martes, 23 de febrero de 2016

Crítica BROOKLYN (2015) -Parte 1/2-

JOHN CROWLEY










Es la película más romántica, encantadora y entrañable de las nominadas este año a los Oscar, pero de las menos brillantes. De hecho, en ese aspecto romántico y emotivo, también sería superada por “Carol” (Todd Haynes, 2015), que nadie entiende aún porqué se ha quedado fuera de la carrera en la categoría de mejor película.

Es decir, estamos ante una buena y conmovedora película, pero que palidece ante otros muchos títulos de este año, lo que no tiene porqué suponer un desdoro, al contrario, se trata de una cinta que he disfrutado mucho, que me ha llegado más que otras indiscutiblemente mejores.


Brooklyn” es en su sencillez una reflexión sobre las raíces, el hogar y el sentimiento del emigrante, que recurre a un alegórico triángulo amoroso para desarrollarse. Una historia de madurez, crecimiento y amor francamente bonita. Una adaptación de la novela de Colm Toibin a cargo de Nick Hornby, que le ha valido la nominación al Oscar al autor de “Alta Fidelidad”.

Eilis Lacey (Saoirse Ronan) decide emigrar a Estados Unidos para ganarse la vida. La adaptación será dura y echará de menos a su familia y raíces. Cuando todo se soluciona y empieza a sentirse cómoda en su nuevo hogar la tragedia se cruzará en su camino, con lo que deberá elegir.

Dos hogares.

John Crowley muestra de manera magistral y haciendo gala de la sutileza con la que narra toda la película, las diferencias entre la vida irlandesa y la vida norteamericana, entre el carácter de sus gentes. Crowley retrata cómo fue la inmigración en América. Buen tacto el del director.

En Irlanda todo es tradicional, pequeño, cotidiano, casi pueblerino, todo el mundo se conoce, el cotilleo es la esencia misma de la vida allí. Son de carácter más cerrado y puritano. Se nos muestra la rutina donde la religión es básica, donde todos se ayudan a prosperar, incluso en el extranjero, como comprobaremos, donde la misa es obligada. Son educados y respetuosos.


América es luminosa, el país de los sueños, un lugar acogedor y abierto, como corresponde a una nación que recibe inmigrantes y que creció gracias a ellos. Sus gentes son abiertas, divertidas, campechanas, extrovertidas...



Eilis trabaja en Irlanda en una panadería que regenta una tirana dogmática, la señorita Kelly (Brid Brennan), una solterona amargada que va dando lecciones de moral y dignidad a todo el mundo, juzgando desde su púlpito y sirviéndose del respeto y educación generalizados, porque piensa que es superior moralmente. Además es clasista y prepotente. Ella espoleará a Eilis en sus dudas involuntariamente al final de la película.




El mundo irlandés parecerá conspirar en pleno de forma sutil para que Eilis no se vaya una vez ha regresado. Primero con la boda de la amiga, obligándola a retrasar su vuelta una semana, luego con quedadas de amigos donde se le presenta a Jim Farrell (Domhnall Gleeson) y con los favores laborales en la contabilidad en el puesto que ocupaba su hermana… Una presión silenciosa, creándola una vida a medida para evitar su vuelta, un chantaje sutil donde se usa el recuerdo de la hermana y el apego familiar. Todo esto la hace sentir culpable y querer no pensar en su vida americana.





En Eilis tenemos la visión del inmigrante que regresa al hogar, su evolución, manteniendo un respeto máximo a sus raíces, por las que no cambia su consideración, opinión y cariño a pesar de todo.

Cundo Eilis anuncie su marcha a América, la señorita Kelly intentará chantajearla moralmente, despreciando sus ideas soñadoras. El impacto que supone el cambio de continente y de vida para Eilis será brutal y le costará gestionarlo. Se sentirá sola e incomprendida.

En América, Eilis se verá sobrepasada por la amabilidad, carácter abierto y directo, la indiscreción y picardía de los americanos, algo de lo que le advirtió la repentina amiga que la ayudó en el barco de ida. Camareros descarados, compañeras afables y curiosas…


En América Eilis trabajará en una tienda de moda, entre cremitas, jabones y demás accesorios de belleza que entroncan con lo superficial. Esto marca también una diferencia con respecto a Irlanda, que no cuenta con esos lujos y esa variedad, centrados en lo básico (comestibles). En América Eilis adquiere elegancia, glamour, confianza en sí misma y aprende a vivir fuera de lo convenido o el puro rigor establecido. Aquí en España tenemos la serie “Velvet” como retrato de la vida cotidiana en un centro comercial…

América es la tierra de los sueños, se resalta en ciertos comentarios sobre referentes e ídolos cinematográficos, como Gary Cooper o “El hombre tranquilo” (John Ford, 1952). En las citas y quedadas de Eilis y Tony veremos que van al cine, a ver “Cantando bajo la lluvia” (Stanley Donen, 1952).


Amor alegórico.

El conflicto entre el desarraigo, las nuevas raíces, el apego a los orígenes y la tradición, el deseo de una nueva vida, el atractivo de la esperanza, la emigración dura y enriquecedora… son aspectos que quedan simbolizados en las relaciones de Eilis y que cobran sentido en el último tercio, cuando la historia se convierte en un triángulo amoroso. Las raíces, las de nacimiento y las que creamos nosotros mismos, que son motivo de conflicto.

Es en este tema donde encontramos la gran idea de la cinta pero también uno de sus defectos. Y es que este triángulo amoroso funciona aceptablemente en su carácter alegórico, con todas esas circunstancias y la presión global de su entorno irlandés para quedarse allí obligándola a elegir entre las raíces de su infancia y la nueva vida que ha comenzado a forjar en América, pero en cambio, como drama romántico toda esta parte resulta forzada y poco creíble.



De repente vemos que a Eilis se le va todo un poco de las manos en su vuelta a Irlanda, especialmente con respecto a este Jim Farrell, viéndole como opción teniendo un marido esperándola y tras recibir dos frases amables sobre su hermana como toda relación (incluido un homenaje en forma de premio en el club de golf de la madre de Jim).


Es Tony (Emory Cohen) el que cambia el carácter y actitud de Eilis, el que trae su cabeza y pensamiento de Irlanda para iniciar una vida plena, por fin, en América. El momento culminante en esa relación, quizá el enamoramiento definitivo de ella, tiene lugar en esa mirada de Eilis a la salida de sus clases a un distraído Tony, solo, esperándola, tenaz y amoroso… Una mirada y un momento que lo cambian todo.



Él se mostrará entregado casi desde el primer momento, demostrando un tacto y sensibilidad exquisitos, así como una sinceridad a prueba de bombas. Ella, en cambio, será más fría, desconfiada, insegura, una cuestión que tiene más que ver con lo cultural que con otra cosa. Ella quedará abrumada por la pasión de Tony y su declaración de amor. Como chica precavida y sensata que es consultará con una de sus amigas americanas, en un baño, los pros y contras del matrimonio, antes de declararle también su amor al chico. Una escena, la de la declaración, en estricto plano-contraplano que comienza y concluye con planos y travellings frontales generales.



Su sinceridad es plena, no oculta de donde procede ni su labor ni sus limitaciones. Un bonito momento, donde la narración se fragmenta brevemente, lo tenemos cuando Eilis se ha ido a Irlanda y Tony, temiéndose lo peor, le encarga a su hermano la escritura de una carta especial, reconociendo su limitación intelectual o más bien académica. Se oirá el relato en over, con correcciones del hermano menor, que será el único de la familia que irá a la universidad.




Tony, que es absolutamente encantador, será su apoyo en los peores momentos, con la muerte de su hermana. La consolará y estará siempre a su lado para darle cariño. Su miedo a que no vuelva de Irlanda le impulsará a presentarle un futuro juntos: Un solar lleno de sueños. Llegado ese punto sólo queda que pierdan la virginidad y se casen. La escena de la boda resulta algo forzada, donde Tony se maneja estupendamente con los niños, ya que coincidirán con unos irlandeses, hecho que precipitará los actos al final de la película.



Habrás dos comidas con los chicos, una primera con Tony, donde él comerá mientras ella no para de hablar, saciando la curiosidad del chico, que se minusvalora en su trabajo de fontanero. La segunda con Jim, donde él cuenta sus tormentos mientras ella come sin pausa.



También hay dos baños en la playa. Uno concurrido en Coney Island junto a Tony, donde la veremos con un moderno bañador, para la época, de color verde para entregarse a los primeros gestos pasionales con su novio en el agua. Otro junto a sus amigos irlandeses y su nuevo amigo, Jim Farrell, mucho menos concurrido y donde envidiarán la modernidad de la moda y los ingenios americanos al ver el bañador de Eilis.




Es deprimente pensar que no se nos ocurren cosas como esas… Quiero decir, ¿desde cuándo lo sabe? 100 años, probablemente…"

En Irlanda aparecerá Jim Farrell, al que pondrá leves reparos iniciales debido a su secreto, pero con el que hará buenas migas inmediatamente.


Presenciaremos como poco a poco va conociendo a ese chico, de buena familia, adinerado, educado, un buen hombre que parece el polo opuesto a Tony, sin estudios, un trabajador humilde y sacrificado, con muchos sueños y una vida por resolver, pero bueno y sincero también.

No había nada para mí aquí antes. Ahora tengo un trabajo y…”. Forzadillo.


Eilis llegará a renunciar a la lectura de las cartas de Tony, para no sufrir, sobrepasada por las dudas, sin saber cómo soltar las cadenas que la amarran a Irlanda sin desvelar su secreto, que está casada en América… Le costará mucho contestar, dar la cara, tentada por la idea fácil, ceder al mundo irlandés que se lo pone sencillo, sin saber negar las indirectas de la madre sobre su relación con Jim, o sin querer negarlas…



Hay un plano que remata esa planificación que se pretende con Eilis, es en la boda de la amiga Nancy (Eileen O’Higgins), donde mientras la novia dice sus frases desenfocada se encuadra a Eilis y Jim sentados juntos al fondo de la iglesia, ella vestida de rosa.

Es evidente que Eilis siente afecto por ese buen hombre que la ronda, sin saber cómo decirle la verdad. Uno de los puntos de no retorno lo tendremos en un baile, donde Jim se declarará. Ella no sabrá responder ante el comprensivo muchacho.





La elección de Jim, objetivamente, sería más beneficiosa para Eilis, es de Irlanda, está bien situado con una economía solvente, es un buen hombre, estaría junto a su madre… pero su corazón está en otro lado.

Esta es la alegórica encrucijada de Eilis, que resolverá la insoportable y mezquina señorita Kelly (Brid Brennan). Ella querrá incomodar a Eilis haciéndola saber que le ha llegado la información de su matrimonio americano (quizá los irlandeses que se encontraron en el juzgado), lo que espoleará y hará reaccionar a nuestra protagonista, que reivindicará su apellido italiano, su matrimonio y dejará las cosas claras a esa bruja entrometida. Esto no evita el doble juego que se había traído la chica.




Se comportará con dignidad y dejará una carta a Jim, aunque no se enfrentará a él cara a cara, regresando de inmediato ante su querido marido, un deseado regreso. El abrazo con Tony, esperándole a la salida del trabajo como él la esperaba a ella, sella su decisión vital y su futuro.










2 comentarios:

  1. Un poco de romanticismo del de siempre…pues oye, me parece muy bien.
    Irlanda. La dulce y verde Eire. Cuánto me gustan.
    Gracias Sambo. Las historias sencillas y dulces también pueden dejar una luminosa impronta…
    Esperando la 2/2.
    Bss

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    1. Sí, es una película agradable y con sus puntos de interés, pero poco trascendente, me temo.

      Besos.

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