miércoles, 26 de noviembre de 2014

Crítica: SERENDIPITY (2001) -Parte 1/3-

PETER CHELSOM













Agradable comedia romántica que hará las delicias de los seguidores de este tipo de cine, con el gran John Cusack como protagonista, la bella Kate Beckinsale y el azar y el destino como irremediable Cupido.

He comentado en alguna ocasión que las coincidencias y el abuso del azar en las películas incomodan y desagradan al espectador, lo alejan porque ven falta de credibilidad. En cambio, si estas coincidencias son al comienzo de la cinta, al inicio o como planteamiento incluso, el público lo acepta mucho mejor, las asume y asimila como reglas del juego o situación atípica que sirve de pistoletazo a una historia. Si además el concepto y tema de la película gira en torno al azar, las coincidencias y el destino, son la base de la historia y sobre la que ésta va a girar, poco se puede oponer.


Esto ocurre con "Serendipity", una cinta que reflexiona sobre el destino y donde hay multitud de coincidencias durante todo el metraje, pero que no tiene sentido criticar básicamente porque esa es la idea esencial de la propuesta, la locura de un destino romántico vertebrador  y generador de un universo de constantes situaciones inverosímiles que  fundamenta la esencia misma del amor. En cualquier caso veremos cuáles se fuerzan demasiado y cuáles no, que siempre resulta interesante, así como en qué circunstancias interviene el destino y en cuales la voluntad.


El pero a las coincidencias vendría por cómo se traten éstas Si se puede aplicar una lógica o son coincidencias puras, el público lo aceptará como parte del juego, pero si se retuercen o fuerzan obligando a los personajes a comportarse de forma ilógica o contraria a su carácter, la cosa comenzará a fallar. “Serendipity” acierta en la mayoría de las ocasiones.

Un flechazo entre dos jóvenes comprometidos en unas navidades les hace replantearse si no están destinados a estar juntos y romper con todo, pero la mala suerte los separará. El azar y su voluntad tendrán que decidir si están destinados a reencontrarse.

La cinta se inicia con una gran grúa que recorre el exterior de unos grandes almacenes, Bloomingdales. Es Navidad.




Hay algo de cuento de hadas y magia en esta cinta, especialmente reseñable por los numerosos planos en los que vemos el tiempo acelerado, planos de relojes frenéticos, manecillas alocadas o calles y autopistas semejantes a torrentes de neones y luces. Curiosamente, cuando descubramos que las dos parejas han roto su compromiso, tendremos planos picados más pausados, en tiempo real, como si el destino, una vez cumplido su trabajo, se amoldase a otras reglas.



Aunque “Serendipity" es una comedia romántica clásica, que posee todas las convenciones y tópicos del género y además todo se da mascado, tiene elementos realmente interesantes y notables, además de un acertado halo mágico-romántico.

Objetos predestinados.

Serendipity”, en un rasgo diferenciador de talento y que la coloca por encima de otras cintas similares, hace un uso realmente brillante de los objetos con contenido narrativo, íntimamente ligado además a la esencia de la trama. Objetos vinculados al destino. A través de esos objetos el destino se acaba manifestado, esa fuerza invisible.

-Los guantes serán el objeto clave que una por primera vez a nuestros enamorados, los veremos justo al entrar en el centro comercial que nos presentan al inicio. El destino aparece cuando vemos a los dos personajes coger los mismos guantes al mismo tiempo. Unos guantes que vimos en la grúa inicial como bajaban hasta el mostrador de venta. Inicio de la relación, enredo, coincidencias y destino. Objeto vinculador.

-Los guantes o, más concretamente, el guante que se quedó Jonathan, dará un nuevo impulso al chico al encontrárselo dentro de la bolsa del día que lo compró en su habitación y encontrar una factura con el número de cuenta de Sara. El guante, un objeto clave con función narrativa.


-La bufanda que se olvida Cusack en el restaurante “Serendipity” es un nuevo objeto importante, vinculador, lo olvidará y al regresar a por él se reencontrará con Sara (Kate Beckinsale), que olvidó sus guantes, el objeto anteriormente mencionado.

-Un billete con el número de teléfono de él y un libro con el de ella, serán otros dos objetos esenciales en la trama. Objetos del anhelo, los recordarán, querrán encontrarse con ellos, ya que estos objetos serán lanzados al mundo a la espera de que puedan cruzarse en su camino de nuevo. Son los objetos que simbolizan el deseo oculto por ese destino que los uniría. El destino que ansían. El libro será “Amor en los tiempos del cólera”, de García Márquez.



-El anillo que no entra en el dedo de Sara es otro objeto importante que ella acabará tomando, en cierta medida, como mensaje del destino.

-El chicle que Jonathan pega en el banco de la instalación donde se practica el golf, volverá a ser un vínculo, el destino a través del tacto, de alguna forma. Una vez que Sara toque el chicle irá siguiendo las pistas que la lleven a Jonathan.



-El monedero de Prada, o mejor dicho Prado, que compra Eve (Molly Shannon), la amiga de Sara, contendrá el billete con el número de Jonathan, así que también será un objeto fundamental, aunque pudiera ser accesorio al principio. Un dálmata aparecerá en dos escenas distintas, y casi seguidas, una con Cusack y otra con Beckinsale, además. Sutilezas.







-Otro objeto olvidado, la chaqueta de ella, será el que una a la pareja definitivamente, un nuevo contacto, una coincidencia perfectamente posible, una opción y casualidad como otra cualquiera.




-Podríamos incluir en este apartado la misma nieve, nieve vinculadora y perfecto símbolo de la pureza y el amor de la pareja, que retrata, conforma y cierra el círculo de la historia en forma de cuento de hadas, con una atmósfera mágica indudable. La nieve aparecerá en la pista de patinaje oportunamente, como buen relato mágico, para el definitivo reencuentro.


Tras el primer y casual encuentro, nuestra amorosa pareja irá a merendar a un restaurante llamado “Serendipity”, título de la película y lugar que acaba por convertirse en clave del concepto general del film. Si una “serendipia” es un hallazgo o descubrimiento afortunado, la relación de nuestros protagonistas estará rodeada de ellos, aunque el destino también pondrá sus trabas, con lo que este restaurante, que tiene un nombre tan adecuado, casi confirma esa idea de cuento de hadas, ese halo mágico que sobrevuela toda la película, como si de un lugar para el conjuro amoroso se tratara.




Ella es una creyente del destino, de la magia, él es más descreído pero a la vez se muestra más decidido a jugársela, a pesar de que los dos tienen pareja. Los sentimientos de ella, confusa por la extrema conexión que comienza a sentir con ese chico tras tomar sólo una merienda, y a la vez consciente de sus responsabilidades y compromiso con su pareja, decide interrumpir la “cita” y entregar esa posible relación a un futuro destino, ese destino en el que cree. Un destino que no tardará en contestar.

El segundo encuentro de estos románticos personajes, pocos minutos después, resulta algo más forzado, aunque perfectamente creíble. Ya comenté que analizaría las coincidencias, las que resultaran más forzadas y las más naturales. Aquí, dentro de que pueda resultar forzado, es creíble y además la película juega con la baza y el colchón que el espectador debe aceptar de la propia propuesta, una historia sobre coincidencias imposibles en apariencia. Así, vemos lógico que Cusack pueda olvidarse su bufanda, pero que ella olvide los guantes cuando incluso los mencionan al salir del restaurante quizá sea más cuestionable. Al regresar para recuperarlos se encontrarán e iniciarán una cita de verdad.


Así se iniciará una hermosa relación, una conexión irrompible, eterna, un “breve encuentro” que se hace inolvidable, que marca una vida, donde el tiempo no existe, como bien recalca el director en esos planos acelerados. Conociéndose en unas pocas horas, una tarde-noche de romanticismo, cosquilleos, amor naciente que nos descoloca, conversaciones triviales con ansias de descubrirse… Es decir, uno de los grandes goces de la vida, el comienzo de una relación, el enamoramiento. Charlarán  sobre el destino y las coincidencias, tema adecuado, pero luego irán preguntándose cosas para conocerse, sus gustos, sus aficiones… incluso su postura sexual preferida, que interesará a una pícara Beckinsale en una demostración de confianza creciente, aunque esto será interrumpido por una inoportuna caída… lamentablemente. El golf, que tendrá un eco posterior ligado a más coincidencias y “serendipias”; “La leyenda del indomable” (Stuart Rosenberg, 1967), que es la película preferida de Cusack, Jonathan Trager… Conociéndose mientras patinan bajo la nieve… no puede ser más romántico. Esta escena, por supuesto, también tendrá su eco al final. Jonathan es cinéfilo, a John Cusack le gustan los papeles con referencias, así también mencionará lo buenas que son “Los puentes de Madison” (Clint Eastwood, 1995) y las dos primeras partes de “El Padrino” (Francis Ford Coppola, 1972 y 1974), en este último caso para comparar a las chicas de su vida.






Toda la película es un juego de ecos fundamentado en esta primera secuencia del enamoramiento.

Románticos poniendo a prueba al destino.

Sara es una creyente, pero a la vez se nos muestra tremendamente desconfiada, ya que no parará de hacer pruebas para contrastar que lo que ocurre es real, hasta el punto de que parece no querer nada con el pobre Cusack


Comenté con anterioridad que el destino busca unirlos, pero no ponerlo fácil, así el viento se llevará el papelito con el número de la chica, que ella toma como señal negativa. Quizá el destino no busque complicar, sino simplificar del todo las cosas, es decir, parece querer indicar que si ya os habéis encontrado, no hacen falta números de teléfono, lanzaos a ese destino sin miedo… pero Sara lo tendrá.







En cualquier caso esto dejará ideas extraordinariamente románticas y bellas, como la del billete. Como prueba definitiva Sara planteará una idea bastante rocambolesca, y es que para ser una loca del destino tiene unas ideas algo retorcidas y forzadas. El destino, por su parte, tiene un humor peculiar y desde luego no se deja vacilar. Dos ascensores, deben pulsar un piso sin saber cual pulsará el otro, si se encuentran es que están destinados… Lo harán, los dos pulsarán el 23, pero como prueba es bastante mala ya que en realidad demuestra poco. La mala fortuna, el destino también, suponemos, jugará una mala pasada a Jonathan, que verá como se sube gente en su ascensor. Al retrasarse ella lo tomará como una señal de que no deben estar juntos, cuando en realidad no prueba nada, ya que pudo ocurrir lo que justamente ocurrió. Aquí a Sara se le fue un poco la cabeza, pero es un necesario recurso de guión, no el mejor, para separarlos, la obligada separación para hacer más romántico y especial un posible reencuentro, como es menester en toda comedia romántica que se precie.

Su voluntad les une, una fuerza misteriosa los separa o dificulta su encuentro.




 



Dedicada a Nora, por ser una de sus películas favoritas





2 comentarios:

  1. Ay l'amour, l'amour…
    Una romántica viene bien de vez en cdo.
    Aunq luego te deje un cuerpo como de "oye, destino, y mi serendipia qué, eh? QUÉ!!!"
    ;-P
    Fuera bromas, no me suelen gustar mucho esas pelis de las casualidades y los destinos, aunq digas q no resulta forzado, si bien una peli para soñar, de vez en cdo…
    Me gusta lo q ctas del tratamiento del tiempo, y la nieve.
    La fotografía me ha parecido muy saturada en los colores cálidos…
    A ver q tal las siguientes partes!!
    Gracias Sambo!
    Bss

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    Respuestas
    1. A ver, no es que no resulten forzados, en realidad juega un poco con que sean forzados, lo que ocurre es que es la base de la historia, entonces se asumen algo mejor.

      Es una peli bonita que tiene buenos detalles, la foto es preciosista, típica de estas pelis. Espero te gusten las siguientes.

      Besos.

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