jueves, 4 de septiembre de 2014

Crítica: EL GRAN HOTEL BUDAPEST (2014) -Parte 2/3-

WES ANDERSON












Jude Law será nuestro narrador en 1968, Wilkinson, el autor, de más jovencito. Aquí se nos presentará ese hotel en declive, sus huéspedes habituales y sus trabajadores, así como se nos presentará al dueño, que será el que nos introducirá más afondo aún en esta historia, un nuevo relato con el grueso de la narración, un nuevo flashback hacia 1932.

La primera referencia a Zero Mustafá vendrá de un recepcionista, que será quien lo presentará y explicará su situación, siempre son personas contándose cosas. Un millonario que siempre pasa alguna semana en temporada baja en una estancia minúscula de su propio hotel. Un romántico, un nostálgico… Temas básicos de la cinta.


Las dos primeras conversaciones entre Law y Murray Abraham mantendrán la regla de la frontalidad, como toda la película, pero en la primera, en las bañeras, con encuadres que contienen a los personajes a un lado de los mismos, dejando mucho aire al otro lado.







Cuando Zero nos introduzca en el nuevo relato, Anderson utilizará un expresionista juego lumínico, ensombreciendo el entorno para llevarnos al flashback. 


Este juego expresionista volverá a aparecer. Habrá una pausa en el relato de 1932 y volveremos a 1968, con Zero y el escritor sentados a la mesa donde están cenando. Allí veremos la emoción de Zero al recordar a Agatha, su amor y se subrayará el carácter de relato nuevamente…














-…, pregunté.

-…, contestó.

Aquí se usa la voz over de forma defectuosa voluntariamente, una voz over que reitera lo que vemos en pantalla pero con la intención de resaltar en todo momento la idea y naturaleza de relato como fundamento del recuerdo, la nostalgia y la memoria. Si se juega con el metalingüismo es por algo y la idea de relato es clave en la cinta.

Los diálogos comenzarán con la idea de destino rondándolo todo.

Del mismo modo, el manejo del punto de vista es cuestionable según el narrador, con elementos de la historia contados sin estar ninguno de ellos presente. Defecto narrativo que se salva en cierta medida por ese hincapié en el carácter de “relato artificioso” que se define de diversas maneras, como he comentado.



Recursos estilísticos, es necesario advertir que Anderson es un cineasta puramente esteticista, lo que en ocasiones le lleva a olvidar en cierta medida el fondo. Como ejemplo tenemos esos planos con travellings que se acercan al dueño del hotel, Zero Mustafa (F. Murray Abraham) desde todas direcciones, derecha, parte trasera, delantera, siempre con escrupulosa frontalidad, por supuesto, con la intención de resaltar su soledad, su mencionado aislamiento.


El grueso de la narración tendrá al gerente Gustave (Ralph Fiennes) como protagonista. Anderson dividirá toda esta parte en capítulos, volviendo a remarcar su carácter artificial, de relato. Estamos en 1932 y la primera parte llevará el nombre del gerente. M. Gustave.






Anderson apuesta por el plano estático y frontal como columna vertebral de su estilo, pero se manejará con soltura en los travellings, también frontales y geométricos, para describir entornos y acciones de los personajes, por ejemplo la competencia con la que realiza su trabajo Gustave en su presentación. Lo mismo ocurrirá luego cuando vaya guiando a Zero (Tony Revolori) mientras ordena y manda al resto…





Los planos y los contraplanos respetarán la frontalidad, pero también el punto de vista, siendo en picado o contrapicado si uno de los conversadores está de pie.




Aquí se nos presentará a Zero, como mozo de portería, el papel que interpreta F. Murray Abraham de veterano. También conoceremos a Madame D., interpretada por Tilda Swinton, amante de Gustave, una de tantas, que será clave en la trama al incluir al gerente en su herencia.







Gustave.

El personaje de Gustave es una gozada y Ralph Fiennes hace una interpretación impecable, un hombre sofisticado y elegante, educado y absolutamente civilizado, casi la personificación misma, junto a su hotel, de la civilización. Un hombre generoso con mucho amor que dar, por ello se hace amante de toda madurita necesitada y rubia que se siente sola y se hace huésped del hotel. 

La descripción de su entorno es magnífica también, ese aire tan sofisticado y elegante será recalcado al mostrar en el primer plano de la habitación de Gustave su colección de perfumes, para acto seguido, mediante un travelling, mostrarlo a él comiendo en ropa interior. Lo especial y excéntrico conviviendo con lo mundano y cotidiano, algo que le encanta hacer a Anderson.



Divertido, elegante, sofisticado, bien perfumado, sensible, entrañable, generoso, superficial, frívolo… La encarnación de Fiennes es digna de todo elogio.



Como comenté con anterioridad, Anderson es muy dado a introducir elementos o características excéntricas en sus personajes, objetos, tics, vestuario… que les dan un aire caricaturesco, muy adecuado con el tono de sus cintas. Aquí Gustave es excéntrico en sí mismo, su perfume y ademanes así con atestiguan, pero también lo veremos con Zero y un bigote pintado; Madame D. y sus ojos de distinto color; la siniestra familia de Madame D. vestida de negro; los dientes, puños americanos y chupa de cuero del personaje que interpreta Willem Dafoe, Jopling; Agatha y su mancha en la cara…


La descripción de Gustave seguirá su curso en su viaje en tren para ver el cadáver de Madame D. Allí defenderá con abnegación y entrega a su amigo y empleado ante los abusos de los agentes. Un hombre fiel a sus aprecios, aunque estos sean muchos y variados.



Aún quedan levísimos atisbos de civilización en este brutal matadero que en su día fue conocido como humanidad. De hecho es lo que proporcionamos a nuestra modesta, humilde e insignificante… A la mierda…”.



Una vez lleguen a la mansión volveremos a ver a Gustave dando lo mejor de sí, la frívola ternura con la que nuestro protagonista habla con el cadáver de Madame D. no puede ser más entrañable, con mención al cambio de esmalte, en un eco de una conversación anterior, incluida. La ama de llaves interpretada por Léa Seydoux, Clotilde, no saldrá de su asombro y en la parte final delatará a Gustave… se ve que esos gestos que le vemos en segundo plano denotaban que el conserje no le caía muy bien. 


Tras el robo veremos al Gustave más romántico, aunque le durará poco. Querrá mantener el cuadro, “Niño con manzana”, que le dejó Madame D. en herencia en contra de la voluntad de sus hijos y que es muy valioso, para recordarla, pero acto seguido cambiará de opinión. Su momento romántico tendrá un contraplano para Zero en un espejo en el que se refleja, delatando la falta de credibilidad en lo que está manifestando nuestro protagonista.

Este momento afianzará el vínculo entre los dos personajes, Gustave y Zero, un vínculo sagrado, juntos en el secreto y la aventura que acaba de empezar. Es divertida la facilidad de Gustave para soltar tacos.


Bien, ya sabes de qué va. Ni pío."

Él era como sus discípulas, inseguro, vanidoso, superficial, rubio y necesitado… Al final incluso rico”.

Un recurso humorístico muy usado por Anderson en la película es el de mostrar un episodio dramático que es tratado con plena indiferencia por los personajes, que se preocupan más por sus elucubraciones, problemas o intereses personales… Así, mientras alguien casi se ahoga, Law pasará de largo ensimismado con las informaciones que ha recibido acerca del dueño del hotel. Hay más ejemplos, como al final de la cinta, cuando todos los gerentes de hotel se ponen a disposición de Gustave, casi todos ellos están en una situación dramática y comprometida que abandonarán cuando reciban la llamada pidiendo su colaboración.


Habrá saltos temporales, elipsis, durante la narración. Saltaremos un mes, y un picado extremo tras una panorámica reinicia la narración con las evoluciones de Zero, competente mozo de portería. Su trabajo se basa, principalmente, en la discreción, debe ser casi un confesor. 

Agatha (Saoirse Ronan) es un nuevo personaje importante que se inserta en la narración, será la enamorada de Zero, una atractiva y dulce pastelera de Mendl’s con una macha en el rostro con la forma de México.


La segunda parte de la historia tendrá el nombre de la adinerada amante de Gustave, Madame D. Su fallecimiento llevará a Gustave a presentar sus condolencias a su mansión, iniciándose así el viaje y la aventura, elementos que, como expuse anteriormente, son habituales en las estructuras e historias de Anderson. Aquí el viaje no será de madurez, sino más bien catártico. Un viaje que Gustave prepara con su habitual competencia, teniendo en cuenta todos los aspectos para que éste sea lo más placentero posible. El hedonismo y el lujo como valor civilizado imprescindible. Un hombre selecto.

Aquí Gustave manifestará un conocimiento completo de su amante, lo que denota su humanidad, y verbalizará un sentimiento de culpa por no haber hecho caso a los temores que la mujer expuso en la escena donde nos la presentaron.

Este viaje en tren que supone el inicio de la aventura dejará divertidas ocurrencias, situaciones y diálogos. Conoceremos los gustos sobre mujeres de Gustave, que Madame D. era una joven de 84 años que era pura dinamita en la cama y asistiremos a un enfrentamiento con la autoridad que está cerrando la frontera. Es el 19 de octubre.


Un nuevo personaje, secundario pero de cierta importancia, aparecerá en esta secuencia de forma providencial, Henckels (Edward Norton), que también se mostrará agradecido a Gustave (Ralph Fiennes) por el trato que dispensó a su madre y a él mismo, para ayudar a nuestros protagonistas de las agresiones de sus hombres y los apuros legales de Zero, que es apátrida.

Norton será un tenaz agente que perseguirá a Gustave tras su evasión de la cárcel, aunque en el fondo le tiene un aprecio sincero.

Escaleras y paseos por los pasillos de la mansión de Madame D. mostrarán el lujo y la suntuosidad en la que vivía la señora. 



Serge (Mathieu Amalric), el mayordomo, tendrá un comportamiento extraño y será un personaje que también será importante en la surrealista trama. Ayudará a nuestro protagonista, aunque también se verá obligado a delatarlo. En la parte final escucharemos sus explicaciones y dará nuevas claves. Veremos un cactus dos veces desde distintos puntos de vista, primero regado por Gustave desde fuera de la habitación y luego dentro antes de robar el cuadro, “Niño con manzana”. Se le definirá como “demasiado honrado”.



“¿Ves el parecido?”

Familia.

La escena del reparto de la herencia deja momentos hilarantes, como la conversación entre Gustave y Dmitri (Adrien Brody) sobre bisexualidad y homosexualidad, resulta a puñetazos.


Me acuesto con todos mis amigos”.

Jeff Goldblum interpreta al minucioso abogado que trata el tema de la herencia. Un dibujo de un jabalí presidirá el acto, lo que resulta bastante simbólico habida cuenta de la familia que se nos presenta. Verdaderas alimañas. Lanzarán falsas acusaciones, se aliarán a los nazis, mentirán, asesinarán, robarán… Unos regalitos.

De esta forma, Anderson vuelve a tocar uno de sus temas predilectos, la familia, aunque como otros muchos que son indispensables en su cine, lo hará en esta ocasión de manera más tangencial. La familia como un mecanismo conjunto de ambición y falta de escrúpulos, animalizados por el dinero y la avaricia. Anderson plantea el cariño y los vínculos más sinceros fuera de la familia en esta ocasión, siendo en la familia de sangre donde encontramos la falta de escrúpulos, de sentimientos, codicia y cualquier atisbo de humanidad.




Goldblum nos dejará algunos momentos impagables durante de la cinta, y de los más tronchantes, por ejemplo cuando ante la siniestra familia pone las cosas claras y ve como Jopling (Willem Dafoe) lanza a su gato por la ventana… Momento de humor excelso.

“¿Ha tirado a mi gato por la ventana?”


Poco después veremos una escena absurda de suspense, pero que encaja a la perfección en el tono de la cinta, surrealista y de toque hitchcockiano, sin atender a la coherencia interna del relato más allá del hecho. La persecución de Dafoe a Goldblum para acabar matándolo en un desierto museo. A nadie se le ocurre huir e ir a esconderse allí, pero Goldblum lo hace. El retrato visual de la escena unido a Jopling es excelente, panorámicas, reflejos, oscuridad, sombras, gatos tirados a la basura y una moto que parece salida del infierno, que casi entronca a Jopling con el villano motero de “Arizona baby” (Joel Coen, 1987). La muerte premonitoria, los dedos cortados y todo el tono de la escena en sí nos remiten a los iniciales Coen.





Jopling irá dejando un reguero de muerte a lo largo de la cinta con el punto culminante de la cabeza de una mujer coja, hermana de Serge, el mayordomo. La nieve irá unida al personaje, caerá sobre él en su primera visita a la hermana de Serge y encontrará la muerte en ella también.





 













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