lunes, 30 de enero de 2017

Crítica LA LA LAND (LA CIUDAD DE LAS ESTRELLAS) (2016) -Parte 3/5-

DAMIEN CHAZELLE










Orgía estética.

Ya destaqué el talento visual del director y su inteligencia para el montaje y la puesta en escena, es decir, que había alguien que sabía muy bien de qué iba esto y de cómo potenciar el sentido de lo que contaba, de su guión, con todos los medios que tiene el cine para lograrlo.



Aquí, con muchos más medios que en “Whiplash” y en un género que invita al exceso y el artificio, a la riqueza visual y la imaginación, el joven director americano lo da todo. De nuevo se entrega al plano secuencia, como los clásicos a los que adora y los buenos musicales, para fascinar con su puesta en escena y sus coreografías, que nunca son excesivas ni pretenden competir con los grandes títulos de los 50 en Hollywood, sólo rendirles tributo y robarles las virtudes para hacerlas propias. Chazelle rueda su musical como rodaban los clásicos, ¡y en CinemaScope!

Planos secuencia donde los actores se muevan y bailen junto a la cámara, que dancen y hagan mover nuestros pies y provoquen la complicidad de nuestras sonrisas, especialmente en los números musicales, pero también en la mayoría de escenas, que prefiere ejecutar sin corte. Y esto siendo puramente cinematográfico, recurriendo también al montaje jazzístico, una de esas genialidades que tenía “Whiplash”, muy utilizado en las transiciones instrumentales que salpican la película. De hecho, es más bella la partitura instrumentalmente que cuando se trata de canciones, aunque “City of stars”, que se llevará el Oscar a mejor canción sin duda, “Audition (The fools who dream)” o “A Lovely nights” son estupendas. Chazelle vincula la cámara a sus personajes, como si fuera la expresión de la misma esencia de estos.


Escuchen “Epilogue”, “Mia & Sebastian’s theme”, “Planetarium”, “Engagement Party” especialmente, o “Summer montage”, todas obra de Justin Hurwitz.

·         Plano secuencia y estilo.

¿Y qué mejor que empezar con un mágico, alegórico y brillante número musical a modo de obertura? En homenaje a “Fellini, Ocho y medio” (Federico Fellini, 1963) y “Las señoritas de Rochefort” (Jacques Demy, 1967), un atasco será testigo de una jovial y memorable actuación llena de vida, colorido y energía, pero lo genial está en el propio concepto del número, que se elija un atasco en el invierno de Los Ángeles, California, fusionado con la letra de la canción.









-Una maravillosa introducción. Un ilusionante día soleado que se contrasta con la incomodidad de un atasco, pero un atasco donde muchos de los conductores o pasajeros parecen contentos, moviéndose al ritmo de la música que escuchan, alegres, activos, poco afectados por la espera… Entonces empieza el número musical y todo encaja, se convierte en una metáfora, en una genial alegoría. Son postulantes, meritorios, para cumplir su sueño. Esperan, como en ese atasco, su gran oportunidad a las puertas de Los Ángeles, la ciudad donde se cumplen los sueños, donde un paciente atasco se convierte en obra de arte. Esperan a ser encontrados, como la misma Mia dice en una canción. ¿Qué mejor que un atasco para visualizar la esperar de esos soñadores que buscan ser estrellas?



Allí saldrán numerosos conductores que nos contarán historias de sueños, ilusiones, oportunidades y decepciones. De hecho, después veremos salir a ambos de ese atasco en busca de su ilusión, primero siguiendo a Mia y luego retomando a Sebastian.





Un plano secuencia (¿simulado?), donde los barridos bruscos se aprovechan para estirar la escena sin que parezca haber corte alguno, donde la planificación y la coreografía está llena de vivacidad, de eclecticismo y colorido, contrastando los sueños y la espera, para una vez salga el título de la película, y aún sin aparente corte, se nos presente a los dos protagonistas, ligados a sus pasiones, Sebastian escuchando música de piano en la radio, Mia practicando para su audición de actriz, dentro de sus automóviles, constatación de la alegoría antes explicada. La antesala de los sueños. Justo antes del primer contacto.



-¿Qué decir del plano secuencia de más de cinco minutos en Mulholland drive, en el Parque Griffith? Un maravilloso plano musical con varios homenajes a musicales como “Cantando bajo la lluvia”, que despierta el entusiasmo que despertaban los clásicos del género, aunque aquellos actores cantaran y bailaran mejor que Emma Stone y Ryan Gosling. Un número encantador y supuestamente antiromántico con esos diálogos falsamente cínicos que cuestionan la belleza de las vistas, negándose su evidente química en contraste con la hermosa iluminación, el anochecer y el paraje con una magnífica canción: “A lovely night”. Costó rodarla antes de que anocheciera, por lo que fue de las secuencias más complejas.






El artificio, la irrealidad, como gran placer, sobrevuelan toda esa escena junto a una cámara que flota, vuela y baila con ellos. Pero lo que más me llega es la conclusión, cuando Mia debe acudir a la llamada de su novio, interrumpiendo la hipnosis, y descubrimos que Sebastian se dio todo ese paseo solamente para disfrutar de su compañía, ya que su coche no está donde dice, sino abajo, justo por donde han venido, teniendo que volver sobre sus pasos para recogerlo… Y ese pequeño paso de baile en soledad que denota lo mucho que disfrutó haciéndolo… El amor.







-Cámara flotante, ligera, grácil, bailarina, para extender los planos y no cortar salvo necesidad narrativa. Por ejemplo, siguiendo a Mia cuando se dirige a su primera audición, corrigiendo su camino para recoger algo olvidado antes de chocar con un cliente y mancharse la camisa. La misma audición será en un solo plano, donde recibirá la falta de respeto de los allí presentes por su trabajo, interrumpiendo sin consideración. Siempre que veo audiciones de este tipo recuerdo aquella maravillosa escena de “Mulholland drive” (David Lynch, 2001) y como una escena mediocre se puede convertir en algo excepcional. En su piso, el número musical también será en un solo plano.






No será la única audición mostrada en un solo plano. Con el temazo “Audition (The fools who dream)”, en la audición definitiva, tendremos otro maravilloso plano secuencia con travelling circular sobre Stone, que tiene uno de sus grandes momentos en la película, en una escena que también recurre a un expresionista efecto lumínico contando la inspiradora historia de su tía. Con ella empezó todo. En cambio, otras audiciones serán con montaje, como esa donde se suceden fondos de distintos colores.



O ese “City of stars” a dúo, también en una escena sin corte.






-No sólo serán números musicales o audiciones las que resuelva Chazelle en un solo plano. El director corta sólo cuando es estrictamente necesario o quiere expresarse mediante el montaje, pero a menudo termina las secuencias, muchas de ellas no muy largas, sin corte alguno, por ejemplo la entrada de Mia en su casa tras la primera audición. O la presentación de la casa y la hermana de Sebastian, planos secuencia tan naturales que casi no lo parecen. O su reincorporación al local de J. K. Simmons. O esa cámara que se mece solidaria y observa sus manos dubitativas en el momento que pasa del intrascendente villancico a una hermosa melodía que fascinará a Mia.






-Panorámicas y, sobre todo, travelllings circulares, especialmente dedicados a sus protagonistas. Imposible no destacar ese momento con Sebastian al piano rebelándose ante su estricto jefe y marcándose un maravilloso solo ignorado por todos. O la audición de Mia, la que le dará el papel que la llevará al estrellato. Una panorámica nos llevará al hastiado rostro de Sebastian tras una larga noche de villancicos en su trabajo alimenticio, para luego dejar uno de los grandes momentos del film con su inevitable rebelión. Un travelling con iluminación expresionista alrededor suyo y con una música espléndida.






-Chazelle también recurrirá al brillante montaje de estilo expresivo, vinculado al Jazz, como en “Whiplash”, para varias escenas. Será muy luminoso el utilizado en la fiesta a la que acude Mia para dejarse ver entre lo “cool” de Hollywood mientras disfrutamos de una de las canciones del film. Mucho colorido y alcohol. Otro ejemplo lo tenemos en el Lighthouse, cuando Sebastian da su apasionada lección de Jazz a Mia intentando que valore esa música que le entusiasma, muy al estilo “Whiplash”. Y en la misma línea, aún más espectacular, será el montaje que retrata la felicidad de la pareja una vez junta, montaje jazzístico también, con ese momento extraordinario de los barridos desde Sebastian tocando el piano a Mia bailando. Estos montajes los utiliza mucho para las transiciones narrativas. Otro ejemplo: La firma del contrato de Sebastian con Keith, Mia despidiéndose de la cafetería para planificar su obra, la mudanza para vivir juntos… Una vida conjunta, pero a la vez distante, porque no coinciden como les gustaría. El éxito de él, con videos en youtube que rozan el millón de visitas, la gira alejado de ella…



Su cámara flota y brinca y gira y hace barridos, como en la fiesta a la que va Mia, donde la cámara gira en panorámica frenética en el interior de la piscina, donde antes se elevó al verla salir de la casa en picado y contrapicado…



Hay varios espejos en este inicio, el del retrovisor para Sebastian, el del baño para Mia, que luego también se refleja en su salón y en otro baño en la fiesta… Otro justo antes de la aparición del novio el día que debe ir al cine con Sebastian...







Hay muchos contrastes en la cinta, desde los citados al inicio con esa alegría y día luminoso que se enfrenta a un atasco, a esa escena musical en la fiesta del inicio, que nos lleva de la intimidad y soledad de un baño a una orgía festiva y visual al salir, pasando de la nieve trucada a una fresca piscina veraniega en frenética panorámica y fuegos artificiales.



La idea de los fondos con algún cartel o foto significativa ante la que los personajes pasan como ignorándolos generalmente, es un rasgo de estilo muy apreciado por Chazelle, al que aquí recurre en varias ocasiones. Ya lo vimos en “Whiplash” como Miles Teller ignorando anuncios de Jazz una vez parece abandonar su sueño. Aquí se lo vemos hacer a Mia, cuando pasa por un mural lleno de estrellas del celuloide, su gran sueño, dedicando a penas una mirada de pesar. También ocurrirá con Sebastian, cuando pase por delante de uno de los carteles de la nueva estrella Mia, ignorándolo por completo.




-Utiliza muchas texturas distintas Chazelle, desde las iluminaciones formando siluetas, las animaciones, el video casero… juega con el metalingüismo y la idea de fundir realidad y ficción, una de las tesis y planteamientos de la cinta, como fui explicando en el inicio. Por ello, en muchas ocasiones, funde decorados, que no sabemos si son reales o no: un cielo estrellado que a la vez es salón de baile, un día soleado con una palmera que se convierte en decorado, como ese que inicia el epílogo invernal del film…




Hay algo de cine mudo que sobrevuela toda la película, numerosas escenas se ejecutan sin diálogos, con la música como única protagonista, muchos bailes y gestos tienen ese aroma al cine mudo, al clásico. La interpretación de Gosling, con esos sustos que se pega, hasta tres durante la película (en su casa dos veces, una con su hermana y otra con Mia, y en el Observatorio), también apoya esa sugerente idea.



·         Iluminación y color.

Si fascinantes son los movimientos de cámara, lo mismo ocurre con la iluminación y el colorido de la película, donde los rojos y los azules, en contraste o mezclados, vertebran la estética. Todo ello acentúa la onírica y mágica sensación que transmite la película. Iluminaciones y filtros muy saturados y presentes, una búsqueda constante del color, del color puro, pleno, primario.

Una iluminación roja inunda el baño donde Mia se encierra para tener algo de intimidad en la fiesta donde va con la esperanza de ser captada, enfundada en un vestido azul. Ahí está la mezcla. El cuarto de Sebastian, donde duermen él y Mia, está iluminado de azul y rojo, de nuevo la mezcla. También el rojo inundará a Mia en los momentos previos a su actuación en la obra de su autoría.




La noche estará inundada de predominantes azules, recalcando la fría soledad, como cuando Mia regresa de la fiesta, pero los rojos tendrán una potencia y especial significación, como luces de alarma colocadas por el destino, como los neones del garito donde toca Sebastian, que seduce con su música a Mia.




Gosling cantando brevemente “City of stars” en el crepúsculo azul, tornando en violáceo al mezclarse los colores.



El azul parece guiar los pasos de Mia en la escena final, con pequeños puntos rojos que tienden a mezclarse con él, como esos focos del coche que tiene delante que la inundan de rojo antes de tomar la decisión de desviarse, o como cuando llega a “Seb’s” y una flecha también azul marca el camino (ese destino tenaz), intuyéndose unos rojos que lo matizan.



O en la mirada final, fundidos de nuevo formando un tono violeta.





En celeste o verdoso claro, se iluminará el “City of stars” que la pareja canta a dúo.



Además, en numerosas ocasiones, los vestuarios serán azules o rojos, especialmente el azul para Sebastian, pero lo cierto es que buscando sentido a esto, especialmente a esos azules y rojos, no he encontrado un patrón más allá de lo puramente esteticista, pero sí es cierto que esos colores se relacionan con momentos importantes de la pareja, de sentimientos enfatizados o acentuando la soledad, incluso la alarma, amenaza o tensión. Son como el cromatismo usado por el destino (la obra de Mia, el momento donde escucha a Sebastian circundada por dos franjas rojas en la azulada noche, la esperanza del “City of stars”, la flecha y al ambiente del “Seb’s"…).







-Los recursos expresionistas de iluminación son numerosos en la película, especialmente esos apagados donde sólo se deja iluminado a un personaje, que siempre son MiaSebastian. El primer ejemplo lo tenemos en el baño, cuando Mia se mira al espejo y todo se apaga para hacerla relucir a ella, momento que queda interrumpido por una compañera de piso. En el baño de la fiesta volverá a ocurrir los mismo, un efecto expresionista que ilumina a Mia de manera especial se apagará para dejarla casi en penumbra.




Lo mismo ocurre en el garito donde Sebastian se ve obligado a tocar villancicos y la lista que le encomienda su jefe, sin poder dejarse llevar… en teoría. Cuando Mia aparezca en el lugar, todo se apagará menos un foco sobre ella, recalcando su fascinación, el hechizo. Del mismo modo, veremos la escena desde el punto de vista de Sebastian, que nos llevará a un momento similar, cuando se entregue a su pasión artística y todo a su alrededor desaparezca menos él y su piano enmarcados en un intenso foco. Un momento para él solo, indiferente para los demás… menos una persona. La cámara irá del plano general al corto. La misma escena desde dos puntos de vista con el mismo recurso expresionista, un momento que ambos recordarán y que será el hechizo perfecto. Que lleguemos a la escena desde distintos puntos de vista recuerda a la idea de la reciente “Begin Again” (John Carney, 2013), una película con la que esta tiene muchos puntos en común. A Carney remitiremos también con “a-ha” y “Take on me”, ya que suene en esta y en “Sing street” del director irlandés.




Esa fragmentación, de otra manera, la tenemos en la escena final, donde llegamos también al mismo punto pero no desde dos realidades, sino desde una realidad y una hipótesis idealizada. Desde lo que ocurrió y lo que podría o debería haber ocurrido, lo que les gustaría haber vivido… Si supiéramos los errores que vamos a cometer o si supiéramos que lo que hacemos se acabará convirtiendo en error…



Y en la escena con “Audition (The fools who dream)” en la audición definitiva de Mia, con luces que se apagan y travelling circular sobre su pizpireto rostro, mientras nos deleita con su encantador acento con frenillo. Se nota mucho en esta escena y no puede ser más cautivador.





El clímax de esto llega en la escena final, cuando este expresionista recurso adquiere concreto significado, ya que vincula a los dos protagonistas, apagando las luces y poniendo el foco en su figura exclusiva, cada uno en su sitio, alejados, uno en el escenario y la otra en el público, en un íntimo diálogo musical rodeados de gente.



-El apartamento de alquiler donde Mia vive con tres compañeras es puro color: azules, rojos, rosados (esas cortinas de baño)… Las paredes de ese apartamento serán azules, muy azules, en ese número musical con las compañeras que disfrutamos. También hay paredes rojas, muy rojas.


En una escena de transición con las audiciones de Mia, la veremos frente a fondos amarillos, rojos y verdes.






-Lo mismo ocurre con los vestuarios, de colores puros. Ella irá a la fiesta con un intenso vestido azul, mientras sus amigas eligen colores distintos: rojo, verde y amarillo. No tiene desperdicio el trajecito ochentero rojo y el mini teclado en forma de guitarra de Sebastian en la fiesta donde toca éxitos ochenteros también ante una Mia vestida de amarillo. De azul acude a la grabación de su amigo Keith (John Legend) y su Jazz moderno. De azul irán ambos a la audición definitiva, ella de celeste.





Cuando Mia entre en el local donde Sebastian la atrajo con sus teclas, llevará un vestido azul, mismo color que el traje del pianista. Son muchas las veces que vemos a Sebastian con traje azul.










No hay comentarios:

Publicar un comentario