miércoles, 20 de abril de 2016

Crítica TOPKAPI (1964) -Última Parte-

JULES DASSIN











Un mundo de apariencias.

El mundo de “Topkapi” es falso, pura apariencia, como corresponde a un grupo de ladrones que pretenden camuflarse para robar. En ese microcosmos todo parece tener algo oculto, un disfraz, una segunda intención. La misma Elizabeth lo verbalizará al inicio de la película: “Estoy empezando a dudar de si aquí hay algo verdadero”.





Uno de los rasgos más distintivos del cine de Dassin es su agilidad, una agilidad que procede de su realización, con un magnífico manejo de la puesta en escena, los movimientos de los personajes dentro de los encuadres, incluso en planos muy largos. Aquí además se añade el montaje, también muy dinámico, por ejemplo enseñándonos estampas de Estambul, pero no sólo como transiciones, sino dentro de la narración.



-La figura de Simpson es significativa en esta idea. Él mismo es un timador, vende falsas antigüedades, pero además actuará como topo a dos bandas. Primero cuando el encargo oculto sea descubierto por las autoridades turcas y le obliguen a trabajar con ellos informándoles de las actividades del grupo de ladrones, y posteriormente uniéndose a los ladrones desinformando a las autoridades turcas… Estas dobles caras que debe adquirir el personaje, se escenificarán con planos como el del retrovisor que devuelve su imagen mientras recibe unas últimas instrucciones de los agentes turcos.



-El coche que le encargan llevar a Simpson, en realidad esconde un arsenal de armas bajo su carrocería y cualquier departamento. Le creerán un terrorista.


-En la casa de Cedric Page, el aficionado a los juguetes y los gadgets, no habrá casi nada real, todo será artificial, mecánico, en honor a su hobby.



-Los turcos se pondrán en contacto con Simpson en otra fachada, la trastienda de un bar.


-Las distracciones serán un truco muy socorrido para la banda de ladrones, desviando con ellas la atención de sus verdaderos propósitos. Unas veces para deshacerse de la vigilancia de la policía (la lucha libre), otras para quitar guardias de seguridad de en medio y facilitar la huida (la cotorra grabadora)…



Americanos, ingleses, rusos, turcos, egipcios… una mezcolanza de nacionalidades.

Es lo que más me gusta de los suizos, vuestro apasionamiento”.

Un clímax notable.

La segunda parte de la película se centrará en la corrección y variación del plan inicial. Preparativos, reflexiones e ilusión, escenificada con la besucona Elizabeth. Una excursión a un espectáculo de lucha libre con imaginería homoerótica para satisfacción de Elizabeth y utilizada como forma de distracción para la policía que los sigue. Cuerpos musculosos de hombres desnudos llenos de aceite luchando unos con otros y fascinando a todos…




El robo, objetivo vertebral de la película, no parece extraordinariamente complicado, no se aprecia una excesiva dificultad ni acaban de encontrar grandes impedimentos. Quizá a esta película le han perjudicado los nuevos y numerosos títulos cada vez más sofisticados y dependientes de la tecnología, por lo que ésta, mucho más artesanal, ahora casi resulta ingenua. Con todo, tiene más sabor que otras muchas, en apariencia complicadas.

Las dificultades las encontrarán en los vértigos de Simpson, que les hará variar los planes, adelantando la ejecución del robo, haciéndolo a pleno día. Las vidrieras de colores de los recintos están acorde con la estética colorista y chillona del film.


Grandes planos generales desde las azoteas y típicos tejados turcos por donde pasean los personajes. Gran manejo de los ángulos desde las alturas, picados, creando estupendos momentos de suspense con segundos planos y la profundidad de foco incluso.


La relación entre Elizabeth y el tal Joseph, el compinche de la feria, es ambigua y extraña, subrayada con extraños gestos que se dedican. Joseph está interpretado por Joe Dassin, hijo del director y conocido cantante francés (y estadounidense, ya que nació allí) del que tengo grandes recuerdos de infancia… pero eso es otra historia.

La escena del robo en sí es una virguería, de encomiable virtuosismo técnico. Una puesta en escena, una planificación, una manera de poner la cámara con absoluta precisión y un montaje antológico que facturan un clímax sublime y que por lógica debía ser imitado.



Perfectos encuadres y suspense para cada maniobra. Las ventosas, el corte de la reja por parte del equilibrista para adentrarse en el museo, el juego con la manipulación del foco, donde Elizabeth volverá a distraer para que Page manipule las ruedas... Las palabras justas. Un uso perfecto del plano general para que se aprecie todo con precisión, reduciendo el encuadre a detalles cuando es estrictamente necesario. Y vemos las más complicadas acciones sin cortes y sin efectos digitales. Ojalá aprendieran ahora a usar tan bien el plano general… Una entrada que bien recuerda al inicio de “La trampa” (Jon Amiel, 1999), como comenté.



Picados, contrapicados, angulaciones precisas y funcionales de todo tipo para que se vea la escena en todo su esplendor, ausencia de música... Poleas y un descenso que recuerda totalmente a “Misión imposible” (Brian De Palma, 1996), que seguro se inspiró en ésta. Hay algún pequeño truco (ese caída del equilibrista cuando se había puesto horizontal, pero que cae en vertical al cogerlo Simpson a pulso en solitario) o elipsis oportuna (cuando el equilibrista vuelve a separar la reja en su huida) que evitan algún posible momento conflictivo, pero el resultado general es espléndido.



-Walter: ¿No irás a perder ahora el dominio de tus nervios?

-Simpson: No puedo perderlo puesto que nunca lo he tenido.

Una dirección y un montaje antológicos. Como sólo el cine clásico logra.



El abrupto y victorioso despertar con esos luchadores y la enfervorecida grada de la hipnótica secuencia resulta impactante. La evasión deja grandes planos, como cuando bajan en tirolina, y distracciones varias.

Sí, señor Simpson, me lo ha dicho un pajarito”.



Como la gran mayoría de las películas de robos, y más en la época clásica, el final será moralizante, y tras tanto esfuerzo serán pillados por culpa del dichoso pajarito que se coló justo al final de la misión. Pillados mientras sellaban su coartada frente a la policía, frente al agente de gafas de sol que no se las quita ni de noche ni a cubierto, cuando confesaban que habían encontrado armas en el coche y pasado todo el día en el estadio, como así creen los policías que les siguieron.





Con todo, no perderán la moral y tras su estancia en la cárcel, en el simpático epílogo, se dispondrán a intentar el robo de las joyas de los Romanov en el Kremlin, nada menos.

Con la divertida música de Manos Hadjidakis, que marca a la perfección el espíritu lúdico de la propuesta, concluye esta película chillona y de estética desfasada, pero muy entretenida. Una buena película y un buen trabajo de Jules Dassin.





2 comentarios:

  1. Pues sigo diciendo q Melina da miedo. Parece una psicópata lasciva de las q coyuntan y luego matan como una mantis!!! Jajaja
    Genial análisis ygran apoyo gráfico.
    Gracias por tutrabajo!!

    Bss

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    1. Jajajaja es que muy posiblemente sea así esa mujer!!!

      Gracias a ti, Reina!

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