jueves, 15 de junio de 2017

PÓNGAME UNA DE VIKINGOS

CULTURA









La Edad Media, período de fantasía, fobias, filias, mucha leyenda negra, creación de Europa y forja de iconos nacionales más tarde utilizados, torpemente, por los nacionalismos decimonónicos. Hasta ahora se trataba a este periodo histórico como un tiempo oscuro, supersticioso, violento incluso, misántropo; bien es cierto que esta percepción ha cambiado, afortunadamente, desde el siglo XIX, en gran parte por la anterior citada utilización nacionalista del medievo. La creación del mal concepto de este milenio hay que adjudicarlo al Renacimiento y la Ilustración, unos y otros querían romper las estructuras medievales para ser los más guays y novedosos.

¿Fue una etapa violenta y oscura?

Como toda leyenda negra tiene algo de verdad. La Alta Edad Media quizás sea la parte de este milenio que más se puede adecuar a esta fatídica descripción. La caída o desmoronamiento final del Imperio Romano de Occidente, imperio que llevaba dos siglos con continúas crisis hasta su colapso final, dio paso a un tiempo de incertidumbre con invasiones bárbaras protagonizadas por pueblos germanos. Estas migraciones, que suponían un porcentaje bajo de población en comparación con la ya establecida en suelo romano (en el caso de la península ibérica no llegaría al siete por ciento), se estableció como una élite guerrera que sustituyó a los patricios romanos, aparte de que para la gestión de las tareas de gobierno más domésticas seguían necesitando a los antiguos dirigentes. La asimilación de estos pueblos invasores supondría el nacimiento de un friso altomedieval con una apasionante mezcla romano-germánica, siempre hablando de la Europa occidental, puesto que el Imperio Romano de Oriente (no Bizantino) es harina de otro costal, sucediendo un tiempo de guerras internas por el trono, el ducado, el señorío o la baronía, pero asentando las bases de reinos diferentes a los que unía la religión cristiana y su pasado romano.

Con este panorama llegamos al siglo VIII, donde esta parte de Europa sufrirá el acoso de tres invasiones más, por este orden (aproximadamente): la invasión islámica. Los guerreros de la Media Luna en un siglo se plantan desde el sur de Arabia hasta Poitiers, donde son vencidos por Carlos Martel parando su expansión continental. No obstante parten en dos el Mediterráneo y ocupan toda Hispania, sur de Francia y, posteriormente, Sicilia y otras islas del otrora Mare Nostrum; los hombres del norte, normandos o vikingos, que descolgándose desde un punto hasta ese momento desconocido para la cristiandad, sembraron el pánico; los magiares o húngaros, pueblos asiáticos occidentales que entraron en la esfera de complicados juegos guerreros, a los que utilizó para su milagrosa subsistencia el Imperio Romano de Oriente, se asentaron en la zona de la actual Hungría y desde ahí aterrorizaron a Centroeuropa, especialmente a Francia (se cree que de ahí viene la palabra “Ogro”, ogre en francés, ya que debido al terror que generaron en Francia se asustaba a los niños con ellos, y de ahí derivó al personaje malvado de los relatos infantiles), llegando incluso a hacer incursiones en Huesca y Lérida.
 
Los rus, gaill, lochlannaigh, mayus o normanni

Después de este, espero que no fatigoso, prólogo, procedamos a hablar de los protagonistas de este post: los rus, gaill, lochlannaigh, mayus o normanni, en definitiva, los hombres del norte. Unos hombres, como hemos reseñado antes, que desde un lugar que escapaba a la Europa más o menos romanizada, asolaron las costas durante más de dos siglos.

El inicio canónico de la era vikinga es el 8 de junio de 793, con el asalto al monasterio de la Isla de Lindisfarne. La crónica anglosajona lo describe así:

Este año vinieron terribles advertencias sobre la tierra de Northumbria, aterrorizando a todos: éstas fueron inmensos haces de luz cruzando a través del cielo, y torbellinos, y fieros dragones volando en el firmamento. Estos ingentes males fueron seguidos por una gran hambruna: y no mucho después, en el sexto día antes de los idus de enero de ese mismo año, las horrorosas incursiones de hombres paganos causaron lamentables estragos en la iglesia de Dios en la isla sagrada, mediante el saqueo y la masacre».

Un monasterio era presa ideal, con muchos objetos de valor conseguidos a través de donaciones y poca vigilancia, porque nadie se atrevería a asaltar un lugar sagrado. Este monasterio era un centro cultural de Northumbria, uno de los reinos en los que estaba dividida la isla de Gran Bretaña. Allí, casi un siglo antes, se había realizado el Evangelio de Lindisfarne con bellas ilustraciones. A pesar de este inicio tan localizado en tiempo y espacio, los contactos de los hombres del norte con las tierras de los anglosajones se produjo bastante antes, archipiélagos más o menos cercanos como las islas Orcadas, Shetland, las Hébridas o las Feroe eran asentamientos normandos a mediados del siglo VIII.

¿Quiénes eran esta gente del Norte?

Estos pueblos nórdicos o escandinavos se organizaban en clanes ubicados en la península de Jutlandia (zona ocupada por estos al irse gran parte de los jutos de excursión a territorio britano), y el sur de las actuales Suecia y Noruega, limitadas al norte por las grupos fineses y al sur con los sajones y otras tribus germanas con las que compartían muchas costumbres y panteón de dioses. Su actividad principal era la ganadería, la poca agricultura que permitiese el clima y algún incipiente comercio. A estos grandes rasgos debo añadir que estaban bastantes más civilizados de lo que nos muestran las crónicas medievales, relatos realizados por los monjes de los reinos que sufrían la voracidad normanda, que nos mostraban seres diabólicos, altos, muy altos, que violaban, mataban, secuestraban y, lo que más impacto creaba, no respetaban la casa del Señor y robaban cálices, cruces y cualquier objeto de valor de las iglesias. Eran demonios desde el prisma cristiano altomedieval.

¿Qué hizo tirarse al mar a los normandos? Hablan de dos posibilidades: la marcha de los perdedores de las guerras civiles por la lucha de los diversos tronos, que debían exiliarse para conservar el pescuezo, y la poca abundancia de tierra, que sería insuficiente para alimentar a toda la población. Por una u otra causa, al llegar la primavera “se lanzaban a la mar con fines bélicos, comerciales o de pillaje”. Esta es una teoría sobre el significado de la palabra vikingo, la más adaptada al imaginario popular de lo que entendemos por vikingos.


Veremos ahora “en qué se echaban” al mar. La gran expansión se produjo gracias a sus buenas embarcaciones, denominadas en la actualidad Drakkars. Estos barcos eran estrechos, largos y, lo más importante, con poco calado, lo que permitía navegar tanto por mares como por ríos, decorados con dragones en su proa (de ahí el nombre de Drakkars). Eran movidos por remos y sumaban un mástil de vela cuadrada izado para las rutas más largas. Podían alcanzar velocidades de hasta quince nudos, una gran velocidad para la época. Una evolución tecnológica fue que carecían de proa y popa específica, cualquiera de los extremos del barco podía ser la parte delantera del mismo, sin necesidad de dar la vuelta a la embarcación para iniciar la travesía, hecho que ahorraba tiempo a la hora de huir después de un ataque. Los drakkars, al ser un artículo de lujo, se utilizaban como tumbas para los normandos más significativos.



Antes de meternos a describir su expansión, me gustaría hacer un breve inciso para describir el armamento básico de los hombres del norte. Las armas más usuales eran los arcos, las lanzas y las hachas, por ser baratas y de utilidad en tareas domésticas, sumando la espada y el escudo:

El arco: eran de gran tamaño, realizados de fresno, olmo o tejo, recubiertos de cuero. Las puntas de las flechas tenían diversas formas dependiendo el uso lúdico o guerrero que se les diera. El carcaj podía albergar hasta unas cuarenta o cincuenta flechas.

La lanza: se cree que disponían de dos tipos, una arrojadiza tipo pilum, cuya punta en el impacto se clavaba y abría para inutilizar el escudo enemigo, y otra lanza larga de hasta tres metros de altura, con una hoja de hierro que podía oscilar entre los 30 y los 50 centímetros, que se utilizaba como arma arrojadiza o para la lucha cuerpo a cuerpo.

El hacha: que podemos dividir en tres tipos. Hacha de mano, arma ligera con multitud de diseños y que se utilizaba en el combate cuerpo a cuerpo, tanto o más que la espada; otro tipo de hacha pequeña arrojadiza, muy parecidas a las franciscas continentales; y el icónico hacha a dos manos o hacha larga. Este último era un arma para el que se necesitaba un duro y largo entrenamiento, su uso estaba delimitado a unos privilegiados, tenía un mango cercano al metro y medio, coronado con una pieza de metal de doble filo de unos veinte centímetros. Lógicamente, para su manejo se necesitaba una gran fortaleza física y su esmerado entrenamiento estaba enfocado a saber cuándo utilizar el arma, puesto que al blandirla se dejaba al descubierto todo el cuerpo para los ataques del enemigo.


La espada: eran de una sola hoja recta con dobles filo y superaban los noventa centímetros de longitud, su punta no era muy afilada, al ser utilizada para el corte más que para ser clavada, la vaina donde se guardaba era de cuero ceñida a la cintura con un cinturón. Era un arma a la que no todos podían acceder, eran de buena calidad (al ser los normandos unos grandes herreros) y los más pudientes la ornamentaban con metales preciosos.

Y un inciso dentro del inciso, o sea, un inciso al cuadrado. Los cascos vikingos NO TENÍAN CUERNOS, repetimos, NO TENÍAN CUERNOS, y lo más probable es que la mayoría de los guerreros ni siquiera llevaran casco al ser un producto caro y sinónimo de prestigio militar. Como referencia se puede tomar el casco de  Gjermundbu, fabricado con hierro, compuesto de una tira circular y dos tiras cruzadas, rematado con una máscara protectora de nariz y ojos.

Una vez descrito quienes eran, el por qué se movieron, en qué se desplazaban y con qué atemorizaban, veamos hasta dónde llegaron esta gente tan inquieta.

La gran evasión

Todos conocemos esta diáspora, como hemos reflejado antes, causada por el hambre y la pérdida en las batallas por los tronos.

La marcha hacia el oeste tuvo como primer gran objetivo Islandia. Esta isla deshabitada empezó a recibir normandos en la segunda mitad del siglo IX. En menos de un siglo todo el territorio insular había sido habitado y se estableció la mítica “Asamblea de Hombres Libres”, asamblea que algunos catalogan como el primer parlamento moderno (sic). Islandia supuso una magnifica (y alegada) base de operaciones para las travesías vikingas. Desde ahí se podía atacar, comerciar o ambas cosas a la vez con las islas europeas del norte.

Una vez establecidos en Islandia era cuestión de tiempo que llegasen a la “Tierra Verde” o Groenlandia. Se cree que a la “Tierra Verde” llegó un noruego llamado Erik Thorvaldsson o Erik el Rojo, un tipo algo problemático en Islandia que tuvo algunos problemillas como dos asesinatos, lo que le costó estar tres veces desterrado. En 983, Erik navegó hacia el oeste en uno de sus destierros. No iba solo, parece que le acompañaban catorce barbos y más de trescientas personas. Llegó a una tierra que desde el mar parecía verde y la llamó Groenlandia.

Aquí no queda la ruta hacia el oeste. Cerca del icónico año 1000, Leiv Erikkson, hijo de “El Rojo”, llegó hasta Terranova, en la actual Canadá, y estableció una colonia. Leiv es considerado uno de los primeros europeos en llegar a América. Ya saben, antes de Colón habían llegado los vikingos, los templarios y los chinos, vamos, que cuando llegaron los exploradores españoles a suelo continental americano aquello había tenido más visitas que los baños de una discoteca un sábado por la noche.

Ya hemos visto cómo se expandían hacia el oeste o cómo atacaban las Islas Británicas, pero no se quedaron ahí, puesto que no había costa o río que estuviese a salvo de la ira normanda, pero como enumerar todas las expediciones resultaría tedioso para los lectores de Mr. Sambo, me gustaría centrarme en un aspecto más desconocido: su expansión oriental. Vamos a ello.

La Rus de Kiev

Antes de ver las andanzas de nuestros amigos por la Europa del este, veamos quienes estaban por allí: los eslavos, que eran un conglomerado de tribus que estaban más allá (desde el punto de vista occidental) de los germanos. Se desconocía su existencia hasta que fueron los primeros sometidos por la invasión una del siglo V. Desde ese siglo y hasta el VII tuvieron migraciones y por su asentamiento se pueden dividir en tres grupos:

Los eslavos se habían puesto en movimiento desde su región de origen, y sus migraciones, producidas entre los siglos V y VIII, causaron profundos cambios étnicos en la parte oriental de Europa. Finalmente se distinguieron tres grandes grupos:

-              Eslavos meridionales: Partieron hacia el sur y se asentaron en los Balcanes, llamados yugoslavos (serbios, croatas, eslovenos, bosnios, etc.). Por vecindad tuvieron mucha relación con el Imperio Romano de Oriente.

-              Eslavos occidentales: Se dirigieron hacia poniente ocupando las zonas dejadas libres por los germanos unos siglos antes, entre estos eslavos podemos resaltar a polacos, eslovacos, checos, moravos o eslovincios.

-              Eslavos orientales: Se establecen en las llanuras de las actuales Bielorrusia y Ucrania, desde ahí siguen hacia el este hacia el ahora territorio ruso para acabar uniéndose a poblaciones finesas, bálticas y de origen iranio. Son la gran masa de población de la Rus.

Una vez asentados los eslavos organizan sus protoestados en forma de principados, siendo los más importantes el de Kiev, el del Norte o de Polotsk. Desde un punto de vista occidental, están en una especie de tierra de nadie entre los francos, los romanos de oriente y las tribus mongolas.

Llegan los Varegos

Varegos, así eran denominados los hombres del norte que provenían de la actual Suecia. Se cree que los varegos, por proximidad, establecieron un puerto comercial en el norte de la actual Rusia a finales del siglo VIII, en la desembocadura del río Voljov. Con este puerto como punto de partida, empiezan a navegar por la cuenca fluvial del rio Dniéper, llegando a contactar con el Imperio Romano de Oriente, y por el río Volga, llegando cerca del mar Caspio y comerciando con los musulmanes y con productos llegados de la Ruta de la Seda.

Medio siglo después de empezar los contactos comerciales, los varegos (que los eslavos llamarán “Rus” o remeros por su forma de remontar los grandes ríos), deciden hacer incursiones menos amistosas llamados por la fertilidad de aquellas tierras, al disponer de caza, pastos y madera en los grandes bosques orientales. En estas algaradas vencen a los principados eslavos y pactan tributos con ellos. Era el año 859.

Tres años más tarde se rehicieron los eslavos y expulsaron a los varegos, volviendo estos a sus antiguas y norteñas bases comerciales. Los príncipes del lugar cayeron en un clásico: una vez expulsado el enemigo se liaron a tortas entre ellos. ¿Solución? Llamar a los rus para que pusieran orden. Pero esta vez, la élite guerrera llamada para poner orden venía para quedarse. ¿No os suena del algo? Os doy una pista. 711.

Entre los llegados destacan Rurik, Askold y Dir. Rurik (el halcón). Habrían llegado a Novgorod para pacificar y poner orden en la ciudad, pero no contentos con eso decidieron quedarse fundando varias poblaciones, entre ellas Holmgard. Rurik será el creador de la primera dinastía varega en territorio eslavo, o los primeros rusos.

Asentado Rurik en Novgorod, veamos qué pasa con Askold y Dir. Parece que estos eran ayudantes de “El Halcón” y decidieron remontar el Dniéper con soldados hasta llegar a un poblado en una montaña al que llamaban Kyiv o Kiev, estos eslavos de Kiev (polianos y devlianos), tenían una economía muy básica y estaban bajo vasallaje de los jázaros. Viendo el panorama, las huestes de Askold y Dir atacan Kiev sometiéndola y, posteriormente, llevando pobladores de Novgorod. Pero la alegría dura poco en la casa del pobre, unos años después, nuestra dupla de varegos sería vencida y muerta por Oleg, sucesor de Rurik, de esta manera los dos mayores principados quedaban bajo un mismo control, y este era ruso.

Antes de que Oleg apareciese en sus vidas, parece que Askold y Dir llegaron a asediar Constantinopla (la capital romana de oriente asediada, ¡qué cosas!) con más de siete mil hombres. Se estrellaron contra las míticas murallas y penetraron en el Mármara saqueando varias islas. La ciudad capitalina se encontraba con parte del ejército imperial en su sempiterna lucha contra los árabes, que una vez enterado volvió a Constantinopla, por lo que los varegos, al tener noticias del tema, levantaron el asedio.

La expediciones vikingas en el este no se quedarían en la ciudad fundada por Constantino, se cree que llegaron hasta la costa este del mar Caspio. Si tienen un mapa a mano miren las distancias. Desde el mar Báltico al Caspio.

Se quedan muchas cosas en el tintero: el Danelaw, la guardia varega con el otrora rey Harald Sigurdsson III (Hardrade) de Noruega, los normandos cruzando el canal de la Mancha con su batalla de Hastings, en Sicilia o siendo factor determinante en las Cruzadas, por no hablar de su panteón celestial con Odín, Thor y Loki o las sagas vikingas. Pero por ahora ya no doy más la turra con los Hombres del Norte.


Un saludo y espero que no haya sido muy árida la lectura.


Por LLEVADOR DE BOTIJOS

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