martes, 20 de marzo de 2018

TEATRO: Cyrano

TEATRO










Pocas obras hay más románticas…bueno, mentira. Hay muchísimas; pero pocas hay, para los que nunca fuimos ni seremos ‘reinas del baile’, que lleguen tan hondo.

Es tan fácil identificarse con este personaje… posee un alma delicada, poética, llena de belleza, inteligencia y sensibilidad, pero que habita un cuerpo con una “característica” que le provoca un complejo neutralizador de todo impulso, el talón de Aquiles que, para poder seguir viviendo, debe ser ‘agarrado por los cuernos’ y manejado como arma para afrontar la mirada de los otros… hasta tal punto que esa pantomima es tan genial que es recogida por los demás como la verdad indiscutible, condenándole a vivir continuamente un engaño, que le impide mostrar sus verdaderos sentimientos al objeto de su amor.

¡PERO DÍSELO, TONTO! ¡Dile a tu Roxanne que la amas, háblale tal como le escribes y se dará cuenta, te querrá! ¡Es tu sensibilidad la que ama, Christian sólo es un envoltorio!”. Se piensa eso mil veces viendo las escenas, hasta se le ve un poco “pagafantas”, pero un “pagafantas” enternecedor, porque hay que entender que los complejos, por desgracia, pueden ser paralizantes para quien los sufre…

Cyrano es la fragilidad disfrazada de fortaleza, la sensibilidad vestida de rudeza, la debilidad última, la más fuerte, la que hace que hasta la certeza de la muerte parezca una nimiedad ante la importancia de una promesa realizada a la persona amada secretamente. Una debilidad que sólo se descubre, se libera y brilla en su valía cuando ya no hay remedio.





Desde luego, Edmond Rostand escribió "Cyrano de Bergerac", allá por 1897, pensando en esa clave, una tragicomedia sentimental de la que dudaba la noche de su estreno, pero que se convirtió en una de las obras más populares del teatro francés, que ha trascendido en todo el mundo como icono del romanticismo.

Cyranos

Pues resulta que Cyrano existió. Bueno, para ser más precisos, hubo un Cyrano, autollamado de Bergerac, porque ese era el nombre de las tierras que compró un abuelo pescatero. Contemporáneo de Molière, el Cyrano de verdad era un burgués acaudalado, poeta y militar, que efectivamente participó en el asedio de Arres contra los españoles, donde fue herido.

Rostand le imaginó con una ‘tocha’ que llegaba antes que él, y perdida y desesperanzadamente enamorado de su prima Roxanne.

Y esa obra de Rostand, escrita en verso, tuvo multitud de adaptaciones (teatro, ópera y cine); la más famosa la interpretó en 1950 José Ferrer (y le valió un Óscar), dirigido por Michael Gordon, aunque quizá la que recordamos por más próxima es la versión que bordó Gérard Depardieu en 1990, en una deliciosa película dirigida por Jean-Paul Rappeneau, donde Christian era Vincent Pérez y Roxanne era Anne Brochet.

Esta adaptación es un proyecto personal de Homar. Se recupera el mismo equipo humano (aunque ampliado en tareas de administración y producción) que en 2016 llevó a escena "Terra Baixa" de Àngel Guimerà (adaptación en la que Homar interpretaba todos los personajes, en un montaje excepcional, y lo decimos porque lo hemos visto). Sobre el montaje, Homar nos dice: “Juntos queremos llenar de sentido un teatro que tiene como principal objetivo conectar profundamente con la gente, conscientes de que eso supone comprometernos de veras con nosotros mismos. Cyrano, a través del amor hacia Roxanne, acabará queriéndose a sí mismo. Seamos como él y así, quizá, mutaremos en mosqueteros y mosqueteras de una vida más plena”.

Un Cyrano en clave de superación


Y en esa visión que nos deja Homar abunda el director de la obra. Esta adaptación de Cyrano quiere ir mucho más allá de la inmediata carga sentimental de la trama. Apunta a una forma de afrontar la vida; sobre ello, el mismo Pau Miró nos dice: “Cyrano es un hombre que lucha contra su propia debilidad. Y si bien es capaz de enfrentarse a cien hombres y vencerlos, no puede hacer lo mismo con su debilidad. Esa nariz prominente es la imagen más evidente y grotesca de su vulnerabilidad, la vulnerabilidad de un héroe, la fragilidad de un hombre. Hasta alguien tan valiente como él se empequeñece ante su miedo más íntimo: expresar que ama y necesita ser amado sin que necesite la ayuda de ningún intérprete, en este caso del guapo Christian.

Y es aquí donde centramos nuestra mirada, en las dificultades de vivir con plenitud aquello que somos. Nuestras imperfecciones, o quizá podríamos decirlo de otro modo: aquello que nos hace singulares, que casi nunca es bien recibido por la sociedad.

La diferencia se percibe como un enemigo a combatir y no como un enriquecimiento de la mirada predominante. Este Cyrano pretende ser un canto vitalista en esta dirección. Un rescate de la voz que hay detrás de la coraza que a todos nos acompaña. Todos, mosqueteros y mosqueteras, tenemos un objetivo común: hacer de este clásico popular un clásico contemporáneo.”

Es decir, que se puede contemplar este Cyrano en clave de “¿Ves lo que pasa cuando no te atreves a superar tus miedos? ¡Atrévete, cree en ti! ¡No pierdas oportunidades! Tu singularidad te hace único y ser único es bueno. Quiérete, valórate y los demás te verán en plenitud, que es cuando más atractivo serás". Y sí, claro, es una lectura posible. Viable. Y muy encomiable.

Sería ir más allá de lo de “la belleza reside en el interior”, cuando percibimos una “narizota”, porque bajo este prisma, la “belleza” y la “narizota” son metafóricas. Podría ser cualquier cosa que nos limite, y no necesariamente física. En esta lectura se va más allá de la, aunque importante, primera impresión de un aspecto, que no deja de tener su peso porque, como en un momento dado señala Cyrano a su Roxanne cuando ella se da cuenta de que las cartas son de su primo y no de Christian: “sí, las palabras son mías, pero la sangre era la de él, él era el bello”.





Una reflexión interesante, que debería dar fuerza a quien crea que no es lo suficientemente “X” como para que ocurra “Y”. Encomiable, y que nunca está de más para quienes van (vamos) “encogidos” por la vida. Y el seguir el consejo y estar seguro de uno mismo es una postura sana, aunque no garantice el éxito en todas las acciones que se emprendan, y esa “garantía”, pese a la actitud, es mucho menos segura en el amor. Porque… ¡ay el amor!… ¿Qué es lo que provoca ese ‘click’? No se sabe (o sí, que existen mil explicaciones científicas relacionadas con la química, la biología y la pervivencia como especie)… porque el Amor tiene razones que la Razón ignora…

Pero, ¿qué cuenta Cyrano?

Cyrano es un mosquetero bravucón y poeta, con una prominente nariz de la que nadie se atreve a hacer mofa, puesto que supondría un inmediato duelo, y es buen espadachín. Cyrano está enamorado de su prima, la bella Roxanne, pero sin esperanza por avergonzarse de esa característica física que tiene. Nos lo encontramos buscando pelea en la plaza del teatro porque no le ha gustado la interpretación de un actor y un noble se mete con él por esta causa, aludiendo torpemente a la prominente nariz. Cyrano le reta (física y dialécticamente, a la vez) y le vence, con gran jolgorio de la población llana, tras lo que se gana un enemigo más entre la nobleza. Cyrano regresa a su cuartel, donde acaba de llegar Christian de Neuvilette, un bello joven, intelectualmente justito.





Roxanne visita a su primo Cyrano para pedirle una cosa y éste, que se ilusiona con la posibilidad de que sea para decirle que le quiere, se encuentra con que es para pedirle ayuda y protección para el recién llegado Christian, del que se ha enamorado y que, a su vez, también se ha enamorado de la belleza de la joven.

Incapaz de negarle nada a su amor, Cyrano promete protegerle, y Christian, que no le conoce y se extraña, indaga sobre su protector, recibiendo las explicaciones de Raguenau, un pastelero con ínfulas de poeta, y el vizconde Valvert, amigos de Cyrano. Christian le confiesa el amor que siente por Roxanne a su protector a la vez que le explica su miedo a no poder expresárserlo con las palabras adecuadas. Cyrano, pese a su dolor, no duda en ayudarle escribiendo para él bellas cartas y apuntándole unas palabras dulcísimas que Christian le recita a su amada en una noche que sale a rondarla, y por las que Roxanne cae rendida a sus pies.

Pero a la bella joven también la pretende el conde de Guiche, con un escalafón más alto sobre los mosqueteros, acuartelados por estar Francia en guerra con España. Como Christian se ofende y le reta, venciéndole, el conde en venganza les manda a un duro asedio, Arres, donde se enfrentan a una muerte casi segura. Sabedores de esta decisión, los amantes, desesperados, traman una boda secreta, que se lleva a cabo precipitadamente con la ayuda de Cyrano y, al alba de ese mismo día, apenas pronunciados los votos matrimoniales, los mosqueteros se encaminan a su destino. En una de las escaramuzas para defender la posición, de Guiche pierde, por cobardía, la banda que le confiere la autoridad militar, que es encontrada por Cyrano, quien se mofa, aunque se la devuelve en un noble gesto. A la vez, Roxanne, loca de amor por Christian, va a su encuentro en mitad del asedio. Cyrano, sabedor de que los españoles van a atacar a muerte, encomienda a de Guiche la seguridad de Roxanne para sacarla de allí, y escribe para Christian una última carta de amor dirigida a Roxanne, honda y muy lírica, consciente de que puede ser la última, su despedida. En ese último asalto, Christian muere llevando la carta, pero Cyrano se salva.

14 años después, Roxanne se ha recluido en un convento y sigue llevando luto por Christian. Cyrano, muy envejecido y con muchos enemigos, va a visitarla siempre. Una tarde, en ese camino hacia el retiro de su prima, sufre una emboscada. Moribundo, emplea sus últimas fuerzas para acudir a la cita con ella. Conversando, Roxanne le enseña la última carta, manchada de sangre de su amor, y empieza a leerla… Cyrano sigue las palabras, recitándolas de memoria. En ese momento, Roxanne se da cuenta de que es Cyrano el autor de todas las palabras que creía eran de Christian, las que la cautivaron de tal forma que le han hecho recluirse y guardarle luto durante 14 años, pero Cyrano, herido gravemente, muere en sus brazos.

Valoración

La obra me encanta. La conocía por haberla estudiado en el instituto, en las clases de francés, y por la versión cinematográfica de Depardieu, así que iba muy predispuesta a dejarme llevar por el romanticismo y por la maestría de Homar, un grande de la escena, a quien he seguido a lo largo de los años (sin ir más lejos, el excelente "Ricard III" que trajimos a Cinemelodic no hace mucho).



Y no me defraudó en absoluto. La puesta en escena, muy esquemática, apenas unos andamiajes que hacen de cuartel, pastelería, calle…vestidos de blanco (uniformes de esgrima) los héroes (hasta las escenas finales, donde el tiempo, la tristeza y el duelo reclaman los tonos oscuros), en contraste con los “villanos”, vistiendo de oscuro en un escenario también en sombras. Una iluminación y sonido perfectos, especialmente para la transformación del escenario inicial en el sitio de Arres, y una mención especial a las melancólicas melodías de Sílvia Pérez Cruz que acompañan los momentos más líricos.

La traducción de los versos al catalán, muy lograda, y la dicción, que es lo mejor de todo, nada chirriante, sin “cantinelas”: perfecta, dulce, acompasada, que hace casi olvidar el formato versificado.

Desde luego, Homar es el núcleo y la estrella brillante de esta obra. La intensidad necesaria para la bravuconería del Cyrano más desafiante, el lirismo y sensibilidad extremas de ese Cyrano enamorado sin esperanza, amante de su amor hasta el punto del sacrificio, con el que se puede conectar perfectamente.




Roxanne es Aina Sánchez, una actriz que presta una gestualidad ‘milennial’ al personaje, y una gran vitalidad y frescura que nos enamoró.

El resto del reparto muy bien, mencionando la labor del galán Christian, un joven y desgarbadote (a posta) Àlex Batllori, que resulta muy natural.

Pero todos pivotando sobre Homar, eje de una obra que atrapa, y mece, y llega.








FICHA TÉCNICA

Idea original: Lluís Homar
Autor: Edmond Rostand
Traducción: Albert Arribas
Dramaturgia y dirección: Pau Miró
Intérpretes: Lluís Homar, Joan Anguera, Aina Sánchez, Albert Prat, Àlex Batllori
Escenografía y vestuario: LLuc Castells
Composición musical y voces: Sílvia Pérez Cruz
Iluminación: Xavier Albertí, David Bofarull
Espacio sonoro: Damien Bazin
Caracterización: Eva Fernández, Lluc Castells
Asesor de esgrima: Xavier Padilla
Producción: Temporada Alta 2017 y Lluís Homar



Por @MenudaReina

No hay comentarios:

Publicar un comentario