lunes, 23 de octubre de 2017

CARLOMAGNO. REY, ORDEN Y MITO III

HISTORIA












Inicios del Rey y conflictos contras los sajones

“No hay mal que cien años dure”

Tras dos artículos tratando los precedentes, el origen de los francos, su llegada a Francia y los antecedentes familiares del emperador, al fin llegamos al protagonista. Vamos al lío.

El bueno de Carlos llega a este valle de lágrimas un mes de abril del año 742, en Aquisgrán, Lieja o Baviera… No, no es que tuviese desde recién nacido el don de la ubicuidad, simplemente no está claro cuál fue el lugar concreto que lo vio nacer. La más plausible actualmente lo situaría en la actual ciudad belga.

Era hijo ilegítimo hasta que en 749 Pipino "el Breve" “regularizó” la situación a los ojos de Dios casándose con Bertrada de Laon. Esta ilegitimidad le costó muchas bromas a Carlos desde pequeño por parte de la alta nobleza franca.

Carlos contaba con doce años de edad cuando su padre es ungido nuevo monarca el 28 de julio de 754, en la basílica de Saint Denis, por el Arzobispo Bonifacio en nombre del Papa Esteban II, otorgándole los títulos de Rey de los Francos y Patricius Romanorum. Esta gracia llegaba hasta los hijos de Pipino, por lo que su estirpe pasa a ser la única capaz de aspirar al trono, ya que hasta entonces la monarquía se elegía en el consejo de nobles franco (como mandaba la tradición tribal germana).

Durante su adolescencia, Carlos siguió formándose como guerrero, tanto en el manejo de las armas como en la equitación, para la que demostró grandes dotes, como se constataría en la expedición para castigar a los levantiscos de Aquitania (sur de Francia) en los años 761 y 762, expedición que marcaría el espíritu guerrero de nuestro protagonista.

Durante esta etapa de la vida de Carlos, su madre Bertrada se empeñaba en que su retoño cogiera la piedad, la fe y la caridad cristiana aprendiendo la Biblia y otros textos religiosos. Es decir, ella fue la encargada de intentar cultivar el alma de Carlos, pero su labor, en esa época, no dio los frutos deseados, hasta el punto de que su poca preparación cultural le granjeó burlas entre los enemigos de su padre, que le llamaban “Palurdo”.

Se puede deducir que Pipino no veía en Carlos a un sucesor digno, por lo que hizo de él un buen soldado y guerrero, demostrando unas grandes condiciones con la lanza, la espada y la daga, que manejaba con mucha destreza.

ASCENSIÓN AL TRONO FRANCO (768)

Pipino "el Breve" deja este valle de lágrimas el 24 de septiembre de 768 en Saint-Denis, repartiendo el reino, para no perder la costumbre, entre sus dos hijos: Carlos I (el futuro Carlomagno) y Carlomán. La Asamblea General de los Francos, una especie de consejo tribal, reminiscencia del pasado germano, los proclama reyes con la condición de repartirse equitativamente el reino. En un principio los dos aceptan, pero los nobles que apoyan a Carlomán quieren romper el acuerdo para quedarse con la mayor parte de la herencia y el territorio. La predecible guerra civil se queda en nada al fallecer Carlomán en diciembre de 771.

La estirpe elegida era la de Pipino, pero al morir un vástago de éste surgió cierta confusión sobre cómo debía manejarse y dividirse la parte de Carlomán… y en medio de esta confusión Carlomagno se movió con astucia y rapidez: sus dos sobrinos sufren una repentina llamada para la vida contemplativa, así Pipino y Siagrio (hijos de Carlomán) cogen los hábitos, y su madre, la reina Gesberga, es declarada persona non grata. De esta manera el bueno de Carlos quedó como único y legítimo sucesor, contando además con el apoyo del Papa Esteban III. Los nobles tuvieron que aceptar el nombramiento (no les quedaba otra) y en 772 Carlos es elegido Rey de los Francos.

En el 770, dos años antes de esto, Carlos es casado con Desiderata, hija de Desiderio o Didier, Rey de los Lombardos, porque era conveniente llevarse bien con los vecinos, y los enlaces matrimoniales eran la mejor forma de lograrlo. El Papa Esteban III se opuso a este enlace, temiendo una alianza entre francos y lombardos, habida cuenta de que el Papado estaba en guerra casi constante con estos últimos. Por fortuna no tuvo que temer por mucho tiempo, ya que Carlos repudió a Desiderata un año después. Hago este inciso al tener importancia más adelante. De este enlace nacerá el primer hijo varón de Carlos, de nombre Pipino (sigue la originalidad de los nombres), y de apodo “el Jorobado” al nacer con ese problema físico.

CARLOS EL GUERRERO

Aquí empieza la frenética actividad guerrera del Emperador (todavía Rey) que pasaré a describir por campañas contra distintos pueblos o reinos. Algunas de ellas, como es lógico, se solapan en el tiempo. Comenzamos:

REY DE LOS LOMBARDOS (774)

En ese año 772 se produce un cambio en el trono de San Pedro: a Esteban III le sucede Adriano I. El nuevo papa pide socorro a Carlos ante los ataques de Desiderio, Rey de Lombardía. El enconamiento de Desiderio, o Didier, con el Papado tenía dos principales focos: la expansión de Lombardía del norte de Italia (la ocupación lombarda daría nombre a la región) hacía el centro-sur de la península itálica, chocando con los territorios papales; el otro problema era que el anterior Papa (Esteban III) se había negado a ungir o reconocer como sagrada a la estirpe de Desiderio, como sí se había hecho anteriormente con los sucesores de Pipino “el Breve”.

Todos estos antecedentes producen una cascada de acontecimientos: Didier (Desiderio), al recibir la negativa papal, se pone a fumar en pipa y decide invadir los territorios romanos, lo que obliga al Papa a pedir ayuda a Carlomagno, que en 773 planta sus huestes en territorio lombardo.

Durante una guerra de sitio y asedio van cayendo las principales villas lombardas, hasta que en el 774 Didier, que se encontraba encastillado en Pavía, se rinde sin condiciones a Carlomagno. El Papa pudo respirar tranquilo, su protector le había echado un buen cable...

Desde ese año, Carlomagno será Rey de los Lombardos también, lo que lleva consigo ser amo de casi toda la actual Italia. Es la primera vez que un rey germánico acepta el título de un territorio conquistado. Su hijo Pipino “El Jorobado”, de cuatro años, será gobernante, en nombre de su padre, en los nuevos territorios. Tras esta guerra, Lombardía y el ducado de Benevento (terreno controlado por los lombardos sito en el centro-sur de Italia) pasan a control caloringio, de esta forma en la península itálica sólo quedaban fuera del control franco las posesiones sureñas bizantinas.

GUERRA CONTRA LOS SAJONES (772-804)

La guerra de conquista y evangelización de los sajones es la contienda icónica de Carlomagno, conflicto que se extiende durante treinta años con idas y venidas que paso a detallar:

Los sajones eran un pueblo germánico situado entre el río Elba y el Mar del Norte, y desde siempre dieron muchos problemas fronterizos a los francos. Los sajones estaban compuestos por las tribus westfalianas, ubicadas al oeste; ostfalianas, al este; angrianas, en el centro, y nordalbingianas y wihmodianas, situadas a orillas del río Elba inferior. Eran paganos y consideraban a la Iglesia y su doctrina como un elemento de penetración franca (tenían toda la razón). A pesar de firmar tratados de paz con Carlomagno no cumplían su palabra y seguían saqueando tierras carolingias, lo que supuso el inicio de una guerra definitiva.

A rasgos generales podemos decir que las campañas contra los sajones se prolongaron desde el 772 hasta el 804. En el 786, Carlos domina ya casi toda la Sajonia, y entre el 798 y el año 804 logra someter a los lugareños de Nordalbingia y Wihmode. En su transcurso, diez mil sajones fueron deportados por considerar que practicaban cultos maléficos y se oponían a la religión católica, mientras que los restantes serían acogidos en la fe cristiana y forzados a guardar fidelidad al rey franco bajo juramento, con el fin de formar un solo pueblo. A partir de aquí, puede considerarse resuelto el problema sajón para el Imperio Franco. Entonces las fronteras orientales del reino franco llegaban hasta la desembocadura del río Elba.

Pero entremos concienzudamente en este gran conflicto. En total son dieciocho grandes campañas con alguna derrota significativa de los carolingios. Lo dividimos en tres partes:

Periodo inicial (772-780)

En el 772 las regiones renanas eran devastadas por bandas de sajones lanzados al pillaje. La guerra comenzó en el 773 con la invasión franca del territorio sajón, venciendo las tropas de Carlos en la batalla de Paderborn (Westfalia) y obligando a los habitantes de Angria (actual Baja Sajonia) a que cortaran y entregaran un irminsul (un pilar o tótem de madera sagrado) que se encontraba cerca de Paderborn. Imaginen la humillación que supuso para los westfalios entregar su figura sagrada, la que los conectaba con sus dioses, equivalente a entregar un Cristo a los enemigos de la fe cristiana.

La campaña de Carlomagno llegó hasta el río Weser, destruyendo a su paso varias fortalezas sajonas. Tras la negociación con la nobleza enemiga, obtuvo un raquítico tratado de paz y rehenes para centrarse en la guerra contra los lombardos del Norte de Italia…

Los sajones fueron distribuidos en cuatro grupos, de acuerdo a sus regiones de pertenencia: Westfalia, que lindaba por el oeste con Austrasia y, más allá, Estfalia. En medio de estos dos reinos se encontraba el de Angria, y al norte de los anteriores Nordalbingia (al norte del Elba), en la base de la península de Jutlandia.

Durante la ausencia de Carlomagno, los campesinos sajones, encabezados por Widukind o Viduquindo, cuyo nombre parecía significar “Niño del Bosque” (aparece en escena el gran caudillo sajón), aprovecharon para atacar las tierras francas de la región del Rin, abriendo de nuevo la contienda.

En el 775 Carlomagno atravesó Westfalia y conquistó el fuerte de Sigiburg. Después, cruzó Angria, donde nuevamente derrotó a los sajones. Por último, en Estfalia, venció a un destacamento sajón y convirtió a su líder, Hessi, al cristianismo (suponemos que su conversión sería únicamente de palabra). En su camino de vuelta por Westfalia, estableció campamentos en Sigiburg y Eresburg, que hasta entonces habían sido importantes bastiones sajones. Toda Sajonia se hallaba bajo su dominio, a excepción de Nordalbingia.

Regresó a Italia para someter a los duques de Fruily y Spoleto, y una vez subyugados,  Carlomagno tuvo que regresar rápidamente Sajonia en 776, dado que una revuelta había destruido su fortaleza en Eresburg. De nuevo los sajones fueron aplastados, pero su líder más importante, el duque Widukind, consiguió escapar a Dinamarca protegido por el rey Godofredo, familiar de la esposa del caudillo sajón, donde ya había establecido contacto con vikingos suecos.

En 777 Carlomagno construyó un nuevo campamento en Karlsdat, y llamó a una dieta (asamblea) nacional en Paderborn para completar la integración de Sajonia al reino franco. Siguiendo fielmente su política religiosa, hizo bautizar a un considerable número de sajones.

La Dieta (Asamblea) de Paderborn impone el catolicismo a toda la estirpe sajona y Carlos envía misioneros. Pero los sajones se sublevarán una vez más, porque hay que reconocerles tenacidad, y asesinarán a los predicadores del Evangelio, obligando a renegar de la fe a los que se habían convertido. Vencidos nuevamente por Carlomagno, que tampoco se cansaba de vencerles, hace degollar en Verdún a más de cuatro mil guerreros prisioneros. Algunos de los consejeros eclesiásticos del emperador, como Alcuino y Paulino de Aquilea, criticaron aquella postura tan tajante y cruel. Se aprecia ya que lo que procuró su madre con las enseñanzas del evangelio en la infancia de Carlomagno caló hondo en él.

En el verano de 779, invadió nuevamente Sajonia y reconquistó Estfalia, Angria y Westfalia (perdidas en la rebelión del año anterior). En una dieta realizada cerca de Lippe, dividió el territorio en distintas misiones y asistió en persona a varios bautismos en masa. A continuación regresó a Italia y, por primera vez, no hubo una revuelta inmediata sajona. En 780 Carlomagno decretó la pena de muerte para aquellos sajones que no se bautizaran, no celebraran las fiestas cristianas e incineraran a sus muertos. Entre 780 y 782, Sajonia vivió un período de paz.

Periodo intermedio (782-785)

Carlomagno volvió a Sajonia nuevamente en 782. Estableció un código de leyes por las que los restos de religión pagana quedaban prácticamente eliminados. Una vez más la religión daba la ciudadanía. Además designó varios condes, tanto sajones como francos, lo que volvió a crear problemas, ya que nombrar jerarcas francos en territorio sajón fue tomado como una afrenta a los oriundos, lo que volvió a encender la chispa de la rebelión.

En otoño de ese mismo año, Widukind regresa para liderar una nueva revuelta, la cual se tradujo en varios ataques contra la Iglesia. Los sajones invadieron el territorio de los chatti, tribu germánica que ya había sido convertida al cristianismo por San Bonifacio y que pertenecía al Imperio de Carlomagno. Widukind aniquiló a la caballería de élite en Süntelgebirge, mientras Carlomagno se encontraba luchando contra los sorbios (pueblo eslavo ubicado entre las actuales Alemania y Polonia).

Vuelta a las andadas. El emperador debe rearmar un gran ejército para vencer en las batalla de Lippspringe. No se andaba con “chiquitas” Carlomagno, buscando ejemplarizar, por lo que ordenó en Verden (Baja Sajonia), la decapitación de 4.500 sajones que habían sido capturados practicando su paganismo nativo después de haberse convertido al cristianismo, lo que no era más que la consecuencia de esas conversiones forzadas que los sajones sólo formalizaban. Este hecho es conocido como la Masacre de Verden, pero Widukind consiguió escapar nuevamente hacia Dinamarca.

Poco después, Carlomagno vuelve a derrotar a los sajones en la batalla de Delmont (783)  y, finalmente, consiguió someter a los frisones, aliados de los sajones, en la batalla del río Hase, incendiando una gran parte de su flota. Estos dos años fueron los más sangrientos de la guerra y significaron el traslado forzado de unos 30.000 sajones a otras regiones del Imperio (para desarraigar a un pueblo, práctica muy común a lo largo de la Historia), cifra monstruosa para la época.

Me gustaría destacar el ardor guerrero de las mujeres sajonas, llegando incluso en algunas batallas a lanzarse con los pechos desnudos al combate; una de ellas era Fastrada, hija de un conde sajón, que en 784 se convertiría en la cuarta esposa del emperador Carlomagno.

Gradualmente, las huestes francas se iban imponiendo y en la primavera de 785 será cuando el gran guerrero Widukind  se rinda oficialmente, aceptando su bautismo. Este hecho motivó una larga tregua y durante los siguientes siete años hubo paz en Sajonia, aunque con alguna revuelta esporádica… Pero no sería el final del conflicto.

Periodo final del 792 al 804

En 792 los westfalianos (pueblos sajones del oeste) se levantaron contra sus señores por el reclutamiento forzoso para las guerras contra los ávaros (pueblo eslavo establecido en el Danubio). Los habitantes de Eastfalia (sajones del este) y Nordalbingia (sajones al norte del Elba) se les unieron al año siguiente. Carlomagno, que estaba luchando contra los ávaros, tuvo que regresar a poner paz en el 793, y un año después había sofocado la rebelión.

Dos años más tarde se produjo una revuelta en Angria, aunque fue aplacada rápidamente gracias a la presencia combinada de eslavos, tropas de élite francas y de sajones cristianos, hecho muy importante a destacar, pues nos muestra cómo iba calando la conquista carolingia.

La última rebelión se produjo en 804, en esta ocasión fue la tribu de los nordalbingios, la más indómita de todas, la que se levantó en armas. Esta vez Carlomagno no se anduvo con chiquitas: deportó a 10.000 familias a Neustria y cedió sus territorios al leal rey de los abroditas (tribus eslavas occidentales en los actuales estados de Mecklemburgo y Holstein en el norte de Alemania). Este último escarmiento supuso la dominación del indómito pueblo sajón.

En esta conquista que acabamos de relatar, y que duró tres décadas, se utilizaron dos grandes armas: la espada y el evangelio. Iban unidas, una sometía y la otra civilizaba (desde el punto de vista franco). La religión te otorgaba la ciudadanía, una forma de vida y un pensamiento totalmente distinto al que conocían los sajones, que estaban cerca de las creencias germanas que había combatido Roma ocho siglos antes. Evidentemente  la conversión no se produjo de un día para otro e iría calando poco a poco.

Dejamos la vida del Emperador en este megaconflicto, me tendrán que aguantar otro articulillo donde hablaremos de Roncesvalles, los ávaros, Aquisgrán…

Un saludo y espero que hayan disfrutado de la lectura.



Por LLEVADOR DE BOTIJOS



Lee aquí las anteriores entradas sobre Carlomagno.



3 comentarios:

  1. Mismos vicios y ninguna virtud que en los anteriores artículos de este autor. Que osada es la ignorancia.

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  2. Usted siempre positivo nunca negativo.

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