viernes, 9 de mayo de 2014

Crítica: LA ANGUSTIA DE VIVIR (1954)

GEORGE SEATON













Una de las grandes películas clásicas sobre el alcoholismo, menos impactante y brillante que grandes clásicos como “Días de vino y rosas” (Blake Edwards, 1962) o "Días sin huella" (Billy Wilder, 1945), pero que merece la pena ser tenida en cuenta. Es la película que le dio el Oscar a la bellísima Grace Kelly, posiblemente la mujer de belleza más perfecta que hemos visto en celuloide.

Bernie Dodd quiere estrenar una nueva obra y para ello quiere contar con Frank Elgin, un actor venido a menos que parece perfecto para el papel. El problema es que Frank ha perdido toda la confianza en sí mismo tras morir su hijo, refugiándose en el alcohol. Siempre tendrá el apoyo de su mujer, pero las mentiras acaban complicando las relaciones y la propia obra a estrenar.



George Seaton, el director de esta estupenda película, tiene otros grandes títulos en su haber, sólo hace falta recordar “De ilusión también se vive” (1947), una de las películas navideñas imprescindibles, una joya total; “36 horas” (1965) o “Aeropuerto” (1970) película pionera en el género de catástrofes. Esta que nos ocupa es una de sus grandes obras.




La película se vertebra en el conflicto y relaciones de tres personajes, Bernie Dodd (William Holden), prestigioso director teatral; Frank Elgin (Bing Crosby), actor venido a menos y con problemas de alcohol y Georgie Elgin (Grace Kelly), la sufrida mujer del actor al que cuida con devoción.

El desarrollo de los personajes y sus relaciones es excelente, con mención especial al de Frank Elgin, interpretado por Bing Crosby muy convincentemente. Sobre este personaje orbitará todo lo demás.

Escenarios.

Los escenarios tendrán una presencia fundamental en la película, muy bien manejados por el director y con un simbolismo muy conseguido. Así será en la primera escena donde Elgin deberá mostrar sus habilidades en una prueba, pero donde dejará patentes sus inseguridades entre bambalinas. Para Elgin su vida es un escenario, esclavizado por la mentira y el fingimiento con el resto, ocultando su verdadero ser.





En cambio, la siguiente escena cambia el registro completamente, una escena cotidiana, en la intimidad de la casa de los Elgin, donde irá Dodd. Allí se sincerarán unos y otros hasta el punto donde pueden sincerarse en ese momento. Personajes angustiados, repletos de necesidades, a los que ahoga el pasado, el sentimiento de culpa y el miedo, necesitados de los demás de las más distintas formas. Dodd necesita de Elgin para su obra, Elgin de su mujer para no perder pie del todo y el trabajo y ella a su marido para dar sentido a una vida que parece no tenerlo ya. Vida en pareja trastocada por la muerte de un hijo, la necesidad de redención y perdón, de superación.





Aquí se nos presenta a Georgie (Grace Kelly), que lamentablemente sale menos bella de lo que es habitual. Una mujer abnegada y sufrida que manifiesta en su rostro las huellas de todo esto.



Hay grandes juegos con luces y escenarios, muy simbólicos y significativos. Una de las escenas más notables también tiene un escenario como protagonista y Seaton lo maneja a la perfección con grandes detalles lumínicos. Tras un ensayo las luces del escenario se apagarán para que  Dodd y Frank hablen a solas, se sinceren, pero lo que Dodd cree como verdad absoluta, porque quiere creerlo, para Frank es una representación, extendiendo su actuación a la vida real… montado encima de un escenario. Una representación que puede que hasta llegue a creerse en cierta medida, proyectando sus propios problemas hacia su mujer, haciéndose la víctima, el mártir, mientras acusa a Georgie de darse a la bebida. El juego con las sombras mientras Frank habla es excelente, con el personaje sumiéndose en ellas de manera intermitente en ese relato que mezcla realidad y ficción, que pone los sucesos que le ocurrieron a él en la persona de su mujer, incluido un intento de suicidio. Una ejemplar manera visual de retratar las mentiras y la espiral enfermiza y alcohólica en la que está sumido el personaje.









Al final de la escena aparecerá Georgie, bañada en sombras, como un fantasma al que temer, visualmente retratada según la historia y el punto de vista que nos ha contado su marido, Frank. El último plano será de Frank encendiendo una luz en la oscuridad del escenario, al lado de donde se situó Georgie, como si de una gota de esperanza en ese entramado pesimista y perturbado se tratara.



Otro ejemplo magistral de uso de la iluminación y los decorados lo tenemos en la conversación entre Georgie y Dodd en el callejón tras otro ensayo de prueba. En el interior del teatro Frank fingirá que todo va bien pero se quejará a su mujer mostrándole su inseguridad por la presencia del actor suplente, la necesidad de que alguien le ayude a vestirse… En el callejón, fuera del teatro, Georgie expondrá todos estos miedos a Dodd. Cuando una luz bañe el rostro de Dodd estallará en un rapto violento y criticará a Georgie y su presencia, considerándola culpable de la inseguridad de Frank, influido por la historia que éste le contó. Cuando Georgie sufra las duras e injustas palabras producto de la ignorancia de Dodd se acurrucará tras unas cajas, abrigada por las sombras, mientras su marido, desde la puerta pero sin entrar en el callejón, niega a Dodd las cosas que le dijo a su mujer. Es aquí donde no nos cabe duda de que Frank es un mentiroso y se plantean interrogantes sobre todo lo que nos ha dicho. Poco a poco el espectador descubrirá la verdad.





La relación entre Georgie y Dodd es la que más evoluciona, repleta de prejuicios, misoginia, machismo y deseo. El director acabará prendado de esa mujer a la que juzga con dureza, que no quiere que sea lo que en realidad es porque implica estar confundido, que sus prejuicios caigan como un castillo de naipes. Su deseo le ofusca, reacciona en su contra, poniendo una barrera entre ella y él por ese mismo deseo, es justo lo que busca pero siente que le hace débil. Ella, en cambio, protegerá siempre a su marido, también sentirá el deseo hacia ese hombre que la ve como una mujer después de mucho tiempo. Mucho tiempo sin sentirse así. Es aire fresco para ella que la alivia, oxígeno ante la opresiva relación con su marido, que casi se ha convertido en un hijo al que cuidar. Georgie tiene ganas de volver a vivir y Dodd le permite esa luz ante un panorama desolador y asfixiante que parece no cambiar, pero en cuanto Frank se redima se verá la realidad, que Dodd fue una ilusión circunstancial y que su amor verdadero es su marido, que una vez parece salir a flote es la luz y el aire fresco al que se quiere agarrar, la conclusión y justificación perfecta y deseada a su lucha.

No siempre veremos a Grace Kelly apagada y hastiada, el flashback donde se muestra el hecho desgarrador que cambia la vida de la pareja, la muerte de su hijo, nos la presenta esplendorosa, aunque brevemente.




Los números musicales donde Crosby está a sus anchas están bien ejecutados y muchos bien insertados en la narración, aunque si se hubieran ahorrado no nos hubiéramos molestado, al menos alguno. El caso es que estando Crosby en el reparto parecía obligado que cantara. En cualquier caso la música es importante, hará rememorar, por ejemplo, ese trágico momento.




Poco a poco se irá descubriendo la verdad sobre Frank y Georgie, que nada tiene que ver con la que él contó a Dodd, sus mentiras, las botellas ocultas, su doble juego, su actuación de cara a la galería, representada en Dodd, y la realidad de su vida cotidiana, representada en Georgie, ante la que también finge… Una vida dedicada a la actuación.

Uno de los grandes detalles de la cinta lo tenemos en cómo se va gestando la obra en paralelo al drama de los personajes, cómo va creciendo, los primeros ensayos, los estrenos de prueba, las correcciones, las modificaciones… hasta el estreno triunfal.

Las escenas en el camerino también son significativas, sobre todo por la presencia del espejo, el objeto que retrata la falsedad de Frank y que también será testigo de sus sinceros testimonios sobre su sufrimiento. Lo mismo ocurrirá en la escena del bar donde se emborracha y actúa junto a una cantante, verá su rostro en el espejo y no aguantará verse retratado ante él, con lo que lanzará una copa para romperlo. Espejos simbólicos de nuevo.




La angustia de vivir” tiene unos diálogos magníficos, bien elaborados y que van describiendo a los personajes y sus interioridades de manera notable. Este aspecto hay que agradecerlo a su origen literario, la obra de Clifford Odets. Lo mismo hay que decir de las interpretaciones, donde tanto Bing Crosby como Grace Kelly hacen un estupendo trabajo. Grace Kelly conquistó su único Oscar por este papel, donde está muy bien aunque quizá no deslumbre. William Holden sencillamente está espléndido. 




Una desgraciada ironía la tenemos en que Holden protagonice esta cinta sobre el alcoholismo y sus problemas cuando él mismo fue un alcohólico, de hecho fue la causa de su muerte al tener un absurdo accidente estando borracho. No asumió las enseñanzas de esta obra. Holden fue un seductor, simpático, divertido y encantador según la gente que le conoció, aspectos que también disfrutamos en la pantalla. Lástima del trágico desenlace.




La dirección de Seaton es clásica, sobria y sin alardes, funcional, con elementos brillantes, muy notable en algunos momentos y más convencional en otros.

Un buen exponente sobre el tema del alcoholismo al que le falta algo de fuerza y emoción para acabar de desgarrar por completo, pero que funciona muy aceptablemente. 








2 comentarios:

  1. Gracias por este análisis.
    Q curioso q Holden y Crosby no intercambiaran papel!
    Un beso

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    1. Sí, creo que Holden aún no le daba al tema, pero resulta irónico y hasta escalofriante si se piensa.

      Gracias a ti, Reina.

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