martes, 27 de noviembre de 2012

Crítica: EL PERRO RABIOSO (1949)

AKIRA KUROSAWA









La influencia occidental en el cine de Kurosawa es incuestionable. La asimilación de dicha influencia por parte del director, de la estética y estilo, es perfecta. En "El Perro Rabioso", la influencia del cine negro americano, su estética de luces y sombras y su esencia se aprecia en todo momento, y todo esto sin perder, al contrario, encontrando en ese camino, el estilo personal del autor, ni su esencia oriental en sus tesis. Cabe añadir además la influencia del neorrealismo italiano, en ese descenso a los infiernos, en especial del policía más joven, que supone la investigación policial de la trama. Como en su anterior película, la imagen que Kurosawa muestra del Japón de postguerra es desoladora, este punto nos es mostrado en esta ocasión con mayor profundidad. La pobreza, la miseria (que lo entronca con el neorrealismo), lo inunda todo.




La chispa que prende la trama, desde un punto de vista occidental, puede parecer anecdótica, pero es quizá ahí donde está la esencia de lo oriental. La pérdida o robo del arma de un joven e inexperto policía desencadena una serie de muertes. Ese robo hará que el policía inicie una obsesiva búsqueda de su arma, producto de ese sentido del honor y la vergüenza tan oriental, tan japonés y tan ajeno a nosotros.



Este policía, interpretado por Toshiro Mifune, necesitará la ayuda de un veterano (Takashi Shimura), que le guiará en su descenso a los infiernos. De nuevo vemos la figura del mentor-maestro y el alumno como ocurriera en su anterior película, una relación paterno-filial disfuncional. Un joven inocente e idealista que aún tiene esperanza en esos tipos que arresta y un veterano descreído y experimentado que la perdió hace tiempo. Todo ello enlazado en un mensaje humanista y pesimista, donde siempre habrá personas que luchan por la justicia o por cambiar las cosas. Kurosawa crea un ambiente irrespirable, agobiante, asfixiante, situando la acción en verano, en unos días de insoportable calor para aumentar aún más esta sensación, que como tantas veces en Kurosawa también será simbólica. Esta climatología simboliza tanto el estado de ánimo de los protagonistas como la situación de tensión de la trama que desembocará en un excelente clímax con tormenta incluida. 



Los mecanismos del género negro están perfectamente engrasados, demostrando una madurez total a la hora de ponerlos en funcionamiento por parte de Kurosawa. Si bien en su anterior film no parecía su principal preocupación, ahora ambientes, suspense y trama son cuidados con esmero. La trama policial, como digo, es mucho más compleja y perfecta que en su film anterior, sin fisuras en una película que tiene muy pocas de por sí. Los símbolos, tan caros a Kurosawa, siempre están presentes, como mencioné antes. Ahora, por ejemplo, los trenes como símbolo de la vida no están sobre las cabezas sino a la misma altura (la miseria lo inunda todo). Entre sus pequeños defectos podemos mencionar la escena inicial donde el protagonsita busca su pistola por la ciudad, excesivamente alargada, que ralentiza el ritmo, hay un exceso de ensimismamiento en esa fase de la película. También se echa de menos más información sobre la intimidad del policía joven, que sí tenemos, por el contrario, de la vida del veterano y sentimos la necesidad de conocer más de dicho personaje, con lo que se aprecia cierta desproporción en ese sentido. También, aunque más como detalle curioso, mencionar el "tic" excesivo de Takashi Shimura secándose el sudor casi en cada escena.



Toda esta trama nos sirve para hacer un viaje, una radiografía de la sociedad japonesa de postguerra, ver sus miserias y sus necesidades, además de un fresco para tratar temas como la honestidad, el honor, la amistad, la necesidad, la corrupción, la desesperanza, la fidelidad, la justicia, la perseverancia, la reinserción y su utilidad, la constancia... todo ello en momentos de miseria, en situaciones límite y con ese filtro humanista de Kurosawa. La película, llena de detalles como todas las de Kurosawa, es brillantísima en todos los apartados técnicos o artísticos. El contraste de la vida exterior y su miseria con la paz y protección de los hijos en la casa del policía veterano sirve como ejemplo de todo lo que aquí menciono. La capacidad de Kurosawa para los ambientes, las sensaciones, las metáforas visuales o dar contenido a decorados vacios o personalidad a personajes a través de objetos (como vamos recreando al asesino por ejemplo), son de una maestría ejemplar. En definitiva, una gran obra maestra de múltiples lecturas, compleja y profunda.





2 comentarios:

  1. Magnífica la crítica, como siempre, y excelentemente ilustrada. Hay todo un filón de obras maestras de Kurosawa y del cine japonés de esa época.

    Gracias y enhorabuena por el blog.

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  2. Muy cierto JCRR, haber si van cayendo más cositas tanto de Kurosawa como del cine japones.

    Muchas gracias por tus palabras, un abrazo fuerte.

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