martes, 8 de diciembre de 2015

Crítica: EL TREN (1964) -Parte 1/4-

JOHN FRANKENHEIMER













Estamos ante una de las mayores obras maestras de uno de los mejores directores de thrillers y cine de acción que ha dado la historia. La lástima es que la mayoría no conozca la una y les suene vagamente el otro. John Frankenheimer es un cineasta de primer nivel, de una altura indiscutible a reivindicar, ya que considero que se le tiene enormemente infravalorado. Sus colaboraciones con Burt Lancaster son antología del cine.

Con una capacidad metafórica tan sencilla y brillante como eficaz, “El tren” resulta un mecanismo narrativo, visual, interpretativo y cinematográfico perfecto. Una obra maestra incontestable.




El indiscutible talento de Frankenheimer ha quedado refrendado en multitud de obras maestras, muchas de ellas muy desconocidas para el gran público. Thrillers absorbentes, vibrantes, adictivos, trepidantes, con un sabor y talento que ha sido referente imprescindible para una gran cantidad de directores actuales así como para el género mismo, que alcanza su modernidad gracias a este director, entre otros.


Los años 60 fueron los más brillantes del director, en especial gracias a sus colaboraciones con el gran Burt Lancaster, una unión que nos dejó varias obras maestras. El primer gran título de Frankenheimer contaría con Lancaster en el papel protagonista, ”Los jóvenes salvajes” (1961), en la que, con todo, sería el título más flojo de su relación en esta primera parte de los 60… Y es que poco después llegarían “El hombre de Alcatraz” (1962), una de sus obras maestras más recordadas; “Siete días de mayo” (1964), una magistral intriga política ambientada en la Guerra Fría; y la que nos ocupa, “El tren” (1964), una de sus obras maestras más incontestables e infravaloradas, excesiva e injustamente desconocida, aunque desde aquí la vamos a reivindicar con fuerza. Actor y director volverían a coincidir en “Los temerarios del aire” (1969), una cinta de acción a mayor gloria de Lancaster que estaba lejos de sus anteriores títulos.



No sólo con Lancaster el gran Frankenheimer logró grandes trabajos: “El mensajero del miedo” (1962), con Frank Sinatra, es uno de los más conocidos, incluso tuvo un remake en 2004 dirigido por Jonathan Demme bastante inferior. “Plan diabólico” (1966) y “El hombre de Kiev” (1968) son otros dos títulos excelentes, brillantes y a reivindicar. “Gran Prix” (1966), un espectacular título sobre carreras de coches, pasa por ser uno de los mejores títulos sobre Fómula 1 jamás rodados. En el drama Frankenheimer nos regaló “Yo vigilo el camino” (1970), ya en la década de los70, con un gran Gregory Peck, una gran película triste y desoladora. De los 70 en adelante los títulos de Frankenheimer parecen perder prestigio crítico, curiosamente un telefilm de 1973, “El repartidor de hielo”, que adapta la obra teatral de Eugene O’Neill, está muy bien valorada. En 1975 Frankenheimer parecía el director más adecuado para dirigir la segunda parte de “French Connection” (William Friedkin, 1971), “French Connection II”, y aunque no es una mala película queda muy por debajo de la original. “Domingo negro” (1977) es una nueva incursión en el thriller del director, una cinta que aunque lejos de sus más brillantes obras resulta muy entretenida. “El reto del samurái” (1982) tiene la curiosidad de la presencia del gran Toshirô Mifune, aunque la película sea mediocre. Los 80 fue mala década para el director, que estuvo a punto de dejar el cine por problemas personales. “El pacto de Berlín” (1985) y “52 vive o muere” (1986) supusieron su irregular retorno. Tras esto pocas alegrías nos dio el director, que llegó a entregar cosas tan infumables como “La isla del Dr. Moreau” (1996), con Marlon Brando. Con todo, el talento siempre está vigente, por lo que en 1998 dirigió su última gran obra, “Ronin”, un excepcional thriller con algunas de las mejores persecuciones de coches de los últimos tiempos. Un gran legado.

Aunque el director frecuentó otros géneros es en el thriller donde dio lo mejor de sí, donde logró sus mejores obras, con la salvedad, curiosamente, de su mejor película junto a “El tren”, “El hombre de Alcatraz”.

En 2002 murió debido a unos problemas tras una operación de columna. Por fortuna nos quedan y quedarán sus grandes obras.

Frankenheimer nos entrega un thriller absolutamente deslumbrante, perfecto, repleto de talento y donde lo más destacable dentro de un conjunto impecable es el trabajo del propio director. Los portentosos encuadres; el uso del gran angular y la profundidad de foco, que permiten un juego perfecto con los planos generales y los segundos planos; los elegantes, categóricos y grandiosos movimientos de cámara, con los travellings magistrales en planos secuencia y las panorámicas ampulosas y espectaculares que retratan una puesta en escena descomunal, con una planificación y manejo de decorados, extras y multitudes sencillamente soberbias, son sólo algunos de los detalles de dirección que nos encontraremos e iré analizando a continuación.

Burt Lancaster, productor asociado, despidió a Arthur Penn, que era el director previsto para dirigir “El tren”. Esto le llevó a pedirle a Frankenheimer, con el que ya había trabajado, como he comentado, que se hiciera cargo del proyecto en una situación desesperada. La cosa fue ideal para el director, que logró un contrato de ensueño, control absoluto e incluso un Ferrari.



París, 2 de agosto de 1944. Día 1511 de la ocupación alemana en Francia. La liberación de Francia por los aliados es irremediable e inminente. Un aparentemente sensible Coronel del ejército nazi, amante del arte, decide llevarse las obras de los museos franceses, las cuales protegió de la destrucción, a Alemania. Un pequeño grupo de la Resistencia tratará de impedirlo por todos los medios.

Una trama simple, como se puede comprobar, una misión perfectamente definida a la que Frankenheimer sacará todo el partido a la vez que desarrollará y definirá a la perfección los personajes y explorará con su habitual talento la sencilla metáfora que vertebrará la narración.

Rasgos de estilo.

La dirección de Frankenheimer es un portento desde que empieza la película hasta que acaba. Los encuadres son obras maestras en su juego con la profundidad de foco y campo, los segundos planos y los planos generales, que redefinen las escenas y su significación constantemente. Los movimientos de cámara, con virtuosas grúas y travellings creando sensacionales planos secuencia, son una auténtica virguería de la puesta en escena.

-El juego con el 2º plano.






Desde el mismo inicio Frankenheimer demuestra cómo se usa la profundidad de foco marcando dos líneas diferenciadas, usando a la perfección el segundo plano, que puede ser móvil o estático, pero cobrando esencial importancia, ya que redefine la escena. Las dos primeras escenas son perfecto ejemplo. Un edificio donde vemos soldados vigilándolo. Frankenheimer presenta esta situación, bélica, con los soldados vigilantes en primer plano. Un coche se acercará desde el fondo del encuadre hasta la puerta del edificio, con lo que se llevará todo el protagonismo de la escena, estando en un segundo plano pero de forma predominante en el encuadre, con lo que la vigilancia pasa a ser secundaria y solamente contexto de la escena, que se centra en ese hombre importante que ha llegado y en el lugar que lo recibe. Lo mismo ocurre en el interior del edificio: en primer plano lo primero que vemos son obras de arte, cuadros, con lo que Frankenheimer nos define el lugar (un museo o un lugar que hace sus veces), para que acto seguido sea el segundo plano, de nuevo en movimiento con la entrada del misterioso militar, el foco principal de la acción. Será este segundo plano el que exija el movimiento de cámara, la panorámica o el travelling, si es preciso, dada su mayor importancia dentro del encuadre. Lo mismo pasará cuando Frankenheimer resalte una de las obras de arte, perfectamente iluminada, al fondo del plano y muy definida a la derecha del encuadre, mientras es observada por Von Waldheim (Paul Scofield) desenfocado, pero en primer plano a la izquierda del mismo encuadre.






Todo este uso del gran angular, la profundidad de foco, el juego con los segundos planos, elementos que entran en primer plano desde un lateral o al abrirse la escena con un travelling de retroceso o una grúa, elementos que vienen del fondo del encuadre a primer plano, a un lateral del mismo, o que se alejan desde ese primer plano… son detalles donde la influencia de Orson Welles es patente. Siempre esa doble capa (o triple o...) que aumenta la significación y el sentido de los encuadres.

Siempre tendremos la profundidad de foco como clave, permitiendo un uso maestro del plano general, la intriga y la suma de elementos a la puesta en escena. Un militar mirando cuadros y al fondo una habitación con luz… por la que entrará la salvaguarda de ese museo.

El museo es un reducto del arte y sus obras serán la sencilla metáfora que albergue la esencia de una nación, el patriotismo bien entendido que Frankenheimer desarrollará de forma magistral. Obras de arte por las que Waldheim siente devoción, un alma sensible con el arte y las imposiciones, que las protegió de la quema y destrucción de su ejército. Lo curioso es que su benevolencia y comprensión, su oposición a las imposiciones, acaba cuando la cosa le interesa a él, y pasa a comportarse como un nazi. Le importan los cuadros, no las personas. Quiere hacer emigrar ese museo, llevárselo en pleno a Alemania, despojar a Francia de sus obras de arte.



En muchas ocasiones me ha admirado la curiosa fatuidad de quienes pretenden imponer las ideas y los gustos por decreto”.





-En el despacho del superior de Waldheim habrá otro gran uso de los segundos e incluso terceros planos. Una apuesta muy geométrica, en diagonal, dando perfecto uso al gran angular y la profundidad de foco. En primer plano estará el superior, a la izquierda del encuadre, mientras que Waldheim se mantendrá en el centro del mismo en segundo plano. Posteriormente otros militares entrarán al fondo del encuadre para dar determinadas informaciones en un tercer plano. Con esta puesta en escena Frankenheimer va redefiniendo la escena del mismo modo que define personajes y roles. En primer plano, agigantado, estará el superior, es el que tiene la capacidad de decisión, mientras que en segundo, centrado, siendo el foco principal de la escena, tenemos a Waldheim, el personaje clave que hará cambiar de opinión a su jefe. Así, el director define a Waldheim como alguien seguro de sí mismo, tenaz y obstinado, él mismo se reivindicará por su iniciativa. Los otros militares que hacen apuntes sobre la situación de las tropas son accesorios, sus comentarios van en contra de las intenciones de Waldheim, que pretende dar prioridad a unos cuadros sobre el armamento bélico que tanto necesitan dichas tropas, pero en nada influirán ante la determinación de nuestro protagonista en el centro del encuadre.


-La muerte de Papa Boule (Michel Simon) también será en segundo plano, con Waldheim y Labiche hablando y el cadáver cayendo tras ser fusilado al fondo del encuadre.



-En la huida de Lancaster del hostal de Moreau, para llamar a su contacto, Frankemheimer usará los segundos planos magistralmente para generar suspense y enriquecer la puesta en escena y la tensión, por ejemplo con el protagonista saliendo por la ventana mientras se encuadra en un travelling de retroceso en contrapicado a un militar haciendo guardia.

-En la escena de la bomba que prepara Lancaster, en el último tercio de la película, Frankenheimer volverá a utilizar de forma sublime los segundos planos para generar suspense y enriquecer la puesta en escena, dotándola de un verismo pocas veces igualado en un thriller. Así, mientras nuestro protagonista ultima los preparativos antes de la detonación, veremos al fondo, entrando en segundo plano, el tren. Una cuenta contrarreloj vista en plano general… Soberbio.


-Gracias al constante juego con el segundo plano que hace Frankenheimer, el clímax final se beneficia de un suspense realmente excelso. Lancaster saboteando los raíles contrarreloj y el espectador mirando al fondo del encuadre por si aparece el tren o algún soldado alemán… El premio a un trabajo de puesta en escena y dirección bien hecho a lo largo de toda la película.

-Una vez Waldheim asuma su derrota tendremos un majestuoso encuadre repleto de significación en el que Frankenheimer vuelve a usar los segundos planos. Un primer plano del Coronel, encuadrado en un lateral, el derecho, dejando mucho aire en el resto para mostrar la hilera de cajas de cuadros que se extienden en la lejanía. El objeto de su fracaso y su deseo. Poco después tendremos otro parecido con Labiche: mientras apaga la locomotora vemos la hilera de cadáveres que han dejado los alemanes antes de irse. El sacrificio humano por un símbolo.



Frankenheimer variará su forma de usar el primer y el segundo plano: así en muchas ocasiones no entrará nadie en cuadro, con lo que su uso será estático, pero en otras no pararán de salir y entrar personajes, unas veces desde el segundo plano y otras apareciendo en primer plano ante la cámara.





-El plano secuencia.




La seguridad de los grandes directores se muestra en los planos largos. Un montaje en exceso sincopado suele denotar un rodaje de poca calidad. El montaje debe ser un recurso, un medio para definir ideas y emociones, para contar con precisión la historia, acorde con lo narrado, no un objetivo en sí mismo. Por ello, en las escenas de acción el montaje suele tener más cortes, para dar más ritmo y hacer sentir las sensaciones más trepidantes posibles. Frankenheimer usará el plano secuencia como una de sus columnas vertebrales de estilo en esta cinta: planos largos, con exuberantes movimientos de cámara y una puesta en escena deslumbrante que lo enseñe todo para que el espectador elija qué mirar en los planos generales. Planos largos, limitando el montaje, incluso en las escenas de acción. De esta forma, Frankenheimer vincula todos los hechos que le interesan, crea pequeñas parcelas, cápsulas, celdas… de puesta en escena que se marcan en el espectador para afianzarlas, definirlas, creando una coherencia visual y conceptual excepcional, una depuración de estilo y puesta en escena ejemplar. Así veremos cómo se realizan los empaquetamientos de los cuadros en plano secuencia, por ejemplo con el cuadro de Gauguin, “¿Cuándo te casas?”. El expolio en un solo plano, donde los amantes del cine bien hecho nos deleitamos viendo paso a paso el proceso. No será la única vez que veamos la maña y artesanía, el proceso de creación de algo en un solo plano. Así Frankenheimer también vincula arte, creación y artesanía, desarrollando la idea y pasión por el arte de forma perfecta desde la puesta en escena.



Gauguin, Renoir, Van Gogh, Manet, Picasso, Degas, Miró, Cézanne, Matisse, Seurat, Utrillo, Braque… Una colección espectacular.







-Un ejemplo sensacional del uso del plano secuencia de Frankenheimer lo tenemos cuando Waldheim va a pedir a su superior que le dejen un tren para enviar los cuadros a Alemania. Con una cámara que se mueve con plena libertad y naturalidad por el ajetreo del funcionarial edificio nazi, Frankenheimer transmite el caos y el dinamismo desde el interior del encuadre, por los movimientos de los personajes de un lado a otro, recogiendo documentos para no dejar nada allí, sin recurrir al montaje. Este plano secuencia no se centra en nadie inicialmente, mira a unos y otros retratando el ambiente y el lugar hasta localizar a Waldheim. Una vez encuentre al personaje lo acompañará hasta su entrada en el despacho del General.





-Lancaster construyendo una pieza para la locomotora averiada. Una gozada en un solo plano minimalista.








-Hay otro plano secuencia sensacional, ejemplo maestro de puesta en escena y planificación. Más sencillo que otros en apariencia, pero igualmente brillante. Se muestra a Christine (Jeanne Moreau) de espaldas mirando por el cristal de una puerta, un travelling la seguirá a través de la cocina hasta el otro extremo para mirar por una ventana. Justo en el momento en el que ella salga de plano aparecerá Labiche (Burt Lancaster) fuera, escalando el muro (un nuevo juego con el segundo plano, aunque lo sitúe en el apartado de los planos secuencia porque Frankenheimer une ambos recursos muchas veces), y acercándose a la cocina donde está la propia Christine. Un momento majestuoso, sin trucos ni cortes. Puro cine y pura autenticidad.




-En el último tercio podremos disfrutar de otro plano secuencia que además muestra una nueva actividad ejecutada de forma detallada. Se trata de Lancaster preparando la bomba en la vía. Todo realmente brillante.



Tras la impecable presentación de Waldheim, interpretado por Paul Scofield, llega la de Labiche, interpretado por el inconmensurable Burt Lancaster. Lancaster es inspector de zona y su escena de presentación volverá a estar llena de grandes angulares.



 -Panorámicas y travellings.

La panorámica y el travelling serán usados constantemente en la película, también las grúas. Estos movimientos de cámara le sirven a Frankenheimer para describir ambientes y situaciones y mostrar su virtuoso manejo de grandes decorados y multitudes. Panorámicas y travellings descriptivos que son la piedra angular de su apuesta por el plano secuencia.





-Son muchos los planos secuencia virtuosos que hay en la película. Los travellings y panorámicas que siguen en Lancaster mientras éste avanza entre los preparativos militares son absolutamente magistrales. Un plano secuencia descriptivo que retrata un ambiente de forma sublime, con un manejo de escenario y multitudes asombroso. Aquí tendremos un recurso estilístico particular dentro del travelling inicial, abandonando al héroe para centrarse en dos militares que hablan sobre los cambios a ejecutar, con lo que el paseo de Lancaster pasa a segundo plano momentáneamente. Esto lo vimos de forma similar en la secuencia anterior en la que Waldheim va a pedir permiso a su superior y Frankenheimer nos retrata el ambiente del lugar. En esta ocasión es el plano del héroe atravesando la zona militar.








-Papa Boule será presentado con un travelling también.




-Un travelling seguirá al sidecar en el que monta Waldheim tras el accidente en la estación de Rive Reine, donde nuestros protagonistas lanzan la locomotora para que impacte en un tren descarrilado. Este travelling le sirve a Frankenheimer para describir la situación de caos provocada por dicho accidente haciendo una nueva exhibición de talento en la puesta en escena.










2 comentarios:

  1. Recuerdo la peli!!! La vi de peque!!
    Cuando afirmas con tanta rotundidad q estamos ante una obra maestra, me aplico en ampliar las imágenes con las q apoyas las afirmaciones (y q bien q las pongas para reforzar!), para asimilar mejor. Me son utilísimas!!
    Por cierto, tb recuerdo haber visto El hombre d Alcatraz, pero no la de Sinatra o la de Peck…pero bucearé un poco por la red pq de Sinatra he visto varias (muchas, pero digo de las serias!!).
    Y sí, La isla del Dr. Moreau es mala maloncia. La vi no por la tele no hace mucho. Con lo q me gustó el libro…
    En fin, esperando el resto d posts con interés!!
    Gracias!!!
    Bss

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    1. Lo es. me fascina cada plano, me deja ensimismado. Parece mentira cómo está hecha y sin necesidad de efectos digitales. Es una cosa sorprendente.

      Gracias a ti, Reina.

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