jueves, 10 de agosto de 2017

Crítica REY ARTURO: LA LEYENDA DE EXCALIBUR (2017)

GUY RITCHIE











De Holmes al ciclo artúrico. Amenaza Guy Ritchie, en sus ansias desmitificadoras, con llegar a los más recónditos lugares.

Debo decir que no me desagradó de inicio la idea de un Rey Arturo Pop de la mano de Ritchie, porque lo que hizo con Sherlock Holmes no fue malo en absoluto, respetando la esencia del personaje, a pesar de las voces contrarias. También es cierto que una vez vi el tráiler la cosa me dio miedo. Parece ser que la idea era hacer seis, aunque tras esto… quién sabe… Es firme candidata a conquistar algunos premios Razzie.


Por desgracia este nuevo intento de desmitificación no ha salido como cabía esperar. Si en Holmes, Ritchie cogió determinados aspectos que formaban parte de la biografía y características del icono, aunque fueran menos conocidos o explotados por Conan Doyle, y los utilizó para su propuesta desfasada y Pop respetando la esencia del personaje y sus historias, aquí todo eso funciona mucho peor, si es que funciona en algún caso.

Se agarra Ritchie a lo poco que se sabe del origen del mito del Rey Arturo, de su infancia y crecimiento, para inventarse toda una historia que además entronque con algunos de los elementos con los que está más cómodo.

Recurre al manido recurso del origen humilde (que no es tal) destinado a la realeza, todo ello salpicado con un poco de transgresión e informalidad, que es lo que se lleva ahora por cool. En realidad lo que resulta ya es vulgar y previsible, manoseado hasta la náusea.

Convierte Ritchie al joven Arturo en un mafioso protector de barrio criado por prostitutas para, desde ahí, llegar a su destino. Y poder extender una nueva franquicia...

Sí, recorremos caminos trillados por Ritchie, donde más parece que estemos en “Lock and Stock” (1998) o “Cerdos y diamantes” (2000), donde Arturo y sus amigos son los jefazos de su barrio, aplican la justicia, trapichean y protegen a las prostitutas que lo criaron como a todo aquel que lo necesite, que en otro sitio. Entornos del gusto del director. Poco tienen que ver con cualquier idea correspondiente al mito clásico, agarrándose, como mucho, a alguna versión distraída de las muchas que se han ido dando, pero básicamente aprovechando la falta de datos para inventar.





La pacífica convivencia entre humanos y magos se rompe cuando Mordred atenta contra el reino y el legítimo rey, Uther (Eric Bana).


La espada creada por Merlín para que Uther mate a Mordred, debates sobre mantener la alianza o no con los magos, que todos no paguen por lo que haya hecho uno, mega elefantes comandados por Mordred amenazando el reino, espectacularidad y cámaras lentas, grandilocuencia destructora, un hermano traidor, las doce familias más antiguas de Inglaterra, entre las que conoceremos a Maggie (Annabelle Wallis)... Una primera escena de acción con algunos de los clásicos recursos de Ritchie. Aquí a Mordred no lo mata Arturo, sino su padre… y, desde luego, no es el hijo ilegítimo de Arturo.



Se vivirá así, una vez eliminado Uther de la ecuación, bajo el reinado del traidor Vortigern. Por su parte, Arturo y su grupo de amigos forman una organización mafiosa que protege y cuida a la gente de su barrio, manteniendo buena relación con el ejército del rey para llevar sus negocios de trapicheo. Ellos organizan y aplican la justicia en su zona, además de proteger a las prostitutas que criaron a Arturo (Charlie Hunnam).



Arturo tiene algo de Mesías y de Moisés, lanzado al río para salvarlo de la muerte y recogido y criado por unos desconocidos, en este caso unas prostitutas, para encaminarlo a su destino como guía del pueblo. También será perseguido, para acentuar los paralelismos. Es la clásica figura del elegido, que tendrá pesadillas recurrentes (aspecto que se podían haber ahorrado).





El bueno de Arturo es un chulito de bolera y abusa y aprovecha su fama de matón de barrio, moviéndose como pez en el agua en esos entornos del hampa que gustan a Ritchie. Al final la venganza será su móvil.

Con esta “dificililla” personalidad y su negativa a asumir su responsabilidad tendremos la obligada evolución previsible del personaje. Para ello, Ritchie utiliza un recurso que ya hemos visto, por ejemplo en “El imperio contraataca” (Irvin Kershner, 1980), con Arturo viviendo una aventura de redención y entrenamiento físico y espiritual para superar sus miedos, en un entorno, “Las tierras oscuras”, que recuerda al “Pantano de fuego” de “La princesa prometida” (Rob Reiner, 1987).






No es la única referencia a “Star Wars”, de la que parece coger unas cuantas ideas, desde Excalibur convertida en espada láser de Jedi a esa idea de “equilibrio” entre las fuerzas del bien y del mal, que mencionaré posteriormente.

Cada veneno tiene su antídoto”.

La evolución de Arturo va a trompicones. De desmayarse tras lograr blandir a Excalibur a manejarla con soltura repentinamente. Todo ello lleva a la citada evolución de su personalidad, a la necesidad de que asuma sus responsabilidades y rompa un bloqueo, suponemos que psicológico, que vendría de la infancia. El caso es que cuando él y su grupo están rodeados cogerá la espada, esa con la que le dan jamacucos al sostenerla, y se cargará a medio ejército sin enterarse (literalmente, según dice), pero esto no supone que se le haya pasado bloqueo alguno, simplemente fue un pronto efusivo o algo así.

Después pasará por las citadas “Tierras oscuras” sin que suponga excesiva variación (un elemento que se incluye en la narración pero que de haberse ahorrado tampoco habría pasado nada), para que en la batalla final, como suele suceder, se quite todo miedo y asuma todo lo que debe asumir. También se podrían haber ahorrado los momentos oníricos, con dama del lago o sin ella.


Vortigern, magníficamente interpretado por Jude Law, que debió pasárselo pipa, quizá lo mejor de la película, tiene un punto mefistofélico y fáustico, con ese pacto con un diablo sin concretar de extrañas mujeres pulpo, donde para sumar poder debe sacrificar algo que quiera. Law hace que su personaje sea el más interesante de la película. Aquí es tío de Arturo y, por tanto, hermano de Uther. Este buen hombre nos va enseñando sus crecientes poderes de mago conforme sacrifica seres queridos y construye una torre.



De concepción maquiavélica, para que el que cualquier medio está justificado por el fin, es un personaje con más capas de las que parece. Goza el poder, necesita el poder, ama el poder, pero sufre inmisericordemente los sacrificios que le exige, aunque los pague. Es su droga, necesita del poder, especialmente si lo proporciona el temor. Algunas de sus escenas son crueles y con cierta dureza, como el asesinato en off a la prostituta protegida por Arturo en su cara.

Lo que no entendemos muy bien es lo de su poder. Resulta que este villano se está volviendo tan poderoso como Mordred gracias a la construcción de la torre y sus sacrificios, pero desde luego aún no lo es… por eso extraña que venciera con facilidad al padre de Arturo, Uther, que a su vez había vencido sin excesivos problemas a Mordred

Vortigern (Jude Law) nos dejará los momentos más intensos e impactantes del film, comenzando por la muerte de la prostituta ante Arturo, pero destacando especialmente la brutal escena, con un punto “Reservoir dogs” (Quentin Tarantino, 1991) cortando orejas, del asesinato de Back Lack (Neil Maskell) ante su propio hijo. Así como los asesinatos a sangre fría de su esposa y su hija…




Irán sumándose personajes a la función, sobre todo aliados: La maga (Astrid Bergès-Frisbey), enviada por Merlín y que domina a los animales, Bedevere (Djimon Hounsou), Bill (Aidan Gillen)… luego Percival, Back Lack, Rubio, Blue, Maggie… Todo esto, con los proscritos y demás, se asemeja más a Robin Hood que a la historia del Rey Arturo.




La ambientación fantástico-medieval es buena, en ese Londinium que se aprecia bien con planos generales primero y luego en sus calles. Además se va desarrollando la mitología con esos matices pretendidamente novedosos, con un pueblo que se opone a su rey tirano, con unos rebeldes que pintan grafitis y la esperanza de la venida del heredero, el que logre sacar la espada de la piedra que ha sido rebelada bajo el agua, un elegido. Aquí Arturo no irá esperanzado a intentar sacar la espada de la roca, sino obligado por sus trapicheos, que provocarán su detención por pura casualidad y por ir contra los protegidos de Vortigern, los vikingos. Unos vikingos con los que pactará la cesión de niños menores para potenciar el ejército de aquellos comiéndoles el coco desde pequeños.


La idea de la espada tiene cierta poesía, autoclavada en Uther, que se convierte en la piedra que la atrapa.




A pesar de la mediocridad generalizada, la película plantea varias cuestiones interesantes. Una de ellas es la de “equilibrio de fuerzas”, donde en vez de advertir al héroe se advierte al villano, que, como he dicho, es el personaje más interesante. Toda su maldad y sus actos no pueden evitar esa ley natural del equilibrio donde parece destinado a enfrentarse a su némesis, que será Arturo.

La conversación entre Vortigern y Arturo sobre el legado y la herencia, a colación del carácter del segundo, es interesante y está rodada con mucha sobriedad, aunque se inserten planos a través del montaje para agilizar, innecesariamente. Del mismo modo incluye una reflexión muy natural sobre la forja de las leyendas. Las conversaciones entre ambos están bien, aunque cada aparición de Law merece la pena.

Te conviertes rápidamente en una leyenda”.

El estilo Pop y desenfadado de Ritchie

Aunque no pegue mucho, quizá tampoco lo hiciera en Holmes, pero de alguna forma funcionó, Ritchie se mantiene fiel a sus recursos característicos para contarnos la historia de Arturo, Excálibur y los caballeros de la mesa redonda. Ciertamente la narrativa es embarullada y deshilvanada, más centrada en el look que en lo que cuenta.

Es un estilo Pop, presuntamente gamberro, descarado, que huye de corsés clasicistas, lúdico. Las claves de su estilo son consabidas.

Diálogos y protagonistas descarados, chulos incluso, que aunque con buenos valores tienen sus defectillos de macarra que hay que educar, y una colección de recursos visuales para resaltar todo ello. Su gusto por los antagonismos también está presente.

Montajes rítmicos y de tiempo alterado, donde la música, como en la presentación del protagonista viéndolo crecer y desenvolverse, es pieza clave. Una música moderna, actual, en un buscado anacronismo. Una música que Ritchie suele usar bien. Es un montaje lineal condensado que nos lleva desde la infancia a su juventud, criado a sangre y espada, en las calles, rodeado de lo peor de lo peor, donde ya se aprecia ese contexto mafioso que rige su vida y en el que está cómodo.




Los montajes fraccionados o fragmentados, de tiempos alterados, unidos a la música, para hacerlos además rítmicos, insertan elementos del futuro en la exposición del presente. Lo utiliza mucho Ritchie para la explicación de los planes, donde un grupo verbaliza sentado y tranquilo lo que pretenden hacer mientras al mismo tiempo vemos como dicho plan va desarrollándose. Por supuesto habrá rebobinados, cámaras lentas, juegos con los puntos de vista, encadenados de frases… aspectos típicos del montaje de tiempos alterados. Todo ello buscando el humor, muy en el estilo Ritchie. Un primer ejemplo lo tenemos cuando Arturo y su compañero explican al soldado del ejército del rey Vortigern su pequeña trifulca con los vikingos.



Nuevos ejemplos los tenemos en los planes para que Vortigern acuda a Londinium y, posteriormente, una vez allí, cuando pretenden atentar contra él, en unos montajes de tiempos alterados que van del presente al futuro para quedarnos finalmente en ese futuro hecho presente.



En estos juegos de montaje hay cierta redundancia, como ocurre con el uso de las voces over que cuentan lo que se ve en imagen, ya que al verbalizar el plan sobre la imagen de su ejecución sucede algo parecido. Con todo, en ocasiones se salva bien evitando esas reiteraciones. Es un juego puramente esteticista, pretende aligerar las escenas.

La mezcla de la cámara lenta con las aceleraciones, que se funden por ejemplo cuando Arturo lucha con Excalibur, contrastando su velocidad a la lentitud de lo que le rodea, a veces en aparente plano secuencia, es otro recurso típico de Ritchie.



Su uso del plano aéreo y general logra oxigenar con acierto la película, mostrando además bellos parajes naturales. Los picados de situación que nos llevan de un lugar a otro sin corte, son un placer visual.

El elemento fantástico funciona de manera irregular. Usado habitualmente como Deus ex machina, sus apariciones en ocasiones no molestan, pero en otras resultan torpes o lamentables. Una imaginería fantástica y lisérgica que funciona a ratos.




El momento donde los animales son utilizados para rescatar a Arturo de ser ejecutado, no cae en la incoherencia, incluso en el robo o recuperación de la espada, ya que está planteado aceptablemente. Que los villanos se arriesguen a entregarle la espada es, en cierto modo, comprensible tras la amenaza realizada y, sobre todo, por el desconocimiento de Arturo del poder que tiene.

En cambio, la grandilocuente irrupción de la gigante serpiente en el castillo del rey aniquilando a cuantos soldados salen a su paso es una soberana chapuza de sonrojante exhibicionismo.


También es torpe la vigorosa escena de acción en la que los protagonistas intentan huir tras su fallido atentado contra Vortigern. Hay un plan con trampas que puede resultar acertado, pero también muchas torpezas, como el lamentable plan de huida, que decían tener claro, de ahí que eligieran una posición más alejada para realizar el disparo definitivo… Las repentinas decisiones del arquero, Bill, delatándose y provocando la persecución, también resultan bastante absurdas.




Por lo demás, nos cuentan que para que Excalibur se convierta en espada láser, Arturo debe cogerla con las dos manos, y así lo vemos, es más, cuando quita una la cosa se apaga. El caso es que esto es así cuando le sale del níspero al director, ya que vemos funcionar a Excalibur en muchas ocasiones mientras Arturo lucha felizmente blandiéndola con una sola mano. En su primera experiencia luchadora, cuando están rodeados tras intentar atentar contra Vortigern, se mantiene el rigor, pero en la parte final es un despiporre confuso…

El clímax también nos deja algunas perlitas, como ese memorable momento en el que Vortigern, tras apalear a Arturo y dejarle derrengado y a merced, se va y se pone a mirar una mesa de piedra que está a dos metros, y que debe ser interesantísima, mientras su rival sueña con cosas y se recompone para vencerle… Pues vale…

En el epílogo veremos la gestación de la Mesa Redonda, la nueva justicia y cómo nuestros protagonistas se arman caballeros, como guiño definitivo al mito… sir George (Tom Vu), sir Tristán (Kingsley Ben-Adir), sir Percival (Craig McGinlay), sir William, sir Bedevere


Supongo que no tacharán la película de clasista ni de individualista, por aquello del linaje y el elegido, pero id vosotros a saber…

Tendremos cameo de David Beckham, que va camino de convertirse en un clásico en el cine de Ritchie, con una horrorosa nariz.


A pesar de esas reflexiones sobre las servidumbres del poder de carácter maquiavélico, sobre la necesidad del antagonismo y su equilibrio, la realidad de que para que algo exista siempre debe existir su contrario como componente esencial, como ya explicaba Goethe, así como algunos impactos dramáticos de la mano de Jude Law, la película carece de emoción durante todo el metraje, incluido el clímax.

Muy discreta como cinta palomitera, obvia y previsible, llena de anacronismos, unos voluntarios, otros indescriptibles, vulgar en lo narrativo y arbitraria e infiel con respecto al mito. Si quieren ver algo transgresor y de calidad, vuelvan a visionar “Excalibur” (John Boorman, 1981).



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