viernes, 5 de septiembre de 2014

Crítica: EL GRAN HOTEL BUDAPEST (2014) -Última Parte-

WES ANDERSON













La tercera parte del relato tendrá por título "Check 19 point", y se iniciará una semana después de lo relatado hasta ese momento. La cárcel donde Gustave ha terminado tras ser arrestado por la policía por el asesinato de Madame D. Un falso culpable. La familia moviendo hilos.

Habrá pequeños flashback ocasionales para mostrarnos momentos breves que se nos relatan, uno de ellos será en la cárcel, con la visita de Zero a Gustave y el inserto para que Goldblum explique las acusaciones que pesan sobre nuestro protagonista. Lo hará en planos frontales, como es evidente, lo mismo que ocurrirá con la conversación de los dos amigos, Zero y Gustave, donde hablarán de peleas carcelarias y su situación.






Aquí hay un cebo que será utilizado posteriormente en un eco, Zero con un pastelito de Mendl’s.

También habrá fragmentación narrativa cuando veamos a Zero leer la carta escrita por Gustave para sus trabajadores, con momentos donde será el propio Gustave desde prisión quien la recite… incluido un poema de 46 estrofas, en una simpática broma.



La vida de Gustave en la cárcel nos deja algunos momentos de humor muy simpáticos y característicos de Anderson. Gustave repartiendo gachas es uno de esos detalles de humor extraterrestre que tanto gustan a Anderson y desconciertan a sus detractores. Los elogios al plano dibujado por Harvey Keitel o los pastelitos de Mendl’s para facilitar el plan de huida son otros entrañables ejemplos.





Habrá una pausa en la narración sobre los acontecimientos de 1932 para volver a la cena de Zero y el escritor, que nos introducirá en un flashback dentro del flashback, acentuando la fragmentación narrativa de la cinta. Todo ello es para contar la historia de Agatha y su amor con Zero, que se había mantenido en silencio hasta ese momento. Será un mes antes de lo relatado hasta ese momento en 1932.


Agatha es una valiente e intrépida pastelera. Su amante escapista, Zero, que se acuesta con ella en secreto a espaldas del jefe de la chica, le confesará todo el asunto del cuadro robado a su amada y aunque ella se mostrará reticente accederá a ayudar a nuestros protagonistas. En esta escena de cama veremos como el tirante de Agatha (Saoirse Ronan) sube y baja de su hombro, en un sensual fallo de raccord.





Gustave (Ralph Fiennes) no dejará pasar la ocasión de flirtear con la joven, fiel a su estilo, ante las reprimendas de Zero (Tony Revolori).

No flirtee con ella”.

Siguiendo con el fraccionamiento narrativo nos situaremos en el día de la evasión, tres días después. Aquí entramos en el terreno de las evasiones carcelarias, brillantemente tocadas en muchas películas, con obras maestras indiscutibles. “La evasión” (Jacques Becker, 1960) o “Un condenado a muerte se ha escapado” (Robert Bresson, 1956), ambas francesas, son dos buenos ejemplos.




El hombretón al que Gustave sirvió gachas ayudará al grupo, que se escapa en otro magnífico eco. Una evasión repleta de surrealistas y divertidos tópicos, con la pérdida de un miembro del grupo incluida.



Se fusiona lo cómico, lo tierno, la comedia, la tragedia, los perdones y los hermanamientos en esta fase de la cinta.





¡Maravilloso! Te interrumpo por la alarma, pero ten presente donde los has dejado porque luego insistiré en que lo acabes”.

La cuarta parte  se llamará “La sociedad de las llaves cruzadas”, la sociedad de los gerentes de hotel, que cuando uno tiene problemas todos se unirán en su ayuda. Los hoteles Excelsior, Ritz imperial, Chateau Luxe, Palazzo Principessa, Côte du cap… se unirán para ayudar a Gustave. Esto sucederá en una simpática escena cuando Gustave se ponga en contacto con Bill Murray, el gerente del Excelsior. Éste comunicará el problema a los gerentes de los grandes hoteles, que como comenté anteriormente abandonarán sus quehaceres, por dramáticos que sean, para atender la necesitada llamada. Murray se mostrará como un solícito y competente amigo y ayudante.




Sigue tú”.

La búsqueda de nuestros protagonistas al mayordomo Serge les llevará a un observatorio y a escarpadas y nevadas montañas, a un retiro religioso donde el toque de cómic que tiene el cine de Anderson se dispara sobremanera y la acción también. Teleféricos, misteriosos sacerdotes, extrañas directrices, falta de respeto a los símbolos religiosos…





La conversación en el confesionario es muy divertida, con infinidad de planos y contraplanos, frontales como supondréis, para Gustave y Serge en su intercambio vertiginoso de palabras. El bueno del mayordomo no podrá explicar todo lo que quería, ya que encontrará la muerte a manos de Jopling, pero dará ciertas claves importantes.





Lo que no se entiendes a partir de aquí es que un despiadado, rudo y competente asesino a sueldo huya de un afeminado conserje y un crío con el bigote pintado…










Las escenas en la nieve recurren a los efectos artesanales y el stop motion, con gozosos planos subjetivos en trineos. Gustave, fiel a sí mismo hasta el final, recitará un poema en el momento antes de su muerte, pero Zero acudirá al rescate. El drama se fundirá con la comedia en ese minuto de silencio que los protagonistas guardan por Serge y que tienen que apresurar ante la llegada de Henckels (Edward Norton), que aparece por allí sin excesiva explicación… Lagunas de guión en la surrealista aventura.



 

Ya está. ¡Corre!”.




La quinta parte trata sobre la segunda copia del segundo testamento que Serge confesó a Gustave que existía antes de morir, en lo que será el clímax final en el Gran Hotel Budapest. Todo esto coincide con el inicio de la guerra, donde los malos son unos sosias de los nazis, de reconocible estética, pero algo diferente en otra simpática broma. Un hotel invadido.


La guerra de forma tangencial.

Como el propio protagonista, Gustave, la historia que Anderson nos cuenta se preocupa de lo íntimo y frívolo antes que del conflicto global que se cierne sobre los personajes, una tremenda guerra. Un ejemplo significativo y paradigmático, divertido, lo tenemos en el periódico que Zero le trae a Gustave con el anuncio de la muerte de Madame D., que a su vez anuncia un inminente conflicto bélico, pero que no interesará a ninguno de los dos. La guerra siempre como algo tangencial.



Lo que verdaderamente importa a Anderson son los conflictos personales, el contexto no le interesa lo más mínimo, pero incluye uno potente como detalle y broma digresiva, un contraste entre la hedonista civilización del lujo y su supuesta frivolidad, con la trascendente brutalidad que supone una guerra que vela, masacre a masacre, por temas supuestamente importantes. Un gran detalle.

En el invadido hotel, Anderson seguirá dejando detalles de su gusto esteticista, esos rosas tan ligados a Mendl’s y que están por todos lados en el recinto, y guiños al espectador a todos los niveles, como con los efectos de sonido, por ejemplo cuando vemos subir una mesa de ping pong por una escalera para ser instalada y oímos el sonido que unas pelotas harían al golpear en ella. También habrá detalles de encuadre, en su estatismo, pero con dinamismo dentro del mismo, con Henckels apareciendo en plano tras Dmitri que a su vez aparece en plano tras Agatha.





Todo se desenmascara, Dmitri (Adrien Brody) y su familia aparecen perfectamente integrados en ese mundo pseudonazi, pero muy nazi, que presenta Anderson. El tiroteo en el piso de arriba, un fuego cruzado rosa y “pasteloso”, es tan divertido como surrealista. Los pasteles de Mendl’s serán una gran mascarada y también servirán de colchón a la enamorada pareja, Zero y Agatha, un gran uso el que da Anderson a los pastelitos. Será en ese momento cuando el cebo plantado en la primera parte con el tema del testamento, vimos a Serge introducir el documento en el cuadro de “Niño con manzana” y luego en la nieve hacer mención al mismo, tenga su eco definitivo. Todo para un final feliz que tendrá cierto contrapunto amargo en el epílogo.







La boda de Zero y Agatha, la riqueza y felicidad de Gustave, la trágica muerte por la gripe prusiana de Agatha y el hijo que tuvo con Zero dos años después, una enfermedad que en el 68 se curaría en una semana, poemas… Un epílogo agridulce que acaba suponiendo una aguda reflexión sobre la nostalgia y la melancolía.

La última escena para Gustave y la parejita recién casada será en blanco y negro, en un tren, donde contará sus inicios como mozo de portería. Allí habrá otro encontronazo con la autoridad donde el civilizado Gustave volverá a dar la cara por su amigo.









Saldremos de la narración para quedarnos con Jude Law y F. Murray Abrahams en su cena, el contador de la historia y su receptor, y veremos el cuadro, mal colgado pero corregido por Zero, de “Niño con manzana”, que preside el hotel y al que podremos dar todo el significado que no pudimos al inicio de la película cuando lo vimos ahí. Su reflexión final sobre el romanticismo y el mundo de Gustave es magnífica.



Creo que el mundo de Gustave desapareció mucho antes de que él llegara, pero debo decir que desde luego mantenía la ilusión con una magnífica elegancia”.

La nostalgia, la melancolía, el romanticismo, se descubren como las ideas esenciales del film en ese juego de relatos que supone “El gran hotel Budapest”. Dónde radica la nostalgia, dónde comienza a gestarse, en qué consiste y qué la fundamenta, el sentido de la nostalgia, siempre vinculado a la felicidad, porque la nostalgia y la melancolía anidan en la felicidad del pasado.




Hay muchas referencias y homenajes culturales, algo también muy socorrido en Anderson. Podemos distinguir guiños a Max Ophüls o Alfred Hitchcock durante la dirección, del mismo modo la cinta está inspirada en los relatos de Stefan Zweig (Viena 1881-Petrópolis, 1942), como se señala en los títulos de crédito. Todo el tono y la historia tiene un toque que parece mezclar el espíritu de las comedias,  negras especialmente, surgidas de los entrañables Estudios Ealing, con la esencia de los relatos criminales de Roald Dahl, al que ya adaptó en “Fantástico Sr.Fox” (2009).




La estética rinde tributo a artistas como Gustav Klimt o Egon Schiele, con este último se hace una simpática broma cultureta al poner un cuadro suyo, este sí que muy valioso, en sustitución del ansiado “Niño con manzana” de un tal Johannes Van Hoytl, que no existe.

Por supuesto habrá infinidad de cameos y apariciones estelares, algunas las he ido mencionando, pero merece la pena recopilar buena parte de los nombres. Ralph Fiennes, Saoirse Ronan, Bill Murray, Edward Norton, Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Jude Law, Tilda Swinton, Adrien Brody, F. Murray Abraham, Harvey Keitel, Karl Markovicz, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Léa Seydoux, Owen Wilson

Aún quedan levísimos atisbos de civilización en este brutal matadero que en su día fue conocido como humanidad. Él era uno de ellos. ¿Qué más se puede decir?


 






6 comentarios:

  1. Tras leer las tres, debo decir q la extraña estética de la cinta me atrae de alguna manera.
    Y q has explicado todo muy bien. He aprendido.
    Gracias sensei!!

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    1. Entonces me doy por satisfecho! Es una estética encantadora, una golosina. Gracias a ti.

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  2. una maravilla de película,desde la dirección por parte de anderson hasta el trabajo del elenco,varios relatos unidos entre si gracias a un hotel hermoso y misterioso,graciosa,misteriosa y original son las palabras para definir esta obra maestra,gracias por tus análisis y QUE VIVA EL CINE

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    1. Muchas gracias Kelvis, me alegra que te haya gustado! VIVA EL CINE!!!

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  3. Peliculón....y pedazo de análisis.....muy bien primer post, magnifico segundo y excepcional tercero. Sin ninguna duda se convertirá en uno de mis referentes. gracias por deleitarnos con semejante maravilla.

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    1. Debo decir que no es una cinta que me lleve al entusiasmo, aunque sea brillante en muchos aspectos. Muchísimas gracias, me entusiasma, esto sí, que valores tanto el análisis completo, y más habiéndote gustado tanto la peli.

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