sábado, 3 de diciembre de 2011

Crítica: PASOS EN LA NIEBLA (1955)

ARTHUR LUBIN






Otra satisfacción más que da el cine clásico. Una película poco conocida que es una joya. Una intriga de buen pulso, precisa, depurada y de una concisión asombrosa. Aquella época fue increíble, dónde y cuándo menos te lo esperas surgía una gran obra, las hacían casi en serie.
Dirigida por un poco conocido Arthur Lubin y protagonizada por Stewart Granger y Jean Simmons, la película narra la historia de Stephen Lowry (Granger), un aristócrata inglés que ha perdido a su esposa sin que se aclaren del todo las causas, que en apariencia fueron producto de una extraña enfermedad. Lily Watkins (Simmons) trabaja como sirvienta en su casa y sabe la verdad de lo que ocurrió, lo que intentará aprovechar para conseguir el amor de su señor.


La película va directa al grano, ni se extiende, ni se alarga, ni se entretiene, las escenas son precisas y duran poco, dando la información con contundencia, sin ser redundante o enfático, y además logrando sorprender en todas y cada una de ellas con las nuevas revelaciones. No es tanto una película de suspense, aunque también lo haya, como de intriga, donde la tensión va creciendo. Es un tópico dejarse llevar sobre lo que hubiera podido hacer Hitchcock con algo así, pero lo cierto es que aunque muy diferentes en planteamientos, y en todo, los dos directores, el bueno de Lubin saca un gran partido a la intriga. Hitchcock, hizo “Atormentada”, de 1949, con una trama similar y prescindiendo de casi la totalidad de los elementos de suspense, centrándose más en el drama y la intriga. “Pasos en la niebla” no desmerece en absoluto a la cinta de Hitchcock.



Ambientada en una Inglaterra nebulosa de la época victoriana, podemos destacar desde los aspectos técnicos, como esa ambientación de las calles llenas casi siempre de niebla y que acentúan el suspense en alguna escena clave, alguna de las mejores, (la persecución de Granger a Simmons por la calle), a los artísticos con las grandes interpretaciones de los dos protagonistas. El comienzo es magistral, como la historia va dando giros de un lado a otro con naturalidad, sin estridencias, ni escenas, como comenté antes, donde se recree el director. La calidad la entronca con grandes películas del género, desde recordar con ese cuadro siempre presente en el salón a muchas de las “películas con cuadro” como “La mujer del cuadro” 1944, de Fritz Lang,  o “Laura” (1944) de Otto Preminger, a por ejemplo, “Cara de ángel” también de Preminger de 1952, donde Simmons también interpretaba a una mujer retorcida, en aquel caso en el género negro. Puede recordar también a “Rebeca” (Hitchcock, 1940), en esa paulatina conversión de la sirvienta en señora de Lowry, probándose sus trajes y joyas. La escena donde se prueba sus vestidos me recordó también al final de “Eva al desnudo” (Mankiewicz, 1950). Nada tiene que ver aquel personaje (“Cara de ángel”) con éste, donde las motivaciones de la sirvienta interpretada por Simmons son única y exclusivamente el amor, para ello no escatimará esfuerzos en procurar “domar” a su señor. El personaje de Granger por el contrario tiene motivaciones más mundanas, el dinero.




Cabría reprochar quizá cierta ingenuidad en la chica que habría demostrado ser muy inteligente, pero está bien justificado en líneas generales. Así, salvo algún punto de guión como el comentado es una cinta realmente notable.
La resolución, con el intento de chantaje por parte del marido de la hermana de la protagonista, podría quedar forzada, sino fuera porque aquello al final no interviene en el desenlace, lo que me pareció un detalle realmente bueno de la conclusión.



El tratamiento de los personajes es muy brillante, tanto en el caso de Granger como de Simmons, en cambio los secundarios están más desdibujados, sobre todo en el caso de la chica casadera, pero estos cumplen su cometido de complemento a los verdaderamente importantes.

El retrato de la sociedad victoriana es acertado, con ese contraste entre lo externo, las apariencias y el fingimiento de respetabilidad fundamentado en los buenos modales, y unas pulsiones internas que nada tienen de respetables. Una podredumbre moral interior que se manifiesta en el personaje de Granger. No es achacable a toda una clase social, ya que otros muchos son perfectamente respetables… en apariencia, y las clases más bajas tampoco quedan bien paradas.







Y todo esto sin efectismos, artificios o exageraciones, con talento y clase. Muestra unos exteriores casi siempre amenazantes en contraste con la seguridad y la paz de los interiores, es ahí, en su casa, donde el personaje de Granger se siente seguro, y es ahí donde muere podrido por dentro, por esa podredumbre moral de la que hablaba antes, en un final magnífico. El ansia por protegerle de ella acaba provocando su muerte inconscientemente. La película es una gratísima sorpresa. No es baladí que en los exteriores siempre se muestre el modo de ser verdadero o se hagan confesiones sinceras los personajes (reconocimiento de enamoramiento por parte del abogado, el asesinato de Lowry...).




Como curiosidad las apariciones del gato. Lowry se siente realmente a gusto con sus pájaros enjaulados, donde él se erige en controlador absoluto, por el contrario no soporta al gato, que seguramente era de su mujer y simboliza el espíritu libre, algo que no puede controlar, y que se acaba relacionado con apariciones del personaje de Simmons.






La escena donde ella desvela que sabe la verdad sobre la muerte de la mujer de Lowry es espléndida, por sorprendente, y está perfectamente concluida con ella abriéndole la puerta a él para que pase, tomando el control de la situación, cosa que él soporta de mala manera, como al gato. El plano final del cuadro se intuye como el cumplimiento de una venganza de ultratumba.






2 comentarios:

  1. excelente pelicula me fascino.bellatona

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    1. Me alegra descubrir gente que admira estas grandes películas. Un abrazo.

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