martes, 9 de julio de 2013

Crítica: OZ, UN MUNDO DE FANTASÍA (2013)

SAM RAIMI











Tras el inmortal clásico de 1939, el eterno musical que dirigió Victor Fleming y protagonizó Judy Garland, era de esperar que en la época de remakes, precuelas y secuelas que estamos viviendo no tardara en llegar un título relacionado con él.

Lyman Frank Baum escribió hasta 13 libros sobre el mundo de Oz y la película que nos ocupa sería una especie de precuela de lo que se nos cuenta en el musical de Fleming, que se basó en la novela “El maravilloso mago de Oz”. Esta cinta no está basada en ninguna de las novelas del autor, que serían secuelas, sino que coge su universo y lo homenajea.



La película que nos ocupa se centra en la llegada del famoso Mago de Oz… a Oz, y cómo logró ser el rey de ese mundo particular.


La estructura de la cinta es sencilla, consiste en describir y luego seguir el proceso de redención y maduración del personaje principal, Oz, interpretado por James Franco.



La música tiene el inconfundible estilo de Danny Elfman, compositor habitual de Tim Burton, que aquí compone una partitura muy del estilo de las que realiza para aquél. Estamos en Kansas, en 1905.

Raimi nos introduce en la historia con un gran plano secuencia con grúa, y suponemos uso del ordenador, para presentarnos el circo en el que trabaja nuestro protagonista como mago. El gran Oz. El plano secuencia terminará, precisamente, junto a su caseta.



Toda esta introducción o primera parte de la película será en blanco y negro.

Oz es un farsante, un mentiroso, un aprovechado, un manipulador… un tipo bastante despreciable y egocéntrico. También es un solitario. Un retrato muy marcado para un protagonista que sólo puede seguir una evolución, y más estando en una película Disney, la de la redención y maduración. 

Usará una caja de música para camelarse a ingenuas jovencitas y utilizarlas en sus espectáculos, además de beneficiárselas, que ya puestos…

Oz, un mundo de fantasía” además de una historia de fantasía, maduración y redención, es una apología y reflexión sobre el arte de la representación, de la mentira, del engaño, de la apariencia. De lo imposible. La mentira desde sus distintos puntos de vista y sentidos morales, la defensa de esa mentira cuando no es egoísta, sino por un bien mayor. Una defensa de la representación y la ingenuidad en la mirada, la inocencia necesaria para hacerla posible. El espectáculo.




Hágame andar”.

Yo tengo fe en usted”.

Oz sentirá en sus carnes sus propias limitaciones, la impotencia de la farsa, un primer paso a aceptar su verdad, una cura de humildad y varapalo a su egocentrismo cuando una niña, fascinada por su magia, le pida que le haga andar. Un buen y duro detalle para bajarle los pies al suelo.

Curiosamente Oz se mostrará sincero con otra chica, es ahí donde vemos que en el fondo nuestro personaje tiene “cura”. Su abierta conversación con Annie (Michelle Williams), no haciéndola albergar esperanzas y manifestándole sus deseos, egoístas y egocéntricos, pero sinceros, así lo dejan ver.

No quiero ser un buen hombre, quiero ser un gran hombre”.

Oz no responde a las insinuaciones de matrimonio de Annie, se niega a casarse con su enamorada amiga, a la que sólo ve tras varios meses a su paso con el circo de gira. Annie anuncia a Oz que va a casarse con un tal John Gale, si recordamos que en la novela Dorothy se apellidaba Gale precisamente, podemos llegar a colegir que Annie sería la madre de la protagonista de la cinta original.

En relación con la idea de espectáculo, tenemos otro momento que además es un homenaje al cine, algo que se seguirá desarrollando hasta la parte final, donde la idea se sublima. El “artilugio cinematográfico” que simula un elefante en movimiento que hace funcionar Oz, mientras habla con Annie, va en esa dirección. El cine como arte supremo de la representación, de la mentira y el engaño.



La realidad y lo sembrado con las cajitas de música falsas, las manipulaciones y las mentiras, le darán en la cara a Oz. Los celos del forzudo, las damiselas decepcionadas y engañadas, acabarán provocando que nuestro protagonista tenga que huir. Largos travellings con la persecución del forzudo a Oz y la llegada del espectacular tornado darán por concluida esta primera parte, a la par que esos recursos estilísticos describen el entorno en el que se mueven los personajes, un circo en cuarentena, amenazado por la presencia del tornado. Un tornado que parece una manifestación de las turbulentas relaciones que ha ido creando Oz en su trabajo.







Una introducción destinada al dibujo y presentación del protagonista, que suplicará que no le pase nada y pedirá perdón, cuando se vea dentro del tornado y su vida colgando de un hilo.

Raimi buscará, y logrará, el brusco contraste con el cambio a color en el mundo de Oz. Un contraste radical, del blanco y negro a unos colores extraordinariamente llamativos, expresivos e intensos, un colorido mundo de fantasía generado por ordenador.




Una de las virtudes de la cinta y la dirección de Raimi son los largos planos sostenidos que muestran toda la acción, algo no muy usado y que denota calidad en el rodaje. Largos travellings como los reseñados, la caída del globo por la cascada, la huida de Oz y Theodora al conocerse… Muchos de estos planos se usan para describir el lugar, un lugar que parece diseñado para Oz, donde la magia y lo imposible sí es verdadero. Una exhibición sinfónica de luminosidad y colorido.




Este rasgo estilístico es muy de Raimi y sus cintas de aventuras o acción, ya pudimos comprobar esa misma idea de travellings largos y planos sostenidos en los vuelos del Hombre Araña en su trilogía de “Spiderman”. También apreciaremos zooms para la primera aparición de un esbirro de la bruja mala.

Lo onírico estará muy presente, lo imposible como un sueño en el mundo de Oz. La aparición de Theodora (Mila Kunis), es un buen ejemplo de esto. En esta primera parte la habitualmente pícara y frívola Mila Kunis mostrará una actuación tremendamente ingenua y relamida, acorde con su personaje bondadoso e infantil. Por ello caerá rendida a las atenciones del galán Oz y a sus mentiras. Una relación que parece previsible, pero que tornará pronto. Aquí volveremos a ver a Oz mentir y usar la caja de música, algo que de alguna forma nos indica que esa mujer no le importa de verdad, porque ya comprobamos que Oz es capaz de ser sincero con la que sí le importa. El caso es que sus mentiras le posibilitarán un baile y un beso, camelarse a la bruja buena que le dará acceso al trono y a las riquezas…


A lo ya reseñado hay que añadir que la estructura de la película se fundamentará en la figura del elegido, una profecía que sitúa al falso mago Oz, que se llama igual que el lugar en el que aterriza, como el elegido para liberar a un pueblo.








La progresión de Oz será muy básica, de las aspiraciones grandilocuentes y la avaricia, ejemplificada en sus motivaciones y decisiones de ayudar al pueblo de Oz por el oro de la recompensa y poder ser rey, a la humildad, generosidad y sacrificio con los que concluirá la aventura. Todo con mucho tic Disney, productora de la cinta, y toques muy infantiles, como esas hadas del río.




La ciudad esmeralda.

Serán muchas la referencias a la cinta de Fleming, como es lógico, así veremos la gran Ciudad Esmeralda, de un verde intenso, el camino de baldosas amarillas, las brujas malas, el tornado etc. etc.

Los tres personajes principales de “El mago de Oz” (Victor Fleming, 1939), tienen sutiles referencias en la cinta, así veremos un león al cual ahuyenta Oz, quizá haciéndole perder su valor, veremos un ejército de espantapájaros a los que Oz logra insuflar vida en otro de sus trucos tecnológicos, en cambio no observo ninguna referencia al hombre de hojalata, lo cual me revienta un poco. Finley es un mono volador que en este caso ayuda al protagonista, hay que recordar que en la cinta original también había monos voladores que ayudaban a la bruja mala.


Como en la cinta de 1939 el mundo de Oz es como un equivalente o manifestación mágica del real, ya vimos como los trabajadores de la granja de Dorothy acaban siendo los equivalentes al león, el espantapájaros y el hombre de hojalata en el mundo de Oz. Aquí ya hemos reseñado algunos paralelismos, pero habrá más, el personaje del mono volador, Finley, que promete fidelidad a Oz tras salvarle la vida, se corresponde con su ayudante en el mundo real y su amada novia con la que le vimos ser sincero tendrá el mismo rostro que la bruja blanca, Glinda (Michelle Williams).

Una de las paradojas de la película acaba resultando gratificante, es la idea de que los trucos, la falsa magia de Oz, no servían para nada práctico en su mundo, donde la magia verdadera no existe (se ve incapaz de curar a una niña inválida, por ejemplo), pero curiosamente esa falsa magia, trucos o elementos que aquí son puro espectáculo, en Oz sí que tendrán influencia práctica, salvándole la vida en no pocas ocasiones, logrando que otra niña, en este caso de porcelana, vuelva a anda, en un evidente contraste con la que vimos al inicio, e incluso finalmente acabar con el sometimiento que la bruja mala hace del mundo de Oz, es decir, su magia falsa acaba imponiéndose a la verdadera, en lo que acaba siendo una enorme reivindicación del arte, el espectáculo, la mentira y la ilusión. Del cine en última instancia.

Se insinúa un triángulo amoroso con la aparición de Rachel Weisz, que se convertirá en cuarteto con la de Michelle Williams. Rachel Weisz interpreta a la bruja mala Evanora, hermana de Theodora. Evanora sospechará de Oz y lo probará, le encargará una misión, matar a la bruja mala, que en realidad no lo es. En este camino conoceremos a nuevos personajes que se convertirán en aliados del protagonista, la niña de porcelana y la bruja buena Glinda.


El pueblo de porcelana y la muñeca que acompañará a Oz, después de que éste le pegue las piernas para que pueda volver a andar, son deslumbrantes visualmente. El personaje de la muñeca en sí tampoco es nada del otro mundo. Es emotiva la escena en la que la muñeca, gracias al pegamento, vuelve a andar. Grandes efectos especiales. Se logra transmitir toda la delicadeza del personaje y la porcelana.






Entonces vamos a matar a esa bruja”.

Ya van dos compañeros de viaje, la contundente muñeca y el fiel mono. Kinley, el  mono volador, es otro personaje digital más para la colección, pero no resulta especialmente reseñable, aunque se le supone debe dar un punto cómico. 



Llama la atención la naturalidad con la que Oz acepta y se adapta al mundo de fantasía en el que cayó por casualidad. Tampoco estaba la cosa para matices dramáticos, supongo… No hay un buen desarrollo dramático al respecto ni la expresividad suficiente.






El viaje por el “Bosque oscuro” nos remite de alguna forma a "La noche del cazador" (Charles Laughton, 1955), con esa atmósfera de terrorífico cuento infantil, la araña por su tela y el siniestro pasear. Aquí será donde se nos presente a Glinda, la supuesta bruja mala que no lo es, porque aquí ninguna es mala en principio, por lo que alguna debe mentir y todas son sospechosas, la actitud de Evanora no da confianza ninguna, ya vimos un rapto de ira de Theodora y a Glinda no la conocíamos si quiera, pero el entorno en el que se mueve tampoco es para confiar. Finalmente Evanora se desvelará como la bruja mala y Theodora, en su pervertida ingenuidad, se transformará en otra peor aún.



En esta fase de la cinta todo el mundo parece desenmascararse. Evanora manipulará a su hermana, que termina por transformarse en la malvada bruja del oeste, y Oz confesará que no es un mago de verdad a Glinda.

Creo que es mejor correr”.




En la huida en burbujas de jabón tendremos más momentos de deleite visual, colorido y vistosidad en una orgía excesiva. Glinda no tarda en calar y aceptar a Oz, sabe que no es un mago de verdad pero cree que su persona puede ayudar a su pueblo de igual forma. Glinda es rubia y buena, encontraste con las otras brujas, que son morenas y malas, Theodora de forma sobrevenida. Glinda ve en Oz la fe que necesita su pueblo, la fe como la mejor receta para tiempos desesperados, lectura que se puede extrapolar a los duros tiempos actuales. Por ello Glinda apoyará y ayudará a Oz para que dé rienda suelta a su gran farsa, su gran actuación, si bien el protagonista seguirá empecinado en su oro.

El ego, la fe y las apariencias son temas fundamentales de la película. Temas de los que derivan otros, los celos, las envidias, la redención… Evanora y Theodora tendrán una bola de cristal que es un Gran Hermano, capta todo lo que sucede en el mundo de Oz… menos lo que les ayudaría a descubrir la farsa, parece ser…



Los celos transformarán a Theodora (Mila Kunis), que se siente traicionada, y con razón. Una manzana, fruta muy de cuento, como en Blancanieves, será usada por Evanora para completar dicha transformación en su hermana. Una transformación horrorosa donde Raimi usará sombras expresionistas y desarrollará la idea del físico como manifestación del interior... cuando Theodora se convierta en una bruja mala además será fea. Kunis está muy acertada en este rol más terrorífico.



Una conversación con la muñeca de porcelana impulsará a Oz a hacer lo que ya sabíamos que haría, su gran función, usar la ciencia, imitar a Edison y Houdini. Toda una creación repleta de imaginación e ingenio, con planes de distracción, engaños para infiltrarse, ejércitos falsos de espantapájaros y traca final… Para ello no contará con soldados sino con trabajadores normales y corrientes que serán la mano de obra para la visión científica de Oz

Yo hago espantapájaros”.



Es simpática la broma en la que Oz interrumpe un número musical en un irónico guiño a la cinta original.

Entre los trucos más destacados está el proyector, el cine como la gran mentira definitiva, el gran truco del ilusionista. Oz, un mentiroso, manipulador y tramposo dirigiendo esas características hacia la honestidad, la generosidad y el sacrificio.



En la Ciudad Esmeralda veremos que Oz parece sucumbir a sus peores instintos, su avaricia y egoísmo, pero cuando vemos que su globo vuela y no nos lo muestran deducimos fácilmente que no va en él.

Es la gran farsa, el gran engaño, el definitivo homenaje de la película a la mentira, al artificio, al arte en definitiva. Al cine, como he comentado, de forma especial.



En la batalla final de brujas entre Glinda y Evanora, la bruja mala acabará sucumbiendo y mostrando su verdadero rostro, su fealdad, en una nueva referencia a las apariencias, que como he comentado es uno de los temas principales de la película.




Como en toda cinta Disney que se precie los grandes valores son reivindicados, la fe como auténtico vehículo de motivación y redención, la amistad, el amor y la familia. Amistad, amor y familia que serán los regalos que Oz haga a sus nuevos amigos. De esta forma Oz contradice también a las apariencias, mostrándose finalmente bondadoso, bueno en el fondo y dejando al lado su egoísmo para entregarse a la generosidad y el sacrificio, su redención final. Finalmente Oz llega a creerse su propia apariencia.



Una aceptable precuela, infantil y muy lejos de la original pero que se ve con agrado.



1 comentario:

  1. La versión pasada de Oz Un mundo maravilloso me parece que es la mejor, aunque la de 1939 no pierde crédito

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