domingo, 2 de marzo de 2014

Crítica: PHILOMENA (2013)

STEPHEN FREARS












Stephen Frears es un grande, sin lugar a dudas, un director que me ha hecho disfrutar muchísimo y que ha dejado joyas de todos los colores, de todo tipo y de toda condición. Las que más disfruto son sus cintas pequeñas, comedias o comedias dramáticas como “Mi hermosa lavandería” (1985), la memorable “Café irlandés” (1993), “La camioneta” (1996) o la encantadora “Alta fidelidad” (2000). Luego en otros géneros y con otro estilo también ha dejado obras realmente sobresalientes, “Las amistades peligrosas” (1988), la sensacional “Los timadores" (1990) o “The Queen” con una espléndida Helen Mirren. De hecho desde “The Queen” el director ha estado algo titubeante hasta llegar a esta “Philonema”, que vuelve a regalar otra interpretación memorable de una gran dama de la escena, Judi Dench.




Philomena” no está entre lo más destacado del director, ni mucho menos, una película que aunque correcta y con virtudes, en especial el inicio y una dirección sobria que maneja a la perfección el tono, usando la comedia para equilibrar un tema tan duro y escabroso como el que trata en una demostración del talento del director, tampoco está entre lo mejor del año, con lo que la nominación a mejor película le queda muy grande. Escama bastante ver que se han quedado fuera cintas como “Rush” (Ron Howard, 2013) o “Antes del anochecer” (Richard Linklater, 2013).

La última obra de Frears es una cinta muy compensada, equilibrada y medida, emotiva sin cargar, aunque falta de fuerza y que resulta tremendamente convencional, una cinta más sin nada especialmente destacable, aparte de la memorable interpretación de Judi Dench. Recomiendo que se deleiten con las miradas que esta portentosa actriz. Es ella la que logra el componente emocional que el resto no acaba de transmitir.


Philomena" es una cinta amena, entretenida, dura poco más de hora y media, que se beneficia del buen hacer narrativo de Frears y su perfecto equilibrio entre drama y comedia. Buen ejemplo de esta fluidez narrativa lo tenemos en la parte inicial, donde Frears apuesta por la fragmentación a tres bandas, la presentación de Martin Sixsmith (Steve Coogan), la de Philomena Lee (Judi Dench) y unos flashback sobre el pasado de la propia Philomena que plantean la trama. Una vez las historias se unen la cinta pierde cierta fuerza narrativa aunque sigue resultando fluida y amena.



El inicial diálogo de Martin con su médico es divertido, marcando un tono de comedia inicial que es un acierto estructural. Un ex político depresivo, dimitido, vapuleado por los medios de comunicación, al que le recomiendan correr por encima de escribir libros sobre historia rusa. Hará caso, como veremos durante la cinta en varias ocasiones.


Con esta fragmentación se pretende un contraste entre personajes, drama/comedia, creyente/no creyente. Por ello veremos cómo Martin sale de una celebración religiosa mientras que Philomena entra en la escena posterior, rezando en una capilla, donde la película además cambia el tono para ir introduciendo los aspectos dramáticos. Quizá algo básico y simplista este contraste, pero suficiente para las profundidades que pretende la cinta. Philomena también mencionará problemas médicos, su cadera, que ahora es de titanio. Los dos relacionándose con médicos, uno con problemas más psicológicos y otra con problemas físicos, aunque solucionados.



La escena en flashback en la feria con los espejos resulta simbólica, es el momento donde la vida de Philomena cambiará, donde caerá en la tentación y su vida dejará de ser como era. La iconografía cristiana y católica está muy presente en la cinta, de forma directa o más metafórica, un ejemplo de esto último lo tenemos en la manzana que deja caer Philomena al entregarse a la pasión, la manzana de la tentación, como en Blancanieves, como Adán y Eva en el jardín del Edén. Tentación que la expulsará del paraíso de la ingenuidad, la pureza y la infancia.



El pecado, el entorno asfixiante del convento, de las monjas acusadoras que ponen el dedo en la llaga de su “indecencia, el parto… Todo esto lo presenciamos en el flashback de Philomena en un montaje paralelo, que retrata lo ocurrido de forma ágil, rápida y escueta.



Es el día del cumpleaños de ese niño que vimos nacer, el 50 cumpleaños. Este impulso emocional acabará rindiendo a Philomena que contará su secreto a su hija, Jane (Anna Maxwell Martin). Una foto, su único recuerdo, será el objeto de la confesión. Jane es camarera y será el vínculo, el nexo de unión, entre Philomena y Martin, la que posibilitará el encuentro al coincidir con el periodista en una fiesta en la que trabaja. Tras un primer rechazo aceptará el trabajo, con detalle de humor de Frears, sutil humor inglés. Jane quiere que cuente la historia de su madre y la investigue.




Frears utilizará los reflejos de forma hábil, metafórica en muchas ocasiones, que revelan secretos o claves, que encierran tras cristales a personajes ocultos o historias oscuras. Además marcan contrastes, como en el primer encuentro entre Philomena y Martin con su hija de mediadora. Un encuadre que parte la pantalla en dos y donde vemos a Martin y el reflejo de la llegada de las dos mujeres. Una estupenda forma visual de mostrar ese contraste que se ha venido escenificando desde el principio. Polos opuestos.


-Más ejemplos del uso de cristales y reflejos. Para el hijo de su amiga, el niño que van a vender, otro momento de vital importancia en la vida de Philomena, que supone un giro, y que se presenta con los mencionados cristales, como el día de la feria y su distorsionado reflejo en los espejos. No sólo se llevarán a la hija de su amiga, también venderán al suyo. Los dos juntos.


-Martin verá a la hermana Hildegard a través de otro cristal, el de una ventana desde la lejanía.


-Tras un cristal se presentará a Mary, la niña que vendieron junto a Anthony, cuando Philomena vaya a visitarla.



Este contraste se desarrolla más, tiene más matices. Diferencias culturales, Dench tiene una cultura limitada mientras que Martin es un arrogante y presuntuoso hombre más o menos culto y que se cree muy inteligente, y de clase, ella es de clase media, modesta, mientras que él es adinerado. Todo resaltado con un par de diálogos y algún detalle de humor en esta conversación con “El mago de Oz” y la artrosis como protagonistas. Esta diferencia cultural parece confirmar el diagnóstico inicial del protagonista en su consideración de ese tipo de historias de “interés humano”, aunque irá cambiando de opinión y terminará involucrándose personalmente de forma intensa.

Las diferencias de opinión observadas acerca de sus ideas religiosas serán verbalizadas con posterioridad y causa de conflicto. En algún caso aportan poco. Ella no le juzgará nunca, pero él si la cuestionará por sus ideas, mucho más intolerante.

Otro flashback sirve para que Dench cuente su historia al periodista. Una chica renegada por su padre y su familia por la vergüenza de su embarazo y obligada a trabajar en la lavandería, el trabajo más duro, para pagar a las monjas por ocuparse de su hijo, al que sólo podía ver una hora al día.

Frears apuesta por el maniqueísmo, aunque intenta matizarlo con la presencia de una monja bondadosa, o algo parecido, de papel casi anecdótica, y la visión de Philomena de las cosas. Esa monja bondadosa aparece para darle la foto que vimos que aún conserva, su único recuerdo. Eran como esclavas que podían comprar su libertad por 100 libras. Philomena mantendrá sus creencias a pesar de todo y en todo momento. Frears presenta a las monjas de forma siniestra, como si de vampiros se tratara. La escena donde Martin y Philomena visitan el convento tiene momentos de una atmósfera semejante al thriller o al cine de terror psicológico, escena que concluye con el descubrimiento por parte de Martin del cementerio donde están las madres que murieron en el parto.



Philomena por su parte justificará y será siempre comprensiva con las monjas, lo vemos en varios momentos de la película, por ejemplo en esta primera conversación con Martin. La hija será el polo opuesto, descarnada y poniendo sobre la mesa los puntos más oscuros.





Algunas monjas eran muy buenas”.

Dio a luz sin analgésicos”.

Frears hace gala de una gran sobriedad de estilo, dotando a la narración de ligereza a través del montaje y la estructura fragmentada, además de los toques de humor.

Es evidente que Steve Coogan, sin estar mal, no está a la altura de Judi Dench, con todo da bien el pego como el altivo y arrogante periodista que ayuda a Philomena. Pondrá gestitos varios como reacción humorística a las ocurrencias de la protagonista. Intuiremos cierta decepción en él cuando le informan de que la hija de Philomena, Jane, no los va a acompañar. Tendrá que soportar a la mujer solo.


Del viaje al pasado en flashback pasaremos al viaje físico a ese pasado, al convento donde estuvo Philomena, para investigar. Es aquí donde transcurrirán las mencionadas escenas de atmósfera inquietante. Más presencia del pasado, las fotos que mira Martin, incluidas una de la hermana Hildegard, la más siniestra y despiadada de la época de Philomena, y una de Jane Russell, confundida con Jayne Mansfield. Russell será mencionada en un eco posteriormente, ella compró un bebé por 1000 libras, de ahí la explicación a su foto.









Cuando vemos a Philomena pasar por lugares del pasado sobra la reiteración de las imágenes en flashback y el subrayado de la voz over, es redundante y no aporta nada.






El retrato siniestro de esas monjitas aparentemente amables queda cerrado con la que atiende a nuestros protagonistas, mucho más cómoda con Philomena, con la que se siente fuerte al considerarla manipulable, que con el fastidioso periodista.

Sí, lo fui”. También Martin influido por el pasado.




Contraste en decorados, al aire libre asistiremos a una conversación entre Philomena y Martin sobre Dios, sexo y la coincidencia del contrato que no se quemó. Liberadora. En el bar, un interior de fotografía más oscura, Martin recibirá revelaciones de los dueños, secretos, sobre la venta de bebés a estadounidenses, la quema de documentos y la mentira del incendio.



Los conflictos entre Martin, que sigue corriendo y cogiendo forma, y Philomena son matizados al inicio, cínico él, comprensiva ella. Jane, la hija tiene un papel anecdótico, sirvió de enlace y luego se limita a soltar pullas contra las monjas, atacándolas.



Las miradas de Dench son la película, lo más sobresaliente de la misma, no sólo es que haga creíble su vulnerabilidad, aunque suela hacer de mujer dura, es que emociona sinceramente.

América.

La llegada a América para encontrar respuestas nos devuelve el tono de comedia. Novelas rosa versus libros de historia, “Establos y herraduras” versus La revolución de Octubre. Dench contará toda la trama de su libro en un simpático gag que tendrá su eco al final de la cinta, confirmando la evolución de esa relación. Ahora veremos el rostro aburrido de Martin y al final él mismo le pedirá que le cuente la historia entera.

Es gratis”.


Philomena es un personaje absolutamente encantador, un ejemplo de esto lo tenemos en la escena en el monumento a Lincoln, sus ocurrencias sobre la obesidad en Estados Unidos y sus dudas sobre ir a dar un paseo o ver una comedia en el hotel. Mirará con pasión y entusiasmo ese nuevo mundo que visita en América, al contrario que Martin. Es piadosa y agradecida, amable y educada, consciente de sus limitaciones y sensible, muy lúcida e inteligente, aunque al principio pueda no parecerlo. Desprejuiciada. La relación entre ambos personajes es la clave de la película, él es distante y cínico, egocéntrico y arrogante, pero cortés. Será la afabilidad de ella la que deberá derrumbar los muros de la decepción vital de su compañero. Martin es altivo y clasista, ridiculizará a Philomena en una llamada a su mujer tratándola como un cliché, un tópico que la mujer se encargará de desmontar. Menospreciará sus gustos.



Philomena gusta de fantasear, con la obesidad, con lo que pudo ser su hijo, con los nombres falsos con los que presentar su historia…


Habrá varios encontronazos entre Philomena (Judi Dench) y Martin (Steve Coogan). El primero justo antes de que Martin descubra lo ocurrido con Anthony, en el hotel. Él, un borde irascible que está incómodo siempre. Ella, educada y argumentando de forma lúcida, como casi siempre. Enseguida harán las paces todas las veces, aquí cuando Martin de la noticia del fallecimiento de su hijo a Philomena, o más bien ella lo intuya. Muerto por Sida en 1995, miembro del partido republicano. Dench está gigantesca en ese momento, su llanto pone los pelos de punta. Sentirá la comprensión de Martin.

Comenté el uso del flashback por parte de Frears, pero a partir del viaje a América innovará en su uso. Mediante un truco visual convertirá la ventana del avión en una pantalla de cine en la que se proyecta un video sobre la vida de Anthony, el hijo de Philomena. Este video aparecerá de forma recurrente en varias ocasiones, pero en realidad no es un flashback, aunque también actúa como tal, sino un flashforward, ya que ese video será el que le ponga la ex pareja de Anthony a su madre cuando acceda a hablar con ella al final de la cinta.

Tras diversas dudas seguirán la búsqueda, el plano de Philomena bajo un anuncio publicitario de una pareja es curiosa, le hará rememorar el día donde concibió a su hijo en la feria, la impulsará a seguir. El manejo que se hace de los videos y las fotos es interesante, son elementos del pasado que guían al presente para alanzar el futuro, vínculos y rastros a seguir. Veremos a Martin observar las fotos en el convento, donde ve a la hermana Hildegard y a Jane Russell. Por internet e indagando descubrirá lo ocurrido con Anthony. La pista sobre el interés irlandés del chico también lo descubrirá Martin en una foto. Philomena descubrirá en otra foto que Martin conoció a su hijo, haciéndole recordar al periodista y logrando de él unos pequeños pero reconfortantes detalles para una madre, su saludo firme, su amabilidad, su inteligencia, su “Hola”…


Uno de los mayores y más sutiles detalles del talento de Stephen Frears en la dirección es cómo logra insinuar un vínculo especial, casi místico, de Dench con su hijo, especialmente a través de las miradas y el uso de esos recuerdos y videos. Un amor que trasciende toda la situación. Un ejemplo lo tenemos al ir descubriendo en esa veterana mujer a alguien desprejuiciado y liberal, que habla sin tapujos del sexo y recibe con total naturalidad la noticia de que su hijo era homosexual, incluso intuye que murió de Sida por su aspecto. Además argumenta con pasmosa lucidez acerca de la posibilidad de que pudiera tener hijos y la fachada que debía llevar.






Además el trabajo de Dench y Frears luce en otros aspectos brillantes, ya que vamos descubriendo poco a poco en ese personaje una mujer realmente inteligente y deductiva. Es como otro parto, otro nacimiento que va creciendo ante nuestros ojos muy bien llevado por Frears. Esta Philomena en su ingenuidad e inteligencia recuerda en algo a la protagonista de “Fargo“ (Joel Coen, 1996). Además actriz y director transmiten a la perfección con los planos de miradas ya reseñados el amor materno, profundo y sincero, a través del recuerdo, donde los videos actúan de sucedáneo acelerado del crecimiento y la vida de su hijo. Esto se sublima cuando Philomena ve el video de su hijo, como es lógico. Una bellísima escena donde tiene su gran revelación, saber que su hijo también la buscaba, que le mintieron, que está enterrado en el convento donde estuvo con su madre por voluntad propia.

  


La investigación sigue en casa de Mary (Mare Winningham), la niña que se llevaron junto a Anthony. Ella tranquilizará a Philomena, tuvieron una buena infancia, pero él no mencionó a su madre biológica, lo que hará tambalear la decisión de la protagonista en esa misión. El plano sostenido sobre la mirada de Dench a los hijos de Mary es un momento excelso donde se transmite toda la decepción de esa madre al no encontrar un detalle que muestre que el interés en esa búsqueda fue mutuo. Aquí la cinta se hace previsible en su recorrido y pasos a dar, sabemos que debemos entrevistarnos con Pete (Peter Hermann), la ex pareja de Anthony, para que él de las claves que faltan.



El gran conflicto entre Martin y Philomena reaparece con el tema de la religión, donde el periodista vuelve a mostrar su intolerancia. Aquí Philomena sacará las uñas y la veremos más firme y contundente que nunca. Su llanto en la confesión es otro momento de actriz inconmensurable. Las reticencias de Pete a entrevistarse con ellos parece interrumpir la búsqueda, pero el poder de una madre tirará por tierra las resistencias de la ex pareja de su hijo.




La sonrisa orgullosa de Dench viendo el video de su hijo es el momento que más se clava en el espectador de toda la película. ¡Qué miradas tiene Judi Dench en esta cinta!



El círculo se cerrará en el convento y dejará varias ideas interesantes. En el conflicto final, donde se ponen todas las cartas sobre la mesa, las diferencias entre Martin y Philomena se hacen patente, así como su amistad sincera. La esencia cristiana se retratará de forma muy bella con Philomena en contraste con la postura legalista y supuestamente justa de Martin. El perdón/ El odio.

Sepa que la perdono”.

Yo no puedo perdonarla”.




De estas diferencias pasamos a la comprensión y aceptación mutua con dos gestos frente a la tumba de Anthony. Martin, el no creyente, comprará un Cristo para regalárselo a Philomena, que lo pondrá en la tumba, y ella accederá a que Martin cuente la historia. Los dos cediendo y confirmando su amistad, que tendrá la rúbrica en el mencionado detalle donde Martin accede a escuchar la trama del libro que leyó Philomena. Una gran resolución.




Philomena” se basa en el artículo “El hijo perdido de Philomena Lee” que Martin Sixsmith publicó en 2009 sobre la historia real de Philomena, y que denunció los muchos casos de niños irlandeses que fueron adoptados y que estaban siendo buscados por sus madres biológicas. En el epílogo sabremos que Philomena vive feliz con su familia y que Martin escribió los ansiados libros de historia rusa.

Película que no pasa de correcta, convencional, con una magistral Judi Dench, lo mejor de todo con diferencia, una buena interpretación de Steve Coogan, una buena banda sonora del talentoso Alexander Desplat y la competente dirección de Frears. Sin pasiones ni desprecios, una aceptable película más.
 


No dejaremos de explorar y el fin de nuestra exploración será encontrar el punto de partida y conocer el lugar por primera vez”. T. S. Eliot.



2 comentarios:

  1. Gracias Sambo. Me encanta Judi Dench. Sea haciendo de Q, de madre o de reina…
    Bss

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    1. Un espectáculo de actriz! Gracias a ti Reina. Besos.

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