martes, 7 de agosto de 2012

Crítica: GRUPO SALVAJE (1969) -Parte 2/4-

SAM PECKINPAH








Estallido a lo Peckinpah.

Como no podía ser de otra forma la violencia se dispara. Salpicones de sangre, con lo que impactó eso en su momento, al acertarse un disparo, montaje muy sincopado y voluntariamente caótico para mostrar mejor la confusión reinante, con multitud de elementos que se mezclan, cámaras lentas, barridos, panorámicas rápidas, un puzle de violencia exagerada, realmente espectacular. Un inicio que deja impactado al espectador. Lo grande de Peckinpah en sus secuencias de acción es como maneja el tiempo, como es capaz de mezclar el caos y la confusión trepidante del montaje y los movimientos rabiosos de cámara con las cámaras lentas que gustan del detalle, de la muerte, de las caídas, de los cuerpos retorciéndose, consciente del artificio que supone y depurando de algún modo los bestiales sucesos que muestra. Esa alternancia de ritmos es la esencia del cine de Peckinpah, que encuentra poesía, belleza o esteticismo, en las más crudas situaciones e historias. Un ejemplo de esto lo tenemos en una caída desde un tejado rodada a cámara lenta pero de la que no se ve el trayecto entero seguido, sino que está intercalado con otros planos a velocidad normal con mucho dinamismo en cámara y actores, lo que supone un contraste tremendo, logrando que se quede grabado en la memoria cada momento intermitente de esa caída, dotándola de una importancia especial.





El montaje además muestra planos muy cortos e individuales de los pistoleros, donde los vemos a cada uno por un lado, una radical individualidad en la planificación. La fragmentación narrativa es algo muy querido por Peckinpah, así los detalles desde el montaje, como los comentados, adquieren una mayor significación y conciencia en la planificación de su obra. Un detalle de maestro. La historia de nuestros pistoleros irá por un lado y la de Robert Ryan por otro, están unidas por un tronco común, pero fragmentadas es distintas ramas. Durante el metraje, con el uso de algún inserto en flashback o la separación de algún componente del grupo, esta fragmentación se agudiza.


En la parte final del tiroteo, con montajes paralelos, muy usados durante la escena en breves momentos concretos, se acentúa la presencia de niños y su mirada, entre asustada e incrédula, a toda la muerte y violencia que sucede a su alrededor. La mirada de la infancia hacia ese mundo pervertido y decadente siempre presente.

Los zooms de retroceso a menudo muestran un hecho significativo, por ejemplo un muerto, para luego mostrar su contexto o entorno.

El sexo, el morbo, la perversión, la depravación… están siempre muy presentes en el cine de Peckinpah. Personajes que no contienen sus pulsiones, ya sea por no tener filtros o porque las circunstancias y situaciones les ponen al límite de su control (en “Perros de paja”, 1971, se ve este extremo con meridiana claridad). Así en “Grupo salvaje” tendremos diálogos descarados, morbosos, y personajes lascivos sin el menor escrúpulo, como ese pistolero encargado de custodiar a los rehenes y que provoca obscenamente a una mujer mayor. Una clara evolución de los tiempos, del clasicismo.

Desmitificación, crueldad, violencia explícita, realismo, naturalismo… y una aparente falta de heroísmo e idealismo que al acabar la cinta será todo lo contrario.



La secuencia se cierra de forma circular, con los falsos soldados huyendo y los críos terminado su cruel juego con el fuego, las hormigas y los escorpiones… la fiesta de la muerte, escorpiones entregados a un ejército de hormigas para su ejecución, falsos soldados en una encerrona repleta de muerte, animales que sirven de metáfora para el comportamiento humano. Los críos finalizan, como demiurgos, con el juego, de igual forma que un destino fatal acabará con todo lo que encontremos a nuestro paso a lo largo de la narración. Por si fuera poco, un encadenado une el fuego en la paja de los niños para quemar a las hormigas y los escorpiones con los resultados de la matanza (sólo queda la muerte y la destrucción), y veremos cómo los cazarrecompensas, como si de animales de carroña se tratara, se pelean entre ellos por conseguir pequeños trofeos de los muertos. Alimañas con cruz, eso sí. Peckinpah usará la cámara en mano subjetiva para Ryan y así mostrar la perturbación del único que parece sentir algo, mientras dos de sus hombres discuten para dilucidar quién de ellos mató a uno de los muchos cadáveres allí desparramados. Una memorable primera secuencia.

Uno de los detalles más significativos que en este blog no puedo dejar pasar por alto, es el momento de extraño pudor que tiene Peckinpah en el epílogo de la escena final. Uno de esos momentos sublimes y que definen la personalidad e intenciones de su director, la enorme categoría de la película aunque pase desapercibido para la mayoría.

El pistolero que estaba encargado de vigilar a los rehenes del banco ha sido olvidado por sus compañeros en la huida, entre juegos y canciones los tres rehenes intentarán escapar en un descuido pero no lo lograrán. El hecho significativo es que estas muertes se producen fuera de campo, no las vemos, ¿por qué? ¿Por qué en una película de violencia explícita donde no se escatima en nada, donde vemos cuerpos perforados por las balas, y la muerte y la crueldad en primer plano, Peckinpah no nos muestra, pudoroso, esas muertes, para acto seguido sí enseñarnos la de ese mismo pistolero?



Muy sencillo. Respeto. Peckinpah nos muestra un mundo corrompido y putrefacto lleno de violencia, el hábitat de sus personajes, y por tanto asume que lo que les ocurra, por cruel que sea, es algo a lo que están expuestos, y en muchos casos merecen. Peckinpah también mostrará su respeto por muchos de sus personajes, pero no de la misma manera, lo hará en forma de homenaje o gesto de cariño, pero no se mostrará pudoroso con ellos, como ocurre en esta misma cinta. Él siente afinidad por algunos de sus personajes o lo que representan, pero no oculta nada de lo que pueda suceder en ese mundo, su mundo. Además tampoco los juzga, muestra sus pros y sus contras, permitiéndose nada más un homenaje final. En cambio, los tres civiles muertos en esta escena son completamente ajenos al mundo que Peckinpah quiere mostrarnos, víctimas colaterales de él, es por ello que Peckinpah, al que se le acusa de violencia gratuita no muy justamente, omite el momento de su muerte.



Un mundo con pocos valores, crudo, pero del que Peckinpah logrará sacar zumo, exprimiendo mucho, de pura poesía y sentimientos auténticos.

Peckinpah muestra todas sus bazas al incluir al ferrocarril en la narración, la culpa es suya y de su ambición y mala gestión, un ferrocarril que representa la modernidad, el capitalismo, el desarrollo y la regulación… o sea lo opuesto a lo que representan nuestros pistoleros protagonistas, que empiezan a estar fuera de sitio en ese mundo que se está formando. Ejemplo perfecto de western crepuscular… y vigoroso.



El tema de la infancia antes mencionado tiene especial importancia, veremos niños durante toda la proyección ver las más atroces matanzas, ser testigo de la más salvaje violencia. Ya hemos mencionado el momento del comienzo pero tendremos más escenas, ese momento en el que los críos juegan a ser pistoleros imitando lo que acaban de ver, cuando corren divertidos detrás del coche que arrastra a Ángel, incluso montándose sobre él… Un plano lo resume todo, una madre con una canana amamantando a su hijo. Niños que han mamado la violencia desde el mismo nacimiento y que en muchos casos la acabarán practicando cuando crezcan.

No hay concesiones en “Grupo salvaje”.


Lo que ha acabado diferenciando a Peckinpah de muchos otros directores que imitaron o tenían una concepción similar del cine que el maestro, su rasgo de genio, de talento imperecedero, está en mostrar detrás de toda esa sordidez, dureza, violencia, suciedad, sangre, polvo, sudor… una autenticidad, sensibilidad, sentimientos profundos y valores verdaderos, que nadie podía esperar al ver sucederse las imágenes pero que van calando poco a poco, logrando trascender el mero relato visceral y enérgico. Una “poesía de la violencia” que se desvela tras las corazas de unos personajes forjados en ella a fuego. Ejemplos hay miles pero pondré uno sutil. El gesto de comprensión de Borgnine hacia Holden cuando éste tiene que matar a uno del grupo que ha quedado herido.


Todo esto es lo que ha llevado a esta película a su reconocimiento actual, elementos que no se valoraron en su día, eclipsados por la violencia y la realización de Peckinpah. Todo esto, y muchas más cosas, es lo que le da la dimensión de western imprescindible en la historia del cine.






La trama se lanza, se presenta la situación de Thorton, Robert Ryan, ex presidiario, antiguo miembro del grupo de Pike, que se ha pasado al bando de la ley para perseguirlos. Su conocimiento del grupo es lo que decidió a los jefes del ferrocarril a encargarle la misión. Ahora tiene 30 días para lograrlo o “volver a Yuma”. Los recuerdos de su experiencia en la cárcel le atormentan y deciden a perseguir a sus antiguos compañeros. Se le llama Judas, se le identifica con la traición.


México.

México siempre ha sido un lugar indispensable en el western y en la novela negra, otro punto en común más. Un lugar que es una orgía de contrastes, paraíso, ciudad de muerte, refugio, salvación, criadero de delincuentes, hogar de maleantes que huyen de la justicia, lugar para la inocencia y para la peor de las perversiones. Aquí Peckinpah nos introduce en el país en medio de la revolución de Pancho Villa, pero su mirada, especialmente a los pueblecitos de allí, es profundamente cariñosa. Ya se encargarían, y encargaron, muchos otros westerns y novelas negras de desmitificar México.

El western, Texas, el río Grande o Bravo, la frontera, México… un universo imprescindible.



Cuando llega la hora del reparto saltan las desavenencias, unos quieren un reparto donde salgan más beneficiados, algo a lo que Pike, el jefe, se opone. Esta discusión, Peckinpah, la rueda con planos medios donde se incluyen a los dos hermanos reivindicadores y a Pike, especialmente, con algún inserto de otros aludidos, pero cuando Pike se muestre firme defendiendo las normas establecidas de siempre, se le hará un primer plano que manifestará su poder y jerarquía, incluso se levantará para dar más énfasis a sus palabras. La pausa y el momento de tensión al enfrentarse Pike con los hermanos reivindicadores tendrá otro magnífico detalle de montaje al mostrarnos en un plano general a todos los personajes, con los protagonistas del duelo dialéctico en la parte central del encuadre, de esta forma Peckinpah nos muestra el reto en todo su esplendor, en cuanto los hermanos cedan volverán los planos medios iniciales.


Como en el comienzo nada es lo que parece y el sufrido botín tampoco… no hay dólares, son arandelas.

Más detalles de puesta en escena, los dos hermanos, protagonistas del conflicto, están entre Ángel y Pike, situados a extremos opuestos, las interpelaciones a los personajes, a sus espaldas se van sucediendo, remarcando la tensión y distancia entre los personajes… hasta que Pike media y todos se reúnen en el centro para planear qué harán a continuación. En ese momento Peckinpah irá reduciendo la tensión hasta llegar a lo opuesto, la distensión, donde tras las desgracias el grupo acaba por reírse de sí mismo en total camaradería. Una forma maestra de narrar, modular y regular las emociones en una secuencia y mostrarlo desde la puesta en escena. Deciden atacar el ferrocarril. Una relación de camaradería muy hawksiana. Como he comentado hay mucha innovación e influencia de Leone y el spaghetti western en Peckinpah y “Grupo salvaje”, pero también la hay, y quizá en mayor medida, de los Ford, Hawks y compañía. Con todo, al maestro Howard Hawks no le gustó nada “Grupo salvaje”, a pesar de los puntos en común. Le repelía su moral y su look, algo lógico, por otra parte, ya que en eso los dos cineastas parecían muy distintos.



Dedicada a Rústico y Kufisto, que espero lo estén disfrutando.







5 comentarios:

  1. Feliz primer aniversario,queridísimo Mrsambo.
    Aunque no suelo comentar aquí,solo disfrutar y aprender,no quiero dejar de felicitarte en esta fecha especial.
    Que cumplamos muchos más.
    Y lo digo en primera persona,porque este rincón cinematográfico,es también mío.
    Un abrazo.
    Lunalia.

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  2. Muchas gracias Lunalia, tus apariciones siempre son un premio para mí. Un abrazo.

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  3. La palabra crespuscular me hace vomitar al relacionarla con esa ñoñez de vampiritos chachi pirulis21 de agosto de 2012, 23:52

    Bueno, segunda parte leída. Y coincidente al 100% en todo todito todo.
    A veces pienso si el gran Sam escribió un largo y hermoso poema, y una vez acabado, la aderezó con su pimienta particular, la violencia.

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  4. Sí, Tarantino tiende más al humor, quizá sea por eso la sensación.

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  5. Sobre los niños en la pelicula me parece curioso que sea el niño que hiere a Pyke el mismo que llevo el telegrama y quedo embobado mirando al general Mapache.
    Algo que no he visto reflejado aqui es la aparente homosexualidad de Dutch. No solo se muestra reverencial con Pyke, sino que es el unico que no va de juerga con prostitutas y ese final cuando muere Pyke, " Pyke, Pyke...Pyke" con mucho sentimientos

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