martes, 17 de mayo de 2016

Crítica CUATRO FANTÁSTICOS (2015)

JOSH TRANK











Anonadado quedé tras finalizar esta película de superhéroes. Sin darme cuenta había estado media hora con la boca abierta y los ojos de par en par una vez habían terminado los larguísimos títulos de crédito. Desperté repentinamente del shock al oír mi nombre a lo lejos, sin poder creer lo que acababa de ver. La primera cinta de superhéroes de interiores. Y no de uno, ¡de cuatro! ¡Cuatro superhéroes haciendo sus cosas y salvando a la humanidad en un miserable laboratorio!





No es que no estuviera advertido, lo estaba, pero no podía suponer el impacto que la película iba a tener en mí. Es la primera película de superhéroes boicoteada desde dentro, por sus responsables, sin el más mínimo escrúpulo, a conciencia. Sólo desde la idea de destrozarla se entiende que se estrenara semejante cosa.

No sé quién escribiría esto (bueno, sí lo sé, Simon Kinberg Jeremy Slater siguiendo la historia del director Josh Trank), pero el director, visto lo visto, se desmarcó inmediatamente diciendo que le habían destrozado la película, que esa que vemos no tiene nada que ver con la suya. No sé, el caso es que para intentar arreglarla recomendaría rodar material para dos horas y pico y quitar los 100 minutos que decidieron estrenar. Da la impresión de que le falta una hora para lograr suspender con dignidad. Un consejo…



El obsesivo batería de “Whiplash” (Damien Chazelle, 2014) es ahora un obsesivo constructor de máquinas teletransportadoras. Miles Teller interpreta a un chico con algún tipo de enfermizo fetiche o problema psicológico, porque su única diversión en la vida es hacer máquinas transportadoras, desde pequeñito. Su madre le soltaba en el parque con la pelota y él se ponía a hacer una máquina teletransportadora, sin descanso. Me da a mí que no debía tener muchos amigos en el colegio, más que nada porque no creo que compartiera hobby con nadie… ¡Hasta cinco se marca en la película! En perfecta coherencia con el coñazo insufrible que es.




Se expone el carácter soñador e idealista, a la par que tenaz, como digo, de nuestro protagonista, Reed Richards, desde niño, con las burdas burlas del profesor, en un recurso francamente ridículo y cruel de guión. Un profesor metiéndose con un crío por sus sueños de teletransportarse resulta infantil y cruel. Que al menos espere como un hombre a que crezca un poco y comprobar que sigue estando perturbado…



Reed y Ben Grimm (Jamie Bell) harán una pronta y firme amistad. El geniecillo y el curioso trabajarán codo con codo en la obsesión de Reed durante siete años. Por supuesto ninguno de los dos tiene novia… Allí, en el instituto, asistiremos a la prueba de la segunda máquina (que sepamos) construida por la pareja de amigos, tras el “fracaso” del primer proyecto infantil de garaje, como Steve Jobs… ¿Cual es la diferencia entre las dos máquinas con siete años de diferencia? Ninguna. Hacen exactamente lo mismo, traer polvo de un sitio indeterminado…



El mismo profesor borde (se hace evidente que no le cae bien este chico) valorará el proyecto para machacarlo, pero por fortuna un científico ojeador que pasaba por allí decide darle una beca a Reed, a Ben no, que ese no es genio, es simple mano de obra, hijo de chatarrero, y todos sabemos que los chatarreros y sus hijos no son inteligentes... Digo yo, que soy mal pensado, que este chico, Reed, debe tener buenas notas, ya que un cualquiera no hace máquinas teletransportadoras en su garaje, pero los profesores le tratan con un desprecio que da que pensar…

Ben ve el cielo abierto cuando su amigo se queda en el laboratorio del Doctor Tormenta (Franklin Storm), el ojeador de talentos inventores, ya que en vez de teletransportar va a poder dedicarse a cosas de chicos chatarreros, como hacer botellón, ligar con chicas, follar en baños de discotecas…

¿Y para qué quieren contratarle y pagarle una beca? ¡Exacto! ¡Para que haga una máquina teletransportadora de materia! Obsérvese el ritmo trepidante y nada reiterativo que lleva la película hasta este momento. Puro vicio, oiga.



Cuando llegamos al laboratorio no nos cabe duda de que la película debe estar patrocinada por Ikea, en plan “monta tu propia máquina teletransportadora interdimensional”, porque sino no se entiende… Allí tendremos más apasionantes minutos de un grupo de chavales ante ordenadores intentando crear una máquina más guay que las anteriores, aunque no sabemos muy bien cuál es el problema.


Reg E. Cathey interpreta al Dr. Franklin Storm, el Dr. Tormenta, un mini Samuel L. Jackson reclutador de talentos que tiene un hijo negro como él y una hija blanca, pero no porque sea un golfo mujeriego, sino porque la adoptó y la cuota de afroamericanos ya estaba más que cubierta. ¡Para que se quejen luego en los Oscar!




La chica blanca (Kate Mara) es responsable y brillante, como buena chica blanca adoptada, mientras que el hijo negro y biológico (Michael B. Jordan) es un macarrilla, aunque inteligente, muchacho que goza haciendo carreras de coches. El padre, harto de esta actitud, le obliga a seguir el ejemplo de su hermana y lo pone a soldar hierros y esas minucias en su laboratorio, para que saque algo de provecho. Tunear la máquina y dejarla “tó guay”, como a sus “bugas”.



Se amaga con una especie de triángulo amoroso entre Reed, el empollón teletransportador, Sue Storm, la hija adoptada del jefe, y Víctor Von Doom (Toby Kebbell), o sea Víctor Von Muerte, como se le conoce por estos lares. Ya de entrada el apellido da cierto mal rollo, quizá eso inclinase la balanza a favor de Reed. Lo de apellidar a tus hijos Von Muerte, queda raro: Jonathan de Jesús Von Muerte, Felipe Von Muerte, Faustina Von Muerte




Los diálogos y chistes que pretenden amenizar la trepidante ejecución de máquinas teletransportadoras son memorables y seductores. Versarán sobre patrones de previsibilidad y cosas fascinantes para las que el resto de los mortales no estamos capacitados… son cosas de científicos listos. Diálogos que parecen escritos por el negro de Juanito Borromeo… Son como cuando un crío se despierta y no sabe muy bien donde está, pero si además ese crío estuviera borracho…



También habrá constantes movimientos de cámara en la puesta en escena, en perfecta consonancia con el ritmo desquiciado que se observa en la película… Hay mucha frontalidad, travellings de acercamiento o laterales. La imaginería traumática y de terror tras la fallida misión no está mal concebida.




La máquina funcionará, faltaría más, pero no les dejarán ir a explorar las nuevas dimensiones, lo que les enfada un poco, sobre todo al protagonista. Así que Reed se vuelve “tó loco”, se toma un Red Bull, porque es un chico que nunca se ha ido de copas, y se lleva a los colegas de “fiestuqui” a otra dimensión, así, sin pensarlo, en un pronto. Para "joder más la marrana" llamará a su amigo Ben, que estaba durmiendo porque es chatarrero, pero responsable, e invitarle al botellón interdimensional.




A los tres cuartos de hora tendremos el accidente que convertirá a los aventureros en “Los 4 fantásticos”. Un viaje que copia literalmente en su imaginería, por ejemplo con ese campo magnético y los trajes que vemos en esa dimensión desconocida, a “Alien, el octavo pasajero” (1979) y “Prometheus” (2012), ambas de Ridley Scott. Eso sí, nada se explica. Ni por qué la máquina va obsesivamente a ese lugar si no hay otras máquinas guays con las que poder relacionarse, ni por qué actúan sin comprobar nada, ni por qué la chica también se ve afectada a pesar de no haber ido al viaje… Me diréis que por la onda expansiva… Y yo os digo: será eso.





Deducimos quién será quién por lo que sucede en el accidente, rocas cayendo en la puerta de Ben, no en las del resto; otra compuerta prendiendo en llamas, la de Storm; y a Reed… bueno a Reed no sabemos muy bien por qué se le estiran sus órganos, pero descubrimos que es el Sr. Fantástico cuando vemos que tiene una pierna atrapa pero sigue avanzando como si no costara.



Sabremos que Sue es la Mujer Invisible porque al ser alcanzada por la onda expansiva, su imagen parpadea. ¿Por qué? Pues del susto, lo más seguro. A Von Muerte lo dejaron tirado en aquel planeta inhóspito, y es que se intuía que no les caía bien y además les daba mal rollo con ese apellido tan siniestro.





Los chicos quedan un poco traumatizados con los cambios que sufren sus cuerpos, como los adolescentes cuando les sale el vello y les crecen los pechos, vamos. Tal es el trauma que Reed se escapa del Área (Área 57) de máxima seguridad por los conductos del aire sin problema alguno para irse a hacer una nueva máquina teletransportadora (yo ya no sé ni cuantas van. 4 o 5). Se escapará desnudo y no hacía tiempo para ir a hacer “running” en pelota picada, se lo digo yo. Observen los 4 pelos mal puestos que tiene Miles Teller en bigote y barba cuando nos reencontremos con él un año después, parece un chavalico de 12 años con la cara manchada de barro.




El resto aprende a controlar sus poderes y mutaciones con duro entrenamiento, trabajando para el gobierno con intenciones militares. Ha pasado un año.




El ejército americano no logra localizar al bueno de Reed, así que le preguntan a Sue si ella podría ayudarles. Unos cuantos planos sobre los ojos de la chica indican que está buscando. Con unos auriculares y Google dará con él en tiempo récord… Esto es hacerse un poco la interesante.

A Reed no le buscan porque estén preocupados por él, sino porque tienen otra máquina a medio hacer en el laboratorio y necesitan encontrarle para que la termine (se ve que no dejaron planos ni anotaciones de la anterior), y sabiendo como saben lo aficionado que es a hacerlas, pues juegan con ventaja. A unos les da por los sudokus y a éste por las máquinas teletransportadoras. No juzguéis.

Creo que esa ya sería la trigésimo séptima máquina que hace durante la película… Cabe la ligerísima posibilidad de que llegados a este punto, dos tercios del film, tengáis la sensación de que la película es un poco repetitiva, aunque quizá sean cosas mías…


No sabemos cómo se ha estado ganando la vida, aunque poco importa, el hecho es que se las ingenia para volver a hacer otra máquina ultra moderna. Reed es un personaje desastrosamente construido… Decidido, sumiso, cobardón, valiente, timorato, héroe de acción…


El hecho es que vuelve a reparar la dichosa máquina en su versión 7. 76, y en el nuevo viaje se encuentran con Víctor Von Doom, que seguía por el inhóspito planeta. Parece que vamos a salir del laboratorio, pero no os preocupéis, es una falsa alarma, enseguida volvemos ansiosos, como si fuéramos agorafóbicos, a él. La película parece “El ángel exterminador” (Luis Buñuel, 1962) en superhéroes aburridos.


Como en el caso de los asuntos amorosos, se insinúa y amaga con explorar el conflicto y amistad entre Ben y Reed, para luego obviar todo el asunto. “La Cosa”, que debía pasar sus ratos libres muerto de aburrimiento cascando nueces a manotazos, decide salir a dar una vuelta dedicándose a la vida militar para encontrar algo de entretenimiento.





Ben, “La Cosa”, es el personaje con el conflicto dramático más potente, porque si bien el resto pueden disimular con trajes sus mutaciones y hasta disfrutar de ellas, él lo tiene un poco más complicado. Como decía el amigo @jigoku_alf, “La Cosa” además de feo se ve sin pene ni órgano genital alguno sin comerlo ni beberlo, aunque va por ahí en bolas sin la más mínima vergüenza. Debe ser frustrante para él no poder decir: ¡la tengo como una roca!, capten la ironía. Además, si se compara con su amigo, el hombre elástico, que puede modificar y estirar todas las partes de su cuerpo a su antojo, es como para guardarle rencor… No es raro que Ben coja manía a Reed, sin miembro y con el otro presumiendo de tenerlo elástico.


Mascadores. Por alguna fetichista razón, al director le ha dado por meter personajes mascando chicle, generalmente si son algo simplones o directamente malvados… y limitadillos. Tenemos a Ben, que no está a la altura de Reed, y al repulsivo Dr. Allen (Tim Blake Nelson), al que da auténtica grima verlo masticar. Si ves a alguno mascando ya sabes que son un poco simples y/o malvados. A Von Doom no le vendría mal uno de esos chicles… Para la voz.


Es de suponer que el pobre Víctor haya echado de menos las hamburguesas, pero no se le ve mal para no haber probado bocado. El caso es que es comprensible que Víctor esté algo enfadadillo por dejarle allí, pero le agradecemos que se cargue al mascador. Lo que no se entiende tan bien es que si el enemigo se quiere largar, porque no se siente integrado o por lo que sea, tú no le dejes irse, que es lo que hace el mini “Nick Fury”, el Dr. Franklin Storm (Reg E. Cathey), al cual mata pero sin estallarle la cabeza, en sentimental concesión. También es cierto que el bueno de Víctor, que estaba feliz como una perdiz en su mundo solitario (aquí no folla nadie), llega a unas conclusiones un tanto apresuradas, pero el caso es que decide destruir nuestro mundo. En su huida, Víctor va explotando cabezas, menos las de los protagonistas. Se deduce que sólo explotan las huecas, quizá, aunque no sé si encaja con el rigor general e idea expuesta.



No sabemos muy bien cómo funciona la máquina, porque Víctor se mete en ella y sin pulsar botón alguno se planta en su planeta, pero llegados a este punto, ¿qué leches importa?





El clímax es glorioso. A Víctor no le duran ni medio asalto “Los 4 Fantásticos”, pero por el poder de “Grayskull” (perdón, eso es de otra cosa)… pasarán de estar medio muertos a zafarse sin problema alguno. De hecho, es Reed el que parece menos útil de todos. Su habilidades son prometedoras para las damas en la cama, pero en esta batalla dejan que desear. En cualquier caso, como es el protagonista hay que hacerle heroico. Con eso de la mutación se ve que tampoco les hacen falta trajes espaciales ni cascos en el planeta raro.



Como por separado no pueden recurren a una metáfora nunca vista antes, unir las fuerzas de todos para vencer, y eso hacen… Se cargan al tío que explotaba cabezas a distancia y que pretende absorber nuestro mundo en dos minutos…



Las motivaciones por las que el villano quiere destruir nuestro mundo resultan bastante confusas. Además, largarse solo a otro planeta resulta tan absurdo como aburrido. Se entendería más si al menos se llevara una cama, un sofá, la Play… y una zagala.







Total, que como premio a esta sucesión de cagadas donde casi destruyen el mundo por una borrachera de Red Bull, les regalan un laboratorio especial para que sigan “investigando” sin supervisión. Ciudad Central.



La película está completamente descompensada, sin desarrollo ni evolución en los personajes, con hora y media de planteamiento y 10 de clímax final. Un montaje pobre y una dirección convencional. Apresurada y atropellada, claustrofóbica involuntariamente.


¡Cómo será la cosa que no sale ni Stan Lee!





8 comentarios:

  1. JUAJUAJUAJUAJUAJUAJUA!!
    Anda, q no has disfrutado casi con el vitriolillo…
    Bss!!!

    ResponderEliminar
  2. Hicieron la película para conservar los derechos sobre los personajes en el cine y no los recupere la Marvel. Y digo yo, ¡¿para qué narices queréis conservar los derechos sobre unos personajes de los que no habéis querido hacer películas si lo hacéis con una película que se carga cualquier expectativa que pudiera tener el público para una futura?! Los ejecutivos de ese estudio deben de mascar chicles a puñados.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exactamente! Es más, según he leído ya cancelado la secuela, así que imagínate!

      Eliminar
    2. Debería haber algo para castigarlos por hacer esto.

      Eliminar
    3. El único que entienden es el fracaso en taquilla, que lo han tenido al menos...

      Eliminar
  3. La antorcha humana ahora es negro y la cosa un tirillas. De verdad, ¿hay alguna ley en Hollywood que prohíba que los actores se parezcan a los personajes que interpretan? porque a veces parece que lo hacen a propósito. Pero si es que lo tenían hecho ¿quién debería ser el hombre de piedra? pues obviamente Dwayne "The rock" Johnson. Pero nada, que es demasiado complicado para los directivos de la Fox.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Anónimo. El casting es tremendo. No hay por donde coger nada... Un saludo.

      Eliminar