martes, 2 de octubre de 2012

Crítica: CAPITANES INTRÉPIDOS (1937) -Parte 2/3-

VICTOR FLEMING










Manuel.

Manuel será el imprescindible guía que cambiará la vida de Harvey. Interpretado por el maravilloso Spencer Tracy, Manuel es uno de los personajes más inolvidables del cine. Imposible no quererlo. Este humilde pescador atrapará su mejor pieza.

Manuel subirá al barco comandado por Disko, Lionel Barrymore, a Harvey, y allí el chico, además de al capitán, conocerá a toda la tripulación, Dan (Mickey Rooney), JackEl largo” (John Carradine)…

Harvey no tardará en mostrar su característica chulería y prepotencia, sus aires de superioridad, pero tampoco tardará mucho en darse cuenta de que allí, en el mar y entre marineros, todo eso no tiene ningún recorrido. Harvey, acostumbrado a que se le trate de manera especial, a sentirse superior por el prestigio de su padre, se ve convertido en uno más de la tripulación, peor aún, en un aprendiz. La puesta en escena de Fleming es sobresaliente y la naturalidad de las interpretaciones es espectacular, Lionel Barrymore y el resto de la tripulación parece que han sido marineros toda su vida. Todos actuarán con indiferencia ante la actitud reivindicativa de Harvey, apartándolo con desinterés y sin hacerle apenas caso. El acto de concederle un sueldo es definitivo, es simplemente uno más. El único rasgo de distinción que tenía, ser pasajero, acaba eliminado al darle ese sueldo y pasar a ser miembro de la tripulación como los demás.


Harvey se va dando cuenta de que no tiene medios para hacerse notar una vez se le ha cortado la fuente de su padre. Su ansia por figurar va más allá de la búsqueda de cariño, de un sentimiento de cierto desarraigo, lo necesita para afirmarse a sí mismo. Harvey cree que es y se le considera por lo que tiene, no por lo que es.

Una bofetada de realidad.

La bofetada que propina el capitán Disko a Harvey por su insolencia es la muestra física perfecta de lo que le está pasando. De su existencia sin complicaciones, donde se divertía intentando someter a los demás y quedar por encima, a tener que asumir que es uno más en igualdad de condiciones.

En la comida de pescadores donde se resuelve que Harvey tenga un sueldo hay un salto de eje, que en el cine clásico siempre fue considerado un error de dirección, algo que comparto aunque ahora los modernos los usen como si no costase. Un vicio adquirido desde la Nouvelle Vague.

Fleming se fascina y nos fascina con varias escenas del trabajo de los pescadores, ya sea pescando, cortando el pescado o cualquier otra actividad relacionada con esto. Nos quedamos embobados y disfrutando de ese mundo único del que nos acabamos enamorando, como le ocurre a Harvey. Por eso funciona también la película, además de todo lo comentado, por la habilidad de Fleming para seducirnos y contagiarnos esa pasión por el mar, por hacernos ver a través de los ojos de un niño y sentir lo mismo que él siente en esa tripulación y en ese trabajo que lo acogieron.


Su educación correrá a cargo de Manuel, que dará la imagen de cascarrabias por tener que ocuparse de esa labor, pero que en el fondo está encantado. Manuel será el mentor, y otras muchas cosas, de Harvey.

Los comienzos serán difíciles hasta que Harvey vaya asumiendo que se le acabó la tontería y su orgullo vaya desapareciendo, una educación a la fuerza que lo cambiará por completo y lo hará verdaderamente feliz. Tendrá magníficos maestros.

El punto que emociona a todo ser humano que tenga corazón en el pecho es la relación entre Harvey y Manuel, una relación que progresa con total maestría de forma constante y perfecta. El muchacho pronto se irá ablandando y calmando a la par que va forjando su sólida amistad con el pescador. Una amistad que se convertirá en otra relación paterno-filial, en este caso disfuncional, donde el chico se agarrará a Manuel como al padre que siempre quiso y Manuel al chico como al hijo que nunca tuvo.

Victor Fleming mezcla con una maestría francamente encomiable lo épico y lo intimista, grandes aventuras y momentos divertidos con conversaciones trascedentes donde se ponen al desnudo los sentimientos y la forma de ser de los personajes. Entre los muchos momentos íntimos a destacar tenemos la conversación entre Harvey y Manuel acerca del sentimiento por la música, la primera conversación cordial donde el chico se muestra más predispuesto a interesarse por los demás. Tracy hablará sobre la improvisación, sobre la música como un sentimiento que brota sin poder contenerlo, la base del blues, del jazz… habla de la verdadera autenticidad y la contrapondrá a la mera pose. Por supuesto también hablará de su padre, el que le enseñó melodías, el que se lo enseñó todo… el valor del padre, el valor de un padre.

Las conversaciones sobre los padres están muy presentes siempre en la película, es uno de los temas principales, como he mencionado. Manuel tendrá especial participación en estas conversaciones y su figura se erige como el ideal paterno, curiosamente sin serlo.

Manuel le enseñará a Harvey que el legado está más allá de lo material.

Sin solución de continuidad pasamos de la intimidad a la épica, la competencia marinera con un rival pescador. Conversaciones marineras, enfados fingidos, vaciles constantes… pero una camaradería y comprensión por el resto de pescadores que lo riega todo.

La jerga marinera está constantemente presente, la recreación del mundo marino que hace Fleming, sobre el maravilloso texto de Rudyard Kipling, es magistral. La jerga, el trabajo de pescador, el ambiente, con esos planos de interior donde vemos el balanceo del barco, el sonido de las cuerdas, el manejo de las velas, del timón... todo te sumerge en otro mundo que resulta tremendamente sugestivo y atractivo.

La rudeza marinera es usada como coraza, lo vemos en multitud de gestos de los principales componentes de la tripulación, Manuel en su relación con Harvey; JackEl largo” con su gesto final con nuestro protagonista, regalándole la maquinilla que la ganó a Manuel en la apuesta; el capitán Disko y sus bravuconadas con su rival pesquero que esconde una total camaradería… Gestos sobrios y emotivos completamente varoniles.

Harvey busca desesperada y continuamente a Manuel, busca una figura paterna, intuye el afecto que el pescador le profesa aunque se lo demuestre de manera tosca, ruda y disimulando ante sus compañeros al inicio de su relación. 

Manuel le hace caso.

Manuel a su vez adopta a ese chico como su hijo, quiere dejar el legado de su padre en alguien y ese chico le toca la fibra. Harvey irá madurando e intentando ser mejor persona para lograr la aprobación de Manuel, para complacerle. Manuel por su parte siempre estará vigilante y pendiente de él, como vemos en la escena donde le aconseja escupir antes de tirar la basura por la borda.

Con respecto al tema de los padres y el legado que dejan tendremos otra conversación entre nuestros dos protagonistas.

Ese ansia por acercarse a Manuel nos llevará a otra conversación sobre padres, en este caso entre Harvey y Dan. Dan (Mickey Rooney), también aprendió a pescar gracias a su padre. Un anhelo de Harvey. Los padres y su verdadero legado.

En la recreación del universo marino y pesquero, Fleming mezcla decorados con imagen real y lo hace francamente bien.

El desarrollo de todos los personajes es perfecto, especialmente el de los dos protagonistas, vertebrado en su relación. Veremos cómo Harvey parece ir empapándose de todo al ver su dominio de la terminología marina.

Me encantan los momentos de silencio con el único sonido del mar y el barco. El balanceo y los planos inclinados.

Ha sido la ansiedad”.

Manuel llevará en su barca a Harvey para enseñarle a pescar. El aprendizaje continúa. Esta enseñanza nos dejará otro momento de intimidad asombroso. Manuel se descubre como un romántico pescador filósofo, un magnético y cautivador contador de historias, un hombre apasionado de la pesca, el mar y Dios. Te quedas absorto, como Harvey, oyéndole contar cosas de su padre, de la vida, de lo que sea… En esta conversación emocionará a todos contando la muerte de su padre y sus referencias a Dios.


Allí (en el cielo) no se pesca así. Ah no, no, no. Los peces siempre pican y cuando se agotan los peces el señor hace más. Hace más peces, hace más pan, hace más vino… Y luego hace la guardia por la noche”.

Después de esto no es raro que Harvey logre pescar su primer pescado.

En esta continua enseñanza de valores que es “Capitanes Intrépidos” tendremos otra lección de honestidad cuando Manuel descubre la maldad de Harvey para lograr que su amigo gane la apuesta. Harvey está en proceso de madurez pero aún tiene mucho que aprender, no vale ganar de cualquier forma, no vale ser un tramposo. La primera pesca de Harvey manchada, así que el pez volverá al mar, es lo justo.
Harvey se verá obligado a maquinar para hacer el bien. Su defensa de Manuel, que el astuto pescador provoca, y el reconocimiento de Harvey de su deshonesto comportamiento reconcilian a nuestros amigos y muestran tanto a Harvey como a nosotros enseñanzas vitales.

La escena de la reconciliación es magnífica. Fleming sitúa la cámara centrada en el camarote, donde vemos una mesa separada por una viga, Harvey y Manuel se situarán en lados opuestos, cada uno a un lado. Es la distancia que los separa. El pescador pasará al otro lado, al de Harvey, para agarrarlo y hacer las paces. Se rompen las distancias.

Todos tenemos que avergonzarnos alguna vez para no volver a hacer aquello que nos avergüenza, ¿no?

La mirada emocionada de Harvey al ver cantar a Manuel tras su reconciliación (una melodía que le enseñó su padre, como no podía ser de otra forma), es otro momento de una emotividad extraordinaria. Uno de esos momentos de antología cinematográfica.

“…me ahorcaré con una anguila”.

 

Dedicada a Juanitoj, que espero la esté disfrutando. Y a mis padres, que son mi modelo



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