lunes, 20 de febrero de 2017

Crítica FENCES (2016) -Parte 1/2-

DENZEL WASHINGTON









Un fracaso del magnífico actor Denzel Washington en su propósito de llevar a la gran pantalla la obra teatral del doble ganador del Pulitzer, August Wilson, que ya interpretó en Broadway.

En ningún momento logra trascender el carácter teatral del relato el bueno de Washington, con una puesta en escena rígida, sosa, estática, anodina y agarrotada visualmente, absolutamente convencional, anticinematográfica, dando la sensación de teatro filmado, donde la loable ambición de dar preeminencia al texto y los actores se convierte en densidad mal concebida, algo de tedio y una narrativa que se hace excesiva y morosa en sus dos horas y veinte minutos de metraje. Un fracaso del director en su tercera película (“Antwone Fisher” de 2002 y “The great debaters” de 2007 son las anteriores), que sienta a charlar a sus personajes sin poner nada destacable o reseñable desde la puesta en escena para enriquecer el conjunto, darle dinamismo, vigorizar esos buenos diálogos y fusionarlos con la puesta en escena para que la narración fluya con más acierto y profundidad.

Porque así, las virtudes del film, que evidentemente las tiene, se remiten al texto y al trabajo de los actores, aspecto del que también es responsable Washington y, por tanto, debe elogiársele, sobre todo de los dos protagonistas, una excepcional Viola Davis y el propio Denzel Washington. El resto del reparto cumple sin alardes, bien es cierto.

Es decir, se sacan buenas interpretaciones protagonistas, pero es que ambos actores son muy buenos… Se exponen brillantes reflexiones en buenos diálogos, pero es que esto ya lo entregaba August Wilson, autor también de la adaptación del guión, nominado además.

La opción de potenciar el trabajo de los actores y el texto, dejar que ellos sean los absolutos protagonistas, deja a la película con poco interés visual y rasgos de estilo. Hay algunos travellings, por ejemplo traseros, en el inicio del film, siguiendo a esos dos amigos basureros que hablan de sus vidas. También alguno circular, como en la conversación sobre la relación entre padres e hijos que tienen en el jardín Troy (Denzel Washington), Bono (Stephen Henderson) y Lyons (Russell Hornsby)… En general se busca el estatismo, con planos muy largos, dejando explayarse a los personajes, que no paran de hablar, especialmente Troy, el protagonista, repleto de carisma.





Hay un aceptable uso del plano general, pero conforme la narración avanza, encerrada en los pocos escenarios y con la planificación centrada en resaltar el texto y el trabajo actoral, fijándose en sus rostros, la película acaba fatigada visualmente. Hay varias elipsis, alguna de varios meses, e incluso años, que los diálogos cubren. También transiciones escenificándolas, como esa llena de soledades y hielo tras la confesión de Troy.






Usará el encuadre de manera funcional, para incluir a los participantes de la conversación en plano, o para marcar relaciones, por ejemplo la distancia entre Troy (Denzel Washington) y Rose (Viola Davis) tras la infidelidad de él. Hay pocos aspectos reseñables, alguna intención simbólica, como esa rosa que Gabe (Mykelti Williamson) regala a Rose, otra rosa, y que deja caer inconscientemente ante la confesión de infidelidad de su marido. La construcción de la cerca, las cercas mismas, tendrán un carácter simbólico, verbalizado incluso por Bono y Troy. La creación de la cerca como el símbolo físico de la protección familiar. Troy construirá su cerca y Bono comprará un frigorífico a su esposa, cumpliendo sus promesas, vinculadas a la familia.




Un aspecto estilístico que sí es reseñable, son esas pausas que los personajes hacen, íntimas, en soledad, antes de enfrentarse a una decisión, petición o confesión, que incluso escenifican el dolor. Lyons antes de una nueva petición de dinero, Rose tras ver a su marido abrumado, Cory (Jovan Adepo) antes de entrar en casa, Troy antes de confesar su infidelidad a su mujer…




Troy es un basurero reivindicativo afroamericano que lucha con sus innumerables debilidades y defectos, y sus buenas virtudes, para sacar adelante a su familia en la difícil y racista América de los años 50.





Troy es pícaro, carismático, con un gran sentido del humor, una enorme fuerza vital y una verborrea incesante. Es un incansable contador de historias y gusta de ser el centro de atención. Hablará de la muerte, de su encuentro con ella, de su encuentro con el demonio (en forma de prestamista) y filosofará sobre la vida continuamente ante su pequeño auditorio. Estricto en sus valoraciones, obstinado, con la mochila de su pasado a cuestas, vinculadora en la educación que él mismo dará a sus hijos... Lleno de defectos y debilidades, infiel… Prefiere que lo traten bien aunque tenga que pagar más, en una clara filosofía de hombre hecho a sí mismo… Un pasado que, además, pudo llevarle al estrellato en el béisbol, en tiempos donde ser negro lo hacía casi imposible. Una carrera truncada que le amarga y le hace sacar su vena más reivindicativa, incansable azote de las injusticias sociales y racistas. Así nos lo presentan, quejándose por el hecho de que los negros no puedan conducir el camión de la basura, viéndose obligados a recoger los cubos en la parte trasera… A culpar al racismo de que no llegara a jugar en las Grandes Ligas y querer evitar que su hijo busque ese camino… Troy no concibe que los tiempos cambien, completamente obcecado en sus valoraciones, que sus familiares y amigos pretenden matizar.

Su hijo pondrá varios ejemplos de jugadores negros exitosos, que han llegado a las Grandes Ligas, su mujer argumentará que era muy mayor, 40 años, para haberlo logrado, como explicación alternativa al hecho… Cuando se quede sin argumentos cortará las conversaciones. Es autoritario y se esforzará por quitar la ilusión a su hijo zambulléndolo en realismo.


Y es que el béisbol será usado constantemente como metáfora por Troy (luego incluso por su familia, para soportar los bueno y lo malo en forma de bolas curvas o no). Metáfora de la vida misma. Explicará a través del béisbol la injusticia social entre negros y blancos, cargándose de razón. Argumentando cómo los méritos no eran valorados, recordando cómo un bateador menos talentoso y brillante que él le quitó el puesto (ocupó su lugar); mencionarán a Jackie Robinson, el primer beisbolista afroamericano en participar en las Ligas Mayores, a pesar de que había habido muchos jugadores afroamericanos mejores que él. No le falta razón, aunque debería verlo indicativo del cambio de los tiempos, que siempre es lento.

Lo que digo es que si mereces jugar, deberían dejarte jugar”. “Sin importar el color que tengas”.

Es poco emotivo, no demuestra sus sentimientos y se comporta con sus hijos como un sargento más que como un padre. Autoritario, práctico… Pero detrás de todo ello subyace su amor por ellos.


Es mi deber, mi responsabilidad”. “No porque me agrades. Es mi deber cuidar de ti”. “No me tienes que gustar”. “Deseo que se aleje lo más que pueda de lo que ha sido mi vida”. “No quiero que sea como yo”.



Troy vive acomplejado, con un atisbo de mala conciencia o sentimiento de culpa, al haber utilizado el dinero de la indemnización por incapacidad de su hermano en su propia casa, donde lo cuida. Gabe, el hermano, fue herido en la 2ª Guerra Mundial, contra los japoneses, y quedó disminuido intelectualmente por un impacto en la cabeza. Una dura ironía que le resulta difícil conciliar: La desgracia de su hermano le dio el hogar en el que vive.



Troy se va sumiendo en un abismo emocional, en una perfecta progresión dramática, en la que se va apagando paulatinamente, víctima de sus defectos. Esto queda retratado en ese plano mirando a cámara de Washington, esperando el posible tercer strike de la vida… Acaba dándose cuenta de que se parece más a su padre de lo que querría o pensaría, como le ocurrirá a su hijo, aunque se va mejorando en la evolución. Tiene más cara que espalda y un cuajo tremendo, pidiendo a su mujer que cuide a la inocente hija de su amante. La sufrida Rose aceptará, tragándose su orgullo y su corazón herido.




Rose es un personaje maravilloso, casi iconográfico de todas esas mujeres luchadoras y sufridoras. Su resignado amor, su poderío, su estoicismo y sufrimiento, quedan plasmados con una honda emoción en pantalla gracias a esa magnífica actriz que es Viola Davis. Será la mediadora entre los hijos y Troy, entre la vida misma y Troy. Conseguirá que Troy le dé los 10 dólares que Lyons necesitaba y luego que los acepte de vuelta. El componente religioso, guía de esa comunidad, estará muy presente, al menos con Rose.


Viola Davis está nominada al Oscar como mejor actriz de reparto, aunque bien podría haberlo sido como actriz protagonista. Ni que decir tiene que yo le daría el premio sin lugar a dudas.


Hay una concepción o interpretación religiosa. Gabe, Gabriel, como el arcángel, actuará de mensajero divino, es el ser puro, con conexión directa con Dios y San Pedro. La madera como elemento simbólico también nos remite a San José y el propio Jesús, dos carpinteros. Rose tendrá una niña sin mediación sexual. Troy accederá a los cielos tras pecar y redimirse...






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