jueves, 12 de mayo de 2016

Crítica EL CUERVO (1942) -Parte 1/2-

FRANK TUTTLE











Influyente película de cine negro que dio a luz a una de las más famosas parejas del género, Alan Ladd y Veronika Lake, que ya había alcanzado el estrellato con “Los viajes de Sullivan” (Preston Sturges, 1941). Una película en la que se aprecia el germen de la estética pesadillesca y expresionista que sería seña de identidad del género, una de las primeras películas que desarrollan esa idea, como haría “Perdición” (Billy Wilder, 1944) o comenzó a hacer “El halcón maltés” (John Huston, 1941).


Creadora de la figura del asesino como protagonista que tantos títulos posteriores imitaron, llegando a su cima con “El silencio de un hombre” o a su vertiente más entrañable con “León, el profesional”, cintas que rinden evidente homenaje a la que nos ocupa. El asesino frío, despiadado, sin escrúpulos, solitario, que adquiere cierto código de valores o da salida al que alberga en su interior inconscientemente, que pasa de disfrutar con su trabajo a guiarlo en pos de una buena causa, un sistema de valores rudimentario y básico pero positivo y guiado por un elemento externo, otro personaje, una chica quizá.




Aquí se inicia una colaboración de la que sería una de las parejas míticas del género negro, la formada por Alan Ladd y Veronica Lake, aunque luego coincidieron en “Saigon” (Leslie Fenton, 1948), una película de aventuras, y en la curiosidad “Variety girl” (George Marshall, 1947), una comedia musical repleta de cameos. Veronica Lake se convirtió en mito durante la primera parte de esta década haciendo de mujer fatal de buenos sentimientos.




Una pareja mítica de actores menudos que daba francamente bien en pantalla, porque si bajita era ella, bajito era él. Aquí Ladd, que casi se presentaba al público en su primer papel importante, es teñido de moreno, ocultando su rubio natural y contrastando con el rubio platino de la bellísima, sensual y talentosa Lake, uno de los grandes nombres femeninos dentro del género negro, que era ya tremendamente popular.



Dentro del género que les hizo eternos, la pareja coincidió en esta que nos ocupa, su primera cinta juntos, en “La llave de cristal” (Stuart Heisler, 1942), adaptando a Dashiell Hammett, y en “La dalia azul” (George Marshall, 1946). Ninguna de las tres son grandes obras maestras dentro del Noir, pero la que nos ocupa es la mejor de todas, un notable título de referencia que adapta la novela de Graham GreeneA gun for sale”.


Curiosamente, el director de esta cinta dirigió una primera versión de “La llave de cristal” (1935) que interpretaría su amigo Alan Ladd posteriormente, en lo que es una simpática coincidencia.

Raven, El Cuervo (Alan Ladd), es un despiadado y eficaz asesino a sueldo que disfruta sobremanera con su trabajo. Tras cumplir competentemente con un encargo descubrirá que se le ha tendido una trampa, por lo que deberá huir para descubrir quién está detrás. Por el camino se encontrará con la novia del policía encargado del caso, Ellen (Veronica Lake), que tratará de sacar el lado humano de ese robot asesino.




La película, que no llega a los 80 minutos, es de un ritmo trepidante, y en ese sentido tenemos una memorable secuencia inicial que nos describe a la perfección a ese asesino a sueldo que luego tendrá una excelente progresión psicológica. Un asesino solitario, que vive única y exclusivamente para matar, esperando la hora de hacer su trabajo durmiendo vestido, imagen que recogería años después Jean-Pierre Melville en “El silencio de un hombre” (1967). Adora a los gatos, da de comer al suyo, un rasgo de humanidad, que entroncaría con la planta que cuida el también asesino a sueldo solitario León en “León, el profesional” (Luc Besson, 1994). Del mismo modo que se muestra sensible, un atisbo para la esperanza en ese ser despiadado, con su gato, se mostrará frío y violento con la chica de la limpieza que la toma con el animal, el gato, en la habitación creyendo que él no estaba.




Acto seguido llega el momento de verle en acción. Una niña inválida en una escalera le molesta, por lo que se planteará matarla en su huida, controlándose en última instancia. En la habitación de su futura víctima comienzan a incluirse elementos de tensión: un plano general que incluye a las tres personas de la estancia, la víctima, su secretaria y el propio Raven; el sonido de la cafetera que provoca nervios, primeros planos, frías sonrisas y muertes secas y sin concesiones. La muerte de la secretaria, con un disparo a través de la puerta, es excelente, pura frialdad. Oiremos como cae tras dicha puerta y cómo el asesino comprueba que así es abriéndola a duras penas por la dificultad que pone el cuerpo abatido.






Raven es un cínico, desconfiado e individualista, un solitario empedernido endurecido. En la entrevista con el hombre que le contrató, Willard Gates (Laird Cregar), se hará hincapié en la soledad de Raven cuando le pregunte por su novia. Una secuencia donde en los planos generales se observa a un Raven ensombrecido, en un detalle virtuoso de fotografía, un ser oscuro y siniestro, un cuervo asesino. Presumirá con una sutil sonrisa de lo bien que se siente matando, para la perturbación del hipócrita Gates, que dice abominar la violencia pero le contrata para que la cometa… Siempre satisface que se cuide la caracterización de los personajes, por ejemplo con hechos como que Gates sea un comedor compulsivo de caramelos de menta.



¿Quién se fía de nadie?

Vives y trabajas solo ¿eh?





Las sombras irán invadiendo la puesta en escena, acribillando como cuchillos a los personajes desde casi todos los puntos, el expresionismo imprescindible en el relato negro.


La presentación de Ellen es espectacular, una cantante y prestidigitadora que hará trucos con bolas, con cartas, con pañuelos, con cigarros que convierte en puros, haciendo aparecer pajaritos, desaparecer relojes, convertir el agua en confeti y desaparecer ante nuestros ojos tras unas grandes plumas, todo en menos de dos minutos. El hecho de que la protagonista sea una prestidigitadora es una genialidad, una maga que acabará sacando a relucir la humanidad de un despiadado asesino que parece sentir aberración por las mujeres.


Lake tendrá otra actuación para su lucimiento personal con la canción de temática prestidigitadora pesquera.

Aprovechando que la sublime actuación le proporcionó un empleo a la bella rubia con el villano Gates, un senador (Roger Imhof) la captará para que actúe de espía, ya que se le considera un traidor al país que proporciona información a los enemigos, en este caso fórmulas químicas para compuestos venenosos que serían usados contra la población, algo que ya vimos en la primera escena con Raven en acción.




Raven se fijará en un vestido femenino, comportamiento que no es corriente en él, y pagará con uno de los billetes de 10 marcados. Es una escena curiosa porque muestra otro rasgo de humanidad, ya que ese vestido es para la chica de la limpieza a la que le rasgó el suyo en la primera escena, Annie (Pamela Blake). Esto le servirá, afortunadamente, para descubrir la trampa que le han tendido y huir. La silueta de un agente tras la puerta, de nuevo las sombras, y el interrogatorio a la chica le alertarán. Todo esto dejará una buena escena de suspense con la llamada telefónica y Raven oculto. No es un psicópata redomado y aunque amenazará a los dueños del motel donde se hospeda si le delatan, no los matará.


Siguiendo este rastro se presenta a Michael Crane (Robert Preston), el policía novio de Ellen (Veronica Lake). El primer encuentro de la pareja será en una feria, donde ella se verá obligada a cubrir su mascarada, lúdico lugar donde prometerá una futura vida juntos en un bello diálogo.


-Crane: Cariño, ¿cómo puedo convencerte de que me zurzas los calcetines, me prepares la camisa y la casa, y limites tu trabajo a un sitio y a un solo cliente?

-Ellen: ¡Oh Michael! Me habría muerto si me hubieses dejado marchar sin decirme nada. Quiero a mi novio, quiero un hogar y varios hijos.



El tren, habitual símbolo del destino o el transitar vital, será el escenario del encuentro entre Raven y Ellen. Cabe destacar el elegante vestuario de ella, obra de la imprescindible Edith Head, y el clásico look del él, ese asesino de sombrero y gabardina eternos. Aquí se encontrarán todos los personajes clave, ya que Gates también viaja en el mismo tren. La noche y las sombras estarán presentes en la primera conversación entre Raven y Ellen, antes de un cómplice sueño.



Siendo el tren el lugar perfecto para ligar la vida de dos personas, Raven no dudará en coger como rehén a Ellen cuando se vea en apuros una vez Gates le descubra allí y avise a la policía. Se inicia así una persecución constante y el desarrollo de la relación de la pareja, que irán mostrando sus habilidades y forma de ser, dejando al descubierto sus secretos más ocultos.

Uno de los mayores defectos de la película radica en la falta de elaboración desde el guión y la dirección de las evasiones del protagonista, tanto en el motel, en el tren…. Hay un evidente escapismo y trucos de guión que no convencen en absoluto. Incluso la pretensión de matar a Ellen, para no dejar testigos, se impedirá por otra oportuna coincidencia.












Hay algo de inseguridad en esa sucesión de necesarias huidas, siempre apuradas y por los pelos, como si no fuera suficiente con lo que se cuenta, lo que denota cierta torpeza en el protagonista que acaba visto por casi todo el mundo, y en los guionistas y el director que no saben sacar mejor partido a estas situaciones para hacerlas verdaderamente brillantes. En una película tan corta podían haber alargado más alguna o concentrado calidad prescindiendo de tanta cantidad de estas escenas de suspense y evasión.

El villano para el que trabaja Gates, todos tienen un jefe, tiene un aire al humorista español Gila.






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