sábado, 30 de julio de 2011

Crítica: CIELO AMARILLO (1949) -Parte 1/2-

WILLIAM A. WELLMAN




El título de este film es muy acertado. Siempre me ha resultado muy sugerente y polisémico. Además de ser el nombre del pueblo al que llega el grupo de ladrones en su huida, remite al cielo amarillo que éstos ven constantemente, de forma cada vez más agobiante e infernal, en el desierto que se ven obligados a cruzar. También remite al propio desierto, de arena amarilla (de sal), infinito que se extiende ante sus pies hasta donde les alcanza la vista, hasta el horizonte. Como no podía ser de otra manera también sugiere de forma simbólica la ambición por el oro que descubren en el pueblo y que para ellos sería el paraíso, su propio cielo forjado de color dorado, amarillo.
Es una de las películas más prestigiosas de William A. Wellman y más famosa que la espectacular “Incidente en Ox-Bow” (1943), aunque son muchas cosas, sobre todo de puesta en escena, que recuerdan a aquella.
Adaptación de la novela “Cielo amarillo” de William Riley Burnett, tenemos un western denso, oscuro, violento y profundo. Algo por debajo de “Incidente en Ox-Bow” pero una nueva muestra de la tremenda calidad de William A. Wellman.
Las similitudes de puesta en escena entre ésta e “Incidente en Ox-Bow” se pueden apreciar en la primera escena de ambas en el bar donde entran los protagonistas, el decorado es prácticamente igual, hay un cuadro y también un personaje fuera del bar, un auto homenaje parece.
Gregory Peck nos guía en este western moral donde él personificará la redención, un personaje en principio desagradable, un villano despiadado que acaba redimiéndose a través del amor. Un personaje complicado muy bien resulto por uno de los actores que mejor representó la integridad en el cine. Es raro ver a Gregory Peck en un rol desagradable aunque no le es desconocido, sobre todo al principio y al final de su carrera (“Duelo al sol” de King Vidor, 1946 o “Los niños del Brasil” de Franklin J. Schaffner, 1978, son ejemplos de ello).
Cielo amarillo” es una película curiosa, una rareza de un director considerado un mero artesano, una infravaloración que no hace justicia a muchas de las extraordinarias obras que nos ha regalado. Aquí tenemos todos los ingredientes del western, duelos, chicas, villanos, ladrones, robos, indios, la naturaleza, poblados, salones, pistoleros, la búsqueda de oro… pero ni uno sólo de ellos está tratado de la forma habitual. Por ello tenemos duelos pero son en off, tenemos chicas pero no lo parecen, villanos pero de profunda psicología y que son capaces de transformarse en gente decente, ladrones que al final no lo son, robos que tornan en decencia, indios que no son amenazantes en absoluto, la naturaleza que es salvaje, tenemos poblados pero están casi desiertos, salones sin glamur, tenemos búsquedas de oro pero éste se encuentra casi por accidente… Y además de todo ello tenemos personajes de compleja psicología, un tono denso y profundo de gran enjundia, lo que trasciende a todo género, aunque es un western puro. Como una película de autor pero profundamente clásica.
Por todo ello hay mucho que comentar, muchos temas sobre los que la película trata, de los que hace y provoca grandes reflexiones.
Uno de los puntos técnicos más destacados es la vigorosa y pegadiza banda sonora. Estupenda.
Wellman da una clase magistral de lo que significa ser imprevisible, con un guión magnífico repleto de giros se hace imposible al comienzo de la cinta prever qué ocurrirá. Una maestría narrativa sólo al alcance de los grandes. De una película de robos y ladrones en el oeste pasamos a la evasión de los forajidos y su lucha por sobrevivir en un entorno inhumano, que además sirve de metáfora, para volver a cambiar de registro y convertirse en un violento fresco sobre la codicia, la avaricia y los más bajos instintos en una trama con suspense y elementos negros.
Con el calcado inicio de “Incidente en Ox-Bow” ya comentado, vemos los preámbulos al robo que desencadenará toda la trama. Estamos en 1867, poco después de la Guerra de Secesión.
Son varios los personajes que vemos, todos ellos realmente muy bien definidos y tratados por Wellman, que dedica tiempo a desarrollarlos ya sean principales o secundarios. De todos hay 4 que tienen una mayor importancia y que vertebran la cinta, el abuelo de la chica, la chica misma (Anne Baxter), el jefe de la banda de ladrones interpretado por Gregory Peck y su principal secuaz, el siempre excelente Richard Widmark. De estos 4 hay dos que sufren una clara evolución, el personaje de la chica que cerrada en un principio a toda relación, renunciando a su feminidad, acaba cediendo a sus impulsos y su verdadero yo, y el de Gregory Peck, que si en un principio es un personaje moralmente reprobable poco a poco cambia hasta la redención final.
Nada hay al azar en la puesta en escena cuidadísima y detalladísima. Tras el robo la banda se arriesga a cruzar un desierto que parece imposible de superar, en apariencia su única esperanza de escapar de la persecución a la que son sometidos por el sheriff después del robo. Ese entorno se manifiesta como un símbolo de la aridez moral del grupo. Una banda de ladrones que tras la Guerra Civil ven en el robo la forma más fácil de subsistencia, un grupo deshumanizado, algo perfectamente remarcado en su travesía por el desierto. Esto cambia al llegar al pueblo de “Cielo amarillo”. Las escenas de la persecución en exteriores están magníficamente rodadas. La travesía por el infernal desierto es agobiante, de atmósfera perfectamente creada, de una fisicidad que traspasa la pantalla, donde la sed, el sudor y el polvo son sentidos por el espectador en cada plano. Esa parte, con el sol pegando fuerte, la ausencia de agua, las relaciones cada vez más tensas de los protagonistas y su agonía progresiva es una de las mejores de una película repleta de grandes momentos. Sentimientos mezquinos producto del instinto de supervivencia van saliendo a la luz. La deshumanización retratada sobre polvo, sudor y sol.
La llegada al poblado desierto sigue esa misma línea metafórica de desolación espiritual del grupo de ladrones, pero en esta ocasión el escenario es un poblado abandonado y derruido, una civilización acabada, un pasado olvidado. En este punto, y cuando todo parece perdido, surge la presencia de una chica, casi fantasmal, en medio de ese pueblo solitario y destruido.
Mike (Anne Baxter) acabará siendo el personaje que representará la regeneración de esos ladrones, al menos de algunos, de los que merezcan la pena.
No en balde el personaje interpretado por Anne Baxter es uno de los más importantes, como ya mencioné. Su evolución y complejidad es extraordinaria. Una chica que sólo mantiene contacto con su abuelo y no tiene relación con nadie más, masculinizada, con todos los atributos de un hombre del oeste (agresiva, domina las armas a la perfección, dura y que además se niega a su feminidad). Una negación baldía ya que la propia naturaleza no puede evitarse. Así aunque luche por mantenerse alejada de sus propios impulsos y niega su feminidad, su atracción hacia el personaje de Gregory Peck será irremediable, su curiosidad por los hombres incuestionable. Ejemplos de ello los tenemos en la escena del intento de violación o en las que comparte a solas con Gregory Peck, una relación de amor-odio visceral, salvaje y pasional donde vemos besos y disparos.

 



2 comentarios:

  1. Ya sabes que no es precisamente mi género favorito y esta en concreto no la he visto, pero quizá le de una oportunidad (especialmente porque sale mi adorado Peck)

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  2. Es un western bastante curioso con tintes de cine negro.

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