lunes, 17 de julio de 2017

MARTIN LANDAU, ENTRE EL CINE Y LA TELEVISIÓN

CINE










Antes de que se diera esta orgía televisiva repleta de series de distintas calidades, la llamada “era de oro” de la serie televisiva, donde muchos actores pasan del cine a la televisión o se reciclan en la pequeña pantalla para impulsar su carrera, hubo actores que consiguieron la fama en series y luego pasaron con éxito a la pantalla grande, sin que su pasado televisivo repercutiera o supusiera complejo alguno, como ocurría en aquello tiempos.

Procedente de una familia de inmigrantes judíos, su carácter artístico (se dedicó al dibujo y a las caricaturas), y su admiración por Chaplin, le llevaron por el camino de la interpretación.

Tras ejercer de alumno, compartiendo clase con Steve McQueen, y profesor en el Actors Studio, donde enmendó la plana a Jack Nicholson entre otros, hizo sus pinitos en el teatro y alguna serie televisiva americana.

No debió verle malas maneras el maestro Hitchcock cuando le hizo debutar en el celuloide en un sugerente y ambiguo papel de villano en la imprescindible “Con la muerte en los talones” (1959). Pocos pueden decir que han debutado en una obra maestra así con un papel importante (hizo algún título más como secundario ese año).

Aquel papel de asesino despiadado y sexualidad ambigua, no logró darle el impulso que deseaba, por lo que tuvo que volver a las series televisivas, a las que se resistía porque lo que él quería hacer era carrera en el cine (rechazó el papel de Spock para Star Trek), apareciendo ocasionalmente como secundario en algunas producciones cinematográficas, algunas destacadísimas como “Cleopatra” (Joseph L. Mankiewicz, 1963).

La que sí le dio el definitivo impulso, aunque ha tenido varios, fue la exitosísima serie “Misión Imposible”, ahora convertida en franquicia cinematográfica, en la que interpretaba a Rollin Hand, una especie de Mortadelo serio, maestro del disfraz y los acentos.

Se negó Landau a ser considerado miembro permanente del reparto por si le surgía una nueva oportunidad en el cine, por lo que estuvo apareciendo como “estrella invitada” en la primera temporada.

Tras el éxito, los humos del visceral Landau se apaciguaron, por lo que pasó a formar parte del reparto permanentemente y a disfrutar de su éxito… hasta que quiso más dinero. Esta disputa salarial le alejó de la serie, en la que fue sustituido, cosas de la vida, por Leonard Nimoy, el actor que terminó encarnando a Spock, aquel papel que rechazó.

Volvió ocasionalmente a la televisión, ya fuera en apariciones episódicas, en algún capítulo o como personaje principal. Se recuerda “Espacio: 1999”, una serie que ahora muchos consideran de culto, pero que tanto la crítica como Landau criticaron con saña, saliendo de la parrilla tras dos temporadas. También un telefilm a las órdenes de Steven Spielberg, “Savage”, en 1973.

El marcado rostro de Landau, esos ojos claros, esas cejas diagonales que enmarcaban una mirada siempre inquisitiva, ese gesto rudo y algo amargo, le hacían un candidato especial para papeles de villano. Con los años y las canas su rostro se fue ennobleciendo, por lo que adquirió un aire de entrañable distinción sin resultar nunca sensiblero, con lo que abarcaba todo tipo de registros, algo que explotó bien Tim Burton, hasta llevarle a su único Oscar en 1994 con la excepcional “Ed Wood”.

No fueron sólo Hitchcock, Mankiewicz y Burton los grandes directores que contaron con Landau. George Marshall, Lewis Milestone, John Sturges o Henry Hathaway contaron con él en sus inicios para esos villanos (o no) del western y el bélico donde se fogueó (con Marshall hizo una comedia).


La historia más grande jamás contada” (1965), donde recibió órdenes de David Lean y George Stevens, fue otro de sus títulos destacados en esos primeros tiempos.

Su carrera languideció. Si bien nunca dejó de trabajar, sus proyectos eran muy discretos, hasta que a finales de los 80 y principios de los 90 una serie de grandes directores lo recuperaron e impulsaron reivindicando su figura y permitiéndole legar a la posteridad varios papeles extraordinarios.

Coppola con “Tucker, un hombre y su sueño” (1988), papel con el que ganó el Globo de Oro y consiguió una nominación al Oscar, Woody Allen con esa obra maestra que es “Delitos y faltas” (1989) y Tim Burton con uno de sus papeles iconográficos, el de Béla Lugosi en “Ed Wood”, hicieron reverdecer su prestigio.

Después participó en múltiples proyectos, de todo tipo y calidad, mezclando mediocridades con algunas joyas donde podemos destacar “Rounders” (John Dahl, 1998), su participación en ”Expediente X: enfréntate al futuro” (Ron Bowman, 1998) o “Sleepy Hollow” (1999) de nuevo con Burton, con el que repetiría en “Frankenweenie” (2012), prestando su voz.

No dejó de trabajar hasta el final, desplegó su distinguido y algo desgarbado porte por la gran pantalla hasta este mismo año, donde tiene previsto estrenar “The last poker game”.

Este secundario de lujo murió en Los Ángeles este sábado 15 de julio por “complicaciones inesperadas” que lo llevaron apresuradamente al hospital, con la muerte en los talones.

En cualquier caso, Martin Landau visitará mi casa a menudo, mi pantalla, como todos los grandes actores que se nos van, porque mantener la réplica al gran Cary Grant y decirlo todo ante James Mason sin un gesto de más y sin palabra alguna, está al alcance de pocos.


Descanse en paz, Martin, siempre te recordaremos.


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