miércoles, 26 de junio de 2013

Crítica: HASTA QUE LLEGÓ SU HORA (1968) -Parte 3/4-

SERGIO LEONE










La comida.

En la escena entre Jill y Cheyenne el pistolero comerá un poco, algo siempre presente en las cintas de Leone. Cabe recordar la presentación de Lee Van Cleff en “El bueno, el feo y el malo”; la fiesta familiar en “Por un puñado de dólares” (1964); la tensa escena del provocador Klaus Kinski en una tasca junto a Lee Van Cleef en "La muerte tenía un precio" (1965); la que vemos al aire libre y al inicio en el tren de ¡Agáchate, maldito!” (1971)… hay goce y delectación por la comida en el cine de Leone.

Como he comentado cada personaje tiene su canción, su tema o su sonido (la armónica para Bronson), pero la cosa no queda ahí, las variaciones de tono para resaltar estados anímicos o situaciones concretas dentro de la narración acaban situando a esta banda sonora, repleta de inspiración, entre las más destacadas de la historia del cine. Posiblemente sea de las más brillantes del propio Morricone, que tiene en sus trabajos con Leone algunas de sus cimas, si no las más altas. Si las películas de Sergio Leone tienen algunas de las bandas sonoras más extraordinarias de la historia del cine, ésta en concreto estaría entre las mejores, sino es la mejor.

Como todos los duros del oeste, Robards se mantendrá completamente seguro de sí mismo, dominador de la situación, tranquilo, manejando la psicología e intenciones de Jill, por ejemplo en el suspense creado con un cajón, un cuchillo y una sonrisa satisfecha… Calará a Jill, hablará de dinero intuyendo sus verdaderas intenciones, justo cuando veamos la maqueta de un tren, como siempre presente y clave, en la mesa, el símbolo de la riqueza. El arranque de raza final de Jill acaba por rendir a Cheyenne, un amor platónico acaba de nacer.



Cheyenne y Jill se sincerarán plenamente, recuerdos de familia e ilusiones frustradas. Jill contará las suyas mientras mira la foto de su difunto marido.

Quien quiera que haya sido mi padre fue un hombre feliz… durante una hora o un mes”.

El tren. El símbolo de la modernidad y el progreso.

El tren no dejará de aparecer de forma constante durante toda la película, el tren o lo que tiene que ver con ello, vías, raíles, estaciones… El tren lo es todo.



-Veremos a Armónica llegar en tren, también a Jill, veremos McBain apresurar a su hijo para que vaya a recogerla a la estación. También sabremos que pretende hacer en su terreno otra ciudad, estación incluida, que es la clave que le hará enriquecerse. Veremos maquetas de este proyecto, algunas apareciendo en momentos oportunos de forma simbólica, como cuando Cheyenne habla de dinero con Jill o en la presentación de Morton (Gabriele Ferzetti), en este caso una maqueta de tren dentro de un tren de verdad, el hogar del gran empresario del ferrocarril, que tiene en una locomotora su hogar, él y el ferrocarril son uno.




-Morton y Frank tienen una extraña relación de amor odio, la ambición les une y a la vez les enfrenta. Morton ve en el ferrocarril lo que es, el símbolo del progreso y la riqueza, la máquina creadora de una nación, pero su ambición es desmedida. Frank por su parte es un traidor a sus raíces y su esencia, un empresario ambicioso y vinculado al ferrocarril sobrevenido. Él era un pistolero, un fiel representante que la vieja escuela, del viejo oeste, del oeste clásico. El dinero y el poder le llamarán por otro lado, aspira a ocupar el lugar de su mentor.


El que muere se queda muy asustado”.


-Esta conversación en el vagón del tren entre Frank y Morton se plantea como una lucha de poderes. Por ello Leone moverá sus fichas con sentido y contenido, de forma que Frank acabará sentado en el sillón de Morton, el sillón del jefe, el sillón de mando, su ansiada y cada vez menos disimulada ambición. El dinero como el arma más poderosa, sustituyendo las pistolas.


-Tras la protección de Armónica, Jill y él pactan para que ella se cite con Frank, momento donde volveremos a introducirnos en el tren. Es un truco de Armónica para saber dónde se esconde su objetivo. Volverá a aparecer como una sombra encima del vagón, esa deidad que toca un instrumento, una deidad que no puede estar mejor representada al estar espiando lo que ocurre en dicho vagón desde encima del mismo. Será descubierto por Frank, que es casi otra deidad, es una lucha de dioses, de seres míticos atrapados en un tiempo que los deja atrás.


-En un tren se producirá el primer encuentro entre Frank y Armónica. El villano hace caer en la trampa a nuestro héroe. Oiremos el sonido de la armónica sin que Bronson la toque, un sonido del pasado, un infierno enquistado. Es por ello que será en este preciso instante donde comiencen a aparecer los flashback, imprescindibles en los westerns de Leone. Un plano de alguien avanzando, completamente desenfocado. El pasado regresando para congeniarse, ajustar cuentas, con el presente.

-En esta escena acabarán los tres protagonistas, ya que poco después aparecerá Cheyenne para rescatar a Armónica, en el vagón, aunque en distintos momentos.


-Un letrero en blanco ilumina a Jill, en un zoom que de primer plano se acerca a “un Leone”, que se percata de lo que su marido pretendía hacer en su terreno. “Estación”. Una estación de trenes, una ciudad,  dinero a mansalva. El proyecto de McBain.



-La venganza de Frank por la traición de Morton será también en el tren, como no podía ser de otra manera. Un extraordinario travelling desde el suelo, mostrando los muertos a su alrededor a la vez que el paso del villano por los sucesivos vagones buscando a su jefe desde el exterior, nos llevará hasta la muerte de Morton, que a falta de mar agonizará en un charco. Un piano acompañará a Morton antes de morir, así como el sonido de las olas. Soberbia escena sin diálogos.

-El charco es un esperpéntico sustituto del ansiado mar para Morton, de la misma forma que la locomotora intenta compensar su inmovilidad. La locomotora, su “respiración”.

-Veremos las vías extendiéndose, el ferrocarril siguiendo su imparable construcción y avance. En este caso hacia Sweet Water.

-El final de la película no puede ser más expresivo, exponiendo la tesis de la cinta con clarividencia y virtuosismo. Un duelo de dos leyendas del western, dos hombre de otra época, la clásica del viejo oeste, destinados a desaparecer pero no pudiendo contener su impulso y esencia, cara a cara, ajenos a la obra del ferrocarril, el símbolo de ese futuro que los eliminará.

Henry Fonda compone un villano absolutamente memorable, lleno de cinismo y crueldad, con un rostro despectivo y frio escalofriante. Su pasado como héroe de película, siempre bondadoso, dentro del western en no pocas ocasiones, dota al personaje de mayor enjundia y profundidad. Una sugerida ambigüedad inducida al espectador que no es tal en realidad, simplemente la cultura cinematográfica de la gente les puede llevar a esperar un gesto de piedad o bondad, pero jamás verán recompensados dichos pensamientos, su desprecio por la vida ajena es total y absoluto. Terrorífico, magistral.


Leone era un rendido admirador de John Ford, al que consideraba el mejor director de la historia, otro más de la misma opinión. De igual forma idolatraba a Henry Fonda. Por extensión el director italiano llegó a manifestar que le gusta considerar al Frank que interpreta Fonda en “Hasta que llegó su hora” como el hijo legítimo del personaje que interpretó el actor en “Fort Apache” (1948) de John Ford, como ya comenté.







La nueva aparición de Armónica potencia su aura mítica, el sonido del instrumento y su silueta hecha una sombra así lo confirman. Se mostrará tan hábil quitando el encaje de Jill como tocando o disparando. Las miradas al horizonte con tranquilidad de Bronson mientras sigue adecentando a su gusto el vestido de la mujer son una gozada. Su aparición es protectora, aunque sus modales parezcan indicar otra cosa. Impide que Jill se marche para evitar que los hombres de Frank acaben con ella.



Armónica es casi como un dios, lo sabe todo y aparece en todos lados. Ni que decir tiene que como los que interpreta Eastwood no tiene nombre, siempre se referirán a él con el apelativo, Armónica, lo que acentúa el aspecto mítico reseñado.

Así acabará con los dos matones que se disponían a atacar a Jill, una contundente protección.





No solamente sabe tocar, sabe también disparar”.

Son fascinantes los detalles de dirección y encuadre, como ese donde vemos pasar el vagón donde están Morton y Frank y aparece de pasada Bronson sobre el mismo, así como los planos generales donde se le ve.


Como todo maestro Leone sabe sacar el máximo partido a todas las situaciones, ya sean dramáticas o de acción. Así que en el tren, con Armónica retenido, hará aparecer a Cheyenne para que lo rescate, en una magnífica escena de suspense e ingenio que da buena cuenta de las habilidades del personaje interpretado por Jason Robards. El uso de su canción en la misma escena es magnífico.





Armónica siempre se mostrará descarado, sin temer por su vida ni cortarse un pelo. En ese tono hablará a Frank. La seguridad y la pose de duro no pueden tambalearse en ningún momento entre los "dioses" del oeste.

-Armónica: Es bastante alta la mortalidad entre tus amigos, Frank. Primero tres, ahora dos

-Frank: Así que tú eres el de las citas.

-Armónica: Y tú el que no acude a ellas.


He señalado en varias ocasiones la idea y el tremendo talento de Leone para crear personajes míticos. Ya lo hizo con Eastwood y su “Hombre sin nombre”. Aquí el personaje de Bronson tampoco tendrá nombre, refiriéndose a él por el instrumento que no para de tocar. Del mismo modo lo veremos aparecer en sombras en varias ocasiones, aparecer en todos los lugares cuando menos lo esperas y conocer todos los detalles sin que se nos explique cómo. En esta misma línea irá la idea de que cuando Frank pregunta su nombre él mencione a las víctimas de su antagonista, un símbolo del pasado, de los muertos de antaño. Un pasado que regresa con un objetivo concreto, la venganza. Venganza con particular banda sonora, de armónica.



El señor chu-chu” (Morton) está magnífico en esta escena, sus espasmos temblorosos al oír cualquier ruido a su espalda, su pánico, se sienten casi físicamente.

El zoom es un recurso que Leone usa a menudo, aunque ejecutado con elegancia y en los momentos oportunos, expresivo.



Armónica, como semidiós que es, conoce los documentos de la ciudad que McBain pretendía construir, por ello se dispone a terminar el plan del difunto, ya que si la estación no está terminada cuando llegue el ferrocarril McBain y sus herederos perderían todo derecho.



















Frank (Henry Fonda) se dedicará a otros menesteres más placenteros… beneficiarse a la maciza Jill (Claudia Cardinale). Esta escena encanta a los seducidos por las curvas y belleza de la Cardinale, verla lasciva y deseosa de sexo no deja indiferente. Sabremos además que es una gran dotada para las artes amatorias, ya que era prostituta en Nueva Orleans.


Si antes pactó con Armónica, ahora se verá sometida a Frank, así lo comprobaremos en la puja para la venta de sus terrenos. Un primer plano de Cardinale, no un “Leone”, que se abre en un travelling de retroceso, inicia la subasta. Jill obligada a vender por una miseria su propiedad por la presión de Frank, pero como siempre aparecerá Armónica como salvador y con 5000 dólares gracias a la recompensa por apresar a Cheyenne, que acepta colaborar. Un viaje a la famosa cárcel de Yuma es lo que espera a Cheyenne, aunque Armónica no dejará que sea por mucho tiempo.




En un montaje paralelo veremos a Morton (Gabriele Ferzetti), su mirada perdida hacia la extensa llanura, el obstáculo que impide cumplir su sueño. Un piano, el cuadro de unas olas en el vagón, el sonido del mar… evocaciones al sueño de Morton, símbolos de su deseo, su anhelo… llegar al mar con su ferrocarril. El mar, otro lugar simbólico, el inicio de una nueva vida. Que Morton esté lisiado representa la inmediatez autodestructiva de la ambición desmedida. Morton es un superviviente, incluso estando en las últimas siempre parece tener un as bajo la manga, así en una falsa partida de cartas convencerá a los hombres de Frank para que acaben con él, una vez ha detectado que su ambición se desboca.




Unos breves diálogos entre Jill y Armónica para hacer evolucionar su relación será la introducción para un nuevo encuentro entre el último y Frank. Volveremos a oír la armónica, sin que Bronson la toque, que como ya vimos antes también sirve de introducción, en este caso del flashback. Ahora el difuso personaje que avanzaba se va aclarando, pero sin dejar ver su rostro de forma clara. El pasado cada vez más próximo.




La conversación irá creciendo en intensidad, estirando los tiempos, al puro estilo Leone, aumentando la tensión. Armónica observará a los hombres de Frank en el exterior mientras éste suelta bravuconadas por el revolcón que sufrió en la subasta. Le dará un dólar a Armónica. Del mismo modo Armónica observará como los apostados hombres de Frank abandonan sus lugares, el soborno de Morton surtiendo efecto.



La tensión sigue creciendo, Frank queda desguarnecido, sin protección y con una amenaza latente al salir… todo bajo la atenta mirada de Armónica. Simbólicos relojes sin manecillas, recordemos que ya vimos alguno al inicio, incluso parado, presagio de muerte y que enmarcan a la perfección el duelo personal de esos dos personajes anclados en el tiempo, Frank y Armónica.



Bronson será el ángel protector de Frank, se aliará con él y lo ayudará en la encerrona que le han preparado sus propios hombres, un comportamiento desconcertante si no supiéramos que Armónica es un hombre con un solo objetivo, que solamente tiene una motivación en su vida, acabar él mismo con Frank. De ahí que decida que aún no ha llegado su hora. Esto vuelve a resaltar el carácter casi divino y mitológico del protagonista. Desde la habitación de Jill, que se está dando un sensual baño en el piso de arriba, decide quien vive y quien no, cuándo debe morir alguien y cuándo va a resultar perdonado… Una deidad inmortal.




Armónica es un personaje sin fisuras ni coartadas psicológicas o de cualquier otro tipo, un personaje de una pieza, alegórico. Un solitario individualista invencible.

Es espectacular cómo está rodado este tiroteo, mezclando planos generales que acentúan el suspense y muestran la situación de todos los pistoleros, por ejemplo ese momento donde vemos a uno de los bandidos por un tejado buscando sorprender a Frank detrás del reloj sin manecillas, planos cortos, primeros planos, “Leones”, juego de miradas, picados, contrapicados…

Cierto es que los pistoleros traidores de Frank serán profesionales, pero torpes, ya que se complican de una forma la vida difícil de entender para hacer algo que en principio no acarrearía mucha complicación. Un tiro cuando salga o sin que salga al bueno de Frank, que no se lo espera, y asunto solucionado… En cambio ellos prefieren mostrar una actitud poco natural, como haciéndose los interesantes, de la cual sospecharía hasta el más despistado de los personajes. El respeto al villano principal.

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