sábado, 28 de enero de 2017

Crítica LA LA LAND (LA CIUDAD DE LAS ESTRELLAS) (2016) -Parte 2/5-

DAMIEN CHAZELLE











El amor, la ambición, los sueños.

Y de eso habla “La la land”, como habla “Whiplash”, de los sacrificios que somos capaces de superar, si es menester, para alcanzar nuestro sueño, nuestra obsesión, nuestro objetivo, pero aquí esos sueños se ponen a la misma altura que el amor, por lo que la reflexión sobre ese conflicto es interesante, especialmente en el contraste con su anterior obra.

Para Chazelle el amor no puede convivir con un sueño, porque un sueño lo es todo, define lo que somos. Un sueño requiere toda la atención, plena dedicación, como toda pasión, y dos pasiones no pueden convivir sin que una se vea mermada o ceda un tanto. Sin concesiones no hay forma, por tanto, la cuestión es si se está dispuesto a ceder y en qué.

Todo ello plantea interesantes matices en la obra de Chazelle, hasta el punto de preguntarte: ¿por qué no es posible compaginar todo ello? Lo entendemos en “Whiplash”, donde ambos parecían tomar caminos distintos, pero en “La la land” vemos como Mia compagina amigos, familia y estrellato sin aparente problema… El hecho es que esto lo vemos una vez cumplidos los éxitos, pero es el camino hacia esos sueños lo problemático.



Porque los personajes se enfrentan a un socorrido dilema que hemos disfrutado en un montón de películas, cuando al sueño de nuestra vida se le enfrenta otro sobrevenido y con el que no contábamos, y pueden llegar a terminar opuestos… Eso les ocurre a Sebastian y Mia, que tenían muy claros sus sueños, sus objetivos, pero se encuentran el uno al otro y pasan a convertirse a prioridad.




Pero analizando el conjunto, entendemos que ese destino juguetón los unió única y exclusivamente para que ambos consiguieran su sueño, ya que si no se hubieran conocido ninguno de los dos lo hubiera logrado. ¿Y por qué? Pues porque en los momentos de flaqueza y zozobra, Sebastian será el flotador y el motor para Mia, la animará a no rendirse, a seguir persiguiendo su sueño. Es por ello que hará la obra de teatro, que es un aparente fracaso, pero le posibilita la audición para la película que la llevará al estrellato. Del mismo modo, es Mia la que hace reaccionar a Sebastian cuando parecía acomodarse al éxito y renunciar a sus principios y sueños, un éxito que buscó para complacerla, pero que finalmente será beneficioso porque le proporcionará el montante económico necesario para comprar el local soñado, como la propia Mia había supuesto que haría. Es decir, de forma directa e indirecta le saca de la condena en la que estaba destinado a vagar eternamente, tocando Pop para otros para poder comer. Es decir, si no se hubieran conocido jamás habrían llegado a cumplir sus sueños, seguirán tocando en bandas de mala muerte o vendiendo cafés… El resto es la vida…




A partir de ahí los dos se limitarán a seguir los dictados del destino, reticentes de inicio, pero obligados finalmente. Es lo que impulsará a Mia a abandonar repentinamente a su novio para encontrarse con Sebastian en el cine, en esa maravillosa y satisfecha mirada y sonrisa de ambos, como reconociendo el hogar. Lo hará al escuchar la misma melodía que la atrapó por la calle, una circunstancia imposible estando en un restaurante. Puro destino juguetón.




Seguiremos el periplo de dos soñadores, dos postulantes a cumplir su sueño, de esos que esperaban en el atasco inicial, que se verán zarandeados por las circunstancias, tentados para abandonar su propósito, que deberán superar dificultades y negativas, que se sumirán en la duda. Un músico y una actriz.




Fascinados como ellos pasearemos por un estudio cinematográfico, cuando Sebastian se lanza a la aventura y busca la cafetería donde trabaja Mia. Decorados de múltiples géneros, un rodaje, conversaciones de sueños por cumplir y dónde y cuándo se gestaron, pequeñas frustraciones… Atentos a esa mirada al decorado inaccesible que lanza Mia mientras un cartel gigante pasa tras la pareja, es la mirada del sueño intangible, tan lejos y tan cerca, de la ilusión y la impotencia.





De ese camino de incertidumbres va la canción principal del film, la bellísima “City of stars”, de la magia de esa ciudad, de la creencia de que está hecha para uno mismo, de la ilusión y el temor de que todo sea un nuevo sueño que no se cumple… Una tema cantado por primera vez por Gosling bajo un crepúsculo azul que luego torna en violáceo. Ese sombrero, ese baile, ese marido celoso…



Veremos a Mia ser rechazada en infames audiciones, pasar por otras “audiciones” menos profesionales, buscando un padrino en fiestas, en los garitos de moda buscando estrellas a las que acoplarse. Mia caerá en esa tentación a la que invitan sus compañeras de piso, pero renunciará a ese camino pronto.




Algo parecido sufrirá Sebastian cuando saboree las mieles del éxito. Antes también le veremos ceden en sus principios para ganarse los cuartos. Nos dedicará los míticos teclados del “Take on me” de a-ha, que también ha sonado fuerte en la excelente “Sing street” (John Carney, 2016). Lo que más podría odiar un escrupuloso y clasicista obseso musical, tener que traicionar sus principios, ceder en sus postulados para ganar unos dólares. Ese hilarante inserto sobre el rostro de Ryan Gosling, magnífico, dice más que cualquier comentario. Sin desperdicio su look. Cómica y excelente escena.




Sebastian se someterá a lo que siempre odió por complacer a su amada. Aceptará la proposición de Keith (John Legend) y se sumará a un grupo de jazz fusión, modernito y comercial, que volverá loca a la gente, pero lo que sorprende es que cuando Mia vea una actuación de ellos demostrará el profundo conocimiento de su pareja y se sumirá en la inquietud, porque no lo ve asqueado, parece disfrutar, interpretándolo como una posible traición a sí mismo. Y es cierto, Sebastian sonríe y se complace de ese éxito, donde lo que hace gusta, recibe elogios y llena recintos.


Se puede interpretar, así lo hace Mia para que su extrañeza no vaya a mayores, como un goce en busca de su verdadero propósito, conseguir dinero para poder cumplir su sueño de comprar el local y hacer allí la música que siempre quiso, porque de lo contrario confirmaría esa traición a sí mismo, a todo aquello que la había inculcado, para lo que la había convencido, una traición también a ella misma. Usar esa nueva tesitura para conseguir dinero es una postura inteligente, pero todo será más complejo y Sebastian caerá en la complacencia y comodidad del éxito, aunque no le guste del todo lo que hace.

Y sobre todo este epígrafe tenemos la escena crucial, donde se genera el gran conflicto del film y pone a prueba los principios y la fuerza de los sueños de ambos. Es la cena sorpresa que Sebastian hace a Mia. Unas dudas que se transforman en sorpresa romántica para acabar en conflicto.





Observen cómo la planifica Chazelle la escena. El inicio de la conversación incluye a los dos en los planos y contraplanos, escenificando su unión, la felicidad por la sorpresa, su complicidad, el momento romántico, su vínculo, sus sueños y esperanzas…






Cuando Mia diga: “Así que va para largo”, toda la planificación cambiará. Justo cuando diga esa frase, Chazelle cerrará los planos sobre los rostros de ambos, que inundarán los encuadres, en solitario, y respetará escrupulosamente dicha planificación hasta el final de la secuencia, escenificando así el conflicto y la sentida traición (hay un pequeño inserto sobre el disco que suena como pausa, como un paréntesis, porque la escena también comienza con el disco).



La filosofía de él parece haber cambiado radicalmente, como intuimos en la actuación en vivo que le vimos con su grupo, seducido por el éxito y la comodidad, por la aceptación del público que tan intrascendente era para él, aquello que nunca tuvo. Una repentina renuncia a lo que había enseñado y mostrado a su novia, lo que la había hecho creer, sobre lo que había logrado convencerla, su integridad artística, su compromiso sin concesiones, su idealismo y su firme persecución de su sueño… pero eso ahora parece impostado.

Mia le creyó y asumió todas aquellas ideas, sus postulados, apostó por su propia integridad artística, porque los dos persiguieran sus sueños, se arriesgó con su propia obra sin apoyo ninguno, fue a vivir con él, aprendió a saborear y apreciar el Jazz… y ahora ve como él renuncia a todo aquello, dispuesto a abandonar su sueño por la estabilidad y la comodidad.

Sebastian llegar a pedir a Mia que le siga, lo que implicaría que ella también renunciará a su sueño. Es un mazazo para ella, inconsciente de lo que bullía en la cabeza de su pareja, con su trabajo, aquel chico obsesivo y tenaz en busca de un sueño que la convenció de que todo era posible si se mantenían firmes y juntos.

Sebastian la acusará injustamente de ser la causa de su decisión, y aunque puede tener que ver, lo cierto es que ella jamás se lo insinuó, fue todo decisión propia. Por tanto, Mia lo ve como una traición a ella y a él mismo, sin saber cuál de las dos es peor.

Puede que sólo te gustara cuando me iba de culo porque eso te hacía sentir mejor”.




La comida que casi se le quema a Sebastian resulta simbólica, simulando la aparente muerte de la relación, ya que antecede a la huida de ella.





Todo esto se confirmará cuando Sebastian no acuda a la obra que tanto tiempo y esfuerzo estuvo dedicando Mia, dejándola sola en su vergüenza y frustración, escuchando humillantes comentarios, haciendo de esa soledad (era un monólogo) algo desolador, y todo por hacer unas fotos promocionales… haciendo lo opuesto a lo que pregonaba. La decepción y la vergüenza. Todo ello junto hace comprensible el caldo de cultivo que aleja a Mia de Hollywood, en una transición viajando hacia el desierto, a su casa junto a su padres, donde veremos su habitación de niña, que da buena cuenta de cuál era su sueño y pasión.



Por supuesto, la redención y reacción llegará. Cuando todo parecía perdido, una llamada, de nuevo el destino, llevará a Sebastian a Nevada, sin apenas señas para encontrar a Mia, para avisarla de la nueva audición. Un gesto de amor sincero.

Una cambia sus sueños y madura”. “Eres buena”. “Sí lo eres”.




Y es que, después de todo, Sebastian terminó abandonando aquel grupo y apostó por su sueño, ayudando a Mia con el suyo.



¿Y qué mejor manera de visualizar el amor de la pareja que con la escena más recordada y mágica del film? Esas manos en el cine, ese beso interrumpido por la velada película que sirve para unir la ficción de “Rebelde sin causa” con la mágica realidad, continuando ellos su propia película en el mismo decorado que veían, en el Observatorio... Y llegar al culmen romántico, mágico e irreal. Idealizada y bellísima al máximo. Estrellas, romanticismo, dobles de baile, flotar, volar y el beso con un fundido a negro de un círculo cerrándose.




Eso creo”.


Tras esto, ambos se dedicarán con pasión a sus sueños. Es el amor. Ella escribirá una obra de teatro propia, él tocará en buenos garitos… de otros. Ella irá a vivir con él a su pequeño cuartito...





-Mia: Te voy a querer siempre.

-Sebastian: Yo también te querré siempre.


Esa mirada de Emma Stone a Ryan Gosling en el Parque Griffith, de día, es la definición misma del amor.


Con una sencilla escena en forma de eco sabremos que Mia se ha convertido en estrella. La vimos al inicio fascinada y sorprendida al ver a una gran estrella pedir un café en su cafetería, pero ahora es ella la que deja patidifusa a la chica que ocupa su lugar en esa misma cafetería, aunque no descubriremos su rostro hasta que se dé la vuelta.



Al mismo tiempo, descubrimos que Sebastian ha comprado su propio local, decorado con todas esas fotos que vimos en su apartamento y el tan querido taburete de Hoagy Carmichael, tocando su Jazz, y bautizado como Mia quería, en un último guiño amoroso. Seb’s. Pero cada uno por su lado. Mia casada y con una hija, Sebastian solitario como siempre, pero con sobrina.






La ambición materializando los sueños al fin. Como en “Whiplash”, el sacrifico, el trabajo, la voluntad, llevará a los protagonistas a lograr su objetivo, su sueño, su propósito, pero una vez logrado esa pareja no parece tener sentido, ya que sólo tenían sentido en el tránsito, en el camino. La escena final, con ese expresionista recurso lumínico, escenifica un íntimo diálogo entre ambos sobre lo que perdieron, sobre lo que pudo ser y cómo pudo conducirse su vida, sobre un amor que se mantiene vigente pero quedará soterrado, en un idioma encriptado en notas musicales que sólo ellos comprenderán.

Se ha criticado a Mia en ciertos aspectos, pero no hay razón, y menos por los pecados que se le achacan. Han hablado de ella como una soñadora superficial, como si cada uno no tuviera derecho a tener los sueños que quiera, pero lo cierto es que los persigue hasta el final, a pesar de las dudas. La dudas, que tienen todos los personajes de Chazelle en ese duro camino al éxito, desde Mia a Sebastian pasando por Andrew, el batería de “Whiplash”.




Al final, Mía mostrará una determinación absoluta, que la llevará a dejar a tras a Sebastian porque “así es la vida”. No tiene que ver que una viaje y el otro no, hay parejas de actores y músicos por todo el mundo, simplemente vivió su vida una vez su sueño le da una oportunidad, pero…

¿Y si Mia, quizá, sólo quizá, no comprendió que se había convertido en un sueño aún más intenso para Sebastian que abrir su club, hasta el punto de estar dispuesto a sacrificarlo por ella? Que ella sustituyó en importancia al sueño primigenio. Conservarla, darla una vida, tener dinero para estar juntos. Al fin y al cabo, Sebastian renuncia a su local por ella, cuando se mete en una banda de Jazz, y sólo cuando ella lo olvida se lanza a él definitivamente, manteniéndose solo, sin pareja. Es Mia la que “olvida” o deja atrás a Sebastian. Y Sebastian lo comprende, porque sabe mejor que nadie lo que es un sueño, pero que a su local lo llame “Seb’s”, como ella le dijo, es una señal más que podría confirmar esta tesis, y la tesis inicial mencionada de ese conflicto irresoluble en el cine de Chazelle, donde amor y sueño profesional no compaginan bien.

Esa mirada de pesar de Sebastian parece indicar aquello, el dolor y la comprensión, y lo que vemos en ese idealizado final quizá sea un mensaje de reconocimiento de errores y manifestación de cuál era su verdadero sueño, es decir, un mensaje de él a ella.


Quizá, ¿quién sabe?

O puede ser que a él le faltara valentía, que se acobardara y no estuviera dispuesto a seguirla, como vemos en la idílica ensoñación, embargándose a unos matices absurdos que lo anclaron en Los Ángeles, cuando podía haberlo tenido todo aunque fuera en Europa, renunciando al pack completo por una obsesión enfermiza en la que sólo tenía cabida el fetiche (Seb’s) para el amor… Quizá.

¿Qué habrá ocurrido en esa maravillosa elipsis, en esos 5 años que Chazelle nos roba? La vida, nos separa. Quizá no pasó nada, simplemente la relación se apagó y lo que queda es la nostalgia, el grato recuerdo y un inmenso cariño… O un amor imposible. Una elipsis que da para otra película.





Hay una acerada crítica a ese mundillo snob donde se valora más al cultureta, al naïf, al que pone la pose, a lo comercial, al enchufado, al flipado, al que aprovecha el momento que al verdadero talento. Hay muchos ejemplos: El músico de Jazz que contrata a Sebastian pese a las reticencias iniciales de este, como si intuyera en él una especie de Mefistófeles jazzero que no entiende sus ideas y principios, que acaba logrando una buena repercusión y sumiendo a nuestro protagonista en la desidia y el conformismo del éxito con un Jazz fusión comercial, alejado del clásico reivindicado por Sebastian. O en ese escritor que conoce Mia en una fiesta y que está de moda y muy valorado por su capacidad para “crear universos” que pueden dar franquicias sobre “Ricitos de oro”…

Un lamento por ese talento evidente, objetivo, puro, que pasa desapercibido, obviado, por incompetentes, envidiosos o señores colocados en los lugares importantes que deciden a conveniencia absurdamente. Y te preguntas: ¿por qué éste sí? ¿Cómo es posible que éste no? El talento que se pierde en el olvido, el silencio o el anonimato, el gran talento.


Así son Los Ángeles. Se adora todo y no se valora nada”.












3 comentarios:

  1. Esa escena en la que Ryan Gosling pasea por el puente, cantando, ha hecho que me enamore de él para siempre ( aunque sea rubio!)

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    1. No ha caído bien a todos el muchacho en la película. Jejeje

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    2. *NoS ha caído bien, quería decir.

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