viernes, 5 de agosto de 2011

Crítica: CIELO AMARILLO (1949) -Final-

WILLIAM A. WELLMAN



Conforme avanza la película también en los decorados se muestra una evolución, la casa donde viven abuelo y nieta es un oasis de civilización y allí veremos varias escenas, una civilización en peligro, rodeada de amenazas, un entorno agreste pero que lucha por imponerse, un último reducto de una humanidad que parecía perdida. Al mismo tiempo veremos esto mismo en el personaje de Peck, totalmente asilvestrado en forma y fondo, que irá transformándose tanto física como psicológicamente, su esencia le impulsa a esa casa con abuelo y nieta y a alejarse del grupo de ladrones, para ello su aspecto desmadejado y sucio cambiará para hacerse más presentable, aceptable para esa disfuncional familia, más respetable, para ello se afeita, lava y peina.






Wellman va desarrollando una profunda reflexión sobre la ambición y la codicia. Una ambición que nunca juzga como un defecto, al contrario, se muestra comprensivo e incluso partidario, tan solo crítico con los medios que se usen para dar satisfacción a la misma, los medios que se usen para lograrla, es ahí donde están las circunstancias censurables, donde la sana ambición puede convertirse en malsana codicia.
La presentación de Mike (Anne Baxter) es una maravilla, fascinante y fantasmal. Los instintos más primarios reverdecen, aunque es interesante ver como hay instintos más primarios que otros. El primero, sin duda, es el de supervivencia, una vez uno se encuentra a salvo y bien físicamente surgen otros, como los sexuales. El oeste, un lugar y una época profundamente machista, un grupo de hombres y una chica cerca van a provocar situaciones previsibles. Una vez más tendremos la lucha entre instintos y civilización, a otro nivel.
La fotografía es una auténtica gozada, los contrastes lumínicos, el uso de las sombras, la luminosidad de ese desierto repleto de sol, la penumbra de las noches donde la sensualidad se hace incontenible…
Más aspectos a destacar, las interpretaciones, desde los personajes más secundarios a los principales, un Richard Widmark espléndido como siempre, un Gregory Peck entonadísimo en su complejo personaje de múltiples matices o una Anne Baxter que merece una mención aparte, una actriz maravillosa que aquí se sale del mapa. Personajes con pasado, profundidad psicológica y evolución perfectamente desarrollada.
Magnífico el tiroteo entre las rocas de nieta y abuelo con los ladrones, rodado con maestría extraordinaria, un derroche de recursos e imaginación, planos picados, generales, subjetivos…
Todos los aspectos mencionados y todos los que contiene la película, ambición, codicia, deshumanización, redención, deseo, instintos primarios, heroísmo, valentía… son desarrollados y evolucionan con gran precisión desde un guión de tremenda calidad. Escena tras escena se van sucediendo momentos memorables.
La escena del intento de violación es otro ejemplo de brillantez, suspense, desarrollo dramático de personajes…
El personaje de Anne Baxter poco a poco se va volviendo más vulnerable a los pequeños detalles y atenciones que el personaje de Gregory Peck le concede. Empieza a ver que ese hombre merece la pena en una búsqueda inconsciente, producto de sus propios instintos también, que al fin y al cabo no se diferencian tanto de las necesidades de esos hombres. La diferencia vuelve a estar en cómo afrontarlos. El plano de Anne Baxter después del intento de violación mirando de noche a esos hombres en la lejanía lo dice todo. A ello le sucederá otra escena íntima, y de lucha, con Gregory Peck, una lucha contra él pero sobre todo contra sus propios sentimientos e instintos.
Peck entiende que debe evolucionar para llegar a ella, llega a través de los sentimientos más que sometiéndola en base a los instintos, la conversación donde se sincera con el abuelo estando ella presente, una gran escena donde todo lo que se dice en realidad va dirigido y con intención de acercarse a ella, es el punto de inflexión de la relación. Una escena completa que va desde la lucha contra los impulsos, la cesión a los mismos en cierta medida y el nacimiento de los sentimientos.

La parte final, con el conflicto entre los ladrones y los buscadores de oro, se resuelve con la maestría de la que Wellman hace gala durante todo el metraje. Nieta y abuelo recibirán el apoyo de Peck en su lucha y poco a poco algunos de los ladrones también se sumarán a ellos.
Me encantan los duelos y tiroteos desde las rocas, en esta película tenemos varios, uno mencionado y otro que protagoniza Peck contra sus ex compañeros. Todos magníficos.
Vuelvo a insistir en lo bien que está fotografiada la noche y la entrada en la misma, sin menoscabo del resto que es magistral.
El punto más álgido es una de las mejores escenas de la película, el duelo dentro de un bar abandonado que sólo intuimos al realizarse en su totalidad fuera de campo. Una escena para ver una y otra vez.
El final, lejos de ser forzado, resulta el punto culminante de la redención, y con ese punto cómico relaja un relato tenso y duro que no da tregua, incluso los modales poco sutiles del personaje de Peck hacen que ese final funcione bien. La redención, con la humillante entrega del dinero de Peck, culmina el círculo de la evolución de este personaje, y se redondea con la aceptación del sombrero que éste regala a Mike que es a su vez el cierre del círculo de la evolución de ella.
Pocos peros se le pueden poner a esta obra que, sin embargo, vuelva a menos altura que esa obra maestra de Wellman que es “Incidente en Ox- Bow”, le falta algo para lograr esa comunión total con el espectador que tenía aquella pero, desde luego, es una obra descomunal.
Un western atípico, oscuro, original, imprevisible, seco, romántico, nada convencional, que manteniendo, como ya dije, los ingredientes del género los maneja de una forma totalmente distinta, profundo, denso, complejo. Un western de referencia.

 




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