lunes, 16 de abril de 2018

MILOS FORMAN, ODA AL INDIVIDUO

CINE










Uno de los directores que más interés me despertó en mis inquietudes cinéfilas de los 90, sobre todo tras ver “Alguien voló sobre el nido del cuco”, con la que quedé fascinado por su profundidad, calidad, alegorías, simbolismo y filosofía. Me metí de lleno en su obra.

Lo que más me interesó e impactó de Forman fue su pasión por la individualidad, por el individuo, algo que comulgaba, desde mi juventud, a la perfección con mi forma de ver las cosas. Esa es, precisamente, una de las piedras angulares de su universo conceptual, y nunca con tanta fuerza se vio plasmado en su obra como en “Alguien voló sobre el nido del cuco”.

Me parece maravilloso poder descubrir cómo se fue gestando esa filosofía, esa pasión por el individuo, el individualismo y la libertad. Nacido en la República Checa, el joven Jan Tomás Forman, su nombre real, vivió varias dictaduras, desde el nazismo que se llevó a sus padres (a su madre y al que creía su padre, porque el verdadero lo conoció mucho después, cuando una amiga de su madre, superviviente al Holocausto, le confesó que su padre biológico era un arquitecto judío, que también sobrevivió al Holocausto, y al que terminó conociendo), al comunismo que padeció en Checoslovaquia bajo control soviético. Entornos asfixiantes, opresores, castradores, violentos… Su creación artística, sus temas, por tanto, terminaron centrándose en la defensa profunda del individuo, de su esencia, en contra de los colectivismos, de los entornos opresores. La alerta del peligro de la alienación en la sumisión al sistema... Normal, era la lógica expiación de un espíritu artístico que vivió y padeció lo que vivió y padeció.

Allí comenzó su carrera cinematográfica, en Checoslovaquia. Sus mejores películas checas fueron “Pedro, el negro” (1964), “Los amores de una rubia” (1965) y “¡Al fuego, bomberos!” (1967), previas a su paso a los Estados Unidos…. Estaba claro que el cineasta necesitaba oxígeno, aire libre, y en cuanto tuvo la oportunidad de escapar de allí se dirigió hacia América, un país que amó y que lo adoptó.

Es fantástico el talento que surgió en aquellos años de dictaduras, algunos llegando a los Estados Unidos para dar a la industria una mirada distinta y un toque intelectual, como Polanski o el propio Forman.

Su primer título americano fue “Juventud sin esperanza” (1971), buen calentamiento para la que sería su obra maestra.

El individuo contra un entorno opresivo. La libertad, sea normal, natural (Ragtime, Hair), provocativa, transgresora (Alguien voló sobre el nido del cuco), soez o vulgar incluso (El escándalo de Larry Flynt). Íntima o expansiva. Personajes extremos, sin filtros, de pura libertad, casi radicales, independientes, rebeldes, ajenos a lo convencional, al orden establecido. El cine de Forman siempre es vital y enérgico, un canto a la vida, aunque se encamine hacia la tragedia.

La libertad, por transgresora que fuera, es el motor que mueve a esos personajes, que cuando son limitados, se rebelan, sufren, mueren, al no tener sentido en sí mismos…

Y la provocación, la transgresión. Dos conceptos que en Forman son intelectualizados para desnudar las contradicciones sociales, como un pulso que impulse al cambio, como si fuera un juego, una necesidad que desmonte lo constreñido, lo impuesto. Sus personajes provocan para romper el lazo que oprime, para escenificar la existencia de ese lazo. Eso hace Jack Nicholson en el hospital psiquiátrico espoleando a sus compañeros, o Larry Flynt con su revista… Ir un poco más allá.

En su reflexión sobre la libertad, Forman nos descubre que es ahí donde nos conoceremos, cuando rebasemos límites que nos imponemos nosotros mismos por muy distintas razones. Un conocimiento que posiblemente nos sorprenderá, pero que es necesario.

Todo ello lo encontraremos en sus grandes películas americanas. Empezando por “Alguien voló sobre el nido del cuco” (1975). Un hospital psiquiátrico, un espíritu libre intentando inculcar su esencia a los “locos” que están allí. Un control férreo, opresor, que intentará someter a ese hombre que representa la pura libertad, en lo bueno y lo malo…

Alguien voló sobre el nido del cuco”, tiene toda la esencia de Forman. Una película que consiguió 5 Oscars en todas las categorías principales (película, director, actor principal, actriz principal y guión adaptado), de las 9 en las que estuvo nominada. E hizo lo mismo en los Globos de Oro, algo único.

El Randle McMurphy que interpretara magistralmente Jack Nicholson, es el claro exponente del personaje formaniano, el hombre libre sometido, el hombre rebelde inquebrantable al que sólo se puede controlar acabando con su personalidad… un final que abarca toda la filosofía del director.

Entornos castradores y opresivos, como el racismo en “Ragtime”, las convenciones morales en “El escándalo de Larry Flynt”, los prejuicios y estrecheces sociales en “Man on the moon” (1999), el academicismo y el orden en “Amadeus”, las reglas sociales estrictas de “Valmont”… donde refulgen personajes que se oponen a todo eso con su libertad rebelde (Alguien voló sobre el nido del cuco), trasgresora y soez (El escándalo de Larry Flynt), genial (Amadus o Man on the moon), reivindicativa (Ragtime), hedonista (Hair)…

Sociedades hipócritas y represoras que buscan aniquilar a la persona especial, distinta, como Andy Kaufman cuando resquebraja los limitados esquemas mentales de ellos, Larry Flynt sus limitadas visiones morales, Randle McMurphy sus estrictos códigos de orden, Mozart la envidia generada por la genialidad… y que Forman desnuda sin compasión, siempre de parte de sus individuos especiales, aún cuando su destino sea fatal. Muchos pagarán por todo ello, en un conflicto irresoluble, como le ocurre a McMurphy; otros ganarán a la eternidad, como Mozart

Hair” (1979) es la escenificación de esa aspiración de libertad: los hippies contra la guerra; la música y el hedonismo contra el belicismo y el orden impuesto… una vez más. Y la música y el arte de un pianista afroamericano luchando contra la intolerancia en “Ragtime” (1981)… Siempre una concepción con muchos rasgos en común, como ven.

Amadeus” fue su otro gran éxito. Consiguió 8 Oscars y estuvo rodada en su país natal. Históricamente poco rigurosa, pero creó auténticos iconos, estereotipos, el de la genialidad y el de la envidia que provoca, aún recordados y vigentes hoy día entre los cinéfilos.

Valmont” (1989) tuvo la mala fortuna de competir con “Las amistades peligrosas” (1988)… lo que son las cosas. Las dos casi a la vez en las salas adaptando la novela de Choderlos de Laclos. Salió vencedora la versión de Stephen Frears, más glamurosa y hollywoodiense, más intensa, pero sin ese toque frívolo, ligero, satírico, que poseía la magnífica película de Forman.

En su estilo gustaba de dar libertad a los actores, algo que le extrañó y a la vez gozó Jack Nicholson, por ejemplo, en el papel que le dio el Oscar en “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Le gustaba la improvisación, para él imprescindible y necesaria, del resto del equipo, siempre desde el absoluto control y conocimiento que él tenía del guión.

Además de estos aspectos, la música, la ópera y el Jazz aparecen a menudo en su obra, quizá por ello realizó una ópera, casi como si recordase a Amadeus y “Ragtime”, junto a sus hijos gemelos: “Un paseo bien pagado”, una obra jazzística.





Ya estoy deseando meterme con alguna de sus obras maestras, analizar y sacar todo el jugo a su rica obra y a esas ideas que tan brillantemente desarrolló. Su eternidad.

Murió el pasado viernes 13 de abril con 86 años “en paz y rodeado de sus seres queridos”, tras una breve enfermedad. Pero como ocurre en los grandes y en los seres queridos, esto de la muerte es sólo un trámite.




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