viernes, 13 de febrero de 2015

Crítica: WHIPLASH (2014) -Parte 3/4-

DAMIEN CHAZELLE














Una escena encantadora

La relación entre Andrew y Nicole (Melissa Benoist), una chica muy mona, es extraordinaria y deja una de las escenas románticas más encantadoras vistas en mucho tiempo.

Su relación empieza con timidez, un Andrew (Miles Teller) que no se acaba de decidirse a decirla nada por falta de confianza y vergüenza, pero cuando se sienta valorado por su profesor, Fletcher (J. K. Simmons), se lanzará sin pensarlo, una petición en plano frontal lateral con bromas de aceptación. Es posible que ni os percatéis, pero cuando se rompa el hielo con la broma de Nicole, la cámara avanzará imperceptiblemente, cerrando el vínculo. Detalle de director talentoso.



La escena de la pizzería es una de las escenas románticas más encantadoras y entrañables vistas en mucho tiempo. Dos chicos tímidos, solitarios, con sus complejos, sincerándose y creando un vínculo honesto… Lástima que la cosa termine como termina, siguiendo la concepción nada complaciente de la cinta.

El momento donde Andrew se confiesa diciendo que aún va al cine con su padre y el infantil gestito con el pie de ella, resultan francamente encantadores.

Todavía voy al cine con mi padre”.





Hablarán de las críticas de sus padres, de sus vergüenzas, de la timidez de Andrew bajando la mirada cuando hablaba con ella en el cine, de Jay Leno… Los planos pasarán a ser muy cortos, primeros planos de los rostros, cuando las preguntas sean más personales. Aquí se marcarán ciertas diferencias entre los personajes, ella es una chica normal, sin una ambición concreta, mientras que Andrew presume de escuela por ser la mejor del país, un paso lógico para él si quiere convertirse en estrella. Esto avergonzará algo a Nicole, como si se sintiera mediocre, pero optará por abrirse hablando de su autenticidad y de cómo se siente desplazada en su escuela, algo en lo que coincide con Andrew… Momento de la confesión de sus visitas al cine con su padre. Una autenticidad que también los une, una sinceridad que los vincula.



La escena de la cena en familia escenifica y muestra la filosofía y forma de ser de Andrew, cada vez más seguro de sí mismo, su convicción, basada en el modelo de su profesor. Una escena de naturalidad extraordinaria.



Cuando el ego de Andrew se vaya viendo más satisfecho, cuando vea su sueño más cerca, empezará a dudar de su relación. Primero no contestará al mensaje al móvil que Nicole le manda y poco después decidirá cortar por lo sano en una dura y fría escena. Se anticipará usando el prejuicio y cierta cobardía personal, rompiendo con la chica por considerar que puede ser un motivo de conflicto futuro en su carrera, que querrá una atención que no podrá darle porque quiere centrarse en su sueño. Una opción compleja, ya que denota la cobardía mencionada y a su vez una especial valentía y honestidad. Melissa Benoist, que interpreta a Nicole, aguanta magníficamente los primeros planos muy sostenidos que tiene en esta escena. Chazelle se muestra solidario con ella, no comparte este gesto de él, algo que escenifica en la planificación de la secuencia, en la que si observáis, la cámara se acerca a ella en sus planos y se aleja de él en los suyos, quedándose con un gran primer plano del rostro de la chica y un contraplano lejano de él.




Montaje jazzístico y encuadre musical.

Si hubiera justicia el montaje de “Whiplash” se llevaría el Oscar de calle, no sólo por su virtuosismo intrínseco, sino por cómo está integrado con la misma esencia de la película, recreación visual de la música, del Jazz, es un montaje jazzístico, imágenes acompañando a la música como en un vals que llega a sus momentos más excelsos en las interpretaciones musicales. Cámara y montaje bailarán en perfecta comunión, danzando subordinados al ritmo de la música, del Jazz.





Un montaje que lejos de resultar muy sincopado en esa buscada fusión con la música, está medido a la perfección, usado cuando se debe.

-Desde el mismo inicio Chazelle desvela sus bazas, al ritmo de Whiplash seguirá a nuestro protagonista saliendo del conservatorio y utilizará un montaje con los exteriores y los edificios que se fusiona al ritmo de la música.



-No siempre habrá este juego con el montaje, la película en general es realmente sobria y depurada en todo momento, una dirección excepcional, el uso del montaje en sentido musical se centrará en las actuaciones y otros momentos donde lo musical sea importante. En el resto de escenas habrá un lenguaje cinematográfico clásico, de planos y encuadres precisos y sobrios, depurados, sin estridentes movimientos de cámara gratuitos, todo muy medido, de planos sostenidos y ritmo trepidante y ágil.




-Chazelle mima toda la liturgia musical y lo hace a través del montaje, planos cortos con los músicos cuidando y preparando sus instrumentos, acariciándolos, colocándolos, montándolos, probándolos. Las piezas de cada instrumento, afinándolas, preparándolas, cada una es esencial y Chazelle casi les rinde pleitesía. Esos planos arbitrarios, pequeñas notas, siguen esa filosofía que fusiona la música y la imagen, ya sea fundiéndolas en ritmo o jugando con el contenido de las estampas.




Saxos, trompetas, baterías, soplando, golpeando, una rutina fascinante. 

-Serán muchas las escenas donde Chazelle recurra a mostrar los instrumentos musicales, antes o durante una actuación, especialmente la batería. Las baquetas, sus golpeos frenéticos o suaves, el plato vibrante, la caja marcando el ritmo, los bombos atronadores…





-De hecho, la batería será casi un personaje más, siempre presente en las actuaciones, siempre en plano de alguna forma cuando Andrew va a tocar, compartiendo encuadre o con algún elemento, una baqueta, un bombo, apoderándose del mismo en su totalidad.





-La primera clase de Andrew, tocando “Whiplash”, es un baile de la cámara, moviéndose con soltura por el aula, al ritmo de la música, apareciendo el montaje de forma ocasional en interrupciones. Lo de J. K. Simmons en cada aparición, pero centrándome en esta secuencia también, es de otro mundo. Espectacular.



-Las escenas de Andrew ensayando en soledad, con las baquetas llenando los planos, el montaje sincopado simulando el frenético golpear de la batería, las panorámicas rápidas que van de la caja a los platillos o el "Charlie", son música visual de una excelsa intensidad. El duro sacrificio visualizado en la sangre en las manos de nuestro protagonista.




-El montaje paralelo para el momento de la decisión de Andrew sobre si denuncia o no a Fletcher es otro detalle excepcional con un uso magnífico de la edición. Andrew se negará a denunciar inicialmente a Fletcher porque las acusaciones en relación a él las entiende como falsas. Andrew no siente que le haya presionado, que la obsesión y la ansiedad que ha podido sentir no son por culpa suya, sino que son inherentes a él, a su búsqueda de su sueño, algo que queda retratado en ese montaje paralelo donde le vemos de niño tocando la batería, una vocación infantil ya. Siempre fue su sueño y Fletcher sólo era un medio para lograrlo, no puede culparlo… Pero cuando ve su situación actual, esa misma pasión y vocación, ese amor a la batería al que debe renunciar, le lleva a la impotencia, porque Fletcher se ha convertido en el obstáculo, con lo que actuará con rencor, rectificará y denunciará. La cámara acercándose sutilmente para el momento en el que toma la decisión es un gran momento expresivo desde la dirección.





Dígame qué tengo que decir”.

-El clímax nos deja el cénit del virtuosismo en el montaje, travellings, cortes muy sincopados en los arranques rítmicos, panorámicas y barridos cuando es menester, una gozada… Música e imagen en perfecta comunión.




Son muchos los planos que vemos de la nuca de Andrew, en travellings de seguimiento, también de frente, pero los que vemos de su espalda son especialmente llamativos y numerosos. Es el retrato de una obsesión, andando decidido por pasillos, descubriendo el duro camino del proceso creativo, de llegar a nuestros límites, esos que no sabemos que tenemos, de superarlos. Y es que la dirección deja muchos detalles interesantes a todos los niveles, desde la concepción del montaje a la búsqueda de intensidad dramática, pasando por la dirección de actores, que logra interpretaciones portentosas.



Chazelle también busca la naturalidad y libertad que definen la esencia del Jazz en muchos de sus encuadres, ante los que permite que desfilen personajes tapándolos momentáneamente, cruzándose ante el objetivo.



Hay más detalles brillantes de dirección, además de los que he ido desarrollando durante el análisis, por ejemplo, esa cámara lenta retratando el éxtasis egocéntrico de Andrew tras su amable primera conversación con Fletcher el primer día de clase.




Más ejemplos en los encuadres, serán numerosos los planos lejanos con puertas enmarcando a los personajes o dejando el encuadre vacío tras pasar por él, recursos que irían de Bresson a Ozu, sobre todo en la parte final, y que retratan ese entorno asfixiante para Andrew, castrado sin poder perseguir su sueño.





 






2 comentarios:

  1. Pero q análisis tan bueno!!!
    Mucha curiosidad por ver esa escena romántica q tanto te ha llamado la atención.
    Realmente vibrante. Como la peli.
    Estoy disfrutando mucho.
    Espero verla pronto…
    Gracias x el trabajazo de las imagenes. En post de hoy, con tantos planos, contraplanos, nucas, etc viene muy bien.
    Esperando la última. Snif.
    Bss

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    1. Jjajaja me gustó mucho, es bonita y entrañable, y muy sencilla. Es una película muy potente, a pesar de estar mucho tiempo en salas de ensayo y esas cosas. Creo que te gustará.

      Besos.

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