jueves, 7 de marzo de 2013

Crítica: MIENTRAS NUEVA YORK DUERME (1956) -Última Parte-

FRITZ LANG










La carrera por el ansiado puesto parece llegar a su fin, el bueno de Loving lo da por hecho. Veremos planos de los tres rivales y del propio Walter Kyne usando los teléfonos, el uso que Lang da a la televisión y los teléfonos con fines narrativos es excepcional. Mientras, Nancy sigue ignorando las llamadas de Mobley.




La mujer de Kyne, Dorothy, siegue siendo mostrada de forma distorsionada, ya la vimos en un espejo, ahora veremos su sombra, que no presagia nada bueno, mientras se ejercita. En esta escena veremos a Kyne jugando al golf ante su sexy esposa que se ejercita en bikini, aquí tenemos una posible broma de Lang, una metáfora sobre la impotencia del personaje que interpreta Vincent Price cuando vemos sus errores al intentar embocar las bolas con su palo de golf, un largo símbolo fálico.


Ed Mobley seguirá, tenaz, negando su infidelidad. Conflictos de pareja.

Más detalles maestros del genio de Fritz Lang en la sutil puesta en escena y movimientos de cámara justificados. Mobley, Burt y Nancy se reunirán para tratar distintos temas. Lang situará la cámara ligeramente en diagonal respeto a sus personajes, dando más importancia de esta forma a la pareja que a Burt, que quedaría en un segundo plano, mientras estos discuten. Cuando Burt interrumpa la conversación para tratar lo que le interesa, Lang hará una pequeña panorámica con travelling que centrará el encuadre igualando la jerarquía de los allí reunidos.



Como es comprensible Nancy no parará de lanzar puyas a su novio hasta que todo desemboca en un enfado y separación de la pareja, con ella saliendo del restaurante. Así veremos cómo nuestro asesino está espiándoles. Seguirá a su víctima e intentará atacarla a plena luz del día, variando su modus operandi hasta ese momento, atacar de noche. Mobley tendrá uno de sus arranques de lucidez y correrá junto a Burt para intentar proteger a su enfada chica.Otra excesiva coincidencia.

En el edificio donde reside Nancy volveremos a ver la escalera… y al asesino salir de ella. De la nada. Estaba allí esperando, la escalera parece su hábitat natural. Cuando el guardaespaldas abandone brevemente su puesto para comer, él aprovechará para intentar cometer su crimen. No lo logrará gracias a un repentino ataque de dignidad de la chica, pero tendrá otra ocasión con su vecina, Dorothy, a la que vio a través de un espejo. Esta escena del intento de asesinato a la mujer de Kyne es de gran suspense y fisicidad. Muy notable toda la secuencia.



La aparición del asesino, cuando parecía haber huido, surgiendo del piso de abajo para atacar a Dorothy es un gran momento de suspense. La escalera de nuevo un lugar de violencia, contenedor de muerte y tensión, amenaza. Tendremos otro ejemplo poco después.


Magníficos planos generales en la evasión del asesino, una evasión que nos llevará hasta el metro. Un lugar simbólico. Como ocurriera en “M, el vampiro de Düsseldorf” (1931), se usará un escenario oscuro, oculto, tenebroso, bajo tierra, para resolver el conflicto. En esta ocasión el metro. Allí Mobley y el asesino pelearán pero la huida del criminal terminará en otras escaleras, las que lo llevarían a la calle desde el subterráneo. Una vez más una escalera clave. Fin de su trayecto. Esta captura se asemejará a un parto, una salida a la luz de la realidad donde los policías sacarán al asesino, niño mimado, de su complejo materno, del oscuro metro, a través del agujero de una alcantarilla, a la luz por los "médicos-policías". Un maravilloso detalle de puesta en escena.





Lang deja en cada plano muestras de maestría y minimalismo genial en la puesta en escena. Un ejemplo más, el momento en el que Griffith (Thomas Mitchell) recibe la confirmación de la detención del asesino por parte de Mobley (Dana Andrews), en ese instante manifestará con total determinación su decisión de no ceder a nadie, como hizo con anterioridad, la información. En ese preciso momento la cámara se alejará del personaje mostrando cierta desaprobación, aunque se parará a poca distancia. Se respeta al personaje pero no se aprueban todos sus comportamientos.



Acto seguido tenemos otra escena de desbordante naturalidad en el comportamiento sigiloso de Mitchell, que trata de avisar, insistentemente, a un subordinado que no se entera de primeras. De igual forma corregirá sus andares apresurados al percatarse de que podrían resultar sospechosos para hacer las gestiones correspondientes.

Mildred (Ida Lupino) olerá en Griffith a un triunfador y se apuntará a caballo ganador traicionando sin reparos a su amante, Loving. Ella hará una entrevista a la chica que sufrió el ataque, descubriendo que es la mujer de Kyne y que además le acompaña su amante, Kritzer. Todo ello lo descubrirá en nuestra escalera predilecta, omnipresente en los descubrimientos y situaciones más tensas.



En la redacción veremos como muchos de los personajes deben abrir varias puertas para acceder a los distintos habitáculos, con ello se muestra y marca a la perfección las diferencias entre los distintos competidores, todo lo que les aleja y separa. De hecho la redacción entera, con ese placentero sonido de las teclas de las máquinas de escribir de fondo, es un ejemplo perfecto de manejo de la arquitectura y estilo geométrico.

El supuesto éxito de Griffith y Mobley se ve truncado. La decepción de Mobley es por partida doble, a nivel profesional y a nivel personal, ya que Nancy parece decidida a no volver con él. Todo este drama y la evolución de los personajes con respecto a él tendrá su deslumbrante clímax en la escena del bar, donde se reunirán varios de los personajes, Mobley, Griffith, Nancy, Kyne… Una escena que es puro magisterio de la dirección cinematográfica.



Lang se mostrará solidario con Nancy en su entrada al bar. Tras un plano frontal donde Mobley y Griffith se lamentan, la seguirá con un travelling hasta el lugar que ocupará para tomar su cena. Es la honesta y pura del grupo. En este sentido debo señalar otro sutil detalle que diferencia, dibuja y desarrolla personajes. Nancy beberá sana leche, como veremos en esta escena, mientras que Mildred le dará más al licor, una es rubia y otra morena, la virgen y la prostituta, la pura y la pervertida.


Mobley reflexionará, ante la atenta mirada de su chica que escucha alejada, sobre la cruda realidad de los hechos. Ni el trabajo ni el sacrificio parecen dar frutos (aunque se usen artimañas), en la lucha competitiva, no reciben recompensa. Es Kritzer, el personaje que no hizo absolutamente nada más allá de beneficiarse a la mujer de Kyne, el que se llevará todo el pastel. El uso de las influencias, los chantajes y el venderse al mejor postor encontrándose un premio sin mérito alguno son los valores que se tienen en cuenta, por ello Kritzer y Mildred, que se beneficia por fortuna del trabajo de otros, parece ser que serán los recompensados.




Ante este panorama mezquino y desolador Mobley decidirá irse. En el momento que lo diga en voz alta Lang insertará un plano de Nancy, que no es indiferente a su amado novio. Tenemos que recordar que en el travelling anterior Lang se solidarizó con ella, así que el siguiente plano, donde oiremos las circunstancias que expone Mobley para su abandono y que la carta de dimisión ya la tiene Kyne, será desde el punto de vista de la chica, con Mobley y Griffith al final de la barra empequeñecidos. Aquí, aunque están lejanos, marcando la distancia que separa a Nancy de su prometido, Lang ya genera un vínculo de unión entre ellos, es el punto de vista de Nancy el que nos dirige la mirada hacia Mobley. Se reconoce así, además, la dignidad por el acto del personaje interpretado por Dana Andrews.


Walter Kyne aparecerá repentinamente en el bar, justo cuando Mobley estaba despellejándolo, se interrumpirá pero el heredero del emporio Kyne le instará a que siga, con lo que Mobley no tendrá piedad. En pleno alegato Lang hará un travelling de retroceso hasta incluir a Nancy en el encuadre, el mismo travelling que vimos al entrar la chica. Al hacer esto Lang vincula definitivamente a la pareja, Mobley y Nancy, que por supuesto, acto seguido y cuando nuestro protagonista termine su discurso, se marcharán juntos por la imprescindible escalera del bar (por la que vimos bajar a todos los personajes, incluidos Nancy y Kyne en esta misma secuencia). 




De alguna manera este último travelling reseñado también marca cierta distancia hacia Mobley, en el sentido de que, quizá producto de ese discurso, Walter Kyne no hará nada de lo que él pensaba. Acabará premiando y siendo justo con el periodista de raza, Griffith, y despedirá a su infiel amigo, Kritzer. Kyne incluso mejorará el puesto que tenía Mobley, haciéndole director del periódico, el puesto que deja vacante Griffith, y que éste parece no ser capaz de rechazar. Después de todo Mobley parece que también tenía intereses y ante el ataque de dignidad de su jefe no rehusará ese estupendo puesto.




En este final feliz, la recién casada parejita pasará su luna de miel y en el último plano Mobley usará su sombrero para tapar el omnipresente teléfono que empieza a sonar. todo visto mediante una panorámica. Por primera vez parece dar prioridad a su chica. Puede que a algunos les pueda parecer en exceso complaciente o idealista el final, pero en realidad no tiene por qué serlo. La decisión de Kyne es coherente y perfectamente lógica.


En medio de toda esta trama de ambiciones y mezquindades, Lang insertará buenos toques de humor que lo aliviarán todo un poco, matizando la tremenda oscuridad de todos estos personajes. 

Todo esto redime de alguna forma a Kyne, matizando también su imagen insustancial e insignificante.

Mientras Nueva York duerme” adapta la novela de Charles EinsteinThe Bloody Spur”.






No hace falta decir, aunque lo digo, que el descomunal reparto está esplendoroso, incluido el psicópata John Drew Barrymore, miembro de la dinastía de actores Barrymore, hijo de John Barrymore y sobrino de Lionel y Ethel. Además es padre de la conocida Drew Barrymore, la encantadora Gertie de “E.T. El extraterrestre” (Steven Spielberg, 1982) o una de los Ángeles de Charlie. Dana Andrews está magnífico y con el perfecto grado de ambigüedad, Sanders en su brillante línea, Lupino una madura totalmente seductora, Mitchell espectacular, como acostumbraba, y el resto a la altura completamente.



Fritz Lang, que era un perfeccionista y trabajador obsesivo y sumamente profesional, fue el que sugirió la idea de los mensajes dejados por el asesino, basándose en una historia real donde el asesino pedía que se le detuviera antes de cometer otro asesinato. Lo cierto es que salvo apuntes Lang no muestra una especial atención por la descripción del villano, cosa que en absoluto es negativa.

Es alucinante la cantidad de obras maestras de este director, esta es una más, especialmente valorada por él y de la que cuesta no enamorarse. No puede uno parar de escribir aspectos interesantes de casi ninguna de sus cintas.

Si aún no la habéis visto y os gusta el cine de verdad, aquí tenéis una obra indispensable.

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