lunes, 9 de diciembre de 2013

Crítica: OBJETIVO: LA CASA BLANCA (2013)

ANTOINE FUQUA












Desde el auge de los efectos especiales digitales en el cine moderno, la cinematografía estadounidense ha mostrado una gran afición a destruir sus símbolos, sus iconos y sus monumentos en la pantalla grande. Ataques de extraterrestres, de fenómenos naturales o terroristas a los grandes lugares y edificios, los más famosos, de su país.


Ahora es el turno de la Casa Blanca y por partida doble, ya que nos llegan dos películas con la misma temática y tramas casi calcadas a la vez, compitiendo directamente, la que nos ocupa y “Asalto al poder” de Roland Emmerich, un gran aficionado a este tipo de destrucciones de aliento patriótico. Sin ser ninguna de las dos gran cosa esta ”Objetivo: La Casa Blanca” se alza con la victoria a pesar de contar con un presupuesto discreto y mucho menor que la de Emmerich y tener, a priori, la vitola de hermana pobre de la que sería el gran espectáculo sobre el tema, y lo logra porque recupera de forma enérgica la esencia, sin innovación alguna, del cine ochentero de héroe solitario que salva al país o evita que los terroristas se salgan con la suya, haciéndolo además en escenario casi único, claustrofóbico y en interiores, una revisión del modelo creado por “Jungla de cristal”, poseedora además de una violencia muy explícita y sin remilgos, excesiva para un taquillazo o película comercial. Es también mucho más grave y seria que la de Emmerich, que tiene su gran virtud en su planteamiento casi paródico, aspecto éste que no es precisamente uno de sus grandes valores, ya que esa falsa trascendencia no evita que “Objetivo: La Casa Blanca" sea lo que es, una cinta de acción sin más, aunque con nervio, buena dirección y resultado final eficaz.




Tras un trágico accidente donde la Primera Dama murió, Mike Banning abandona su puesto en el Servicio Secreto, pero cuando una banda de terroristas tome la Casa Blanca con la intención de secuestrar al presidente y usarlo para lanzar los misiles nucleares, el agente se verá obligado a intervenir para proteger a su presidente, a su país y al mundo en general.


La cinta se inicia de forma intencionadamente edulcorada mientras presenta a los personajes. Estampas de la familia presidencial en la intimidad, el buen rollo y amistad del jefe de los servicios secretos con el hijo del presidente y el propio presidente, con el que boxea en los ratos libres, retazos de la personalidad de todos, menciones a “Breaking Bad”, una Primera Dama sexy y con un criterio independiente, camaradería entre los agentes, su competencia en los procedimientos…



Este tono de calma, cotidianeidad, relajación y dicha, edulcorados de forma evidente y enfática, prepara un brusco giro dramático, como todo aficionado al género sabe, sobre todo cuando se da en el inicio de la cinta, crear a través del contraste el impacto y generar tensión en el aficionado con conocimiento de causa. Esta tensión está bien modulada, con otro contraste, el de los acogedores planos en el interior de los coches, también en la casa, con más estampas cotidianas donde los presidentes se hacen carantoñas y entregan regalos, y los planos exteriores con la nevada y el tiempo desapacible una vez el coche se ha puesto en marcha.



El tercer contraste que pretende este tono edulcorado de tensión creciente es que cojamos cierto afecto, a ser posible rápido porque el giro está al caer, a los personajes para que nos afecte más lo que acontecerá, intentar dotar de un poso dramático al hecho del accidente.


A todo esto hay que añadir que estamos en Navidad, para que la cosa sea más dramática. El giro brusco es un accidente que se salda con la muerte de la Primera Dama (Ashley Judd), el impacto del suceso en el hijo pequeño, el rescate in extremis al presidente, enfáticas cámaras lentas que no vienen a cuento y un dramático picado como cierre de la escena.







18 meses después, el 5 de julio, para no caer en el tópico supongo, vemos como ha afectado el hecho de la primera escena en la vida de nuestro protagonista. Es común en estas cintas que un problema personal, pasado, traumático o familiar, vincule y defina de alguna manera al protagonista, que emprende su aventura para recomponer o redimir de alguna forma lo estropeado en dicho pasado. En “La Jungla de Cristal” este problema es familiar, pero en vez de dedicar una escena se resuelve con breves diálogos que salpican la narración acerca del conflicto matrimonial del gran John McClane y su mujer. La aventura servirá al héroe para recomponer su relación y redimirse. Aquí sucede algo parecido, Mike Banning (Gerard Butler) tendrá la oportunidad de recuperar su trabajo y prestigio, recomponer su vida, gracias a la aventura que acontecerá en la Casa Blanca.

El giro de la cámara sobre del rostro de Gerard Butler en la cama parece querer indicar dicho giro en su vida, alejado del servicio secreto. Aquí radica una de las debilidades psicológicas del film ya que es confuso el sentimiento del protagonista, y mira que la cosa no debería presentar mayores complicaciones por su sencillez, y es que no sabemos si está traumatizado o sólo decepcionado por perder su puesto. Habría un toque a “En la línea de fuego” (Wolfgang Petersen, 1993) en este planteamiento. Sus recuerdos del día en cuestión, la perturbación que le producen, parecen querer indicar un trauma psicológico que no es tal, ya que su deseo sería reincorporarse al servicio, algo que no puede hacer porque el presidente se niega, en este caso porque a él el recuerdo sí le crea un trauma y ver a su jefe de seguridad se lo hace demasiado presente, nada personal. Un confuso batiburrillo psicológico.

Banning es un hombre de acción que se siente encorsetado en el trabajo de oficina. Tendrá acción para aburrir.

La mujer de Banning, Leah (Radha Mitchell), tiene una cara de asco, así de inicio, que no puede con ella. Una barbacoa genera un ligero conflicto, pero hablarán de vacaciones y harán “las paces”, aunque el gesto de la mujer sigue siendo un tanto asqueado.

En un entorno con fotos de Kennedy y Reagan, uno de cada lado para compensar, la directora del servicio secreto, Lynne Jacobs (Angela Bassett) y Banning nos cuentan un poco cómo están las cosas con el presidente y su decisión de no tener a nuestro protagonista en el equipo. Destaca en esta escena la sobria dirección, sostenida en planos y contraplanos bastante rigurosos.



La estructura vuelve a repetirse, se nos prepara el giro brusco, creando tensión, de forma más acentuada aún en esta ocasión, con un montaje alterno sobre el presidente y su hijo, el protagonista y su aburrimiento, su mujer y su trabajo, un trabajo muy adecuado para mantenerla en escena y ajena a lo que hace su marido estando vinculada a la vez a todo, enfermera… con gestos cotidianos antes del ataque a la Casa Blanca. Un plano de un avión anuncia sutilmente el ataque, un elemento de amenaza real.


Aunque esteticista en ocasiones la dirección de Antoine Fuqua es digna de elogio, tanto en los momentos más vibrantes y espectaculares como en algunos de los intimistas y sutiles. El plano de las tres fotos en la habitación presidencial, la primera con la familia al completo, la segunda con el padre y el hijo  y la última con el hijo en solitario, muestra de forma visual acertadamente la soledad y desamparo, el estado de ánimo y dolor interno de esos personajes. También veremos restos de las celebraciones del 4 de julio por las calles.



Morgan Freeman interpreta a Allan Trumbull, portavoz que se verá obligado a ser presidente en funciones. El señor Freeman, por su aire digno suponemos, ya ha sido presidente en más de una ocasión, recordemos su papel en “Deep Impact” (Mimi Leder, 1998), pero es que incluso ha sido Dios, “Como Dios” (Tom Shadyac, 2003). O Mandela en "Invictus" (Clint Eastwood, 2009).


Dylan McDermott interpreta a Forbes, un ex compañero de Banning y el resto del servicio secreto, al que vimos en la primera escena, que se ha pasado al sector privado. Es un traidor que engaña poco al espectador. Tendrá una redención final.

Los personajes apenas están dibujados, buenos, malos, heroicos y de principios unos, traidores, mezquinos, crueles y despiadados los otros. El dibujo queda algo más definido con el protagonista y el presidente (Aaron Eckhart), que es muy honesto, íntegro y visceral, y eso siendo generoso.

Las escenas de acción son notables, pero ninguna llega al nivel del ataque a la Casa Blanca, realmente excelente, con espectaculares y sostenidos planos generales y un caos muy bien mostrado, donde Fuqua no se anda por las ramas con la violencia explícita y la sangre, algo que abundará durante la cinta. El tiroteo del avión al edificio es espectacular, incluso tendremos semihomenajes a “Con la muerte en los talones” (Alfred Hitchcock, 1959) cuando veamos correr bajo el fuego de más aviones al protagonista.








En el entusiasmo patriótico-destructor tan recurrido en el cine de acción americano de los últimos 20 años veremos el Obelisco, el monumento a Washington, destruido, y la Casa Blanca acribillada.



Es un ataque conjunto, así que también será por tierra, donde nuestro protagonista entrará en acción. Secuencias auténticamente bélicas, de tiroteos, destrucciones, explosiones, caos, aturdimiento, desorientación, sangre, violencia, muerte… donde Banning se encontrará en su salsa.


El tema de la verosimilitud suele ser muy cuestionado en estas cintas, para ello es necesario creerte la reglas que plantean los malos, los defectos de seguridad que se mencionan y las torpezas de los buenos que vemos, además sin todo ello no veríamos lo que es la verdadera competencia, la del héroe. Un caballo de Troya como táctica, y encierro en el bunker, el equipo de “respuesta rápida” un tanto lento y el servicio secreto un poco cortico, ya que si ves que una ametralladora está disparando a todo lo que sale por la puerta… ¡no salgas por ella alma de cántaro!





Los invasores tienen un arsenal que ya lo quisieran los americanos… por lo que se ve. Habrá multitud de asesinatos despiadados, ejecuciones y asesinos rematando a heridos sin consideración alguna, escenas bastante salvajes, violencia explícita. Lo cierto es que los coreanos muestran una eficiencia que no se aprecia en los americanos, que son más de héroes individualistas para mantener unida a la comunidad.

A colación de esta invasión se mencionará el referente de 1812 cuando los ingleses quemaron la Casa Blanca.

El aliento patriótico que despiertan todas estas películas no puede evitar el clásico gesto de la perversión de los símbolos, arriando la bandera americana y tirándola con desprecio, recreándose en la ofensa con cámaras lentas para espolear el aliento y sentimiento patriótico, de rebeldía, tanto de personajes como de espectadores.

Gerard Butler ha demostrado en un buen número de títulos sus virtudes y habilidades en este tipo de películas, un excelente actor para cintas de acción que aquí demuestra una contundencia y fortaleza excepcional, temible en el uno contra uno. Un Bruce Willis, pero sin gracia. Banning, su personaje, es un protector global desde lo minimalista, el niño del presidente al que los invasores buscan para presionar al Comandante en Jefe, hasta la totalidad, el mundo de los ataques nucleares.



La idea de presionar al presidente con su hijo es buena, aunque ya le vimos ceder ante la amenaza a uno de sus consejeros, por lo que parece factible que vuelva a hacerlo sin mayor problema. Además su actitud protectora creyéndose el más fuerte es absurda precisamente por la posibilidad de que capturen a su hijo. Tampoco se entiende muy bien la parsimonia con la que los invasores van pidiendo las claves de los números secretos de “Cerberus” para hacerse con los misiles nucleares… Resulta absurdo lo de ir uno a uno con pausas para la merienda entre medias… ¿Por qué no lo presionan con intensidad desde el principio o al menos lo intentan?

El presidente Lincoln tiene bastante presencia en la cinta, aparece en cuadros, estatuas e incluso visitamos su dormitorio. Una estupenda y simbólica broma es cuando el protagonista usa una estatua suya como arma.

La motivación de todo esto parece ser que es el deseo de que Estados Unidos elimine la protección a Seúl y Corea del Sur…


Elipsis temporales van situando cronológicamente la misión, se nos irá diciendo la hora intermitentemente, las 22,23; las 23,56, la 1,32, las 4,25…


La acción es continua con numerosas escenas de lucha y violencia, algo comentado con anterioridad, pero eso no evita que haya grandes momentos de suspense, que se benefician, precisamente, de la contundente violencia mostrada y la crueldad del líder invasor para generar tensión y sensación de amenaza. Un ejemplo de este suspense lo tenemos con el rescate de Banning al hijo del presidente y su resolutiva protección, con muertes en primer plano, como de costumbre.


Y ahora salva al presidente”… Como si fuera tan fácil… Esos diálogos...

Si bien el líder de los malos, Kang (Rick Yune), es cruel y despiadado, nuestro protagonista no le va a la zaga en cuanto a contundencia, sin contemplaciones ni dudas… Torturas y muertes eficaces a manos de Banning (Gerard Butler), que maneja el cuchillo brillantemente tanto para matar como para sacar información. Veremos las distintas formas de proceder en la escena donde el protagonista saca información a base de clavar cuchillos en piernas y gargantas y donde el villano da una brutal paliza a la secretaria de defensa, interpretada por Melissa Leo. Una violencia explícita que nos vuelve a recordar títulos similares de los 80 con su desprejuiciado uso en el cine de acción.




La dirección de Fuqua es notable, más allá de sus espectacularidades grandilocuentes tiene una puesta en escena sobria y segura. Si bien la cinta es convencional y previsible es artesanalmente más que correcta, sabiendo sacar partido a todos los aspectos y pequeños giros del guión y la trama, con un tempo muy medido y una puesta en escena depurada. Las inverosimilitudes no molestan en exceso en este tipo de cintas, especialmente en lo que a acción se refiere. Ejemplos de cómo se saca partido, el rescate al hijo del presidente, las torturas alargadas, la charla con el amigo traidor… El apaleamiento y paliza que le da el protagonista al traidor Dylan McDermott es contundente, aunque habrá cierta dignidad gladiadora en su muerte y redención.



Otra de las escenas notables de la cinta es el ataque aéreo americano y la contestación con el Hydra 6. Los ataques aéreos son realmente espectaculares, sólo hay que recordar el inicial. Una escena my notable de acción con esas balas saliendo disparadas. Se carga hasta seis helicópteros el Hydra 6, un arma de nueva generación, un bicharraco del que no nos explican cómo lo metieron en la Casa Blanca, de repente está ahí montado y dispuesto por si aparecen helicópteros… Eso sí, lo que no logran los helicópteros lo logrará el protagonista, faltaría más.








De todos es sabido que los Estados Unidos no negocian con terroristas, aunque veremos amagos y debilidades para ceder a sus pretensiones, incluso acabarán cediendo finalmente… Estados Unidos es consciente de su liderazgo en el mundo, de su poder y valores, así que se la podrá poner en jaque pero siempre se sobrepondrá... ese es el mensaje.

Comenté anteriormente que Fuqua no sólo deja detalles de talento en la acción, también lo hace en el terreno más intimista, un nuevo ejemplo lo tenemos en la conversación entre Banning y su esposa, llena de bonitas mentiras y muy bien llevada desde el guión y la dirección.



Nuestro protagonista pretendía parecer un fantasma, ocultar su presencia, por eso le pidió a su excompañero que dijera que lo había matado, pero repentinamente se muestra ante su archienemigo, que tendrá su primer gesto de frustración. Cosas de las prisas, supongo, que obligan a nuestro héroe a cambiar sus planes. Lo villanos pretenden ejecutar a la secretaria de defensa ante las cámaras, para ello la hacen salir por la puerta principal, haciéndola creer que queda libre para darle un tiro por la espalda. Banning saldrá al rescate y la salvará pero desespera la falta de agilidad de la buena mujer, ¡hija mía, quítate de la línea de tiro, que te van a dar! Cosas de la puesta en escena y el suspense artificioso.



Por supuesto la petición y la concesión al chantaje, con la premura que se decide y se ejecuta, tienen poco sentido, pero bueno, la película no pretende ni ser rigurosa ni verosímil, más bien lo contrario, estirar al límite todo para dar el mejor entretenimiento posible.

Con respecto a la farsa, al truco, con el helicóptero, debo comentar que si en escenas de este tipo no se ven los rostros de los personajes, siempre debéis sospechar o tener la seguridad de que no son los que se supone que son…




En el clímax tendremos misiles volando, amenaza letal para el mundo y el ansiado duelo cuerpo a cuerpo entre el cruel coreano y nuestro amigo Banning (Gerard Butler), que como fiel cumplidor de las convenciones del género y su propia palabra clavará un cuchillo en la maquiavélica cabeza del terrorista, como le prometió que haría. Un final feliz, por tanto, que  cerrará todos los pequeños cebos expuestos desde el principio, la mujer descubrirá a qué ha dedicado su marido la jornada laboral, incluso se sorprenderá por ello, la bandera se izará, un gesto simbólico y obligado que contesta al mencionado anteriormente donde se la tiraba con desprecio, para escenificar la resurrección con más fuerza de toda una nación. ¡Aplausos en las plateas!



Por supuesto Banning recuperará su ansiado puesto en el servicio secreto, se lo merece el chico.


Objetivo: La Casa Blanca" resulta una cinta de acción trepidante muy tributaria del cine de género de los 80, especialmente de “Jungla de Cristal” (John McTiernan, 1988), entretenida, eficaz, convencional y previsible, pero que da con bastante competencia lo que se espera de ella. Bien dirigida y tratada. Cine catastrófico de destrucción de ciudades que se hace minimalista en su acción en el interior de la Casa Blanca.




2 comentarios:

  1. Efectivamente, muy Jungla de Cristal.. todo lo contrario que la de Emmerich, gran decepeción....

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    1. Pues sí, el pitorreo de Emmerich es excesivo, aunque tiene algún punto bueno de ironía... La pondré mañana jaja

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