martes, 1 de diciembre de 2015

Crítica: HELLBOY (2004)

GUILLERMO DEL TORO











Me entretuvo esta cinta de Guillermo del Toro, a pesar de ciertas tonterías y recursos supuestamente humorísticos en la puesta en escena y ciertas secuencias de acción. La valoración general es positiva, tanto de ésta como de la secuela que el director estrenó 4 años después.

Hellboy" es una aceptable cinta de acción basada en un cómic, es la moda, la nueva ola, y eso que aún no se había disparado la cosa como ahora…  Cientos de películas basadas en comics se suceden una detrás de otra. Una falta de ideas alarmante. Un nuevo género en sí mismo. La película dirigida por Guillermo del Toro es entretenida, tiene energía, ritmo y un estilo visual acertado, muy "de cómic". Sus personajes son interesantes y contiene un tono que va más allá de lo evidente con cierta profundidad (Hellboy y su enamoramiento por ejemplo), lo que hace de esta película un digno entretenimiento.


Por supuesto tiene defectos que iré desgranando, los habituales tópicos de este tipo de películas y clichés en algunos personajes, así como un guión que en ocasiones resulta un poco deslavazado. Los efectos especiales son sólo pasables.

La cinta nos lleva a una introducción que escenifica los recuerdos de un joven Trevor “Broom” Bruttenholm, a la 2ª Guerra Mundial y la batalla contra los nazis, a 1944. Un “Broom” protagonizado en su juventud por Kevin Trainor.





Una notable introducción desde el punto de vista formal en tonos grises, con lluvia y contrastes lumínicos donde los nazis pretenden abrir un portal a otro mundo, un mundo infernal. Una gran atmósfera.




Una escena inicial donde Guillermo del Toro ya va planteando la concepción religiosa que subyace en la narración, con símbolos cristianos en contraposición con los demoníacos invocados por los nazis. Un duelo entre Rasputín, al que se relaciona con el demonio, no en balde su muerte real fue sorprendente, y el cristiano “Broom” que adopta un hijo demoníaco.




Hellboy” explora todo el “universo Del Toro”. Encontramos un buen número de sus claves conceptuales y estéticas. La comunicación entre mundos, un clásico de Guillermo del Toro, que aquí representa la amenaza contra la humanidad y a la vez su salvación, con ese bebé demonio que se cuela y que será nuestro protagonista. Una comunicación entre mundos que vemos en todo su cine: “Cronos” (1993), “Mimic” (1997), “El espinazo del diablo” (2001), “Blade 2” (2002), “El laberinto del fauno” (2006), “Pacific Rim” (2013) o la reciente “La cumbre escarlata” (2015)… Una comunicación entre mundos planteada como un duelo entre el bien y el mal, con lo demoníaco siempre amenazante y muy presente, pero a su vez con protagonistas que son antihéroes y que presentan una dualidad, vinculados a los dos mundos, como este Hellboy o el propio Blade.





Lo exotérico, lo vampírico, la ciencia ficción y el género fantástico, son temas predilectos del cineasta, un director de género.

Rasgos estilísticos, como ese gusto por lo artesanal, los efectos artesanales, que conviven con los digitales, pero tienen especial presencia.

Las presentaciones de los personajes protagonistas de Del Toro son excelentes. Además, Del Toro siempre gusta de introducir toques de humor en sus films, momentos excéntricos o peculiares que aligeren la historia. Aquí, en “Hellboy”, tenemos muchos ejemplos. La presentación de Hellboy es estupenda, y deja una simpática broma metalingüística sobre los tebeos que le dedican.



El colorismo, especialmente el color rojo, es uno de los rasgos estéticos más evidentes en el cine del mexicano. Los rojos de “Blade 2”, “Pacific Rim”, “La cumbre escarlata”, “Cronos”… Del mismo modo, las sustancias viscosas de seres orgánicos, verdes o azules, así como la concepción estética de muchos de los bichos, extraterrestres o seres que nutren su cine, son muy particulares, reconocibles y abundantes en su obra. Un look muy apegado al cómic, con apuesta por ese tipo de películas: “Hellboy”, “Blade 2“, “Pacific Rim”…






De hecho, lo orgánico convive con lo mecánico o metálico, lo electrónico o tecnológico, como esos dos mundo que gusta confrontar al director. Aquí, en “Hellboy”, tenemos ese look orgánico con muchos de los monstruos y criaturas que salen, pero que conviven con sofisticadas máquinas o mecanismos de relojería, como los diseñados por ese robótico nazi antagonista de Hellboy. Este aspecto mecánico, de mecanismo de relojería, se sublima en el clímax, en ese lugar donde se resuelve todo que está lleno de trampas mecánicas que nuestro héroe deberá sortear. Esto nos remite a “Cronos” (1993), la película que lanzó a la fama a Guillermo del Toro.



Visualmente la película es muy aceptable y no solamente por la mencionada atmósfera de la escena inicial y por esos elementos coloristas entroncados con el cómic. Hay otras escenas que nos deleitan en este sentido. Los parajes nevados en Moscú o el funeral de “Broom”, relleno de grises en la lluvia, son dos buenos ejemplos.




En cualquier caso, el punto fuerte de la película está en el protagonista y su relación con otros dos personajes: ”Broom” (John Hurt), su padre, y Liz Sherman (Selma Blair), la chica de la que está enamorado.

Hellboy (Ron Perlman) es fanfarrón, presumido (se lima los cuernos aspirando a la normalidad), egocéntrico, cínico, irónico, duro y macarra, pero sentimental, tierno y romántico, fiel e íntegro.



Que ame los gatos es un detalle magnífico, ya que el gato siempre ha sido un animal simbólico, un protector, que tiene contacto con otros mundos, en el umbral de la muerte.



El personaje interpretado por John Hurt es experto en ocultismo, religioso, cristiano y el padre adoptivo de Hellboy, al que trata de inculcarle sus valores, aceptándole a pesar de su naturaleza demoníaca para convertirle en humano. Es él el que da sus valores al héroe. Está terminal, por lo que aceptará su muerte como un sacrificio casi ritual, religioso. Siempre llevará una cruz que heredará Hellboy.




En el inicio, Del Toro deja detalles que insinúan la futura muerte de “Broom”: Cartas, niños disfrazados de esqueleto…



Liz es otra persona especial y peculiar, que tiene los mismos complejos que Hellboy, pero lucha por sentirse integrada, aceptada, algo que cree no podrá junto al héroe demoníaco. Ella tiene poderes, es capaz de producir una gran energía y fuego, pero no parece controlarlo (influjo negativo de Rasputín). Su relación con Hellboy es hermosa por ese complejo, por esos miedos. Cuando aparezca John Myers (Rupert Evans) se iniciará una especie de triángulo amoroso peculiar, ya que los tres se respetan, comprenden, admiran e incluso quieren, lo que hace todo más complejo e interesante. Convierten los celos de Hellboy en un problema divertido.



Tienen la complicidad de la soledad y la incomprensión.

 “… si de verdad me quieres… no vuelvas jamás”.

Ojalá pudiera hacer algo para cambiar esto”. “Nunca te dejaré. Nunca”.

La sutileza de Hellboy, en la escena del cementerio en Moscú, donde resucita a un muerto (parlanchín), por ejemplo, es lo que hace especial al personaje. El humor funciona aceptablemente porque no busca continuamente la gracia, puntúa con acierto y oportunamente la narración. Aunque no todas las bromas funcionan igual.




El otro personaje del grupo de los buenos es el mencionado John Myers (Rupert Evans), un agente novato que sirve al director de la película además para mostrarnos la Agencia de Defensa e Investigación Paranormal, que será la que luche contra Rasputín y los suyos. Clásico truco de guionista.

Entre él y Liz nace un vínculo, iniciado con una mirada, lo que provocará los celos de Hellboy. La escena donde Hellboy los espía es divertida.


No sólo destaca “Hellboy” en aspectos técnicos como la dirección o la fotografía, ambas a cargo de Guillermo del Toro, también en el montaje, muy acertado y expresivo. Recordaré un sencillo detalle: Ese momento al inicio, en la presentación de Hellboy,  cuando nuestro protagonista dice “quería verla”, y se monta un plano del monitor donde sale Liz, a la que aún no conocemos. Perfecto y expresivo. Todo dicho.



Hay muchas referencias, por ejemplo a Indiana Jones en el inicio, con ese portal a otra dimensión que tiene algo del final de “Indiana Jones en busca del Arca perdida” (Steven Spielberg, 1977), o a “Blade Runner” (1982), en esa azotea donde Hellboy espía, como un fantasma de la ópera, la sencilla cita entre John y Liz, muerto de celos en una incipiente amistad con un niño, ya que allí lo veremos agarrado a la cornisa intentando no caer mientras una paloma se posa cerca. Imposible no recordar el final de la cinta de Ridley Scott. En cualquier caso, la referencia más evidente es a “Alien, el octavo pasajero” (1979), también de Ridley Scott, una película a la que el mexicano parece homenajear cada vez que puede en sus films.


Sí, Del Toro parece homenajear a "Alien" en muchas de sus películas, aquí hay varios guiños estéticos, pero el más destacado lo tenemos en el clímax de nuevo, cuando un monstruo salga del pecho de Rasputín para enfrentarse a Hellboy.

Además tenemos a John Hurt, mítico actor de “Alien, el octavo pasajero”, que también participa en esta…



La primera escena de acción, la que presenta la competencia de Hellboy y cómo se las gasta, es muy apreciable, recorriendo la ciudad y el subterráneo, con un mundo filtrándose en el otro. Una persecución que se inicia en un museo y nos lleva hasta el metro, con fugaces apariciones del antagonista Rasputín (Karel Roden). Es la escena de acción más consistente, ya que no incurre en las tonterías que apreciaremos en algunos momentos de las posteriores. Hay cameo de Santiago Segura.


Es brillante el recurso metalingüístico en el que se escenifica un flashback usando los poderes de Abe Sapiens (Doug Jones). Posteriormente se utilizará algo parecido cuando Rasputín haga visualizar un posible futuro a “Broom”.


También es brillante como está resulta la muerte de “Broom”, aparte de su efectividad dramática, con la estatua de la muerte del demonio a manos de un ángel en plano.

Es interesante desde el punto de vista de la trama, que tanto Liz como Hellboy sean indispensables para los malos, justificando que los atraigan y no los maten. Así cobra sentido la ambivalencia mencionada antes, que alberga el propio protagonista, demonio y hombre...





Torpezas.

Los mayores defectos de la película, aparte de los comentados al inicio (guión algo deslavazado, personajes poco desarrollados, uso de tópicos y clichés…), están en ciertos aspectos de las escenas de acción, que son numerosas. Defectos evidentes y absurdos, tonterías en sus planteamientos y puesta en escena.







Un perfecto ejemplo de esto lo tenemos con el regreso de Hellboy y los suyos al metro para ver posibles crías de monstruito. Ahí se diversifica la acción, multiplicando escenarios y tramas: Abe Sapiens y su aventura subacuática; el ninja nazi con el agente Clay (Corey Johnson) y Hellboy con los monstruos. Una escena que tiene momentos efectivos tanto en la acción como en el drama (la muerte de Clay), pero que recurre a tonterías como el momento donde Hellboy acaba con un monstruito agarrando una caja que contiene un gato sin soltarla. Está bien que ame a los gatos, ¿pero por qué no la suelta?, ¿para qué necesita hacerlo así mientras pelea con un monstruo que le ha dado un meneo? Una tontería que como chulería está muy bien pero resulta ridícula.



Simpática la caracterización de Clay y su obsesión con el pelo.




El otro ejemplo lo tenemos en el clímax, en el edificio de Moscú, donde hay demasiadas estupideces. Ese edificio funciona como un mecanismo de relojería, lo que nos lleva de nuevo a “Cronos”, pero algunos momentos de puesta en escena resultan lamentablemente artificiosos: Ese péndulo destructivo que unas veces se toma su tiempo para regresar y otras acelera; ese Hellboy que se entretiene en mirar a dicho péndulo, como hipnotizado, como un tonto, para terminar teniendo que esprintar desesperadamente; esa puerta que en un plano está a punto de cerrarse pero a Hellboy le da tiempo a ensimismarse, poner gestitos, soltar alguna gracia, caer casi al abismo y, por último, cuando ya no hay más remedio, correr antes de que se cierre del todo, para que descubramos que la puerta está a la misma altura que cuando la vimos antes de que todo esto aconteciera. Porque resulta que a Hellboy le entran las prisas al ver cerrarse la puerta y lanza a su compañero, Tom Manning (Jeffrey Tambor), desde la distancia, y aunque él se entretiene con todo lo mencionado esperando a que vuelva el péndulo, cuando llega la puerta sigue a la misma altura… Queda muy cutre.





No terminan aquí las tonterías. Tras escapar del puente derruido armando una escandalera tremebunda, llegan a otro pasadizo que da a una habitación donde el ninja nazi escucha música clásica, es un tío cultivado y sensible, que parece no haber oído absolutamente nada aunque parezca imposible, ensimismado, pero acto seguido, cuando se acercan, el calvo Manning se hiere la mano y emite un pequeño quejido, que alerta a nuestro villano, que repentinamente parece recuperar el oído…




La posterior resolución sí funciona bien y además forja una camaradería entre Manning y Hellboy, que no se llevaban muy bien. Salvarse la vida une mucho.

Rasputín usará el chantaje emocional contra Hellboy (Ron Perlman) para que asuma su condición de demonio, a la que renunciará a través de la cruz y el recuerdo de su padre.





La resolución es clásica en Del Toro con esas vísceras de monstruo de colores azules y aspecto gelatinoso. Es bello el momento de la reconciliación de la pareja, con ese beso abrazados por el fuego que ella desprende, una chica ardiente, aunque me deja perplejo que aunque Hellboy no se queme, debido a su procedencia, su ropa tampoco lo haga… ¡Yo quiero un jersey así!





En definitiva, una película vibrante, efectiva, confiada y segura de sí misma, que cumple con su cometido y parece adaptar con solidez y respeto el cómic de Mike Mignola, “Hellboy”, que escribió para “Dark Horse Comic”. El autor además actúa de productor ejecutivo. Una adaptación fiel aunque algo más cómica que el cómic, que resulta más oscuro y macabro. Una película realizada con ganas y cariño.







2 comentarios:

  1. La película esta bien, pero la secuela es un coñazo de quedarte dormido viéndola.

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    1. Yo no la recuerdo tan coñazo, pero tendré que revisarla, ya puestos...

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