martes, 3 de junio de 2014

Crítica: POMPEYA (2014)

PAUL W. S. ANDERSON














El péplum digital parece afianzarse como otra de las insufribles modas que asolan el panorama cinematográfico actual y eso que esta década está siendo infinitamente superior a la anterior. El péplum ha regalado innumerables joyas a los cinéfilos, con épocas de auténtica gloria en su vertiente histórica y también fantástica. Con la excelente “Gladiator” (Ridley Scott, 2000) pareció cobrar nuevo impulso, pero la cosa ha cuajado en la era digital con mediocridades por doquier al abrigo de la exitosa y, esta sí, apreciable “300” (Zack Snyder, 2006). Ahora el péplum se ha modernizado, no son péplums normales, son péplums digitales… e insoportablemente vacuos y vulgares.




Fue la estética de “300” la que ha provocado este aluvión de mediocridades, por desgracia no cogieron el fondo, se quedaron en la forma. Así hemos tenido que soportar cosas como “Furia de titanes” (Louis Leterrier, 2010), “Ira de titanes” (Jonathan Liebesman, 2012), que es secuela de la anterior…como si hiciera falta, “Immortals” (Tarsem Singh, 2011) o la secuela de “300”, “300: El origen de un imperio” (Noam Murro, 2014)… Incluso la televisión se ha sumado a la moda péplum como atestigua la serie “Spartacus”, por ejemplo. A todo esto se añade esta infumable “Pompeya”.




Ciertamente el magnífico y trágico hecho histórico sucedido en Pompeya el 24 de agosto del año 79 d. C. no ha tenido especial suerte en el cine, pero se podría afirmar que esta es la peor de todas las propuestas, aunque sea la que mejores efectos especiales tiene para recrear la devastación del Vesubio, cómo el volcán arrasó una ciudad entera de forma imprevista y sin despeinarse. “Los últimos días de Pompeya” es el título de hasta tres versiones de la historia, en los años 1913, 1935 y 1959. Con el mismo nombre, la originalidad se ve que tampoco primaba en los títulos en aquella época, en 1984 se hizo otra versión para televisión. Luego ha habido miniseries y demás historias hasta llegar a la superproducción actual, que no puede resultar más vulgar.



Yo hubiera empezado la película con un plano del Vesubio, pero Paul W. S. Anderson la comienza en el año 69 d. C. en el norte de Bretaña para presentar al protagonista y los villanos de la función, con los romanos sofocando las rebeliones celtas. Al menos al llegar a Pompeya el director sí que dará la importancia debida al volcán y lo usará como elemento de tensión. Una matanza y un chico listo, el protagonista, que se libra por los pelos. Tendrá un renacimiento mortuorio, el único superviviente de su tribu. Todo enmarcado en el insufrible estilo tópico, previsible y burdo de Anderson, con músicas oníricas, cámaras lentas para lerdos, difuminados dramáticos y todo tipo de subrayados sensibleros e innecesarios. Estos "hallazgos" no deben sorprendernos en el director de ”joyas” del Séptimo arte como buena parte de la saga de “Resident evil”, “Alien versus Predator” (2004) o la versión digital y en videojuego de “Los tres mosqueteros” (2011), por poner algún ejemplo.




Una elipsis nos lleva a unos años después, 17 para ser exactos, a Londres, Londinium, donde nuestro protagonista, Milo (Kit Harington), se ha convertido en un reputado gladiador. Vamos, que estamos en los territorios de “Espartaco” (Stanley Kubrick, 1960) y hasta de “Gladiator” (Ridley Scott, 2000) con un protagonista gladiador y que busca venganza… Lástima que luego no sepamos muy bien qué es lo que quiere o pretende el tal Milo este… Eso sí, dará muestras de su habilidad con unas peleítas. Su reputación nos llevará a Pompeya.





El gladiador que susurraba a los caballos.


Nuestro violento protagonista, que mata gladiadores y hombres como si no costase, callado y con una cara de trascendido que no cambiará en todo el metraje, será un hombre sensible con los animales, especialmente con los caballos. El título que he puesto a este apartado no es gratuito. De hecho el tema de los caballos está entre lo bochornoso y lo ridículo. Anderson usará a estos animales como anclaje narrativo para ir vinculando y uniendo acontecimientos y relaciones… ahí es nada. El primer encuentro entre la chica de la alta sociedad y el rudo gladiador tendrá como excusa la lesión de un caballo precisamente. A los guionistas no se les ocurrió un encuentro más forzado, debieron pensar que resultaba todo muy natural, especialmente si había un caballo como protagonista de por medio que se tropezaba justo al lado de Milo al pasar. Cuando el protagonista ve sufrir al animal no podrá contenerse, querrá liberarse de las cadenas, sufrirá, se enfadará y frustrará por no poder hacer algo por el animal, siempre sin cambiar el gesto, eso sí, en una demostración de sensibilidad que no pasará desapercibida a la bella dama, que pedirá que lo suelten para que le susurre a su caballo… y luego lo mate.




En otro apasionante momento veremos al cuidador del caballo de la protagonista dar un paseo para ejercitarlo, esas cosas extrañas, para que la dueña lo monte al día siguiente… mejor no preguntéis sobre esto… El caso es que ese paseo será usado por Anderson para incluir un momento amenazante y de tensión con el volcán, ya que la tierra y el agua se tragarán como si no costara al desafortunado jinete. La tierra y el agua, sí, la tierra y el agua. De repente, y viendo que el jinete tonteaba con un caballo, la tierra le dijo al agua, “se va a enterar”, e hizo un socavón gigante para que se hundiera. Eso sí, la tierra y el agua, como tierra y agua que son, ecologistas, se tragarán al jinete pero dejarán escapar al caballito. El caballo, que es listísimo, regresará un día después, se ve que estaba lejos, a casa, justo para que su ama le vea y se extrañe, aunque sólo ligeramente, por verle suelto y sin su cuidador. ¡Qué maestría narrativa!



Anderson exhibirá presupuesto retratando la vida en Pompeya, su comercio, las distintas clases, el circo, los esclavos, los gladiadores… buenos elementos de la película. Es en Pompeya y tras el primer encuentro de la pareja donde las dos historias correrán en paralelo, sin que sepamos cual de las dos es más soporífera e insustancial, si la de Milo o al de Cassia (Emily Borwning). Irremediable y previsiblemente se unirán, como todo espectador sabe y espera hasta que a los guionistas les dé por consumarlo. Al gladiador le precede su leyenda de buen luchador, "El Celta" es su sobrenombre. Más peleítas.




Atico (Adewale Akinnuoye-Agbaje) es el gladiador más famoso de Pompeya, una bestia parda a punto de su libertad. Una victoria más y será libre. Su relación de amistad con Milo no puede ser más previsible, desafíos, bravuconerías, miradas torcidas, respeto, peleíta y cariño eterno… Una amistad forzada, donde creemos atisbar una sonrisa en el protagonista, pero donde ya nos queda claro que no vamos a ningún lado. El caso es que este previsible duelo se quedará en un entrenamiento, el día de su supuesta liberación veremos al encargado de los gladiadores cambiar tres veces de opinión, primero van a pelear juntos, luego mejor no y al final decide por consejos ajenos… Tan seguro de sí mismo como la película. Atico morirá libre, como deseaba.




Kiefer Sutherland interpreta a Corvus, el senador romano que aniquiló a la tribu de Milo y que curiosamente va a pasar a Pompeya una temporada justo el día en que llega el protagonista allí. Y al volcán le da por encenderse, que ya es mala suerte. Otra coincidencia de echarse las manos a la cabeza. Si al menos hubieran desarrollado estos aspectos, los caballos, los dioses... podría pasar, pero para qué... Un senador que, por si fuera poco, vive obsesionado con Cassia… Es la época de Tito, hijo de Vespasiano, como emperador. Mucha corrupción en Roma.

El problema de toda la película es que el hecho de Pompeya como tal no tiene una historia, es un hecho agradecido para los efectos especiales, una catástrofe, una destrucción, pero eso no hace una historia, la historia hay que crearla, generar un drama de ese hecho, de ese contexto, pero claro, crear una historia es lo complicado, lo dificultoso, en lo que hay que ser creativo y no vale con manejar el ordenador, y es ahí donde “Pompeya” desbarra por todos lados… Luego, la pseudo trama a la que asistimos no puede ser más ridícula, aburrida y tediosa, absolutamente vulgar y previsible, sin atisbo de épica o sensación de tragedia.

En la película no pasa absolutamente nada hasta que llega la catástrofe. Nada. Por eso cuando llega el crucial momento el espectador casi siente alivio. No se sientan mal por ello, es lo normal.

El que haga un gesto pierde.

Esto debió pensar nuestro limitadito protagonista. No mueve un músculo, de la cara debo aclarar, los de los bíceps y demás si los mueve, en toda la película. Su mirada y rostro de tormento ancestral  deja perplejo, no porque resulte nada especial, sino porque tiene mérito mantenerlo durante una hora y tres cuartos sin variaciones. Al menos a la chica la fascinará.






Milo (Kit Harington) ve como se muere un caballito a su lado, por el que sufre mucho, se fascina al ver a una chica guapa, pelea con terribles guerreros, come, bebe, hace un amiguito en la cárcel, se pelea con él, se opone a los romanos, los desprecia, se excita en un paseo a caballo con una chica, ve venir una gigantesca mole de magma volcánica… pero jamás se le ocurre hacer un solo gesto. Harington, conocido por la serie “Juego de tronos”, ya puede ver a su equipo ganar la  Champions en el último segundo, jugar al póker o ver que el volcán le va a quemar los músculos, que el muchacho ni se inmuta… Es una cara de empanado constante, como si se distrajera o dijera, "no me molestéis que estoy pensando".


Lo lamentable de esto es que ese no es el peor de los problemas del personaje. Nuestro protagonista no hace absolutamente nada durante toda la película, más allá de las peleítas de rigor a las que se ve obligado por trabajo y para dar ritmo al tedio de la narración. El planteamiento general de “Pompeya” es la historia de una venganza, la de Milo a los asesinos de su familia, por eso se muestra la introducción, pero en ningún momento mueve un dedo para acometer dicha venganza. A su llegada a la ciudad verá a Corvus (Kiefer Sutherland) y a su mano derecha, interpretado por Sasha Roiz, a los que reconoce perfectamente, pero se limitará a mirarles, a cámara lenta eso sí, por si alguien no pilla el trascendental momento, y a descansar en su celda… Su enfrentamiento con ellos será por pura obligación, porque los guionistas al final insisten en hacerlos encontrarse para que no se escabulla más.




Esto es un problema de guión, porque las motivaciones del personaje están completamente difuminadas, no se entienden ni comprenden, jamás se ve voluntad ni decisión en el personaje para acometer lo que se supone su propósito. Sólo mostrará iniciativa por la chica, por amor, suponemos, en lo que es otro elemento de poca consistencia por lo superficial de dicha relación.


Es decir, el sacrifico de Milo será por Cassia, lo que es, evidentemente, previsible. El problema está en que esa relación está fundamentada en una conversación, cinco frases y dos encuentros… y el chico arriesga su vida sin pensarlo. El poder del amor, el flechazo… La encontrará además sin GPS ni nada cuando empiece la destrucción de Pompeya, un crack. Una relación mal desarrollada y ejecutada, causa por la que nunca logrará emocionar ni resultar romántica ni épica ni nada por el estilo.

El supuestamente poético beso final no emociona en ningún instante porque el desarrollo y narración dramática de la historia produce bochorno.



Severus (Jared Harris) y Aurelia (Carrie-Anne Moss) son los padres de Cassia (Emily Browning) y tienen un papel intrascendente, morirán de forma romántica a manos romanas y entre águilas imperiales y escombros.

No todo es malo, las escenas de acción y los efectos especiales tienen su aquel. Las peleas y los juegos en el circo tienen vigor en ocasiones, con unos protagonistas rebeldes y heroicos que matan decenas de gladiadores. No cabe más que perdonar las inconsistencias o las decisiones absurdas, al fin y al cabo están peleando y teniendo en cuenta el nivel del guión en la trama general no es para dramatizar. En estas peleas veremos que Proculus, la mano derecha de Corvus, es un soldado potente, vencerá al protagonista en combate, es lo que tiene el entrenamiento en el ejército.




Lo mejor, sin duda, de toda la película, no en balde es la única justificación para hacerla, no nos engañemos, es la destrucción de la ciudad por el Vesubio. Llama la atención como se van sucediendo los terremotos, pero allí nadie se inmuta… cosas de la película. El derrumbamiento del circo es espectacular, un primer detalle para lo que vendrá en el clímax.



Hay escenas de destrucción buenas, como la gigante y espectacular ola que arrasa el puerto. Mientras todo se destruye los protagonistas lucharán contra los villanos. Atico contra Proculus en el circo, que es en el único sitio donde no caen piedras de toda la ciudad, supongo que las rocas, en su infinita inteligencia, pensarían “si ya lo hundimos ¿para qué cebarnos?”, y Milo con Corvus. Los dos protagonistas vencerán a los villanos. Estos romanos aparecen oportunamente en el circo porque se ve que todo el mundo, bueno, los protagonistas y estos villanos, pensó que allí habría caballos con los que escapar. Otra vez los caballos.



La banda sonora es casi calcada a muchas de las que oímos en la actualidad, la de “Los vengadores” (Joss Whedon, 2012), por ejemplo.



El reparto cumple, especialmente los actores más reputados a pesar de tener poco que llevarse a la boca, Kiefer Sutherland, Carrie-Anne Moss… La chica con el apellido de postre, Emily Browning, luce palmito y Kit Harington sigue sin pestañear.



Un bodrio, no hay por donde cogerla, una de esas películas donde se ve de manera insultante que el único interés es mostrar los efectos especiales, con la excusa de la destrucción de Pompeya en esta ocasión. Foco difuso, desarrollo dramático de chiste, historia inexistente… Para hacer algo épico, espectacular, emotivo, debes tener una buena historia y saber desarrollarla dramáticamente, una vez tienes eso puedes meter todos los efectos que quieras, seguro la benefician, pero claro, esto es “Pompeya”, lo puesto a “Gladiator” (Ridley Scott, 2000)  o “Espartaco” (Stanley Kubrick, 1960). 



7 comentarios:

  1. "El problema de toda la película es que el hecho de Pompeya como tal no tiene una historia, es un hecho agradecido para los efectos especiales, una catástrofe, una destrucción, pero eso no hace una historia, la historia hay que crearla, generar un drama de ese hecho, de ese contexto, pero claro, crear una historia es lo complicado, lo dificultoso, en lo que hay que ser creativo y no vale con manejar el ordenador"
    Pues eso. Más claro agua.
    Recuerdo ver al John Nieve en los trailers de la peli y pensar, chico, la cara de pena penita pena puesta ni que se te queme el culo con un volcán.
    Y los efectos especiales espero q hayan sido baratitos porque he visto recreaciones de la catástrofe más bien hechas, ajustadas a la realidad y no por ello menos dramáticas en los reportajes del National Geographic.
    Ah! Y espero q a Kiefer Sutherland le pagaran bien, y a la Carry Ann-Moss. No son mis actores favoritos ni de lejísimos, pero me caen simpáticos. A mi m daría vergüenza estar en el elenco d esa peli.
    Jatetú.
    Gracias Sambo, me he reído un rato.

    Bss

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    1. Me alegro de que rieras Reina jejeje. Lo del chico este es de traca, que cosa más sosa, está como esperando a ver cuando tiene que darse de golpes, lo demás le aburre... Lo mejor es ver esos documentales, desde luego, mucho más acertados jajaja.

      Fijo que les pagaron bien, aunque Carrie-Anne Moss no se está prodigando por superprducciones, así que cualquier trabajo es bueno, supongo. Muy mala película.

      Besos.

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  2. Truñaco, master. De los gordos.

    Lo peor, ver a Jack Bauer dando pena.

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    1. Eso me decía una amigo, "¡¡¡Jack Bauer no ppuede hacer eso!!!" jajajaja. En fin, al menos entretiene zurrarla.

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  3. Fijate que a mi las peliculas de romanos me apasionan, por la historia en si misma....espero poder sacarle algo positivo porque me resisto a no ir a verla a pesar de la critica mas que contundente que realizas de ella....pero esta claro que donde esten los clasicos de siempre no llegara ni esta ni casi ninguna....por cierto dentro de las de romanos para mi como "Julio Cesar" ninguna....cuestion de gustos!!

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    1. JULIO CÉSAR, excepcional. Ya me dirás qué te parece.

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  4. Este fin de semana me escapo a verla y te cuento....intentare ser objetiva....

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