sábado, 29 de marzo de 2014

Crítica: LA VENTANA (1949)

TED TETZLAFF











Pequeña e interesante película de clara influencia hitchcockiana de poco más de una hora que nos recordará a esa obra maestra del cine que es “La ventana indiscreta” (Alfred Hitchcock, 1954), a la que se adelantó en 5 años. Una película que puede ser matriz y germen de algunos clásicos del maestro. Tetzlaff fue el director de fotografía en "Encadenados" (Alfred Hithcock, 1946), para hacer este antecedente más evidente.




El desconocido director Ted Tetzlaff nos cuenta la historia de Tommy Woodry (Bobby Driscoll), un crío aficionado a las fábulas y las mentiras, a ser posible con heroicidades, muertes y crímenes como protagonistas, que en una calurosa noche de verano presencia un crimen verdadero, pero que por causa de la fama que le precede nadie cree cuando lo cuenta… salvo los asesinos.





Tetzlaff inicia su película con la fábula de Esopo como referencia, la del muchacho mentiroso y el lobo, en lo que será una readaptación moderna y urbana de la misma.


De los planos generales de la urbe, despersonalizados, universales, nos iremos centrando en un edificio semiderruido y una oscura ventana donde nos presentarán a unos chavales que juguetean y a nuestro protagonista, que finge estar herido, un niño actor en una presentación sencilla de su personalidad. 




Las ventanas y las escaleras tendrá una importancia mayúscula en la película y su arquitectura, símbolo de la amenaza y el conflicto, la verticalidad será constante. Las ventanas en concreto nos presentan ese mundo urbano como si fuera una colmena, pequeñas celdas, que dividen, separan, aíslan e incomunican a los personajes, por ello veremos como por más que Tommy insiste en que ha visto un crimen no logra que nadie le haga caso ni le crea, una incomunicación muy bien mostrada, donde las relaciones fuera del núcleo familiar se fundamentan en la simulación y la mentira. Tetzlaff hará numerosos planos de ventanas, desde el exterior de las mismas, resaltando ese aislamiento de los personajes con respeto a su entorno. Las escaleras tienen también esa función separadora, aunque sirven de tránsito y acceso, hasta el punto de que cuando desaparecen en la parte final la vida del chico peligrará verdaderamente. Siempre están ligadas a la amenaza o la muerte, el conflicto o la violencia, así Tommy huirá de los asesinos usándolas de forma constante o verá a los villanos a través de la ventana desde una escalera de incendios.






La orgía de escaleras y ventanas es bestial. Veremos descender al niño por varias del derruido edificio por el que juega con sus amigos, incluso entrando en su propia casa.


Curiosamente, con respecto a las escaleras, en general se observa que las subidas suelen implicar tensión y apuros para Tommy, mientras que los descensos implican cierta liberación.




Un buen ejemplo del aislamiento que marcan las ventanas lo tenemos en ese plano exterior en el que mediante un travelling vamos de la venta de la salita a la de la habitación del castigado Tommy, tras las mentiras sobre una supuesta mudanza y un supuesto accidente... Un plano excepcional porque frente a las ventanas veremos las rejas de la barandilla, por lo que esas ventanas se asemejan a una cárcel, resaltando esa ideal señalada de asfixia, aislamiento e incomunicación. Aquí oiremos el eco lejano del tren, casi como un anhelo de libertad en esa claustrofóbica ciudad y en ese claustrofóbico edificio donde el calor además subraya esa sensación agobiante. De hecho en su huida Tommy intentará coger un tren pero no lo logrará, está atrapado en esa celda vertical repleta de escaleras.



Las rejas mantendrán su opresiva presencia en la escena del crimen, cuando el calor haga salir por la ventana a Tommy para dormir en la escalera de incendios, incluso se reflejarán en su rostro las sombras de las mismas.




La escena del crimen está muy bien modulada, el calor que se siente, la opresión, las sábanas colgadas mecidas ligeramente por el viento como pequeño alivio que impulsa a Tommy a subir las escaleras para sentirlo… Será allí, unos pisos más arriba, en otra ventana, donde el chico presenciará el asesinato a través de la rendija de una ventana, un crimen con unas tijeras visto a través de una ventana que nos llevan de nuevo a Hitchcock  y películas como la mencionada “La ventana indiscreta” o “Crimen perfecto”, las dos del año 1954. Un antecedente hitchcockiano.



El olvido de la almohada puede parecer un truco de guión pero acaba convertido en un buen elemento de suspense. El morbo y la curiosidad, ya de por sí inherentes a la infancia, imponiéndose al miedo. Evidentemente la madre, medio dormida, no le creerá, su padre trabaja de noche, así que los asesinos tendrán vía libre para deshacerse del cadáver. Una simpática y muy bien llevada escena de suspense.





Hay ciertos momentos de ambigüedad que juegan con la idea de la realidad y la ficción, de los sueños, donde cabría la posibilidad de que la imaginación infantil haya creado todo, ya que el chico no encontrará en su padre tampoco un aliado. Será cuando el punto de vista cambie y veamos a los asesinos en soledad cuando las posibles dudas queden diluidas. Los padres no se plantearán en ningún momento la posibilidad de que su hijo pueda estar diciendo la verdad, incluso ante sus viscerales reacciones y negación a cambiar de opinión, lo cual dentro de lo lógico pueda extrañar, ya que en otras circunstancias el chico reculó enseguida, como vimos al inicio.




La dirección de Tetzlaff es académica y convencional, muy ajustada y competente. Planos estáticos y ligeras panorámicas vertebran su estilo, muy sobrio y seguro.






Nuestro amigo volverá a bajar escaleras para ir a la comisaría y hablar con la policía, en esta escena un gato, símbolo del destino, será esencial para decidir al muchacho. Los detectives, también incrédulos, al menos se molestarán en investigar, aunque con un prejuicio fijado. Esto dará otra escena de aceptable suspense en la habitación de los asesinos mientras el detective, que finge querer hacer un presupuesto para reparaciones, investiga. El truco de guión de la gotera queda bastante forzado y muy oportuno, además deseamos que el detective descubra algo, al contrario de lo que provocaba Hitchcock en muchas ocasiones, ponernos en lugar del villano, deseando de forma casi inconsciente que no le descubran en determinadas escenas.




Para complicar la situación la madre desvelará lo que va diciendo Tommy a los propios asesinos, un truco algo forzado aunque necesario para crear tensión, conflicto dramático y suspense, que los asesinos sepan que el chico los vio. Forzado resulta ya la forma de hacerlo, cuando vemos a madre e hijo, repentinamente, subiendo las escaleras camino de la casa de los vecinos para que les pida disculpas por algo de lo que ni se han enterado.



Una vez esto sucede es interesante el encadenado que realiza Tetzlaff, que va desde el inquietante techo que mira Tommy (Bobby Driscoll) al nervioso suelo que pisan los asesinos, Joe y Jean Kellerson (Paul Stewart y Ruth Roman).



Una vez el policía deseche la acusación de Tommy la soledad del chico será total. Por lo que sabemos que en algún momento asesinos y él deberán enfrentarse. La solución para esto será otro pequeño truco de guión, un cebo creado en la conversación de la madre, Mary Woodry (Barbara Hale), y la asesina, cuando sube a que Tommy pida disculpas a sus vecinos. Una mención a la hermana enferma de la señora Woodry. Esa mención se convertirá en empeoramiento, donde se vuelven a forzar las cosas con una carta que baja la propia vecina a los Woodry, ante las sospechas de Tommy. El artificio se fuerza al máximo en una arista de la trama que no lleva a ningún lado, la que impulsa a Tommy a obligar a sus padres a llamar a su tío para que confirme que él mandó la carta. La confirmación llegará y Mary irá a atender a su hermana, dejando solo a Tommy, ya que su padre trabaja por la noche.



Así la progresión en la tensión de esta pequeña y corta cinta es notable, y la parte final de la trama se convierte en una persecución de gran suspense de los asesinos a Tommy, en lo que podría ser un antecedente serio de “Solo en casa” (Chris Columbus, 1990), antecedente serio y en noir de los años 40.


Habrá una panorámica a través de ventanas, semejante al travelling que observamos al inicio, pero que ahora lleva de la ventana del crío a la de los asesinos… Más vale que la cierre.





En esta parte final, todo el último tercio, el suspense se sublima, con notables escenas bien moduladas y cuidadas que incluso estéticamente recurren a elementos expresionistas de forma muy acertada, juego de sombras, luces, oscuridad, la noche… Un ejemplo lo tenemos en la huida interrumpida por su padre, Ed Woodry (Arthur Kennedy) de Tommy. Sustos, tensión y alivios repentinos, como cuando vemos que es el padre y no el asesino el que aparece.



Otro truco, la oportuna aparición de una llave maestra que posibilita la entrada de los asesinos en la casa de los Woodry una vez Tommy se ha quedado solo. La escena es francamente buena, con momentos escalofriantes en ese juego expresionista de luces y sombras. La aparición de la linterna que porta la asesina Mary reflejándose, descendiendo por la escalera de incendios, vista desde el interior de la habitación de Tommy, la sombra y el juego siniestro con la llave del asesino Joe en el interior de la casa, son soberbios. Muy buen suspense.




Sin salida Tommy confesará y le embaucarán para ir a la comisaría, aprovechando el camino para intentar acabar con él, de nuevo las sombras como recurso estilístico y amenazante, ya que será un callejón el lugar elegido para intentarlo.




Tras la huida y posterior nueva captura de los asesinos a Tommy, tenemos una de las escenas más débiles de la cinta, la del taxi. Meter a un niño por la fuerza en un taxi mientras éste grita no es ni buena idea ni muy discreto. Tommy se muestra un poco torpe por no insistir en que no son sus padres y dar los datos del verdadero. Además se omite al taxista en todo momento, que sólo aparece en la parte final para mostrarse comprensivo una vez han llegado a su destino. Aún así el momento, con censura, donde el asesino deja inconsciente mediante un puñetazo al chico es tan forzado como destacable.






El suspense se lanza con desenfreno, veremos al padre de Tommy entrar en el edificio poco antes de la llegada de los asesinos, veremos el pequeño truco de la carta, que pasó inadvertida al padre en primera instancia, pero que ahora sí verá una vez el asesino cortó la parte comprometida, una carta que Tommy dejó para avisar de que se marchaba y acusando a los Kellerson.


  


Tetzlaff volverá a usar una ventana para que veamos como los Kellerson planean el asesinato del niño, unos asesinos muy extraños, que colocan al niño al límite, en una barandilla, inconsciente, pero no se deciden a dar el último empujón para no mancharse las manos hasta que el avispado Tommy escapa… todo nuevamente algo forzado.




En esta parte final tendremos un derroche de verticalidad, con escaleras por todos lados que se suben y se bajan, con el edificio derruido como principal protagonista y lugares en los que Tommy tratará de esconderse de la obsesiva persecución de los asesinos. Nuevamente tendremos momentos de gran suspense.


  


El gran acierto de este último tercio y de buena parte de la película es que logra transmitir la soledad del niño, y nada hay más vulnerable que un niño solo amenazado, de ahí que todo funcione muy bien a nivel de intensidad.


Luces, linternas, verticalidad, altura, escaleras, sombras, oscuridad, escombros… un gran clímax en el que será necesario que Tommy arriesgue su vida y que el villano, el lobo, muera para que el mundo le crea. Ya saben, la fábula de Esopo en nuestros tiempos. Por supuesto un nuevo descenso, ahora más radical, lanzándose al vacío, traerá la liberación del crío mientras se define la moraleja de la historia.



Tetzlaff nos regala una película muy entretenida y divertida, con sus torpezas, pero muy disfrutable. Una producción de la RKO que además es muy cortita.



2 comentarios:

  1. Uno de los post mejor documentado y más brillante que he leído en la red. un abrazo amigo mío.

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    1. Muchas gracias amigo mio. Me alegra que te haya gustado :)) Un abrazo Pepín!

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