martes, 27 de mayo de 2014

Crítica: EL LOBO DE MAR (1941) -Parte 1/2-

MICHAEL CURTIZ














Maravillosa película de aventuras marinas que centra sus miras de forma especial en los personajes, su desarrollo y su psicología, adaptando la novela de Jack London con guión de Robert Rossen y dirección del gran Michael Curtiz.

El director de “Casablanca” (1942) nos vuelve a regalar una joya, un director a estudiar, uno de los grandes artesanos al que quizá habría que ir considerando bastante más que eso, con un reparto realmente magnífico. Edwad G. Robinson, que está antológico, Ida Lupino, John Garfield, Barry Fitzgerald, Gene Lockhart, Alexander Knox





Un escritor y una fugitiva son rescatados por “El lobo” Larsen, capitán del “Fantasma”, un barco lleno de fugitivos y malditos a los que maltrata de forma tiránica. Se iniciará una relación entre el novelista y el capitán donde el juego psicológico y de poder hará saltar por los aires el crispado equilibro de ese microcosmos.

Es curioso el parecido que tienen los comienzos de esta cinta y su obra maestra, “Casablanca”, que rodaría un año después, con esa entrada en un bar donde vemos varias conversaciones y se nos presenta un entorno, aunque aquí más allá de esta escena no volveremos a entrar en ese tugurio. Aquí se nos presenta a uno de los protagonistas, George Leach (John Gafield). Estamos en San Francisco, el año 1900.




Adentrándonos en el infierno, infierno marino.

-La atmósfera que logra Curtiz en la película es sublime y además perfectamente coherente con la historia, el tono y la esencia de la película. La noche, la niebla, los adoquines mojados, la humedad constante que cala los huesos, el puerto… luego el barco… el infierno. Una imaginería que nos adentra de lleno en el cine de suspense o de terror, algo confirmado por el nombre del barco que regenta Larsen (Edward G. Robinson), “Fantasma”.


-La presentación de ese barco en los títulos de crédito, rodeado de bruma, nos recuerda al de “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976) y el fantasmal taxi que aparece al iniciarse la película también entre brumas. Una niebla que resulta simbólica, un tránsito a ese mundo paralelo, infernal, onírico.

-Malditos de la sociedad, lo peor de la misma, reunidos en el barco “Fantasma”, un barco infernal.

-La estética es tan acertada porque lo que Curtiz retrata es la entrada al infierno, un Hades acuático encerrado en ese barco que comanda Robinson. Cuando Larsen cite a Milton y la importancia de reinar aunque sea en el infierno, quedará confirmado que el microcosmos creado por ese Satán marinero es el mismo infierno o algo parecido que pretende recrear. Esto tiene un punto de metaficción incluso, por la idea del libro que Van Weyden se dispone a escribir sobre Larsen, algo con lo que se jugará sutilmente.





-La desaparición repentina de uno de los cuatro personajes que huyen del “Fantasma” nos resitúa en un lugar fantasmagórico, infernal, sin posible salida para tanto pecador. La aparición del derruido y semihundido “Fantasma” rasgando la niebla nos hace sentir como si estuviéramos en el epicentro del inferno, un infierno íntimamente unido a Larsen, en cuerpo y alma unido a su barco, Satán y su trono. Un mundo paralelo, ajeno al cotidiano.



Grandes personajes.

-Barry Fitzgerald interpreta al despreciable cocinero que es mano derecha de Larsen, su topo y siervo, un personaje profundamente desagradable y muy bien dibujado, como todos.


-Gene Lockhart interpreta al doctor Prescott, un personaje realmente maravilloso. Su lucha por recuperar una dignidad y orgullo que perdió hace tiempo conmueve realmente.



-Edward G. Robinson está gigantesco en su papel, un hombre culto, un líder, que se ha convertido en tirano, entendiendo de la manera que más le interesa sus muchas lecturas, Nietzsche, que no puede faltar, Darwin, Poe, Milton Su mando radica en el miedo, el respeto vertebrado en el temor que le tienen sus hombres, un líder, un tirano que se identifica con la misma ley, la personifica en ese microcosmos que ha creado, manejando las voluntades ajenas a conciencia porque se cree con todo el derecho, unos derechos que el resto parece haberle cedido sumisamente. Un miedo escondido en violencia. Larsen es rocoso y blindado, sin sentimientos, por necesidad, es su forma de enfrentarse a un mundo que ve amenazante siempre. Se dará a valer ante Van Weyden y en otros muchos momentos, reivindicando que todo lo que tiene y ha logrado lo ha hecho sin ayuda, por él mismo… Es un hombre que necesita del reconocimiento ajeno, satisfacer su ego, aunque lo disimule y vaya de independiente.

La mezquindad de Larsen se manifestará de forma física con terribles dolores de cabeza que le producen cegueras temporales cada vez más frecuentes y duraderas.

-Alexander Knox interpreta a Humphrey Van Wayden, el intelectual, el hombre honesto que indaga en la psique del tirano, que pretende comprenderle, escrutarle. Es el contrapunto, junto a George Leach (John Garfield), a ese mundo de delincuentes, es el hombre honesto que caerá víctima de su interés por su antagonista, sacrificándose por algo mayor, el amor de la pareja redimida. La evolución de este personaje es algo apresurada, precipitada, también le falta algo de desarrollo, como a ciertos aspectos de la trama. Esta transformación le pesará, ya que no se muestra auténtico, él siempre abogará por la civilización, creerá en esos principios, pero renunciará a ellos cuando las cosas superen su límite, sustituyendo civilización por bajos instintos, sacando su lado oscuro, violento, revelándose. Larsen logrará esto, quizá sea lo que condene finalmente al personaje o es necesario su sacrifico para acabar con lo que simboliza el capitán. Van Weyden entiende tarde que en ese mundo la lógica y la civilización no tienen cabida, que en algunos lugares, en el infierno, con eso no basta, que eso no sirve para nada. Es el personaje de George (John Garfield) el que entiende esto perfectamente.

-John Garfield interpreta a George Leach, uno de los personajes más dignos de la película. No se someterá nunca a Larsen salvo por la fuerza, pero siempre se mantendrá firme en sus convicciones. Luchador, irreductible, constante, tenaz, decidido y firme. Él es la rebeldía que destruye a la tiranía, o al menos la sobrevive.

Entre Geoge y Ruth habrá un vínculo especial ya que el primero donará sangre para la segunda, que se encuentra muy débil y peligra su vida tras el inicial accidente de barco. Un vínculo de sangre que los unirá definitivamente, además de otros aspectos. Se intuye un triángulo amoroso que nunca llega a desarrollarse, especialmente porque George lo impide, literalmente, cuando Van Weyden va al camarote de la chica para hablar con ella.




Curtiz nos deleitará con sus magníficos y fluidos movimientos de cámara, una cinta con mucho estilo, con sus clásicos travellings de acercamiento, su habitual uso y juego con las sombras gracias a la influencia expresionista alemana, de la que tanto aprendió en Austria. Otro de los rasgos que distinguen la película es el continuo balanceo del barco, que hace sentir verdaderamente que compartimos travesía con esos personajes, un gran detalle. Esas lámparas que se balancean… Siempre me fascina también el sonido de las películas sobre el mar, el crujir de la madera, el agua, las amarras… Un ambiente retratado por Curtiz magistralmente.




La escena del choque entre los dos barcos, en el que van Lupino y Knox y otra nave, es una maravilla técnica, realmente bien rodada, con multitud de planos oblicuos, inclinados, inestables… para mostrar la tensión, el peligro y la situación de riesgo de manera visual. La conclusión de la secuencia con la majestuosa aparición del “Fantasma” es excepcional, presentando además al gran protagonista de la película, “El lobo” Larsen, en un esplendoroso contrapicado que engrandece su figura, amenazante, atemorizante. Un rescate esclavizador.




Larsen presentará a su tripulación maldita, marineros buscados por la justicia, ex presidiarios, delincuentes, como es la chica que rescata, Ruth Webster (Ida Lupino)… que al abrigo de Larsen malviven tiranizados por él pero protegidos. La ley máxima de la dictadura: Dame tus derechos que yo te protejo.

Los roles de los personajes principales quedan definidos, el villano tiránico (Edward G. Robinson), el cerebral intelectual (Alexander Knox) y el visceral romántico (John Garfield).


No hay maniqueísmo aunque los roles estén fijados, son personajes con matices y recovecos bien explorados desde el guión y la dirección, gracias a la buena base literaria. La conversación literaria entre Larsen y Humphrey Van Weyden, me encanta ese nombre, es interesante, aunque algo simplista. Se centrarán en “El paraíso perdido” de Milton y reflexionarán sobre el párrafo que dice que “es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”, algo que Larsen se toma a rajatabla, pero que desde luego no es el propósito de la obra. Esto viene a confirmar que Larsen es una especie de Satanás en el infierno, como comenté antes. La escena comienza con la amenazante sombra, casi diabólica, de Larsen entrando en su despacho mientras Van Wayden lee “El paraíso perdido”.





George (John Garfield) interrumpirá la escena de forma algo ridícula, sólo le falta decir ¡Tachán! o ¡Sorpresa!



 



2 comentarios:

  1. Pues esperando la siguiente!!
    Q ambiente tan opresivo, no?
    Edward G. Robinson siempre es un malo malísimo…
    Besos sensei!

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    Respuestas
    1. Justamente eso comento en la segunda parte, ese ambiente claustrofóbico, opresivo, muy asfixiante. Es una cinta intensa y muy coritita, no llega a hora y media.

      Robinson es uno de los grandes.

      Un beso Reina.

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