lunes, 13 de julio de 2015

Crítica: TIERRAS LEJANAS (1954) -Parte 2/3-

ANTHONY MANN











La relación entre el tiránico Gannon (John McIntire) y Jeff es simpática, buenos modales, frivolidad, ligereza en sus conversaciones... Un villano que se toma todo con aparente deportividad, entre otras cosas porque se siente ganador al final.



Renee (Corinne Calvet) es una pícara encantadora, fiel y responsable, que se las sabe todas, con la cabeza muy bien amueblada. Canta y es pura alegría. También tiene sueños, todos ellos muy sensatos. Una entrañable ladronzuela que se desvivirá por la gente que aprecia y quiere, como con el borrachín que interpreta Jay C. Flippen, al que dará dinero para comprar los víveres necesarios, o el propio Jeff. Rube, el borrachín, se descubrirá como un gran guía.




Mann juega magistralmente con las miradas, ya sea para narrar o para crear tensión. Un ejemplo lo tenemos con las miradas cómplices entre Jeff y Ronda con el hombre de la cicatriz de testigo.

Es preciosa la escena donde Renee enseña a Jeff a encontrar oro, íntima y cómplice, donde los celos de la joven van saliendo a la luz, planteándose un descompensado triángulo amoroso entre ella, Jeff y Ronda. Con todo, resulta extraña la actitud de Ronda, esa generosidad espontánea e inmediata con Jeff, que parece ocultar algo, lo que es cierto, pero no con respecto a sus sentimientos. Es uno de los puntos menos logrados de la obra. Ronda verá un hombre justo en Jeff, aunque no demuestra serlo especialmente, al menos en lo que ella conoce, pero a pesar de todo seguirá siendo complaciente con él. Ambos personajes se atraen y, sobre todo, se admiran. Esto despierta más celos en Renee.

Creo que debería haber ahorcado a ese hombre”.

Uno mismo o los demás.


Renee es el vehículo de madurez de Jeff, junto a su amigo Ben, su conciencia social, podríamos decir. Jeff es un individualista puro, completamente independiente, que huye de las ataduras. Ben respeta eso, aunque incitará a Jeff a asentarse, fin último de su pacto, un rancho juntos donde pasar la vida. El viejo amigo de nuestro protagonista conoce a Jeff perfectamente, insinuará sus deseos, pero siempre le respetará y se mantendrá a su lado. Renee es más visceral y clara en la exposición de sus postulados, reivindicando el cariño del grupo hacia él y la responsabilidad que tendría Jeff sobre el mismo, algo que nuestro protagonista no acepta.



Este es el gran conflicto filosófico de la cinta y empieza a plantearse en la íntima escena donde Renee enseña a Jeff a buscar oro.


-Renee: Papá no puede buscar oro y hay que ayudar a las personas que lo necesitan.

-Jeff: ¿Por qué?

-Renee: ¿Tú no?

-Jeff: Yo me ocupo de mí, cuando crezcas verás que así es la vida.

Jeff es un cínico, un desencantado del mundo que irá madurando hacia otra cosa. Da pocas explicaciones sobre su forma de actuar o sus mandatos. Jeff, como buena parte de los héroes de Mann, tiene una coraza emocional para evitar herirse. No todo es malo en Jeff, alberga buenos valores, es tenaz, honesto, fiel a su amigo aunque independiente, competente… No reprochará a Ronda que no siguiera sus instrucciones de coger por el valle en vez de bajo las montañas y elogiará la actitud de la dama, que le corresponderá con el primer beso en una simpática escena que alimenta el triángulo amoroso. El beso es recibido con cierta frialdad por Jeff, todo hay que decirlo. Ronda (Ruth Roman) y Jeff (James Stewart) son desconfiados, de ahí la coraza que señalé en nuestro protagonista, debido a malas experiencias anteriores, hombres y mujeres, de ahí su carácter distante, blindado e independiente, sobre todo en el caso de Stewart.





Odio el café”.

Todas las conversaciones entre Renee y Jeff son interesantes, exponen los temas principales de la película y las reflexiones más agudas sobre los mismos, así como desarrollan las características de los personajes.


Una vez se inicie el viaje hacia las nevadas montañas de Alaska se iniciará también la aventura y la acción. El retrato de todo el proceso y el entorno y mundo de los buscadores de oro y transportistas de ganados, de la creación de una nación emergente, es sensacional. Los viejos conocidos que viven a grandes distancias y sólo se ven cuando sus deberes les obligan a cruzarse, detalles cotidianos, como esa familia que espera al padre que pasa largas temporadas fuera de casa por su duro trabajo como policía montada, las labores de los buscadores, los largos y peligrosos viajes… La épica de Mann resaltada con espectaculares y bellísimas panorámicas en planos generales en exteriores y en espacios naturales.


Tendremos un primer momento de acción épica cuando Jeff se escabulla del grupo, al que dejó acampado, para volver al pueblo a recuperar su ganado. Los tiempos no encajan del todo bien, ya que deja al grupo durmiendo, una vez anochecido tras horas de viaje, pero cuando vuelve ni Renee ni su padre están durmiendo, así que resulta extraño y no queda clara la distancia recorrida ni el tiempo empleado.



La acción se dispara cuando Gannon y los suyos se dan cuenta de que Jeff se ha llevado su ganado. Nuestro protagonista tendrá la ayuda de Renee y gozaremos de magníficos planos generales con James Stewart oculto en su maniobra de distracción, así como para apreciar la envolvente del propio Gannon, que intenta sorprenderlo por detrás, también con varios planos generales brillantes. La huida de Jeff resulta algo escapista.



Esta escena, con el sonido de la campana incluido, sólo tiene la función de unir a Renee al grupo que va a Alaska y así seguir desarrollando el triángulo amoroso.

Como en todos los grandes westerns de Anthony Mann, “Tierras salvajes” también presenta estupendos giros de guión, como esta escena reseñada, el regreso para recuperar el ganado de Jeff, coherente además con la personalidad del personaje y que le sirve para incluir a Renee de forma natural en el grupo.



La nieve va cobrando más importancia conforme nos acercamos a Alaska y el oro alimenta la locura. Con el nuevo día habrá nueva chaqueta para James Stewart, dispuesto a un día ajetreado. Aquí Mann volverá a dejar un cebo, en uno de esos exquisitos detalles del director para generar tensión e incertidumbre en el espectador, un extraño gesto del subordinado de Ronda haciendo chocar su caballo con el de Stewart para distraerle y evitar que mate a alguno de sus compañeros, aunque Jeff aún no sabe que están compinchados... ni nosotros.




-Jeff: No lo he matado por eso.

-Ronda: ¿Por qué lo has hecho?

-Jeff: Porque me disparó a mí.

Es un tiroteo en plano general, tangencial al grupo de nuestros protagonistas, ante el que Jeff intervendrá, o mejor dicho, se acercará y sólo actuará cuando, efectivamente, le disparen a él… O quizá se trate de esa coraza que presentó una pequeña fisura y no pudo evitar involucrarse en una injusticia, el robo a unos inocentes. El caso es que esta escena pone la sombra de la sospecha sobre Ronda de forma definitiva, descubriéndola como una villana más en el entramado de Gannon.



La llega a Dawson, el pueblo al que se dirigían, confirma la mala imagen que tiene Ronda entre los lugareños, revelándose que es la protegida de Gannon. Allí asistiremos a una subasta y la crítica al capitalismo despiadado de Mann se hace patente, aunque el director luego acaba dotándola de mayor profundidad. Jeff venderá su ganado, pero será Ronda la que más puje, dejando decepcionados a los lugareños que creían que podrían conseguirlo para comer buenos filetes y chuletones de vaca y no de oso, como estaban acostumbrados. Ronda tiene más dinero, con lo que no le supone problema pagar 3 dólares. Mann acaba redefiniendo su crítica al capitalismo atroz centrándola en los monopolios y la falta de competencia, ya que Gannon y Ronda tienen un mecanismo de chantaje y presión para monopolizar toda la riqueza, hacerse con todas las concesiones, el peor caldo de cultivo. Esto también define a Jeff, que no mira más que por su bien, ignorando necesidades ajenas y vendiendo al mejor postor, algo en absoluto cuestionable, al contrario. El tema del libre y voluntario mercado y la competencia seguirá con la venta de concesiones para buscar oro, el negocio para todos… salvo cuando hay totalitarismo, chantajistas, camorristas y monopolizadores… Jeff comprará una concesión para decepción de Ben (Walter Brennan), que pretendía irse ya con el dinero de la venta del ganado a por el rancho de sus sueños en Utah junto a su amigo.




Los fundidos que reinician la historia con música vigorosa son numerosos, utilizados por Mann para cambios de tercio, puntos y aparte. En cambio, utilizará el encadenado para el desarrollo de secuencias, set pieces, como este tema de la venta del ganado, el pago y los negocios varios del pueblo.

Debo decir que la puesta en escena clásica, recreando ambientes, recurriendo a lo artesanal, me hace salivar, es otro mundo y otra calidad, que jamás será superada. Aquí tenemos múltiples ejemplos.



Odio los filetes”.

Amistad.

Un plano de la montaña donde los buscadores de oro ponen todas sus esperanzas comienza la nueva escena precedida de un fundido a negro, evidentemente. La descripción con planos generales de los trabajos de los buscadores de oro y sus procedimientos es maravillosa. El tozudo Jeff y Ben con su incontinencia verbal en busca de una mayor prosperidad aún.





La amistad entre Jeff (James Stewart) y Ben (Walter Brennan) es a prueba de bombas. Incluso aunque el primero incumpla su palabra, el viejo Ben depende de su amigo y no es capaz de separarse de él. Esta amistad queda simbolizada en la campanilla y la pipa que Jeff coloca a Ben en la escena anterior.  Esta pipa volverá a aparecer en la escena de la cabaña donde Ben plantea a Jeff quedarse en Dawson junto a sus amigos, donde se sienten integrados y aceptados, queridos. Su renuncia al pueblo y sus nuevos amigos es pura lealtad a Jeff, que seguro también siente el gusanillo por quedarse, por esa camaradería y vínculo con esa gente, lo que a la vez lo convierte en el principal motivo, quizá, que le impulse a marcharse. Miedo y coraza, sentir que se resquebraja su radical individualismo e independencia. Miedo a sentir demasiado afecto.

La sonrisa del gran Walter Brennan es la más limpia, pura, sincera y entrañable que se ha visto en celuloide.





No necesito que me ayuden, no quiero que me ayuden. Yo cuido de mi, y si quieres… también puedo cuidar de ti”.

La forma de narrar de Mann me fascina, con datos de los personajes que van salpicándolo todo casualmente en apariencia, sólo en apariencia, porque en realidad es un medido guión y una medida puesta en escena, repleta siempre de inteligencia.








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