),  “Sleepers” (1996), “La cortina de humo” (1997), “Esfera” (1998)… son algunos de los títulos de Levinson más exitosos.


Se van introduciendo, en los momentos de desarrollo de personajes y relaciones, elementos intrigantes que mantienen un ritmo narrativo excelente (ese personaje que se insinúa en la biblioteca y apenas alcanza a atisbar Watson mientras Holmes está punto de besar a Elizabeth; ese otro personaje que se mantiene aparte mientras el tío de Elizabeth, Ruppert T. Waxflatter (Nigel Stock), vuela por encima del patio del colegio con un aparato de su invención; el perro de Elizabeth que se escapa en la noche persiguiendo una silueta; las apariciones del misterioso encapuchado…).



La señora Dribb (Susan Fleetwood) será ese misterioso encapuchado, la principal asesina del “Rametep”, y además hermana menor de Rathe. Todo queda en familia.


Columbus juega en el guión con la idea de iniciación y germen, mostrando de donde proceden tantas y tantas características definitorias de estos personajes inmortales. La frase “Elemental, querido Watson”, que Holmes roba del profesor Waxflatter, ya que éste se lo decía a él: “elemental, querido Holmes, elemental”. Una frase que en realidad no aparece en los libros de Sherlock Holmes. Sus primeras discusiones con Lestrade; su característica indumentaria, primero la gorra, luego la pipa, que comprará Watson para conseguir una dirección y finalmente regalará a Holmes, y su abrigo, que cogerá de Rathe; su obsesiva puntualidad, adquirida por su drama amoroso, que le hará cambiar drásticamente; el control de sus emociones para sacar lo mejor de sí mismo en su labor detectivesca; su elegida soledad, aunque la temía, tras la pérdida de Elizabeth


De alguna forma, es evidente que Spielberg influyó mucho aquí, sobre todo sus Indiana Jones. Es fácil reconocer la misma esencia, un héroe que sale de toda dificultad y peripecia por su talento deductivo e ingenio, así como sus dotes físicas. Lo mismo ocurre con esas escenas de rituales y sacrificios que observamos en el film y que nos llevan a “Indiana Jones y el templo maldito” (1984), por ejemplo. Del mismo modo, Spielberg recoge de aquí la idea de ir definiendo a su personaje con los elementos que todos conocemos yendo a sus orígenes, algo que hizo en la primera secuencia de “Indiana Jones y la última cruzada” (1989). Si Holmes tiene su pipa, su abrigo, su gorra… Indiana tendrá su sombrero, su látigo y su miedo a las serpientes… Además, ambos, Columbus y Spielberg, crearon la historia y guión de “Los goonies” (Richard Donner, 1985), del mismo año que esta y con evidentes paralelismos.




Watson (Alan Cox), por su parte, es retratado de una forma algo burda. Un simpático bobalicón obsesionado con su futura carrera de medicina, aunque de inteligencia cuestionable… Con todo, tendrá su redención en la parte final, cuando rescate a un Holmes que ha quedado inconsciente y a merced del fuego e impida la huida del villano, todo en un solo movimiento.

Las sombras reaparecerán con la presentación de otro profesor, Rathe (Anthony Higgins), que dará además ciertas claves. Da clases de esgrima, unas de las habilidades de Holmes, y combatirá con él, ya que lo considera el mejor alumno, pero tras vencerle explicará que su pupilo perdió por ceder a sus emociones, dejarse dominar por ellas. Esto viene a colación de lo explicado antes sobre la personalidad del detective más famoso de la historia y la visión que pretendía el guionista Columbus.



No quiero vivir solo”.



Una de las escenas más recordadas es la del soldado de la vidriera que amenaza al párroco en la iglesia. Y lo es porque fue una escena revolucionaria desde los efectos especiales.





La habilidad del guión de Columbus radica en no dar descanso con digresiones que resultan tan fascinantes o entretenidas como la propia trama o caso principal. Un ejemplo lo tenemos con ese juego de ingenio al que es retado Holmes y en el que debe encontrar un trofeo en 60 minutos. Holmes sufrirá las envidias de otro alumno, Dudley (Earl Rhodes), el retador del juego antes mencionado, lo que le llevará a la expulsión del colegio.





Y es que Holmes es víctima de su talento, ese que no suelen aguantar los mediocres, que piensan que con sus puestecitos justifican sus méritos. Para ellos Holmes es engreído y prepotente simple y llanamente porque demuestra su talento con contundencia. Son los casos de Dudley y Lestrade (Roger Ashton-Griffiths).


Holmes aplicará el mismo tratamiento del juego a un caso mayor. Recopilará pistas, una palabra dicha por el moribundo Maxflatter (“ehtar”, Rathe al revés, que ya podría haberla dicho al derecho...), la cerbatana con la que el villano enloquece a sus víctimas y el sonido de un tintineo…




En la última media hora se desvela la identidad de los villanos, encaminando un clímax donde veremos funcionar el artilugio volador de Maxflatter y más juegos de sombras en la frenética persecución al malvado Rathe. Un clímax que vuelve a recordar a “Indiana Jones y el templo maldito” (Steven Spielberg), donde Sherlock y Watson deberán salvar a Elizabeth de morir sacrificada. Un estupendo clímax donde Holmes sigue demostrando su inteligencia, dotes deductivas y lucidez para solucionar problemas. Habrá brillantes momentos de puesta en escena coreografiando la acción, al estilo Spielberg, y la redención de Watson salvando a su amigo Holmes e impidiendo la marcha del villano.




Aunque lograrán salvar a la chica en primera instancia, Rathe volverá a secuestrarla. La volverán a recuperar, pero el villano terminará matándola por error cuando la bella chica proteja a su amado del disparo de Rathe. La película acusa esas reiteraciones en la parte final, pero es un defecto menor. Es una cinta sencilla, un argumento bastante simple, pero no incurre en graves errores y se mantiene estupendamente.





Es fascinante ver la imagen iconográfica del personaje de Sherlock en la despedida, dotado de todos sus característicos elementos, mencionados con anterioridad. El respeto en esta libre inspiración desde el universo y los personajes de Sir Arthur Conan Doyle es absoluto, y así se reconoce en unos títulos finales que explicitan la consciencia de la libertad con la que acometieron el proyecto, siempre desde la fidelidad, y la contradicción que supone ese hipotético encuentro entre Holmes (Nicholas Rowe) y Watson (Alan Cox), que Doyle situó ya de adultos.




Como sucede en tantas películas ahora, no conviene levantarse del sillón o la butaca hasta el final del metraje, porque hay una estupenda sorpresa final.



Un guión estupendo, una acertada dirección, unos efectos especiales que causaron furor en la época obra de Industrial Light and Magic del amigo Lucas, con especial mención al hombre de la vidriera, un hito absoluto del grupo Pixar (os sonará, y donde el nombre de John Lasseter aparece en los títulos de crédito), y una música absolutamente maravillosa e inolvidable de Bruce Broughton.





Hay sutiles referencias a algunas de las aventuras de Holmes, desde el encuentro entre los dos amigos que se anticipa al oficial de “Estudio en escarlata”; las visiones imaginarias o mal interpretadas por determinados personajes remiten a “El perro de los Baskerville”, o los duelos con Moriarty y las supuestas muertes que pueden recordar a “El problema final”, por poner algunos ejemplos.





En su carácter artesanal tiene su principal virtud, que debería servir de lección además. Inteligencia e ingenuidad, que lejos de ser un defecto se alza en gran virtud. No se la pierdan, merece mucho la pena y es una opción perfecta para ponérsela a los más jóvenes.





6 comentarios:

  1. Esta peli está en casa y es una de las q hemos visto mil veces sin q pierda su frescura.
    Entretenida, respetuosa, bien ambientada, imaginativa, trepidante. Me encanta como me gustan las de la saga d Indy, de la q es verdad q hay reminiscencias.
    Estoy absolutamente de acuerdo con todo lo q dices, y creo q es una magnífica "precuela" del personaje de Sherlock Holmes.
    Y desde luego, como dices, una fuente para la saga Harry Potter.
    Seguro q la veré más veces!!!
    Bss!!!

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    1. Es una de esas fijas, y cuando la ponen en la tele te quedas viéndola sin darte cuenta.

      Besos, Reina.

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  2. hace poco compre el dvd por un dolar en un videoclub,y enseguida me regresaron 200 recuerdos juveniles de mi época de cuando la visioné la primera vez......es una pelicula encantadora

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    1. Un estupendo título para tenerlo original en nuestras colecciones, desde luego!

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  3. "Watson (Alan Cox), por su parte, es retratado de una forma algo burda. Un simpático bobalicón obsesionado con su futura carrera de medicina, aunque de inteligencia cuestionable"

    Por desgracia éste es el retrato casi "oficial" de Watson en el cine, muy distante del original de los libros. En los libros Watson es algo parecido a Holmes, pero no tan extremo (inteligente, pero no genial, con pocos amigos, mientras que Holmes no tiene ninguno salvo el propio Watson, y sobre todo no es el gordito torpe de las películas, sino un ex soldado en buena forma, aunque no tan buena como Holmes), mientras que en las películas Watson es una especie de anti-Holmes.

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    1. Así es, mi querido Anónimo. Estupendo comentario. Muchas gracias por el aporte.

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