miércoles, 21 de marzo de 2012

Crítica: GALLIPOLI (1981) -Parte 1/2-

PETER WEIR







La batalla de Gallipoli tuvo lugar en 1915 durante la Primera Guerra Mundial. Los ejércitos australiano y neozelandés se unieron al del Reino Unido para enfrentarse a los turcos en Gallipoli.

La misión de los aliados era pillar por sorpresa al ejercito otomano y así atravesar sus fronteras para prestar apoyo a los rusos, que estaban escasos de armamento para enfrentarse a su enemigos (alemanes, austrohúngaros, turcos…). La idea, que los aliados desembarquen en Gallipoli y penetren en las defensas turcas.

Los ANZAC (el ejercito formado por Australia y Nueva Zelanda de forma conjunta), se formaron precisamente en esta batalla, y Peter Weir recrea concretamente en el último tercio de su película la batalla de Nek, un ataque suicida el 7 de agosto de 1915, donde varios batallones del ejército australiano fueron masacrados en una misión imposible. Curiosamente y aunque la misión fue un fracaso esta batalla es especialmente simbólica para los australianos, para los que representa los más altos valores y sublima el sentido patriótico (conmemorado en el día de los ANZAC).

En cualquier caso Peter Weir utiliza, en esta excepcional película, este conflicto sólo como marco para la historia de amistad que le interesa, y mostrar las consecuencias e influencia de la guerra en esos jóvenes, la pérdida de la inocencia, de ahí que el conflicto en sí se limite al último tercio y no haya el más mínimo interés en explicar las evoluciones del mismo en general.

Muy pocas veces Peter Weir ha pinchado en hueso, por no decir ninguna. Desde sus mismos inicios como director todas sus películas están alejadas de la mediocridad, oscilando entre lo notable y lo sublime.

Confío en que Peter Weir, aunque sea con el tiempo, adquiera el estatus que tiene un Clint Eastwood, por poner un ejemplo. Peter Weir es uno de los mejores cineastas de nuestro tiempo y va siendo hora de que se le valore como tal.

Weir había llamado, y mucho, la atención con “Picnic en Hanging Rock” (1975) y “La última ola” (1977), pero “Gallipoli” (1981) supondrá el impulso definitivo a su carrera y que la industria hollywoodiense lo captase. Es una pena que se prodigue tan poco, en comparación con otros al menos, pero cada obra de Peter Weir es recibida con alborozo por todo cinéfilo que se precie. Uno de los cineastas más coherentes y de filmografía más consecuente y compacta del cine actual. Todas sus películas son brillantes.


En “Gallipoli” tenemos ya la mayor parte de las ideas que Weir irá desarrollando en sus posteriores trabajos, incluso en posteriores títulos a éste veremos las similitudes, como iré comentando. Un Peter Weir que tiene además una pasmosa facilidad para lograr la emoción sin caer en sensiblerías, una emoción universal comprensible por todo el mundo que suele dar unos finales magistrales a este respecto. El de “Gallipoli” es un buen ejemplo de ello.

Gallipoli” cuenta la historia de dos amigos, atletas además, que por distintas razones deciden alistar en el ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial contra los turcos. Poco a poco su idealista visión del conflicto se irá resquebrajando al tiempo que pierden la inocencia de la juventud para entrar bruscamente en una madurez que quizá no lleguen a disfrutar.

Weir inicia su película en mayo de 1915. Un deportista, un corredor y su entrenador, un sobrino y su tío. Weir usará el tema del deporte como metáfora e irá desarrollando, como explicaré, la idea del conflicto de forma absolutamente magistral.

La planificación en esta escena es corta, con primeros planos y planos detalle antes de la carrera que Archy Hamilton (Mark Lee) se prepara para hacer. Se enfocan sus pies, el cronómetro de su tío, los rostros… Una planificación corta que sólo se rompe para un plano general que nos muestra la distancia que Archy recorrerá. El sprint y su buena marca será rodada con un travelling. Weir logra así dar un carácter simbólico al hecho de correr, al deporte. Esa actividad será la pura libertad, de los planos cortos opresivos, como si contuvieran al personaje, pasamos a la explosión de actividad en la carrera con ese travelling. El travelling además se inicia tarde, la carrera de Archy parece cogerle de improviso, hasta el punto que luego la cámara debe acelerar para ponerse a su nivel, una idea perfecta para mostrar la velocidad del chico. Esta misma concepción del travelling la veremos en alguna escena de “El show de Truman” (1998).

Peter Weir es un director eminentemente clásico, su dirección es tan elegante, precisa y personal, que quizá sea una de las causas de la poca valoración que se le da. El hecho es que si ves una película de Peter Weir sabrás que es de él si prestas un poco de atención al detalle.

Además las carreras, el deporte al que se dedican Archy y Frank, son metáfora de la misma juventud, de la misma vida. La vida como una carrera hacia la muerte, pero en la que no es necesario llegar primero. Archy tiene prisa, Frank ninguna, por llegar a esa meta.

La elegancia de Weir no sólo está en su puesta en escena y sus movimientos de cámara seguros y precisos, está en el mismo look. Una cinta repleta de marrones y tonos ocres.

Peter Weir usará el zoom en algunas ocasiones a la manera de Stanley Kubrick en “Barry Lyndon” (1975), cogiendo a un personaje y luego abriendo el cuadro para ir incluyendo su entorno, incluso incluir otro personaje en primer plano cuando el zoom cese su retroceso. La importancia básica del individuo sobre el entorno, y a la vez como éste puede aplastarle.

La competición.

Es brillantísima la idea de usar el deporte, la competición, en una cinta bélica. La competición como sustitutivo de la guerra, algo intrínsecamente humano. Así vemos a Archy competir primero contra sí mismo, solo, intentando superar sus marcas. Luego competirá contra Les (Harold Hopkins) y su caballo. Esta progresión será continua y vertebrará la narración de forma magistral.


En la carrera contra el caballo la música del sintetizador (Jean Michel Jarre) ha quedado algo antigua. Weir demuestra su talento en lo épico y en lo sutil, enfocará los sufridos pies de Archy, desnudos para la carrera, y los descansados de su rival a lomos de su caballo. También los mostrará en la siguiente escena, los pies heridos.

La conversación entre Archy y su tío Jack (Bill Kerr), acerca de la intención del chaval de ir a la guerra tiene una planificación perfecta. Weir encuadra a la altura del tío mientras sitúa de espaldas al timorato chico que quiere sacar el tema, luego se volverá buscando el vínculo con Jack, situándolos en el mismo plano, para posteriormente dar a cada uno un plano individual. Con ello, moviendo simplemente a sus personajes y con un leve montaje, muestra la tensión, diferencias de opinión y relación de ambos ante esa situación.

La referencia a “El libro de la selva” (Rudyard Kipling), con la escena donde Mowgli se enfrenta y ahuyenta a los lobos, se vincula con la idea de Archy de ir a la guerra. Una referencia que acaba convenciendo al tío Jack y que se refiere al combate, al crecimiento y a la madurez. Al hecho irremediable del crecimiento, de hacerse un hombre, que en realidad no tiene porque ir ligado a la madurez. Una vez más una referencia a un enfrentamiento, el de Mowgli y los lobos. Archy coge como figura paterna a su tío antes que a su padre, algo que es bastante recurrente al cine de Weir, una figura paterna que es o problemática o ajena al hijo. Así tenemos “La costa de los mosquitos” (1986) o “El club de los poetas muertos” (1989)… Aquí la figura del padre no es negativa pero es casi invisible, resaltándose significativamente por la importancia del tío.

Weir planifica de forma distinta a la clásica la presentación de Mel Gibson (Frank), iniciará la escena con primeros planos, o planos medios, para ir posteriormente al general de situación que muestra el entorno en el que están los personajes. Posteriormente vuelve a los primeros planos, o medios.

En la presentación de Frank ya tenemos el contraste de los dos protagonistas, uno deseoso de alistarse, Archy, el otro no quiere ni por asomo, Frank.

Weir remarca los valores que son importantes para los jóvenes y luego los irá resquebrajando poco a poco. Heroísmo, valentía… idealismo… Guerra.

A la negativa de Gibson de alistarse le seguirá el plano de un tren, símbolo del destino.

Harry Lasalles es el ídolo de Archy, su foto estará presente cuando pide ayuda a su tío para que convenza a su padre para que le deje alistarse. Un ídolo siempre presente del que se despedirá para cumplir un destino que le llama.

Otro de los rasgos estilísticos de Peter Weir son los primeros planos, suelen ser primerísimos planos, a menudo tan cercanos que no muestran toda la cabeza, y suelen ser de perfil en muchas ocasiones, de perfil, hacia un lateral del encuadre y en ligero contrapicado.

El tema de la competición sigue su curso y desarrollo, aumentando su importancia. Si en un principio Archy corría solo, entrenando e intentando superar sus marcas y luego compite por placer contra Les, ahora lo hará en una competición oficial y contra nuestro otro protagonista, Frank. Un posee un talento entrenado, también natural, y el otro es puro talento natural.


Weir dirige como los ángeles, su dominio clásico de la puesta en escena y la narración es ejemplar. Tendremos un buen ejemplo en la escena en la que tío y sobrino se preparan para la competición. Los sigue con un travelling mientras se preparan y dicen sus consignas, en plano corto, cuando se separan veremos la parrilla de salida en plano general y todo sin un corte.

Jack: ¿Qué son tus piernas?

Archy: Muelles de acero.

Jack: ¿Y qué van a hacer?

Archy: Llevarme a toda velocidad.

Jack: ¿A qué velocidad puedes correr?

Archy: A la de un leopardo.

Jack: ¿A qué velocidad vas a correr?

Archy: A la de un leopardo.

Jack: ¡Muy bien! Pues veamos si eres capaz de hacerlo.

Archy triunfa en la carrera al tiempo que aparecen los reclutadores de la caballería. Una vez más Archy se ve enfrentado a un caballo, esta vez de madera, símbolo de la caballería. Se produce el contraste deporte-guerra, así como carrera a pie- carrera a caballo.

La decisión que Archy confiesa a su tío es mostrada con los primerísimos planos típicos de Weir sobre ambos.

Un nuevo tren, y un nuevo paso hacia el destino, ahora con los dos protagonistas unidos. Un destino que sigue su curso. Una nueva amistad weiriana.


Otro aspecto típicamente weiriano, en este caso concerniente a sus tramas, es el elemento del tránsito, el viaje, ya sea metafórico o físico, en la mayoría de las ocasiones a través de la naturaleza que en el cine de Peter Weir es el lugar simbólico donde el hombre es él mismo, donde se encuentra consigo mismo. Truman hará un viaje marítimo para escapar de su prisión, los chicos de “El club de los poetas muertos” peregrinarán por el bosque hasta su secreta cueva para dar rienda suelta a su creatividad, los protagonistas de “Camino a la libertad” (2010), viajarán huyendo de la prisión en Siberia por paisajes desérticos, nevados y de todo tipo, todo el tránsito de “Master and Commander” (2003), el que acomete Harrison Ford huyendo de la civilización en “La costa de los mosquitos” (1986)… todos los ejemplos que quieras. En “GallipoliFrank y Archy cruzarán 50 millas de desierto, lo que les ayudará a conocerse y unirse de forma definitiva. Cuando tengan diferencias Weir lo mostrará físicamente con uno andando a mucha distancia del otro. Su relación se va desarrollando, su amistad también.

En ese viaje Weir usará elipsis en un solo plano para acentuar el tremendo esfuerzo de su peregrinar. También usará picados que minimizarán a los personajes en la inmensidad del desierto. El tono adecuado, personajes y la naturaleza desnuda.

Un reloj (circular) y unas huellas de camello (circulares), así como el sol (circular también), les ayudarán a salir.

La ignorancia del hombre del camello, ajeno a todo lo que acontece fuera de su micro universo, retrata el idealismo de Archy, que desconoce el porqué de la guerra y ni siquiera se lo plantea. Retrata la absurdidad de su ilusión.




Dedicada a Wsmith, que espero la disfrute como merece y haya visto recompensada su paciencia.






20 comentarios:

  1. Extraordinaria pelicula. Me impactó muchísimo cuando la vi por primera vez, allá por COU, más o menos.

    Tengo una anécdota con ella, que mi hermano recordará bien: le recomendé la película, que había visto conmi mejor amigo, y nos pusimos a verla juntos. Cuando iba llegando el culmen y el adagio, no pude contenerme y se lo anuncié ("ahora viene, ahora"), de modo que le estropeé la concentración y le jodí el encanto. Siempre me lo reprocha :)

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  2. Osiris eso es el ímpetu de la juventud jajajaja. La emoción irrefrenable y ese punto egocéntrico que nos impulsa a decir lo que sabemos a los demás. Con todo, si sólo le dijiste "ahora viene" es que tu hermano es un poco tiquismiquis jajajaaja

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  3. En mi amor a primera vista a esta película influyó el hecho musical del Adagio de Albinoni, que por aquel entonces comenzaba a sobrecogerme. Creo que también entonces empecé a fijarme en Weir, ese que había hecho El club de los poetas muertos, película que marcó mucho a nuestra generación adolescente.

    También me sirvió para iniciar mi admiración por Mel Gibson (guapísimo aquí), al que descubrí luego en El año que vivimos peligrosamente o Arma letal. Antes le había visto en Mad Max, como simple aventurero.

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  4. Sambo, es que es muy tiquismiquis si de cine se trata. No soporta el ruido, ni que le distraigan; se mosquea si se abre la puerta y entran en la habitación.

    Comprendo que en medio de la intensa emoción de la película, mi advertencia debió sacarle de la película.

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  5. Hago mención al Adagio en la siguiente parte, y a la música en general, Weir suele tener un gusto exquisito para ella también. Mel Gibson como bien dices ya destacó por Mad Max, pero es con ésta con la que se lanza definitivamente dos años después excelente actor.

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  6. Buenos días

    Muchas gracias, maestro. Más que recompensada mi paciencia, claro que sí... :-D

    Película fundamental dentro del cine moderno, a mi entender. Weir habla de esos temas que siempre trata en sus películas: la amistad, la inocencia y su pérdida, la libertad, el individuo. Sin duda uno de los grandes directores del cine actual, tanto por maestría tras las cámara como por lo que cuenta.

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  7. Jjajaja, entonces debe ver las pelis encerrado en su habitación o en casas desiertas. Muy emotiva película, algo que Weir logra siempre.

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  8. Ups, yo había dejado un comentario y ahora ha desaparecido.

    ¿Me lo ha marcado como spam?

    Por si acaso:

    Gracias maestro. Eres un crack.

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  9. Buenas tardes,

    (Me han desaparecido un par de comentarios, así que a ver si a la tercera hay suerte...)

    Lo primero de todo es darle las gracias a Sambio. Eres un crack.

    Película a mi entender, fundamental en el cine moderno, en la que Weir muestra ya todas las constantes de su carrera americana: la amistad, la inocencia y su pérdida, la libertad, el individuo.

    La batalla de Gallipoli es poco menos que el marco en el que encuadrar la historia y sirve de excusa para desarrollar una preciosa historia, tan bien contada como por ejemplo, la de Truman o la de los alumnos del señor Keating.

    Un grandísimo director Weir, por su maestría tras la cámara y sobretodo, por lo que cuenta, por esa preocupación por el individuo y porque su cine tenga siempre un fondo.

    Respecto a Mel Gibson, a Weir hay que agradecerle haber lanzado su carrera como actor, pero sobre todo, haber influido notablemente en su trabajo como director. Sin duda en la concepción de los protagonistas de las películas de Gibson hay mucho de Weir, tanto como en el manejo de los primeros planos para bsucar la emoción.

    En mi opinión, Gibson es mucho mejor director que actor y La Pasión de Cristo y Apocalipto son dos auténticas obras maestras.

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  10. Ahora sí ha llegado maestro Sabonis jejeje. Totalmente de acuerdo en todo, comento muchos de esos puntos que bien citas y además añades uno crucial, la faceta de director de Mel Gibson, que como bien apuntas le debe muchísimo a Weir. Una vez más un gran comentario y un gran aporte.

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  11. A mí si acaso hay un par de cosas que me chirrían un poco de Gallipoli, ambas cuestión de casting: Jack y su sobrino Archy. Cada vez que veo a Jack estoy pensando en Sean Connery, y la elección de Mark Lee no me convence. De hecho me pregunto qué fue de su carrera de actor luego de Gallipoli.

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  12. A mí sí me gusta como está Mark Lee, da ese aire inocente e idealista que tiene su personaje. Lo cierto es que es no sé que sería de él, supongo que no saldría de Australia al contrario que Gibson. Lo de Sean Connery es verdad jajaja

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  13. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  14. Paseando por tu increíble blog me encuentro con este análisis....con el análisis de "la gran película" de la "gran guerra", ya te habrás ido dando cuenta de mi pasión por las bélicas...algo por cierto muy poco frecuente entre "las chicas"...para mi esta como te digo la mejor de todas con el escenario de la I Guerra Mundial de fondo, aunque he de confesarte que también siento pasión por "Adios a las arnas" de Charles Vidor....ya sabes que Rock Hudson es una de mis debilidades...
    la banda sonora me encanta....aunque estoy segura que mucha gente asocia a Brian May más por Mad Max que por esta...
    En definitiva yo creo que es de esas películas que no hay que perder de vista....porque siempre viene bien verla...
    Tu análisis en este caso....espectacular...una vez más me quito el sombrero.
    Enhorabuena!!

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    1. Jajaja, qué bueno, una chica belicosa. La verdad es que esta icnta es incontestable, adoro a Peter Weir, no falla nunca.

      Muchas gracias y me alegra que te haya gustado, especialmente siendo apasionada del tema

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  15. Mas bien chica guerrera.....lo de belicosa suena raro....y del director nada que añadir.."el año que vivimos peligrosamente", "el club de los poetas muertos"........

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    1. Master and Commander y tantas otras. Lástima que se prodigue poco.

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  17. Cierto.
    Menos mal que hay quienes, como tú, le traen aqui.

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