lunes, 23 de noviembre de 2015

Crítica: ONCE (UNA VEZ) (2006) -Parte 1/2-

JOHN CARNEY











Una de esas películas que gusta a casi todo el mundo que la ve. Pequeña, auténtica, sincera, sin pretensiones, hermosa… Un canto al amor, la amistad y la música de un director con una sensibilidad exquisita que promete grandes momentos cinéfilos.

Once” es el germen de la posterior “Begin Again” (2013), otra de esas películas que ha gustado a todo el que la ha visto. Más pequeña, con menos presupuesto, menos medios, menos perfecta, pero más fresca y natural aún que la protagonizada por Keira Knightley y Mark Ruffalo.



John Carney es un reivindicador de las transiciones, porque para él es ahí donde la vida es más pura, donde se vive de verdad, donde somos nosotros mismos de una forma más intensa. Es en esas etapas donde encuentra la belleza mas desgarrada, el sentimiento, la autenticidad más exacerbada y los momentos determinantes de la vida. Donde se crece, madura y evoluciona. Carney se centra en esos momentos de crisis, de recomposición, de transición, de pausa vital, porque los considera claves para evolucionar y definirnos. Las etapas entre épocas estables, acomodadas, que son las que no le interesan. Encuentra la vida más pura en esas transiciones porque se renace desde la basura, se vuelve a sentir como si fuera la primera vez, lo que lo hace genuino, limpio e inocente. La vida que cuenta, la que se siente, está en esos momentos. Así lo ha demostrado en esta cinta que nos ocupa, y lo veremos en “Begin again” y otros títulos de su filmografía como “November afternoon” (1996) o “Viviendo al límite” (2001), algo que me fascina como propuesta.




Ve estas etapas como la música, que adquiere todo su potencial en el dolor, en la evasión, en la soledad, en la reflexión, la pausa y el descanso de la rutina vital  diaria, la calma de cuando estamos fuera del circuito cotidiano y del resto de la humanidad. Las etapas de normalidad no interesan a Carney, porque sólo nos planteamos la rutina y damos casi todo por hecho, sin acabar de sentir, moviéndonos como programados, anestesiando el sentimiento en muchos casos. La música como algo íntimo, aunque lo compartamos.

El director gusta de retratar soledades urbanas y seres rotos que se unen para superar baches y crisis, redimirse. Lo vemos en esta “Once”, lo tendremos también en su hermana rica, “Begin again”. La ajenidad de los personajes de Carney es una de sus características predominantes, hallan su camino manteniéndose alejados del circuito cotidiano, del resto de la humanidad, sólo hay que recordar la escena de “Begin again” con los protagonistas escuchando su propia música en el interior de una discoteca rodeados de gente. Aquí ocurre lo mismo: dos solitarios, dos seres derrumbados que han roto con sus parejas a los que une el puro azar… y los hilos invisibles de la música.



En “Once” no pasa nada, la trama no puede ser más vaga, pero se escenifican sentimientos sinceros con una frescura y naturalidad extraordinarias, desarrollando los sentimientos  y las emociones de los personajes a través de sus encuentros, de sus canciones.

Carney apuesta por una dirección casi documental, donde lo que más destaca es la naturalidad de todo, con planos generales y una cámara inestable escrutadora, cotilla. Esa cámara inestable, espía, al hombro, deja momentos sensacionales. Por ejemplo cuando la vemos indagando en la intimidad de la pareja en su conversación en un café, tras cristales, discreta, oculta, como tímida, pero sin poder evitar curiosear aunque sea a distancia, inquieta, entrometida e inquisitiva ante esa incipiente relación.

Cuando los momentos se hagan más íntimos, así como cuando la relación avance en confianza y complicidad, los planos serán más cercanos, acariciarán sus rostros.

La naturalidad, casi naturalismo, deja ejemplos contantes durante la narración, con las mencionadas interpretaciones, pero también con secuencias cotidianas. Por ejemplo en la cena informal de Glen en casa de Marketa junto a la madre y la hija de ésta. Una escena cotidiana, cálida, hospitalaria, pero donde la pareja carecerá de intimidad, como es lógico, en un lugar tan pequeño y donde los vecinos entran para ver la televisión sin complejo alguno, al ser el único aparato del edificio, en un simpático detalle.


La música es la columna vertebral de la narración, no en balde Carney fue músico, ex bajista de The Frames. Así dará inicio a su narración, con naturalidad y música.

Glen Hansard (solista y guitarrista de The Frames, grupo en el que estuvo el propio Carney) es un músico callejero que también arregla aspiradoras. Está en crisis porque le dejó su novia. Su talento no parece interesar a nadie salvo a una joven, Marketa, que queda fascinada por sus temas originales. Ella vende flores, como la protagonista de “Luces de la cuidad” (Charles Chaplin, 1931), y limpia casas. Juntos comenzarán una bonita y musical amistad.


Glen es visceral, emotivo, directo, emocional. Un romántico que se niega a reconocer el dolor de su pérdida, al menos a Marketa en un principio. Marketa es sensible, tímida, inquisitiva, tiene un marido lejos con el que siente que no la une nada. Dos seres rotos en fase de transición.

Se retrata un mundo underground sano y auténtico, donde las casas no son nada lujosas y todos los decorados escenifican la precariedad de los entornos donde se mueven nuestros protagonistas. Él vive con su padre, ella con su madre y su pequeña hija. Lo callejero, lo libre, lo independiente, lo informal, adquiere un sentido especial junto a estos dos personajes.

Música.

Desde la primera escena la música estará presente. Una música que se utiliza como expresión de los sentimientos de los personajes. Música, corazones rotos, corazones recomponiéndose, etapas de transición y vínculos de hilos invisibles e irrompibles.

Glen tocando su música para ganarse unos euros y un divertido robo que parecía destinado a sufrir, inician la narración. "And The Healing Has Begun" de Van Morrison.

En “Once” todos los personajes son bondadosos. La bondad es uno de los rasgos más significativos en las películas de Carney. El robo es buen ejemplo, su resolución, con el ladrón pidiendo disculpas y devolviendo el dinero que intentó llevarse. Vamos, que el ladrón te tiene que caer bien obligadamente.



Lo mismo podemos decir del padre de Glen, absolutamente encantador y comprensivo, que arreglará, y cobrará el arreglo, la aspiradora de Marketa. La relación entre Glen y su padre es preciosa y llena de amor y comprensión en pequeños esbozos. También podemos ver bondad en el que lleva el estudio de sonido e incluso en el prestamista.

-El segundo tema que escuchamos es sencillamente sensacional, de un feeling extraordinario. Un plano general frontal sin corte que llega al primer plano de Glen para la actuación que generará el vínculo entre la pareja. Amor desgarrado, roto, doloroso. Una actuación con una solitaria espectadora que la premiará con 10 céntimos. "Say It To Me Now".


Ella es curiosa y preguntará a Glen de dónde procede el profundo dolor que inspira su canción, el sentimiento que desprende su tema. El abandono de un amor.

-La tercera canción que oímos es de añoranza. Entenderemos los sentimientos amorosos del chico, abandonado por su novia. Recuerdos, fotos y una llamada delatan la dolorosa relación. "All The Way Down".

-El cuarto tema es uno de los momentos más sublimes de la película. Además esa canción logró el Oscar a la mejor canción original en su año. Una escena que comienza con un plano que aísla a Glen oyendo tocar a Marketa el piano, a Mendelson, un plano que entenderá todo apasionado de la música, porque retrata uno de esos instantes que trascienden el tiempo, donde te olvidas de todo, vagas flotando en notas, viajando por tu mente mientras los segundos pasan como horas. La canción a dúo posterior es francamente preciosa. Magia y complicidad. Es una maravilla ver como van acompasándose, fusionándose desde la nada, bajo la composición de Glen. Es un momento sensacional y una canción bellísima. “Falling slowly”. Sellando el vínculo. Sentir la música.





-La quinta, en el autobús, es un popurrí para corazones rotos. 




-El sexto tema es uno de los más destacados. Se inicia con un bello momento íntimo de la pareja en una escalera en la calle. Marketa escucha un tema compuesto por Glen con los auriculares, casi sordo para nosotros. Entre los temas que escucha hay una canción sin letra, por lo que se pondrá, con permiso de Glen, manos a la obra para crear una. En su viaje a comprar pilas escucharemos el resultado final de la canción. Un paseo solitario y musical. Un tema sobre la añoranza y la lejanía. "If you want me".

Gracias por tu compañía, la necesitaba”.

El tema concluye con un montaje paralelo de ambos personajes, cada uno por separado. Él en su casa junto a su padre, ella limpiando una casa.




- Acto seguido llega el séptimo tema, que vemos ir componiendo a Glen mirando videos de su novia. La añoranza y el desamor de nuevo. Un tema que crece, arreglos que suben y a los que se añaden coros femeninos. “Lies”, “Mentiras”, un título significativo lleno de dolor.


-El octavo tema será en una fiesta musical y cervecera. Un mundo underground, esencia Folk y mucho sentimiento. La mirada ensimismada de ella denota amor y cariño. "Gold".




-Otro temita en un ensayo en la habitación de Glen, el noveno que escucharemos, con la banda reclutada al completo. "Trying To Pull Myself Away".



-En el estudio tendremos otro portentoso tema. Ensayos y grabación. Un auténtico temazo que hará cambiar de opinión al ingeniero de sonido, que pasará de su cínico escepticismo al entusiasmo una vez les escuche tocar. "When Your Mind's Made Up".

No, ahora no puedo. Estoy liado en el estudio con una pandilla de frikis”.











-El siguiente temita será con sintetizador, sumando temas a la maqueta. Una canción para los momentos lúdicos de la grabación. "Fallen From The Sky".



-El duodécimo tema es uno de los más íntimos. Canción a piano donde Marketa se desnuda ante Glen mostrando sus sentimientos hacia su marido. Sueños imposibles y un bello abrazo final. Un tema que derrumba a Marketa. "The Hill".





-En el coche y con un montaje caleidoscópico, volvemos a escuchar el primer tema que oímos en el estudio, pero esta vez al aire libre, rodeados de naturaleza, liberados. La música saliendo, expandiéndose por el mundo, adquiriendo libertad, su verdadera esencia, como la que vemos a los personajes por la playa.



Por supuesto habrá menciones y pósters de muchos músicos, desde Hendrix hasta Phil Lynott, del que veremos una estatua incluso, líder de los Thin Lizzy, mítico grupo irlandés, como la película. Versiones de Thin Lizzy harán los músicos que Glen reclutará para completar su grupo y grabar sus canciones con calidad de estudio.




Uno de los mayores problemas de la película, consciente con todo, tiene que ver precisamente con algunos de los números musicales. Muchos momentos parecen meros videoclips insertados en la narración de la película, episodios musicales que describen sentimientos, más o menos relacionados con la trama, que explican algo que ya se aprecia. Los temas son bonitos, pero muchos de estos momentos no se integran bien en un sentido narrativo. Se hace evidente en la escena del piano que nos deleita con “Falling slowly”, la grabación en estudio o, sobre todo, el paseo de Marketa cantando la canción a la que acaba de poner letra.





2 comentarios:

  1. La intimidad más íntima es sentirse uno, sabiéndose dos.
    La música lo consigue muchas veces.
    Delicada primera parte.
    Gracias.
    Bss

    ResponderEliminar