martes, 21 de julio de 2015

Crítica: LA RUTA DEL TABACO (1941) -Parte 2/3-

JOHN FORD










Nuestros personajes son unos auténticos aprovechados, viviendo se subsidios, del cuento, del trapicheo y de la vaguería. Allí todos roban, la hermana Bessie cogerá leña del coche de Jeeter; Henry, el “amigo relajado”, tocará una especie de maleta también del coche de Jeeter, y la propia familia Lester acometerá junta el robo con violencia de los nabos a Bensey.



En base a esto le echarán la culpa de sus males a cualquier cosa, incluido Dios, que aparece de forma constante en la narración. Los sentimientos de culpa nacerán cuando se sucedan las desgracias, creyendo que son castigos divinos, interpretando los fenómenos climatológicos como actos de Dios también, que pretende lanzarles un aviso… Pero nada sacará a Jeeter de los siete años de vacaciones que se ha dado él y le ha dado a su arado. Cuando Jeeter crea que todo es inútil, al ver el dinero de Bessie gastado en un coche, procurará hacer un trato con Dios, una plegaria con amenaza incluida.




De igual forma, Jeeter esconderá en un falso apego a la tradición el hecho de no emigrar. Para él trabajar en las fábricas, el progreso, es una deshonra, es un hombre de la tierra, lo tradicional. A lo que está apegado Jeeter es a no hacer nada, en realidad. Esto no esconde la idea de las raíces sucumbiendo al progreso, a la evolución. Se personifica de alguna manera en Dude, el hijo menor, absolutamente descastado y despreciable que maltrata a su padre sin miramientos.

La escena de la tormenta y la lluvia es francamente estupenda, muy espectacular. Un fenómeno climatológico que removerá, ligeramente, la conciencia de la familia, especialmente de Jeeter, por robar los nabos. Jeeter es el máximo exponente de todo esto, hombre de vigorosos sueños en una actitud perezosa. Grandes detalles.


El capitán John y su hijo Tim, interpretado por Dana Andrews, serán el clavo ardiendo al que pretenden agarrarse para seguir con esa vida. Una admiración reverencial la que sienten por él y su padre, aunque la decepción no tardará en llegar. El sofisticado empresario es uno de los personajes más positivos de la cinta, intentará ayudarles dentro de sus posibilidades, ya que la ruina también se cebó con él y su familia. Un personaje en apariencia generoso y comprensivo, que parece tener más apego a la tradición y el pasado que los mismos Lester.




Bessie prometerá bocinas que pueda tocar a su oscuro objeto de deseo, Dude, interpretado por un William Tracy tremendamente excesivo e insoportable, la peor interpretación con diferencia para un personaje que resulta despreciable en cada aparición. El tocamiento de bocinas al que Bessie invitó a Dude tendrá sus frutos y anunciarán su matrimonio en la casa de los Lester, donde Ford encuadrará los techos.

Te prometo que tendrás tu bocina”.



Ford usará en casi todo momento el plano general o el americano, sin enfatizar la desgracia de Jeeter. Un personaje fácil de contentar, que se conforma con poco y cambia su semblante de la tragedia a la felicidad y el buen humor en cuestión de segundos o al ver la posibilidad de comer una mazorca de maíz.


Ford siempre tendrá momentos solidarios y respetuosos, no faltos de humor, con Ada (Elizabeth Patterson), la mujer de Jeeter. Así veremos el orgullo de madre frente una chimenea ante la posibilidad de que su hijo, un descerebrado, pueda ser predicador. Ford, muy ligado a los sueños. Ella es fiel representante de la mujer fordiana, en ella siempre estará la mirada más sensata y positiva, la veremos rememorar a sus hijos, los más guapos y los más buenos, intentando consolarse en los buenos detalles y momentos ante la desgracia.



Y donde en Ada es idealismo en Jeeter será practicidad, maquinando cómo quitar los 800 dólares que Bessie quiere destinar a comprarle un coche a Dude… La decepción del lisonjero anciano será grande al ver ese dinero convertido en chatarra recién estrenada.

El absoluto desprecio por lo nuevo, por lo útil, por lo viejo, por cualquier cosa, que tiene esa familia queda escenificado en el asombroso maltrato que Dude propina al coche recién adquirido, realmente tronchante. Es alucinante la cantidad de perrerías que se le pueden hacer a un coche en un solo día. Devaluándose a cada segundo.





El futuro destrozando el pasado.

La idea de lo moderno que desplaza a lo antiguo lo sobrevuela todo, lo comenté con respecto a la idea del trabajo industrial como solución a la miseria de los Lester, lo vemos en la reticencia de Bensey (Ward Bond) a casarse con Ellie May (Gene Tierney) por tener 23 años, prefiere la pequeña de 13; en el coche nuevo que sustituye al antiguo de Jeeter de alguna manera, ejemplificado en ese momento donde lo arrasa; Bessie se consolará sustituyendo a su marido por un jovencito; del mismo modo debe entenderse el absoluto desprecio y humillante maltrato que Dude propina a su padre, en la seguridad de que él es joven y su padre un lastre que no aporta nada y del que debe deshacerse. Crueldad a raudales en esta relación.




No, además la bocina está bien, suena igual que esta mañana”.

El lamentable coche que conduce Jeeter al inicio de la película nos puede recordar a ese corta césped que usó Richard Farnsworth para visitar a su hermano en “Una historia verdadera” (David Lynch, 1999), precisamente su película más fordiana.

Ford dejará constantes detalles de inmenso talento, por ejemplo en esa maravillosa elipsis temporal en la que vemos a Jeeter en el mismo sitio donde lo tiró Dude al agredirle varias horas después. Desolación mezclada con humor, siempre el humor. Es un perfecto retrato de la desoladora unidad familia de los Lester, una soledad con espíritu positivo, dura en su frivolidad.




El personaje solitario y casi mudo de Ellie May es interesante. Deseosa de un marido no es consciente de su potencial. Veremos al personaje interpretado por la hermosa Tierney adquirir conciencia de su belleza al verse reflejada en el coche en un bonito momento.

Puro Ford.

A pesar de que el tono distendido y satírico pueda llamar la atención estamos ante una cinta puramente fordiana, así “La ruta del tabaco” vuelve a ser una reflexión sobre la familia, la necesidad de la misma, su importancia social, vertebradora. Para Ford la familia, con sus problemas, disfunciones, todo lo que se quiera, es vital, el gran pilar americano. Una gran parte de los héroes fordianos son hombres con una misión para mantener a su familia unida, para recomponerla o evitar que se rompa. Serán solitarios, pero el sentimiento familiar estará profundamente arraigado, por ello será su misión vital, por poco que quede de esa familia. Para Ford la amenaza a la familia es la mayor que pueden sufrir sus héroes, sus personajes, y los sacrificios para mantener dicha institución en pie, los más valorados.


El ser inadaptado en un lugar o una época es otro tema muy fordiano y que aquí está claramente presente.

Un nuevo ejemplo del magistral uso del plano general lo tendremos a la llegada de Jeeter, Bessie y Dude en el coche de este último a la ciudad. Allí veremos cómo alguien toma la matrícula del coche en un cebo que tendrá continuación posteriormente.


Jeeter es eternamente optimista, siempre tendrá alguna idea, y siempre la tendrá sentado plácidamente en un porche.

¿Veis la rueda de repuesto? No sirve para nada, sólo se pueden usar cuatro a la vez”.





Por supuesto Ford dejará detalles de gran observador, observador costumbrista en este caso: el toque a la pluma con la que se firma un contrato para rubricarlo, la fascinación que produce a nuestro trío expedicionario en la ciudad la modernidad que supone la luz eléctrica… Una luz inspiradora, y es que Jeeter encuentra inspiración en cualquier cosa… Lanzará los pantalones de Dude, como hacía Wayne en “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959) con las medias de Dickinson, por la ventana. Una sombra anticipará el robo de los mencionados pantalones, detalles expresionistas de Ford que se suman al humor costumbrista de las luces que va encendiendo Jeeter a su apresurado paso. El infalible y sublime talento de Ford, captando esa inocencia dentro de la picaresca, especialmente con el protagonista, Jeeter.

Por más que Jeeter (Charley Grapewin) invente historias y modos para lograr el dinero que necesita para evitar el desahucio sin tener que trabajar, todo le sale mal. Las plegarias a Dios no son oídas y la mala suerte se cebará con él: el hombre al que vimos tomando nota de la matrícula a su llegada frustrará la compra del coche… Es lo que tiene intentar vendérselo al sheriff. Allí los himnos religiosos y evasivos de Bessie (Marjorie Rambeau) no funcionarán y podremos disfrutar, por fin, de cómo alguien patea al insufrible Dude (William Tracy).



El ritmo que Ford impone a la cinta es trepidante, magnífico, sin freno, equilibrando su crítica social, profunda, y el humor, con esos vagos desesperados y optimistas, la crisis, las pocas soluciones, donde no se buscan culpables ni se busca la sensiblería con las desgracias, sin víctimas. Es igualmente brillante cómo Ford mantiene el tono distendido en un contexto tan duro, cómo es capaz de huir del panfleto, de la demagogia y de la sensiblería con un sentido del humor siempre presente y que sólo tornará taciturno en la parte final.


Ya no hay vuelta atrás, Jeeter gastó todos sus cartuchos sin éxito y su mujer, Ada, responderá con la consabida dignidad y resignación. El estoicismo fordiano.

“… no recuerdo todos sus nombres… porque eran muchas”.

Por su parte, Bensey (Ward Bond), una vez su joven mujer de 13 años lo ha abandonado, cederá, pese a sus reticencias iniciales, a intentarlo con Ellie May (Gene Tierney), gracias a la convincente palabrería de Jeeter, que sigue velando por su familia a su modo hasta el final. Bensey la acepta como si de ganado se tratara… Ellie May estará encantada con la decisión.


Lo fascinante de este asilvestrado personaje es que además de las burradas nos deleitará con románticos y cursis recuerdos sobre su fugada damisela.

Es muy mayor para casarse”.

Bueno, está bien. Dile que se lave y mándamela”.






Ward Bond está magnífico y muy divertido en ese rol, realmente espectacular y haciendo gala de una fuerza tremenda, como en ese memorable momento en el que encaja la bofetada de Dude para luego devolverla y volcar su desastrado coche mientras llora. Esos detalles imborrables del maestro Ford.














2 comentarios:

  1. Madre mía. Hay más cine en un solo plano d esta peli q en varios films patrios de esos tan exitosos sobre apellidos…
    Me encanta tu análisis.
    Disfrutando mucho.
    Gracias x tu trabajo! Refrescante premio para jornadas largas y densas de trabajo!!!

    Bss,

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    1. Y refrescantes son tus comentarios, animan mucho. Muchas gracias, Reina!

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