jueves, 12 de febrero de 2015

Crítica: WHIPLASH (2014) -Parte 2/4-

DAMIEN CHAZELLE














Dos personajes excelsos. Mourinhismo en vena.

No sólo el intensísimo y poderoso duelo, uno de los mejores en mucho tiempo, de los dos personajes protagonistas es sublime, el retrato de ambos también es excepcional, definiendo dos personalidades arrebatadoras, seguras, ambiciosas, especiales y perfectamente expuestas. Dos perfeccionistas.



Su relación es francamente fascinante porque ambos personajes son tremendamente parecidos y, paradójicamente, buscan lo mismo, encontrar la genialidad, la leyenda, pero para lograrlo su duelo, su enfrentamiento, debe ser bestial, intenso, sin medias tintas. Ambos son seguros, decididos, conscientes de su talento, egocéntricos, ambiciosos, sacrificados, luchadores, competentes, trabajadores… Pero hay una diferencia o un elemento que justifica el enfrentamiento, el ego.

Si bien Fletcher quiere encontrar la leyenda, el genio, un nuevo Charlie Parker, a éste le da exactamente igual quien sea, no hay cariños, no hay caricias, no hay peloteos, no hay un solo elemento que cuente que no sea el mérito, el talento puro y el trabajo. En cambio a Andrew no le da igual quien sea esa leyenda, porque esa leyenda, el nuevo genio, quiere ser él, se sabe especial, se sabe mejor y quiere que se le valore.

Ambos personaje se machacan al mismo tiempo que se admiran con delectación y en secreto, porque aunque a Fletcher le da igual quien sea ese genio, ve en Andrew a alguien que podría serlo, por eso cada acto que hace y le vemos en la película va encaminado a su alumno, para que lo demuestre, sin escrúpulos, decidido a machacarle por la sencilla razón de que si es el nuevo genio, saldrá a flote. 

La admiración es mutua y secreta, se respetan al máximo de la misma forma que están dispuestos a destrozar al otro. Por ello, para Andrew la única opinión que cuenta es la de Fletcher, la de nadie más. Es una forma de reconocer su valía, su competencia y talento. Lo mismo ocurre con el profesor, su naturaleza exigente se manifiesta en toda su crudeza y contundencia con Andrew más que con cualquier otro porque ve en él algo que no ve en los otros, por eso acabamos intuyendo que todo lo que hace es una manera de forzar, de llevar al límite al que cree tener un talento excepcional, incluso usando a otros alumnos en ese camino (el que expulsa, al nuevo compañero que recluta…).

Su vínculo y parecidos son indiscutibles, incluso habrá ciertos paralelismos en sus procederes, por ejemplo, ambos espiarán en la clase del otro… Primero veremos al profesor hacerlo y acto seguido al alumno. Habrá otro paralelismo curioso, es aquel que los relaciona con los accidentes de tráfico. Fletcher mentirá contando que un alumno suyo murió en uno y Andrew padecerá un choque espectacular que casi le mata y le acaba llevando al fracaso en una competición.




Hay otro detalle significativo, en la primera clase a la que asiste Andrew todos los alumnos mantendrán la vista baja ante la llegada de su profesor, menos él, inconsciente aún de cómo se las gasta podría ser, pero que finalmente se demuestra como un detalle más de la distinción de su carácter.






La historia de Joe Jones y Charlie Parker, como el uno convirtió al otro en leyenda, es clave en la filosofía mourinhista de Fletcher, de la que Andrew es un fiel seguidor. Un leit motiv. Jones lanzó un platillo de la batería a Charlie Parker en protesta por su interpretación durante una actuación, lo que despertó las burlas de los presentes. Ese hecho fue el que hizo que Parker se convirtiera en “Bird”, en la leyenda, en un músico de referencia, en el genio, porque ese acto le espoleó, le hizo que practicara, trabajara y volviera para hacer el solo más espectacular de la historia… Se repetirá en varias ocasiones esta historia, ampliándola, explicándola y poniéndola en contexto para definir en qué consiste esa búsqueda, en qué consiste la filosofía de uno y el aprendizaje del otro.

Cuando Fletcher lance una silla a la cabeza de Andrew, el chico se desconcertará, quedará ridiculizado, pero el mensaje es claro en el paralelismo con la historia de Jones y Parker. Una escena traumática. El maestro cree haber descubierto un gran talento, pero queda el más duro trabajo, sacarlo en su máximo esplendor. 




Ciertos comportamientos en los protagonistas serían utilizados en otras pelis para hacer juicios morales, aquí son la esencia de la filosofía que se pretende exponer.

-La escena clave a nivel conceptual, la que expone de manera brillantísima la tesis de la cinta, una tesis valiente y contracorriente, es la de la conversación entre Fletcher y Andrew en el club de Jazz que el alumno visita para descubrir tocando a su maestro. Mourinhismo excelso. Una sensacional exposición de la filosofía que mueve a ambos personajes con la historia de la conversión en “Bird” de Charlie Parker como base. Llevar al límite, Charlie Parker, el “buen trabajo”...

Quería que mis alumnos se esforzaran más allá de las expectativas”.

Así que imagina que si Jones le hubiera dicho: Está bien Charlie, sí, está bien. Buen trabajo… Charlie habría pensado: Bueno, he hecho un buen trabajo… Fin de la historia, nada de “Bird”. Y para mí sería una tragedia. Pero es lo que quiere el mundo ahora”.

-Fletcher: No hay dos palabras que sean más dañinas en nuestro idioma que “buen trabajo”.

-Andrew: Pero hay un límite. ¿Y si tal vez se va demasiado lejos y se disuade al próximo Charlie Parker de convertirse en Charlie Parker?

-Fletcher: ¡No, qué va! Porque el próximo Charlie Parker no se dejaría disuadir.

-Andrew: Ya.

A Connelly sólo lo usé para incentivarte”.




Andrew Neyman (Miles Teller): Andrew es el personaje que más evoluciona, para eso es el alumno. Así en un principio le descubrimos como tímido, obediente, disciplinado incluso. Ese retrato queda excepcionalmente expuesto, un chico que intuye su talento, pero necesita de una aprobación autorizada para comenzar a sacar todo su potencial y su verdadero carácter. Irá al cine con su padre (Paul Reiser) de manera habitual y allí comerán palomitas con o sin pasas, algo entrañable (el gusto cinéfilo de ambos es excepcional, irán a ver “Rififi”, la joya de Jules Dassin de 1955), mirará con timidez a la chica que trabaja en dicho cine, que le gusta, pero sin atreverse a decirle nada, y obedecerá escrupulosamente las órdenes de sus profesores aceptando ser el batería suplente en su curso.




Cuando Fletcher acuda a su clase y tras una farsa de casting, ya que el profesor es evidente que lo tenía fichado desde la primera escena, se producirá un cambio en Andrew, que comenzará a adquirir seguridad en sí mismo, su actitud varía, sus sonrisas son satisfechas, su atrevimiento crece, lo que le lleva a pedir salir a la chica del cine…



A partir de ahí la ambición de Andrew no tendrá freno, es la persecución obsesiva y ambiciosa de un sueño, de su máximo sueño, y estará dispuesto a renunciar a lo que haga falta. Así descubriremos la esencia de Andrew, obsesivo, solitario, ambicioso, sacrificado, luchador, trabajador, egocéntrico, consciente de su talento, competente, decidido…

Andrew jamás se quejará por las jugarretas y dificultades que le pone Fletcher, sólo protestará en una ocasión por una cuestión de mérito. Incluso no quiere denunciar a su profesor, acepta el juego, lo plantea como un reto, sólo el abismo, la sensación de impotencia, le lleva a seguir las recomendaciones de tutores y abogados.

Ni cuando le roban la partitura, ni cuando se la cambian, ni cuando tiene un accidente o se le pincha la rueda al autobús que le lleva se quejará o pondrá una excusa. Cualquiera en su lugar daría explicaciones, se disculparía, trataría de que se fuera condescendiente con él, pero Andrew no, Andrew admite la máxima exigencia sin titubeos porque él mismo se exige al máximo.

Su retrato es magnífico y sutil, pinceladas suaves que lo definen con talento y precisión, tímido con la chica, solitario, yendo al cine con su padre y regresando solo a casa mientras sus jóvenes vecinos celebran una fiesta de la que permanece distante…





El tímido chaval irá cobrando y sacando su verdadera personalidad conforme su ego se haga mayor, un aspecto realmente brillante en la construcción del personaje. Su sonrisa cuando sea reclutado por Fletcher será el paso crucial. Se lo tomará como lo que es, un reconocimiento a su talento, una certeza, que si está allí es porque lo vale. Apenas dudará, aunque a partir de ahí su profesor se lo ponga lo más difícil posible, no titubeará ante las continuas perrerías de su maestro porque confía plenamente en sí mismo y su carácter cerebral analizará a nivel global la situación, es decir, si está ahí es por algo, regodearse en la autocomplacencia o la mediocridad, pedir disculpas por su posición, no es una opción a barajar. Desde ese momento Andrew cambia y su confianza se va haciendo cada vez más patente, un entusiasmo que le lleva a pedir salir a la chica del cine, a la que no se atrevía hacerlo, y a competir y superar las barreras que su maestro le vaya poniendo para llevar sus límites al máximo.



La única opinión que Andrew valora es la de Fletcher, no sólo por su posición, sino por su talento, su objetividad. Sabe que si él dice que vale, es que es así. Por eso absorberá sus consejos en las buenas, y los mantendrá en las malas, aprendiendo a desconfiar, pero manteniéndose firme.

Este choque bestial con Fletcher impulsará a Andrew no sólo para llegar al máximo con su sueño, sino para alcanzar la madurez, para salir de la infancia y la burbuja donde estaba a resguardo.

Andrew dudará en varias ocasiones, pero su esencia, su carácter, le impulsa hacia su objetivo. Tras la humillación en la primera clase elegirá su destino, se lamerá las heridas y decidirá ensayar y trabajar más. Hasta herirse las manos para crear callo. Una decisión sin posible vuelta atrás, el todo o la nada.



En la conversación que mantiene con Nicole (Melissa Benoist) en la pizzería tendremos sutiles retazos del carácter ambicioso de Andrew, que iremos descubriendo paulatinamente ya que en principio no da esa sensación. Será cuando se muestre orgulloso de su elección de escuela músical por ser la mejor del país. Del mismo modo su carácter individualista queda de manifiesto cuando reconozca que se siente desplazado en la escuela, que cree que no gusta mucho, pero que eso en realidad no le influye en lo más mínimo, algo cierto.

Andrew es inteligente y se muestra cada vez más decidido, así no dudará en lanzarse al escenario aprovechando la oportunidad que la pérdida de una partitura le da, sin remilgos ni tormentos de conciencia por haberla perdido él y aprovecharse de la situación en detrimento de su compañero. Además sabe que en el concurso, ante el público, tiene protección, no puede recibir el acoso del profesor, ahí no podrá atacarle… luego quizá…




El éxito en el concurso es un nuevo estímulo para el ego de Andrew, ajeno a la presión y el resquemor que despierta en su compañero batería y el resto de la clase, una nueva enseñanza. Disfrutando satisfecho. Sin mojigaterías, de nuevo una sonrisa delata el avance, sus sonrisas son como signos de puntuación que señalan el paso al siguiente nivel. El ego por las nubes que se irá manifestando poco después. La sonrisa final de ambos personajes rubrica la película.



La escena de la cena en familia es la que define la manera de ver las cosas de Andrew, allí se harán interesantes reflexiones y contrastarán pareceres, definiéndose con claridad el personaje de nuestro protagonista. Allí, en familia, le bajarán, o pretenderán hacerlo, un poco los humos, pero Andrew sacará ese carácter que le hace distinto.

-Familiar: ¿Y cómo se sabe quién gana en un concurso de música? ¿No es subjetivo?

-Andrew: No.

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-Andrew: Creo que ser el mejor músico del siglo XX es la idea del éxito de cualquiera.

-Padre: Bueno, morir arruinado, alcohólico y heroinómano a los 34 no es exactamente mi idea del éxito.

-Andrew: Prefiero morir alcohólico y arruinado a los 34 y que hablen de mí en una cena que vivir rico y sobrio hasta los 90 y que nadie recuerde quién fui.

Andrew convertido en mourinhista radical. Su buscada soledad, su afán de notoriedad y reconocimiento, su ambición por ser el mejor, su desprecio a la mediocridad, la amistad como algo secundario… Una conversación donde ambas partes tienen razón y no tendrían por qué ser excluyentes. En ese duelo dialéctico de posturas tan enfrentadas encontramos mucho espacio para la reflexión y para descubrir puntos de acuerdo, flexibles, compatibles… Cada uno ve el éxito en un sitio.


Las fases de la evolución de Andrew están desarrolladas y cuidadas a la perfección, el tímido chico del inicio irá sacado las uñas poco a poco y lo visualizaremos en pequeños gestos, primero con una sonrisa satisfecha, la petición a Nicole (Melissa Benoist) para salir, luego demostrando su competencia sin sentimentalismos con su compañero y competidor en la batería, luego en una conversación familiar en una cena, más tarde enfrentándose a su profesor cuando le releve, enfrentándose a profesor y compañeros y agrediendo incluso al primero en su fracaso el día del accidente…



Él es consciente de que es mejor que su nuevo competidor, que los dos, y que el nuevo no lo hizo bien, no se cortará en decirlo ya.

Sus obsesivos ensayos en soledad son un fiel retrato de su ambición y determinación. Sangre y hielo. 




-En el retrato de su obsesión es fascinante ir descubriendo el carácter especial y único de Andrew, lo que le hace distinto. Una obsesión encaminada a la trascendencia. El ejemplo perfecto lo tenemos en la prueba que le lleva al fracaso tras el accidente de coche. Con todo lo que sucede ese día cualquiera estaría perturbado, preocupado, distraído, desconcentrado, fuera de lugar, pensando en las circunstancias, lo que le ha sucedido, en su responsabilidad, por ejemplo con el coche alquilado siniestrado que ha dejado a la entrada… Pero Andrew no, la única responsabilidad que siente como suya es tocar. La pura y obsesiva determinación a ritmo de batería, simbolizada en ese plato decorado con gotas rojas de sufrimiento.


-La impotencia le llevará a la agresión, pero se negará a denunciar a Fletcher por su presión psicológica, el estrés y la ansiedad que causan sus métodos, relacionándose de nuevo con el caso de suicidio ocurrido poco antes. Se negará inicialmente en un extraordinario montaje paralelo, porque él sabe que esa obsesión y ansiedad no se las ha provocado Fletcher, sino que las llevaba él mismo de serie, pero su impotencia, ver su sueño truncado, le hará rectificar y denunciar finalmente.



Andrew jamás pone excusas ni disculpas, acepta la mala suerte y las perrerías de Fletcher sin rechistar, salvo cuando se refieren a sus méritos, cuando su maestro le rebaja, le hace de menos, en esos momentos protestará. Lo mismo ocurre cuando se ve atrapado, impotente, cuando ve como su sueño se escapa, donde recurrirá a la agresión o denunciará a su maestro.





El último paso en la evolución será con el maquiavélico plan de Fletcher, decidido a acabar con él, cambiando el repertorio a última hora, incluyendo un tema que Andrew no conoce y haciéndole fracasar ante todos en su última oportunidad. Como comenté antes, Andrew toma nota de lo que le dice Fletcher, por eso aunque le embargará una sensación total de fracaso, al abrazarse con su padre resurgirá de nuevo, volviendo a la batería para rubricar el mejor solo de su vida. Al estilo de "Bird".


Miles Teller, que ha sido infravalorado por la portentosa interpretación de J. K. Simmons, está sencillamente extraordinario, en esta fase, donde parece decir adiós a su sueño, no se puede estar mejor. Sorprende que no esté nominado por esta deslumbrante interpretación, muy superior a la de varios candidatos a la estatuilla de este año.








Fletcher (J. K. Simmons): Siempre vestido de negro, como un ser salido del infierno. El profesor de más talento de la escuela más prestigiosa, de oído fino, capaz de distinguir el más mínimo fallo, de descubrir el talento y el talante. Duro, egocéntrico, competente, meritócrata máximo, consciente de su talento, trabajador, obsesivo, ambicioso… no escatimará en nada para lograr sus propósitos, sin miramientos ni sentimentalismos, absolutamente cerebral. A Fletcher se la “refanfinflan” las competiciones y los concursos, se aprecia en sus actos durante la narración, encubiertamente dispuesto a jugárselos con tal de que el chico en el que ha puesto sus miras pueda acabar rompiendo en genio.

Su actitud con Andrew no es nunca complaciente, más bien al contrario, buscará destruirlo con las mismas ganas que busca encumbrarlo, no hay término medio ni sentimentalismos, porque cree que a través de lo uno, la presión máxima, puede lograr lo otro, el brotar de la verdadera genialidad… En el genio, no en cualquiera.

Fletcher tiene aura de leyenda en el conservatorio y es consciente de que su opinión va a misa, su valoración positiva es la más ansiada y Andrew será la única que tenga en cuenta. Ese poder, esa jerarquía, ese miedo que ejercer en sus alumnos, será el que utilice para lograr sus propósitos.


Fletcher jamás hace nada sin doblez, es una mala pécora con procederes bastante femeninos, muy inteligentes, manipuladores. Fletcher es taimado y astuto y todo lo que hace lleva una segunda intención, como demuestran todas y cada una de sus acciones en la película. Su falsa comprensión y complicidad, sus falsos castings, sus pequeños “robos”, sus reclutamientos sorpresivos para crear competencia…


Primero atemorizará a Andrew expulsando a un alumno, pero le hará confiarse con una conversación cómplice. Cuando esté relajado le asestará un golpe que lo dejará medio K.O. Pura manipulación psicológica para forjar un carácter digno de su talento. J. K. Simmons, sublime durante todo el metraje, convence a Andrew con su radical competencia y su “oído”. Un hombre tan competente como amenazante.


Curiosamente, siempre dará pistas a Andrew, especialmente con la historia de Joe Jones y Charlie Parker, la pista clave, la idea filosófica que subyace en sus enseñanzas y en la que fundamenta su búsqueda de la genialidad. Otra pista tendrá relación con la anterior, cuando Fletcher le tire una silla a la cabeza a Andrew, paralelismo claro con la historia de Jones y Parker que le contó poco antes.

No te preocupes por los números ni por lo que piensen los demás. Tú estás aquí por una razón”. Andrew, a pesar de las perrerías que irá sufriendo de ese, aparentemente, cómplice maestro, seguirá esa idea con firmeza.

Fletcher buscará las debilidades psicológicas de Andrew, de todos, para atacarles por ahí, para fortalecer esos puntos si de verdad tienen madera. Por eso indagará en ciertos aspectos de su vida, de sus padres, para sacarlos cuando sea menester, hacerle titubear, balancearse, dudar, para espolearle, hacerle agresivo, rebelde…

Fletcher educa a Andrew a muchos distintos niveles, obligándole a madurar, más allá de su habilidad con la batería, haciéndole abandonar la infancia, convirtiéndole en un hombre, forjando un carácter.




Cuando Fletcher lanza la silla a Andrew y lo ridiculiza en público busca una cosa, ver la madera de ese chico, si va a responder, si tiene el carácter suficiente para llegar a ser quien puede ser. Le da una paliza psicológica para comprobar si vuelve. Si lo hace es un paso en su evolución.

Si vuelvo a encontrar una de estas tirada por ahí, os juro por Dios que se me acabará la amabilidad”.

Si le das una calculadora a un subnormal la usará para encender el televisor”. 

Dicho todo esto. ¿Quién creéis que robó la partitura a Andrew cuando la dejó en una silla para sacar una bebida de la máquina? Recuerden que Fletcher avisó poco antes de lo que ocurriría si veía una de esas partituras sueltas por ahí… No da puntada sin hilo.

Robar la partitura es un acto sibilino de extrema inteligencia, conocedor de las debilidades, como comenté, de sus alumnos. Sabe que el batería titular no se atreverá a salir sin partitura, pero que Andrew sí. De esta forma encubierta su manejo es perfecto, ya que es la manera más sutil de deshacerse del batería titular sin suscitar resquemores hacia él y sin que Andrew sospeche esa preferencia, manteniendo su grado de tensión, que no intuya un trato de favor, manteniéndose así en su posición de superioridad. 

Es sensacional la actuación, una vez más, de J. K. Simmons en esta escena, su tensión y crispación inicial ante la incógnita de si Andrew cumplirá y su paulatina relajación cuando ve que la cosa funciona…


La historia del antiguo alumno Sean Cassey es otro punto importante en la definición del personaje. Le veremos perturbado en la escena donde decide relevar de la titularidad a Andrew sin que sepamos por qué, salvo que ha debido recibir una mala noticia. Sus lágrimas ante sus alumnos vuelven a resaltar sus sentimientos, pero es difícil discernir hasta qué punto es actuación, ya que la historia que cuenta, un accidente de coche, es mentira. Le rendirá homenaje a un chico que se suicidó al no superar el trastorno psicológico que le produjo estar con él en clase. Ahorcado. Simmons está deslumbrante. Sencillamente espectacular.




 







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