miércoles, 11 de octubre de 2017

TEATRO: Un Tret Al Cap (Un Tiro En La Cabeza)

TEATRO











“Trampeando y mintiendo, vamos viviendo; mintiendo y trampeando, vamos pasando”. Refranero popular.


Un Tret al Cap es una obra que pone sobre la mesa algunas cuestiones candentes en esta época de sobredosis informativa, manipulación mediática y periodismo tendencioso. La verdad y la ‘post verdad’, el fin justificando los medios; pero no es sólo una mirada al periodismo, sino a una forma moral de hacer las cosas: la transparencia o la honestidad como guía para vivir sin pesos, en libertad, en plenitud, serenamente.

Tres mujeres, tres secretos

La obra empieza con una solicitud de ayuda. Una joven (Ulldemolins) acude a una periodista (Vilarasau), premiada por sus reportajes de compromiso social pero que ha sido recientemente despedida de su periódico, a pedirle ayuda con su propio caso de despido, que cree injustificado. La periodista, que actualmente escribe su propio blog, donde vuelca sus experiencias y reflexiones sobre la profesión en las que se destila mucha amargura, no está por la labor de escuchar la historia de la joven, que ha sido despedida de una empresa alimentaria por amenazarles con denunciar malas praxis que estafan y ponen en peligro la salud del consumidor. A la periodista, desencantada con la profesión, no le entusiasma el proyecto, desentendiéndose de él, pero su hermana mayor (Colomer), que comparte vivienda familiar con ella, la anima a hacerse cargo porque ha simpatizado con la joven.

Durante el proceso de investigación del caso, que finalmente ha sido aceptado, las tres mujeres se interrelacionan y conocemos detalles: la hermana, escritora de cuentos infantiles, superó en el pasado una grave adicción y en la actualidad lucha contra una enfermedad neurodegenerativa e irreversible que la ha hecho volver a la casa familiar, domicilio de la periodista, buscando los afectos primigenios para afrontar su final; el frágil pasado infantil de la periodista, defendida por su hermana mayor; el abismo de silencio de ambas hermanas abierto en el periodo yonki de la mayor, que tuvo que ser afrontado en solitario hasta superarlo...


También asistimos a saltos al pasado, como el que nos lleva al momento en el que la periodista recibe el encargo del reportaje que le dará fama y honores. En un momento dado, se nos desvela algo sorprendente que dará un giro a los acontecimientos: la periodista desenmascara a la joven, es una becaria de su antiguo periódico a la que le han propuesto “pillar” a la periodista en un renuncio, su supuesto caso es un intento de desenmascarar la falta de rigor profesional de la periodista.

Cada una por una razón, las tres llegan a un punto en el que se ven abocadas a decir la verdad. Y eso hacen: las hermanas se “reencuentran” y hablan del final de la mayor; la periodista facilita una información explosiva a la becaria para que pueda luchar por hacerse un hueco en la profesión, liberándose del peso de un secreto, sintiéndose, por fin, independiente, aunque sea, como sugiere la becaria, “un tiro en la cabeza”. Ese secreto es que el famoso reportaje por el que fue premiada tuvo una parte inventada, un “adorno”, una “licencia” para redondear un escrito.





Pegarse un tiro, buscar la verdad

La obra, partiendo del periodismo (con una mirada distinta a la que vimos en La Treva, pero que de alguna forma conecta con la profesión y sus claves), plantea cuestiones más allá de la intrahistoria a la que asistimos en el montaje. Especialmente en estos momentos, en los que asistimos a graves circunstancias que son vistas por unos y otros de una forma radicalmente distinta, en los que las corrientes de opinión se fundamentan a partir de las informaciones que nos llegan y que se toman como veraces, descubriéndose después que se han falseado a conveniencia. Se nos plantean muchas preguntas sobre la Verdad y sobre nuestras verdades. Y estas preguntas sobrevuelan la sala durante la función, y nos acompañan al finalizarla.





El propio autor/director nos las señala en su introducción a la obra, en sus palabras impresas en el programa: “Es necesario que haya ciudadanos bien informados para tener los instrumentos necesarios que les permitan decodificar la sociedad en la que viven, pero ¿es posible ejercer el periodismo en libertad? ¿La información que consumimos llega a partir de unos buenos intermediarios? ¿Son libres los periodistas para desarrollar su trabajo? ¿Se puede permitir la sociedad un periodismo conformista y poco desafiante con las versiones oficiales (interesadas) con las que a menudo intentan contentarnos las estructuras de poder? ¿Quién es el responsable de que el periodista se sienta condicionado por el paraguas de un medio que le limita, el medio o el propio periodista que lo permite? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la libertad? ¿Qué sociedad falsa estamos legando a las futuras generaciones caso de no pagar ese precio? ¿Puede sobrevivir una sociedad de forma sana a base de medias verdades? Y esto se puede trasladar al ámbito personal de nuestra vida privada. Lo que no decimos, lo que no afrontamos, lo que no queremos ver ¿nos permite construir relaciones auténticas? ¿Podemos permitirnos no afrontar aquello que somos en realidad? ¿Nos podemos permitir mirar a otro lado? ¿No es esta una forma de pegarnos un tiro en la cabeza?”.

La Verdad y las verdades. La comunicación como negocio, con el lastre comercial que encadena; la connivencia con las corrientes de opinión (involuntaria o voluntariamente) por parte de quien dirige la información, propiciando que se lancen medias verdades, para las que hasta se ha fijado el término “post verdad”, empleado (sin rubor por su significado) para justificar una afirmación falsa en un mundo cada vez más saturado de contenidos, pero también cada vez más perezoso por contrastar, reflexionar, valorar diferentes puntos de vista hasta alcanzar un criterio propio que guíe nuestras acciones, nuestra vida.

El egoísmo, la pereza, el acomodarse al pensamiento colectivo y esa desidia que va más allá en el plano vital: la falta de empatía por el prójimo camuflada por las sufridas “exigencias vitales”. Las huídas personales hacia adelante perseguidas por las propias sombras, por los demonios particulares, la falta de valor para afrontar un examen personal sincero.

En resumen, las reflexiones plantean la necesidad de la honradez en la búsqueda de la verdad, como hilo vital conductor. Somos humanos y, por tanto, falibles, pero no por ello hay que desistir de esa búsqueda honrada, manteniendo en mente que podemos errar, ya que recordarlo es el salvavidas ante posiciones totalitarias.

Pero esa búsqueda es exigente: la verdad no sale gratis. Requiere valentía y supone dolor a veces, si bien el camino honrado hacia ella es lo único que nos permite caminar sin cargas, sin deudas. Libremente. Aunque al final erremos.

Valoración

Nos perdimos la obra durante el Festival Grec 2017, por eso corrimos ante la reposición. Y no quedamos defraudados.

La obra nos gustó. Una curiosa puesta en escena, que se inicia con tres monólogos por parte de las tres actrices que configurarán su papel en la obra. Tres textos que forman parte de los diálogos y que, en un momento dado, recitarán en la escena de la que forman parte.

Un ambiente cercano (propiciado por la sala), acogedor, recrea diversos espacios del domicilio en el que se desarrolla la acción. Varias veces las paredes de la “habitación” son utilizadas de pantalla de ordenador en la que vemos (a la vez que oímos) los escritos de la periodista (una poderosa Vilarasau, que encara a la perfección a esa mujer de mediana edad, aún fuerte, pero con un cansancio interior muy acusado, sarcástica, condescendiente, endurecida ante los afectos). También se emplean para situarnos temporalmente y que entendamos los saltos al pasado en los que la periodista trabajaba para su diario.

Una Ulldemolins fresca y vigorosa, el contrapunto estupendo para los personajes de Vilarasau y Colomer, pero con esa amargura que conocemos en los jóvenes profesionales luchando por abrirse camino en unas circunstancias competitivas y decepcionantes.

Lo mejor de la obra se lo debemos a las escenas de diálogo entre Vilarasau y Colomer, cargados de humor o emoción, una química evidente. Hay que destacar el papel de Colomer, una actriz con unos problemas reales de salud que dotan de un punto adicional de verdad a su sentida interpretación de preciosos monólogos llenos de sensibilidad.

Curioso el planteamiento entre escenas. Las actrices se retiran del escenario y pasan al fondo de la sala, a la vista del público, donde se sientan y esperan su nueva entrada.


Sólo un “pero”: una vez conocemos el desenlace de la obra, tras la escena final, las tres actrices acuden a escena y explican conjuntamente una historia. Un último cuento en el que se habla de la enfermedad, de la decadencia física y de las decisiones drásticas. Un cuento que nos pareció algo “postizo”, tras una escena final potente, y que no acabamos de entender, puesto que diluye un poco el efecto interpretativo y dramático dentro de la obra que, como dijimos, nos gustó mucho.




FICHA TÉCNICA

Autor y director: Pau Miró
Intérpretes: Emma Vilarasau (Periodista), Imma Colomer (Mujer), Mar Ulldemolins/Vicky Luengo (Joven); Colaboración especial: Jordi Bosch
Género: Drama
Sala: La Beckett
Escenografía: Sebastià Brossa
Iluminación: David Bofarull (A.A.I.)
Espacio Sonoro: Marta Folch

Producción: Sala Beckett y Grec 2017 Festival de Barcelona



Por @Menudareina

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