sábado, 3 de septiembre de 2016

Crítica EL DÍA DE MAÑANA (2004)

ROLAND EMMERICH










El día de mañana” es una película donde todo el mundo tiene mucho frío porque hace mucho frío y sale mucho hielo y mucha nieve, pero siempre nos queda el cálido rostro de Dennis Quaid para que la cosa no sea tan mala…






Roland Emmerich es uno de esos directores a los que les encanta destrozar cosas, destrozar cosas en general y el mundo en particular. También tiene predilección por suelo americano. Ha destrozado cosas de todas las formas posibles, con catástrofes naturales (“2012” en 2009) o ataques aleinígenas (“Independence day” en 1996). Pero no se ha quedado ahí; con los Estados Unidos se ha cebado, y cuando no le ha dado por destrozar la ciudad de Nueva York junto a “Godzilla” (1998) lo ha hecho con la Casa Blanca en “Asalto al poder” (2013).



Aquí se lo pasa pipa trayendo una nueva glaciación a la sufrida humanidad, provocando tsunamis y congelaciones varias, todo por culpa del calentamiento global, del que el investigador Jack Hall se pone a advertir a todo el mundo sin que nadie le haga caso…

No debe presumir Jack Hall (Dennis Quaid) del descubrimiento ni quejarse mucho de que no le hagan caso, porque la verdad es que sus avisos llegan un pelín tarde como para hacer nada, pero el hombre es tenaz y llega hasta la Casa Blanca, que es cuando el espectador piensa: ¡Eso! ¡A ver si sacan a los militares y que se carguen a esa maldita tormenta de las narices que no tiene más que maldad!



No les falta razón, porque si algo deja claro Emmerich es que las glaciaciones son muy jodidas, y lo muestra desde la escena inicial. Mira que había sitio en la Antártida para resquebrajarse y abrir una brecha ¿eh? Pues nada, lo hace justo donde está Dennis Quaid con su equipo. Eso es mala intención y no mirar por los demás (ni por el equipo, que es caro de narices).




Pues ahí tienes, una tremenda brecha y un enorme bloque de hielo separándose del continente justo en el lugar donde investiga Jack Hall y su grupo, momento que Jack aprovecha para entrenar su salto de longitud y salvar unas cositas de su material. Es divertido ver que en el primer salto se las ve y se las desea para llegar al otro lado, pero en el segundo, una vez se ha hecho más brecha y caído más hielo, lo hace sin problema, es más, ni se plantea buscar otro lado u otro lugar donde la separación no sea tan grande. Él va a lo bruto, que para eso es Dennis Quaid… Casi se cae, eso sí, pero las inestabilidades cesarán en el momento oportuno, que la glaciación es mala pero respeta a los héroes.





De todo esto Jack empieza a sospechar que la Tierra se está calentando, paso previo para que se le hielen hasta los pelos de la nariz a toda la humanidad.

En estas que Jack no para de avisar a todo el mundo del frío que va a hacer, que compren estufas buenas, chimeneas, que no salgan sin bufanda... pero nadie le hace caso… Que tú piensas: ¡pero hacedle caso, almas de cántaro, que ese hombre se ve a la legua que sabe de lo que habla y además lleva un plumas de los buenos!

Dennis Quaid insiste e insiste en que tanto calentamiento y tantos combustibles fósiles y esas cosas modernas son malas y no nos van a traer más que desgracias, que nos va a venir un temporal que a ver quien se calienta ni con la novia…



Emmerich, que sí le tiene cariño a Jack Hall, nos va enseñando cositas para alarmarnos, escenas en el océano y en distintos sitios donde se nota que hace mucho frío, pero no frío en plan “mira, mami, me sale vaho cuando hablo”, sino en plan “me bajé los pantalones y mi novia vio como se formaba un Calipo Cola”.

Granizo como pelotas de fútbol, olas como rascacielos, huracanes, tornados… todo junto. Sutiles detalles que sólo un investigador concienzudo podría asimilar, analizar y relacionar con un problema con el clima… Estamos en buenas manos, está claro.

Dennis Quaid tiene una mujer y un hijo, interpretado por un jovencito Jake Gyllenhaal, un estupendo actor al que se ve le mola el frío, porque hace poco le vimos también en “Everest” (Baltasar Kormákur, 2015). No puede haber un investigador salvador del mundo sin un hijo al que salvar, por lo que no sabemos cómo (o seguramente sí), pero el chico se meterá donde no debe para sufrimiento de sus padres. Es de un egoísmo supino, sabiendo como sabe lo ocupado que estará su padre salvando al mundo y calentando a la gente, que se ponga a hacer el tonto, pero es lo que hay con esta juventud…



El caso es que vemos a muchos científicos mirando pantallas y diciéndose unos a otros “uff, la que va a caer…”, mientras los ciudadanos miran al cielo y caminan fastidiados porque las lluvias, las nieves y los tsunamis les fastidian sus planes. Los animales también tratan de avisar, en plan “me vuelvo loco, aúllo y me voy con mis millones de compis pájaros a otro lado para que no me pille la que se avecina”, pero se ve que los científicos y esa gente no le dan mucha importancia a esas cosas…



Chicas a punto de tener sexo que no terminan de concentrarse, más preocupadas porque su novio vigile el tiempo de Los Ángeles, lo que es deprimente para el novio; tornados teledirigidos que van derechos al cartel de Hollywood para cargárselo, atacándolo con saña (en los extras del dvd se puede oír al tornado decir “qué ganas tenía de hacer eso”); coches que vuelan, autobuses que vuelan… Vamos, que Emmerich mezcla “Twister” (Jan De Bont, 1996) con “Armageddon” (Michael Bay, 1998), “Deep Impact” (Mimi Leder, 1998) y “Godzilla” (1998), sin complejo alguno. El final de los 90 y principios de 2000 como auge del cine de catástrofes…



Y con todo esto, un científico interpretado por Ian Holm dice “hemos descubierto algo extraordinario, extraordinario e inquietante a la vez”… Así que no debemos preocuparnos, ¡qué os digo que estamos en buenas manos!

Total, que cuando se han derruido ciudades, caído aviones, destrozado hectáreas enteras de terreno, con tempestades y tormentas por todos lados y desde el espacio se observa que las nubes cubren el globo terráqueo entero, los brillantes científicos dicen: “me da que la glaciación ha llegado. Por cierto, abrigaos bien”. Comentario que sirve de mucha ayuda a todos en la película. En buenas manos...




Ojo, no son los peores, que cuando le dicen esto al vicepresidente se ríe en su cara y les dice: “¡pues que enciendan las chimeneas! ¡Me voy a poner yo ahora a evacuar gente con todo lo que tengo que hacer! ¡Encima juegan los Lakers!”



La gente empieza a congelarse, parecen todos el terminator malo de “Terminator 2” (James Cameron, 1991). Todo por no llevar un buen forro polar, que están a buen precio hasta en el Corte Inglés…


Gyllenhaal, que nos han dicho que es un chico listo, está con sus amigos y un millonario rival en el corazoncito de la chica que le gusta (no haré la broma del corazón frío y de hielo porque al final se queda sensatamente con Gyllenhaal), pero el caso es que lo que le pase nos importa más bien poco porque no hay diferencia entre él y cualquier otro extra de los que salen en la película. Sabemos básicamente lo mismo de todos ellos. A todo esto, se les ocurre salir de la lujosa mansión del chico rico, que en el fondo es más majo que las pesetas, para darse un paseo, justo cuando un megatsunami amenaza Nueva York y su amiga se entretiene traduciendo a una desamparada joven y su hija que olvidará oportunamente su bolso para crear suspense... La chica, Laura (Emmy Rossum), que es rápida, en vez de ir directamente, nos explicará a todos lo que va a hacer, o sea, ir… Como si nos importara. Sin percatarse de las olas que llegan, será un momento ideal para que Gyllenhaal muestre su lado heroico y que es digno hijo de Dennis Quaid. Es una escena donde se aprecia la urgencia de todos: Gyllenhaal se acerca y toca el hombro amistosamente a la chica para señalarle la ola, ella mira y pone cara de susto un rato y luego ya se van…




También sale un hombre negro con un perro, un maldito perro, como el que sacaba Emmerich en “Independence day”, que por supuesto es inmortal (el perro, digo).

Allí tienes al pobre Gyllenhaal y sus amigos en la biblioteca de Nueva York pasándolo mal, que uno piensa “¡Dennis Quiad, Dennis Quaid, haz algo, que para eso te pagan!” Y lo hace, su hijo le llama y él le dice, “no salgáis a la calle que hace frío, quedaos en casa, quemad unos cuantos libros de esos de la biblioteca y apretujaos mucho por lo del calor corporal, así cuando pase la ventisca que os pille calenticos y bien acompañaos”.



Uso mi calor corporal para calentarte”. No es un mensaje subliminal.

La cosa es que al resto les dice que deben ir al sur… Ni Dennis Quaid se aclara… no sé qué va a ser de ellos…

Esta conversación telefónica la tiene Gyllenhaal en un lugar de la biblioteca que se está inundando, ante la atenta mirada de la chica que le gusta, que cuando ve que se ha inundado la estancia completamente se queda con cara de berenjena mirando al agua… ¡No quiero una novia así! ¡Pierde el trasero para ayudar a una mujer en su taxi y me deja a mí ahogarme frente a ella! ¡Y eso que el chico la salvó la vida cinco minutos antes!




También aparece un barco fantasma surcando las calles neoyorkinas, sin pillar tráfico ni esquina incómoda…




Además son todos unos imprudentes, ¡que iba yo al cole, sin tanto hielo como aquí, con mi doble pareja de calcetines en cada pie y con el uniforme encima del pijama o un forro en los días de frío, mientras que allí van todos a las bravas y descamisaos!

Tal es la preocupación de todos que hasta el presidente de los Estados Unidos se ve obligado a llamar a Jack Hall para pedir consejo: “Dennis Quaid, Dennis Quaid, ¿qué hacemos? ¡Sálvanos!

Con tanta duda, que nos tienen en un sinvivir, la gente de la biblioteca no sabe qué hacer. Mucha se va, pero nuestros amigos y otros se quedan allí a quemar libros, como los jodidos nazis. Hasta discutirán sobre si prefieren quemar libros de Nietzsche o de leyes tributarias…

Dennis Quaid, que para algo es el héroe, sale a la nieve a demostrar su fuerza y a buscar a su hijo. En su largo caminar por la nieve saluda a Olaf, el de “Frozen” (Chris Buck, Jennifer Lee, 2013), Jack Torrance, el de “El resplandor” (Stanley Kubrick, 1980), al que Dennis le dice “fresquete ¿eh, Jack?”, a “Jack Frost” (Troy Miller, 1998), algunos de los de “Viven” (Frank Marshall, 1993) y demás amiguetes de expediciones invernales…





Su grupo pisa por encima de una galería comercial, rompiendo el cristal del techo; uno de sus compañeros caerá junto a su trineo arrastrando al resto, pero Dennis Quaid, tras haber cumplido escrupulosamente la tabla de su monitor de gimnasio durante un mes, logrará enganchar su martillo y sostener el peso del amigo, su trineo y otro amigo que está más gordo aún, evitando que caigan al abismo consumista. Hubiera logrado elevarlos, pero el que cayó primero prefiere sacrificarse para tener su minuto de gloria… ¿Cómo os quedáis?



Es cierto que Dennis Quaid va por sitios donde aunque se ve nieve no hace tanto frío como en otros, donde podemos ver que las chicas tienen los pezones que se podría sintonizar la televisión regional de Cuenca desde allí mismo.

A Emmerich no le queda más remedio que inventarse historias con sus personajes para complicarles la vida justo antes de la llegada de la mega tormenta. Por ejemplo, que a la chica que le gusta a Gyllenhaal le salga una septicemia y tengan que buscar antibióticos en el barco que amarró al lado de la biblioteca, y de paso pelearse con unos lobos, que andaban de turismo por la ciudad… Todo muy natural.


La tormenta llega y padre e hijo, cada uno por separado, logran meterse en una habitación y con un pequeño fuego evitar esa tormenta que lo congela todo a su paso… Por supuesto, Dennis Quaid llevó cargando a su compañero hasta el refugio oportunamente encontrado justo antes de quedarse congelado… Pues no era tan complicado… Nos queda claro que con un mechero, unos libros y una tienda de campaña se puede resistir a una glaciación sin problema alguno. ¿Qué os pensabais? Estamos en manos de Dennis Quaid, un héroe americano.



La reunión padre-hijo es muy bonita, en la sala de la chimenea de la biblioteca, donde tras abrazarse se sientan al calorcito y toman unos malvaviscos mientras se leen y cuentan historias… Esto no pasa del todo así, pero… es que es todo tan bonito…






Emmerich rueda con solvencia, con planos sostenidos dejando que se aprecie bien la acción y los efectos especiales, el gran argumento de la película, lo que se agradece. No pienso agradecerle mucho más.


Una película mala, bien hecha, con buenos efectos y multitud de chorradas, para verla en los calores del verano y así sentir que te refrescas un poco, o cogerte una mantita en invierno para no pasar mucho frío…





5 comentarios:

  1. te puedes creer,que cada vez que la dan por tv me la trago enterita?la verdad es que nunca la he analizado,pero me entretiene de principio a fin....y los actores todos me caen genial....y se aprenden muchas cosas,de si pasara un enfriamiento asi lo que tienes o no tienes que hacer para sobrevivir....vamos que a mi esta peli siempre me ha gustado

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    1. mr,sambo amigo....algo mas que un 2 se merece,jeje

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    2. Si te gusta y entretiene no hay más que hablar, que en eso consiste y cada uno lo hace con muy diversas pelis, pero no puedo salvarla porque yo sí la analicé, Metaleros, por desgracia jajaja. También me caen bien los actores.

      Es un 2 sobre 5, no es tan malo, aunque sigue siendo suspenso jajaja.

      Un saludo, crack.

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  2. Jaaaaaaajajajajajajaja!!!
    Me he reído a gustísimo!! Casi oía vocecitas con lo de "Dennis Quaidc, Dennis Quaid…". Hilarantes comentarios. El calipo, los científicos, lo del cole abrigao, lo de Quaid con superfuerza…
    Genial!! Muchas gracias por traerla, una estupenda forma de empezar este domingo!!
    Bss

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    1. Jajajajajame lo pasé pipa, creo que eso me llevó a subirle la nota incluso. Me alegra que te divirtiera, era para eso!!

      Un beso.

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